Las organizaciones de diseño inclusivo trabajan para que los niños con discapacidad puedan integrarse a jugar con sus compañeros.
Si bien existen cientos de miles de áreas de juego en escuelas y parques públicos en Estados Unidos, la gran mayoría no son accesibles para los niños con discapacidad, por lo que excluyen a una parte importante de la población a la que pretenden servir. Según la Oficina del Censo de Estados Unidos, el país cuenta con más de 40 millones de personas con discapacidad. Esta cifra incluye a más de siete millones de niños matriculados en escuelas públicas quienes requieren de adaptaciones en los espacios debido a diversas condiciones, desde trastornos del espectro autista hasta lesiones óseas, articulares o musculares.
Los parques infantiles tradicionales cuentan con revestimientos de suelo irregulares, como astillas de madera o gravilla, que dificultan el desplazamiento de los niños que dependen de aparatos de movilidad asistida, entre ellos, las sillas de ruedas y andaderas. Otros problemas son menos obvios. Por ejemplo, los parques infantiles que no fueron diseñados con espacios tranquilos obligan a los niños que padecen trastornos de procesamiento sensorial, tal es el caso de quienes se encuentran en el espectro autista, a abandonar los espacios de juego cuando necesiten relajarse. Los parques infantiles sin vallas perimetrales también suponen un riesgo para los niños con trastornos del espectro autista, que, según las investigaciones, tienden a alejarse de los lugares bajo supervisión.
A pesar de que la Ley sobre Estadounidenses con Discapacidades (Americans with Disabilities Act o ADA, por sus siglas en inglés) exige que todos los parques infantiles nuevos o renovados en Estados Unidos cumplan las normas de accesibilidad, estos requisitos solo cubren un nivel básico de acceso, puesto que hacen hincapié en la maniobrabilidad y no en la interacción física.
“Las normas de la ADA no tienen en cuenta la experiencia del juego”, explica Nathan Schleicher, diseñador en jefe de parques infantiles en Earthscape Play, con sede en Ontario, Canadá. “Se trata más bien de la circulación”.
Jill Moore, especialista en juegos inclusivos en Landscape Structures, una organización con sede en Minnesota que diseña y fabrica componentes para parques infantiles, opina que los parques infantiles no eran accesibles ni divertidos cuando era una niña en silla de ruedas. “No había mucho qué hacer”, afirma Moore. “Las normas no dictaban la experiencia; solo se fijaban en los componentes básicos para el acceso”.
No tener acceso a oportunidades de juego plantea problemas importantes a los niños en desarrollo. Los estudios demuestran que el juego ayuda a los niños a establecer las bases del aprendizaje social, emocional y académico.
"Para muchos niños, los parques infantiles son el lugar donde ejercitan su imaginación, afinan sus habilidades motoras e interactúan con sus compañeros para desarrollar su inteligencia emocional."
En respuesta a la creciente demanda de espacios inclusivos, algunas organizaciones han empezado a especializarse en parques infantiles que van más allá del acceso básico hacia una inclusión radical. Se dedican a diseñar y construir espacios maniobrables que estimulan los sentidos e invitan a todos los niños a participar en las actividades de juego al aire libre que sus mentes en desarrollo anhelan.
Orientados por la misión
El movimiento a favor del juego inclusivo ha despegado de modo “rápido y furioso”, apunta Moore. Landscape Structures fue una de las pioneras. Scott Roschi, director creativo de la organización, declara que el cambio hacia el diseño de parques infantiles inclusivos comenzó gracias al activismo y colaboración en la comunidad de personas con discapacidad. Landscape Structures empezó a diseñar para la inclusión en 2002, cuando fue contratada por Inclusion Matters de Shane’s Inspiration, una organización sin fines de lucro con sede en California cuya misión es fomentar un mundo sin prejuicios para los niños con discapacidad a través del juego.
Harper’s Playground, una organización sin fines de lucro que diseña y asesora sobre parques infantiles inclusivos, también se unió al movimiento hace más de una década. “Todo empezó en 2009 con un paseo por el parque”, recuerda G. Cody Q. J. Goldberg, director ejecutivo y cofundador de Harper’s Playground. Ese fue el primer paseo de su hija de 4 años, Harper, y su andadera se atoró en las astillas de madera en el parque infantil local. Al año siguiente, Goldberg registró Harper’s Playground como entidad y luego recaudó fondos para su primer proyecto: un parque infantil inclusivo en Portland, Oregón.
La recaudación de fondos para ese proyecto fue un esfuerzo de base, comenta Goldberg. Él y su esposa, April, organizaron ventas de repostería, solicitaron donaciones monetarias y en especie a empresas locales, solicitaron subsidios e incluso escribieron cartas a celebridades pidiendo su apoyo. Recaudaron 1.2 millones de dólares en tres años, y el primer Harper’s Playground se inauguró en 2012.
La estrategia de recaudación de fondos de la organización ha evolucionado desde entonces —ahora depende en mayor parte de subsidios y colaboraciones corporativas— y ha trabajado en docenas de parques infantiles de todo el país. Según Goldberg, el equipo de cinco empleados tiene una “legión de voluntarios” y está dirigido por una junta directiva de 11 miembros. Hoy en día, se asocia con las comunidades en diferentes niveles de colaboración. Además, otorga sellos de aprobación a los parques infantiles que se adhieren a sus normas de diseño, cuyo objetivo es la inclusión a través de lo que denomina “tres niveles de confort”: físico, social y emocional.
“No hay normas probadas que permitan utilizar el término ‘inclusivo’”, explica Goldberg. “Se utiliza con demasiada frecuencia como sinónimo de ‘accesible’, y la accesibilidad es muy importante, pero es solo un nivel de lo que constituye un buen diseño inclusivo”.
Diseñar elementos accesibles para los niños que utilizan aparatos de movilidad asistida satisface los requisitos de lo que Goldberg llama “diseño físicamente atractivo”. En cambio, su organización también exige que sus diseños ofrezcan confort social y emocional. Los equipos pueden lograr esta meta al incorporar materiales de construcción naturales, zonas circulares para asientos, líneas rectas, arte e instrumentos musicales; en otras palabras, estas características pretenden garantizar que todos los que entren en el espacio se sientan bienvenidos e inspirados.
El énfasis de Harper’s Playground en el diseño de estos espacios acogedores es un ejemplo de cómo el giro hacia el diseño de parques infantiles inclusivos se ha producido en paralelo con el aumento de los parques infantiles naturales, que honran los paisajes locales, están construidos con materiales naturales como la madera y cuerda, y cuentan con medios estimulantes para los sentidos como la arena o el agua, los cuales fomentan el juego social y la imaginación de los niños.
Aunque Earthscape Play se centra en el diseño de parques infantiles inclusivos, también se diferencia por su uso de materiales de construcción naturales. Las imponentes estructuras de juego, a menudo con temática animal, que construyen de madera son mucho más grandes y complejas que las que crean otras empresas de parques infantiles con el mismo material.
Earthscape se fundó como empresa local de jardinería residencial en Ontario, Canadá en 2005 y diseñó su primer parque infantil en 2010. “Nunca hemos vuelto a mirar atrás”, asevera Laura Hilliard, directora de comunicaciones de la organización. “Aceptamos más y más proyectos y luego reconocimos que había demanda para hacer crecer de manera significativa el negocio de los parques infantiles”. La empresa de jardinería ayudó a financiar la nueva empresa hasta que Earthscape Play se estableció como negocio independiente en 2016. En la actualidad cuenta con más de 40 empleados que trabajan tiempo completo.
Para las tres organizaciones, el activismo y la colaboración siguen siendo el núcleo de su trabajo. Todos los diseñadores de Earthscape Play están formados en el diseño de necesidades básicas de acceso, y los miembros más experimentados del equipo revisan los diseños para asegurarse de que abordan el acceso y la inclusión de forma creativa. El equipo también colabora con representantes locales en sus proyectos. Por ejemplo, el Comité de Defensa de las Personas con Discapacidades (Committee to Advocate for Persons with Impairments) de San Petersburgo, Florida, revisó y retroalimentó los diseños del premiado parque infantil de Earthscape en el muelle St. Pete Pier, inaugurado en 2019.
Landscape Structures emplea a un equipo de especialistas en juegos inclusivos como Moore, quienes, según ella, encarnan el compromiso de la organización de diseñar “con personas con discapacidad, no para [ellas].” Su visión pone a los niños con discapacidad en el centro del proceso de diseño:
“A los niños les gustan los retos, la altura, el movimiento, los columpios”, indica Moore. “Vemos dónde [hay] discrepancias y quizá lo que un niño con discapacidad no ha llegado a experimentar en el pasado, y luego innovamos en ese campo”.
Un excelente ejemplo de juego innovador es el columpio We-Go-Swing de Landscape Structures, que consiste en una góndola abierta a la que los usuarios pueden acceder en silla de ruedas y hacer uso de palancas para empujar y jalar que generen el movimiento pendular del columpio. Este puede integrarse en un entorno de juego y dar cabida a varios usuarios a ambos lados, lo que les permite a los niños de todas las capacidades experimentar el mismo columpio juntos.
Internacionalización
Los factores más importantes que impiden que los parques infantiles empleen complementos de juego innovadores e inclusivos, como el We-Go-Swing, son la falta de concienciación y el costo. Estas organizaciones de diseño se dedican a sensibilizar a las comunidades que aún no están familiarizadas con los beneficios de los parques infantiles inclusivos. Tanto Moore como Goldberg consideran que hacer presentaciones públicas es una parte esencial de su trabajo. Landscape Structures además distribuye folletos sobre sus parques infantiles y destaca los beneficios de cada característica de diseño. Roschi afirma que estos documentos también sirven como material de relaciones públicas y ayudan a conseguir apoyo para nuevos proyectos.
El financiamiento de los elementos de juego inclusivos suele provenir de iniciativas de recaudación de fondos de la comunidad, como las que Harper’s Playground lleva organizando por años. Sin embargo, esperan que las ciudades empiecen a asumir más gastos en el futuro, a medida que el diseño inclusivo se hace más común. Roschi ya ha visto cómo se ha llevado a cabo este cambio en la última década.
“Es una de las tendencias que estamos viendo”, apunta. “Las comunidades se están dando cuenta de que dan servicio a una mayor parte de sus comunidades a través de la inclusión”. Ciudades como San Petersburgo (Florida), Portland (Oregón) y San Francisco (California) han ofrecido subsidios o han dedicado fondos municipales a proyectos de parques infantiles inclusivos en los últimos años.
El futuro del diseño de parques infantiles inclusivos parece no tener límites. En 2020, Earthscape Play puso en marcha una oficina en Ámsterdam, con miras a toda Europa.
Landscape Structures ya ha contribuido a la construcción de parques infantiles en Rusia, Australia, Singapur y partes de Europa. Su equipo de diseño trabaja en más de 3,000 proyectos al año. Harper’s Playground también está creciendo. La organización acaba de completar su primer proyecto internacional en Tokio, Japón el año pasado, y Goldberg tiene en mente otros proyectos en el extranjero.
Roschi cree que el movimiento está en un punto de inflexión. “No creo que las comunidades sigan viendo [la inclusión] como un nicho”, sostiene. “Diría que, en cinco años, el juego inclusivo va a ser la nueva norma”.
Autores originales:
- Marianne Dhenin (@mariannedhe) es una escritora que aborda la justicia social y medioambiental, la política y el Medio Oriente.
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Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review publicado en la edición verano 2020.
- Traducción del artículo por Ángela Mariscal
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