Las estrategias que 10 ciudades del mundo están aplicando para atender la crisis de falta de vivienda, desde cómo acercarse a las personas sin hogar hasta cómo desarrollar políticas públicas.
El sinhogarismo está incrementando en todo el mundo, desde San Francisco hasta Hong Kong. Si bien las investigaciones señalan que no existe una solución única para reducir el número de gente sin hogar, innovaciones recientes pueden ayudar a revertir esta devastadora tendencia mundial.
El libro How Ten Global Cities Take On Homelessness: Innovations that Work (Cómo Diez Ciudades Globales Enfrentan el Sinhogarismo: Innovaciones que Funcionan) presenta algunas de las más promisorias intervenciones que buscan atender la crisis del sinhogarismo. Los cuatro autores conforman un equipo con base en Nueva York que reúne décadas de experiencia en servicios sociales y de vivienda: Linda Gibbs, directora de servicios sociales de Bloomberg Associates; Jay Bainbridge, profesor adjunto de administración pública en el Marist College; Muzzy Rosenblatt, presidente y CEO de la organización sin fines de lucro, enfocada en vivienda, Bowery Resident’s Committee, y Tamiru Mammo, gerente consultor de servicios sociales en Bloomberg Associates. La “pasión”, palabra que aparece más de treinta veces en el libro, es la que impulsa su proyecto. Creen que “crear una cultura de colaboración marcada por la confianza, responsabilidad y pasión puede traer más gente a un lugar donde encuentren seguridad, dignidad y alegría”.
Cada capítulo presenta las innovaciones de una ciudad global, con diez casos de estudio en total (Bogotá, Ciudad de México, Los Ángeles, Houston, París, Nashville, Baltimore, Edmonton, Atenas y Nueva York), que exploran desde cómo acercarse a las personas sin hogar hasta cómo desarrollar una estrategia de vivienda económica. Los últimos cuatro capítulos se concentran en preocupaciones a nivel macro y sistémico; por ejemplo, cómo construir apoyo político para obtener más financiamiento, cómo responder a emergencias y el rol que podría tener la gestión de desempeño para facilitar la mejora de los sistemas.
Es probable que Ten Global Cities no aporte nueva información a expertos que hayan trabajado en servicios para personas sin hogar o realizado investigaciones en el área. Sin embargo, los ejemplos reales sí ofrecen información valiosa y fácil de digerir para el público en general, especialmente para activistas recién iniciados en el campo.
Las viñetas exhibidas en cada capítulo demuestran cómo las ciudades usan innovaciones nuevas y otras ya probadas para atender el sinhogarismo. Las ciudades con mayor éxito, explican los autores, son aquellas que han combinado “una gestión efectiva, suficiente inversión de recursos en prácticas basadas en la evidencia y un liderazgo capaz que apoya incondicionalmente a las tropas”. Los autores proponen dos innovaciones al modelo de servicio, ambas enfocadas en prácticas y programas: la primera llamada Housing First (Vivienda primero) y la otra Engaging People on the Street (Acercase a las personas en la calle). Además, sugieren dos innovaciones al ecosistema enfocadas en la colaboración intersectorial: el pensamiento a nivel sistema y las infraestructuras unificadas de datos digitales, las dos para coordinar y optimizar la estrategia y los servicios. El objetivo es que las innovaciones reduzcan las barreras burocráticas y organizacionales al momento de resolver el sinhogarismo.
Para la mayoría de los lectores, la idea de proporcionar “vivienda primero” sin condiciones o prerrequisitos puede parecer obvia. Sin embargo, no hace mucho, el sector vivienda apoyaba la filosofía de que alguien sin hogar solo podía acceder a una vivienda permanente después de “subir una escalera: de vivir en las calles, luego en un albergue, después en una casa temporal y, solo entonces, el último escalón, lograr una vivienda permanente”, explican los autores.
Esta visión de “estar listo para una vivienda” considera a la vivienda como “una recompensa por el cumplimiento y la mejora continua”. Pero dicha visión con frecuencia dejaba a muchas personas en hogares temporales o a un paso de volver a las calles.
Para inicios de este siglo, sin embargo, simpatizantes como Sam Tsemberis, fundador y director ejecutivo de Pathways to Housing (Caminos para una vivienda), desarrolló la estrategia de Vivienda primero, donde la vivienda se proveía sin requerimientos previos de sobriedad o de cumplimiento con una intervención médica. Este modelo de apoyo dio los servicios sociales necesarios a las personas en un contexto de vivienda estable. Este modelo se probó rigurosamente y demostró crear más estabilidad de vivienda a largo plazo. Asimismo, e igual de importante para la adopción generalizada del modelo, el científico social Dennis Culhane demostró que el costo total de la estrategia era solo de mil dólares más en comparación con las otras alternativas. Los mil dólares adicionales para obtener mejores resultados de vivienda era dinero bien gastado.
El éxito del modelo vivienda primero ha llevado a muchas ciudades a intentar intervenciones de vivienda permanente en donde se otorga algo similar a un comprobante de vivienda. La estrategia sirve como intervención y también para prevenir. Por ejemplo, el nuevo programa nacional resaltado por la National Alliance to End Homelessness (Alianza nacional para terminar con el sinhogarismo) llamado Rapid Re-Housing (Realojamiento Rápido) ofrece asistencia rápida para encontrar una vivienda a corto plazo. El estudio de 2019, Family Options (Opciones familiares), del US Department of Housing and Urban Development (Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano de EE.UU.) sugiere que los comprobantes de Rapid Re-Housing fueron “40% más efectivos para prevenir una recaída al sinhogarismo” que los albergues, señalan los autores. Esta evidencia fue tan convincente, que muchas ciudades, incluidas las mencionadas en este libro, han expandido sus programas de comprobantes.
En la que quizás es la contribución más significativa al área, los autores dedican un capítulo a la innovación del modelo de servicio para acercarse efectivamente a las personas sin hogar. Los métodos de acercamiento son sutiles, pero es importante entenderlos y aplicarlos porque las personas dedicadas a esto muchas veces terminan confundidas al escuchar que las ofertas de vivienda son rechazadas por los sin hogar. Los autores describen cómo los traumas vividos previamente por este grupo de personas pueden crear barreras psicológicas que resultan en el rechazo. “Es común en los historiales de las personas crónicamente sin hogar el no haber terminado la educación media y, en la infancia, haber experimentado en casa un trauma, ya sea físico, emocional o ambos”. Para navegar este tema, quienes tienen el acercamiento con las personas sin hogar deben tratar de construir confianza a partir de principios basados en empatía y sensibilidad que tomen en consideración dichos traumas. Ofrecer un albergue nunca debe hacerse solamente una vez ni tampoco condicionarse como una oportunidad única. Los autores enfatizan que la coerción no es “una estrategia efectiva”.
El libro documenta casos de acercamiento exitosos en Nueva York, Bogotá y Atenas, que ofrecen una guía sobre cómo estos trabajadores pueden “hacer lo que la persona pide, dentro de los límites de la pertinencia clínica y la conducta profesional”. Lo que este avance implica, explican los autores, es que la dedicación y paciencia de los trabajadores “dispuestos a no emitir juicios y, en contraste, a escuchar, mostrar respeto, brindar apoyo y motivar” sirven para promover “una relación significativa y de confianza”.
Algunas de las innovaciones necesarias para acabar con el sinhogarismo, argumentan los autores, se enfocan en mejorar el ecosistema de formas que permiten a los modelos de prestación de servicios ser más enfocados y efectivos. Los autores comentan que en este contexto el “pensamiento a nivel sistema” se extiende mucho más allá de la simple coordinación y colaboración, porque la mayoría de las ciudades cuentan con una compleja infraestructura de dependencias dedicadas a servir a las personas sin hogar. Los Ángeles es un ejemplo fantástico, pero también sirve como advertencia: la ciudad provee albergue, seguridad pública y servicios sanitarios, mientras que el condado supervisa la mayoría de los servicios médicos y muchas otras prestaciones sociales. Asimismo, redes de grandes y pequeñas organizaciones sin fines de lucro están acercándose en la primera línea, junto con los organismos públicos, a las personas sin hogar. En el ejemplo de Los Ángeles, los autores mencionan cómo la Los Angeles Chamber of Commerce (Cámara de comercio de Los Ángeles) y United Way han dirigido una propuesta de impacto colectivo para la coordinación e innovación entre todos estos líderes, llamada Home for Good (Un hogar para siempre). Financiado en gran medida por una subvención de la Conrad N. Hilton Foundation, Home for Good une a los actores de servicios sociales y a los socios públicos y privados “en conversaciones mensuales a nivel de personal… mientras que United Way provee un cómodo salón de conferencias y alimenta a los participantes con una buena comida preparada localmente”.
Una segunda innovación significativa al ecosistema de los servicios para personas sin hogar tiene que ver con la habilidad de mejorar y conectar los distintos sistemas de administración de los sinhogar con los sistemas de datos de salud y empleo. Nueva York y Los Ángeles, por ejemplo, tienen acceso a sistemas de datos sofisticados, mientras que Bogotá hace suficiente con vincular diferentes fuentes de datos. Sin embargo, los autores pasan por alto el hecho de que estas innovaciones de redes están en etapas tempranas de desarrollo e implementación. Aunque las primeras victorias al usar datos para prevenir que individuos de alto riesgo se vuelvan personas sin hogar muestran promesa, a estos sistemas les siguen faltando datos, como información demográfica o historiales de alojamiento.
Debido a la extensión de los casos de estudio, Ten Global Cities deja a los lectores queriendo más detalles sobre cada ciudad para lograr entender los contextos en que las innovaciones funcionan. Los autores demuestran un conocimiento profundo sobre los cambios e innovaciones en Nueva York, lo cual no es sorprendente, pues ahí es donde trabajan, pero no sucede lo mismo con las otras nueve. En particular, los casos de Edmonton, Bogotá, Atenas y París necesitan contexto adicional para ayudar a los lectores a comprender cómo las innovaciones están conectadas a una infraestructura más amplia dentro de la ciudad y a los sistemas sociales de cambio.
Los lectores también podrían sentir que el libro, como lo indica el subtítulo “innovaciones que funcionan”, promete demasiado. Muchas de las innovaciones tempranas enseñan lecciones importantes, pero no llevan a soluciones exitosas. Es importante distinguir qué innovaciones han sido efectivas y cómo surgieron de las maneras en que las nuevas innovaciones en etapa temprana han sido diseñadas y están siendo implementadas en la actualidad. La falta de esta distinción podría llevar a conclusiones equivocadas: tal vez un subtítulo más apropiado hubiera sido: “Innovaciones que podrían funcionar”.
Similarmente, algunas ciudades incluidas, como Los Ángeles y Ciudad de México, han experimentado un aumento en el sinhogarismo, mientras otras, como Houston y Nueva York, han visto una pequeña disminución. Esta discrepancia refleja problemas que se encuentran fuera del alcance de los sistemas de servicios para los sin hogar, como el racismo sistémico y las burocracias en los gobiernos que han estancado el desarrollo de viviendas. Los autores sí mencionan brevemente estos asuntos, sin embargo, debieron haber regresado a ellos en una conclusión más enfocada para estudiar cómo las mejoras en los sistemas de servicios para las personas sin hogar no se han mantenido al día con el creciente número de personas en riesgo de caer en el sinhogarismo.
Al contrario, el libro concluye con una mezcolanza de colofones que discuten el sinhogarismo en el contexto de eventos contemporáneos y preocupaciones sociales amplias para, de esta forma, proporcionar alguna moraleja a las otras ciudades. Un capítulo subraya el éxito de la campaña Everyone In (Todos adentro) en Los Ángeles, cuyo objetivo es crear apoyo público para aumentar los esfuerzos del sector público para reducir el sinhogarismo. Otros capítulos agregan detalles sobre los sistemas de servicio social para las personas sin hogar y le dan mayor importancia a la gestión de desempeño. El último colofón describe cómo las comunidades han respondido en tiempos de crisis, por ejemplo, a la pandemia de COVID-19, a desastres medioambientales y a emergencias de salud pública. De muchas maneras, el capítulo final ofrece enseñanzas sobre cómo las comunidades pueden movilizarse con rapidez para atender la crisis de derechos humanos en muchas de nuestras ciudades. Pero los autores podrían haber proporcionado una reflexión más adecuada para explicar cómo dichas enseñanzas pueden ayudar a transformar el sistema de servicios sociales para las personas sin hogar a través de, como sugieren inútilmente, “solucionar la crisis del momento y alterar el sistema para el largo plazo y el bien común”.
A final de cuentas, el libro demuestra que, gracias a la pasión y determinación de los actores en los sistemas de servicios para las personas sin hogar, han surgido y han sido exitosos varios enfoques innovadores en torno a programas de acercamiento a personas sin hogar y de vivienda primero. Sin embargo, queda mucho trabajo por hacer para integrar los sistemas para remediar la crisis a una escala global.
Autores originales:
- GARY PAINTER es profesor en la Escuela de Política Pública Sol Price y director del Centro para la Innovación Social Sol Price en la Universidad de Carolina del Sur
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Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review publicado en la edición otoño 2021.
- Traducción del artículo Homelessness Innovations That Might Work por Carlos Calles
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