Los grupos que forjan las narrativas sobre lo que sucedió durante la crisis de la COVID-19, sobre qué hacer ahora y sobre qué sigue, influirán decisivamente para determinar a quiénes reponsabilizamos, quiénes reciben ayuda y qué debemos hacer mientras seguimos avanzando.
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El arte presentado en Dearfrontline.com enmarca a los héroes de la pandemia como trabajadores de primera línea, preparando a la sociedad para luchar por condiciones de trabajo seguras y una compensación justa. (Imagen de Kate Decechio, cortesía de Big Bowl of Ideas)
Se dice que la historia la escriben los vencedores; el gran autor nigeriano, Chinua Achebe, retoma esta frase en el proverbio: “Mientras los leones no tengan sus propios historiadores, la historia de la caza siempre glorificará al cazador”. Esto se hizo evidente, entre 2009 y 2010, cuando importantes funcionarios del gobierno de los Estados Unidos, y de los bancos de Wall Street, junto con expertos y políticos, alimentaron la narrativa de que la gente pobre que se había “sobrepasado demasiado” en materia de propiedad de vivienda, era responsable de la Gran Recesión. No se habló de los préstamos excesivos, ni de la creciente desigualdad o de la falta de protección al consumidor en la industria financiera en general. Esta narrativa que apela a la responsabilidad individual, y no a la falta de regulación financiera o a las inequidades estructurales y sistemáticas, sentó las bases de los rescates bancarios y un poder aún más desenfrenado en la industria financiera. Diagnosticar erróneamente el problema e invertir en soluciones equivocadas, empujaron a los Estados Unidos hacia una profunda espiral de desigualdad económica, con claros ganadores y perdedores.
Las implicaciones narrativas de la pandemia de la COVID-19 podrían seguir su ejemplo. A medida que la gente busca significado en lo que parece un sinsentido, identificamos héroes, ganadores y villanos, mismos que usaremos para describir este tiempo desafiante y transformador. Surgirán narrativas que racionalizan, o ignoran, ciertas decisiones. Si la narrativa de que China tiene la culpa del coronavirus, se afianza y se propaga, podría desencadenarse una respuesta internacional dramáticamente diferente a la narrativa de que el mundo no estaba preparado, y que dejó pasar las primeras señales de advertencia que pudieron habernos mantenido más seguros. Quien logre crear y mantener esta narrativa, tendrá el poder de reinventar y rehacer nuestro mundo en un futuro previsible.
A medida que las organizaciones filantrópicas y las ONG hacen todo lo posible, no solo para responder a las necesidades inmediatas de aquellos a quienes sirven, sino también para dar sentido al panorama general, es importante reconocer que, actualmente, hay tres oportunidades narrativas en juego: la historia de lo que sucedió, la historia acerca de qué se está haciendo, y la historia sobre qué sigue. Tenemos la oportunidad de definir el pasado, el presente y el futuro, y conectar los tres, de manera que el mundo tome un rumbo mejor.
Entonces, ¿Qué sucedió?
Esta narrativa es el diagnóstico de lo que realmente sucedió. Es importante porque determina a quién culpamos, a quién castigamos, a quiénes consideramos víctimas y a quiénes responsabilizamos. El diagnóstico es fundamental para definir los problemas que nos proponemos solucionar. Esto responde a las preguntas sobre "qué debería haber sido". ¿Deberíamos haber diseñado respuestas y políticas que estuvieran más alineadas con la ciencia, por ejemplo, o deberíamos haber dado prioridad a la economía?
Eventualmente, obtendremos cifras precisas, un cronograma de las acciones de respuesta y un catálogo de quién tomó qué decisiones y cuándo. Los hechos se acumularán. Pero, lo más importante, alguien contará una historia que se arraigue sobre lo que creemos que sucedió. Se recordará en los medios de comunicación, la investigación, el análisis de expertos y la retórica de los diseñadores de políticas. La historia se afianzará en la mente del público, sea cierta, o no.
Al comienzo de esta etapa, en cualquier crisis, hay muchas acusaciones. Las personas con poder a menudo actúan de manera predecible: primero, niegan que haya un problema. Luego, niegan que hubieran podido hacer algo al respecto. A continuación, echan la culpa a otros. Finalmente, reconocen que “se cometieron errores”, pero no ofrecen arrepentimiento ni responsabilidad. Enjuagan, repiten.
En los Estados Unidos, hemos visto que esto sucede con estados que no reportan datos de salud esenciales, incluidos datos raciales y étnicos, sobre quién se está contagiando y muriendo por la COVID-19. Un resultado es que tomó mucho más tiempo del necesario para observar que las comunidades negras y nativas americanas, entre otras, fueron más afectadas y les tomó más tiempo, responder adecuadamente. Al preguntarles acerca de los datos faltantes, los estados respondieron con frases como "no de interés inmediato", en otras palabras, "no es problema”. Después hubo excusas de que los proveedores no compartieron la información, en lugar de reconocer el hecho de que no estaban obligados a compartirla. Traducción: "no es problema nuestro". Finalmente, después de ser presionados por grupos como la Asociación Nacional para el Avance de las Personas de Color (NAACP), los estados comenzaron a requerir estos datos, pero en lugar de asumir la responsabilidad por los errores anteriores, se dieron una palmada en la espalda por hacer lo que debieron haber hecho en primer lugar.
Hemos avanzado lo suficiente como para ver que, la narrativa de "lo que pasó”, podría convertirse en una historia de xenofobia, llena de otredad nativista. Esta versión sugiere que los verdaderos villanos son extranjeros siniestros. Esto ancla lo que sucedió en metáforas y lenguaje de guerra, y resultaría divisivo e induciría al pánico mucho después de que termine la pandemia.
Aunque lo que realmente sucedió es factual, lo que queda es perceptual. La historia que permanece entre nosotros coincide con nuestras visiones del mundo. Nos deja una gran lección histórica sobre lo que podemos aprender de un error para no estar, en palabras del filósofo George Santayana, "condenados a repetirlo". Se convierte en la historia que contamos y repetimos. Hoy en día, los grupos que buscan la justicia racial están desarraigando una narrativa perceptiva que permanece en los Estados Unidos. Están repudiando las narrativas de la “manzana podrida” que han responsabilizado a policías individuales, en lugar de sistemas completos, por la violencia contra los negros y todas las comunidades de color. Mientras vemos cómo “dejar sin fondos a la policía” gana impulso en los Estados Unidos, vemos una narrativa emergente sobre las injusticias sistémicas, que prepara el escenario para nuevas soluciones. Por ejemplo, Communities United for Police Reform señala que "se ha invertido dinero en la vigilancia y la criminalización en lugar de la salud, la vivienda y otras necesidades de la comunidad", y pide la redirección de mil millones de dólares del presupuesto de la policía de la ciudad de Nueva York para apoyar las "necesidades básicas de las comunidades más afectadas por la violencia policial y la pandemia de la COVID-19".
La historia de cómo comenzó esta pandemia y sus secuelas inmediatas, debe centrarse en cómo subestimamos la ciencia, la preparación, la atención médica y el trabajar juntos. A partir de ahí, imaginen si los líderes de todos los sectores se unieran en torno a una narrativa de "lo que sucedió" en la que se destacara a los trabajadores esenciales de primera línea. Los héroes serían trabajadores que actuaron por el bien público, a pesar de los desafíos sistémicos, asistidos por funcionarios electos, cuyas decisiones fueron guiadas por sus valores y preocupación por el bienestar común, y no por guerras culturales. Los villanos serían los sistemas injustos, arraigados en la supremacía blanca, que obtuvieron los resultados para los que fueron creados. Esta narrativa obligaría a la sociedad a dejar esos sistemas en el basurero de la historia y hacer algo mejor.
Para ayudar a promover una narrativa que conduzca a un cambio social sistémico, los líderes deben compartir públicamente lo que aprendieron sobre el "por qué" detrás de lo que sucedió y cómo está cambiando ahora su comportamiento y prioridades. Cleveland ofrece un plano. A principios de junio, con el respaldo de United Way y Urban League, el Ayuntamiento de Cleveland declaró el racismo como una crisis de salud pública. El anuncio señaló que el racismo, derivado de la esclavitud y del delineamiento rojo, ha conducido a malos resultados de salud, particularmente entre los negros. Afirma que la pandemia puso estas disparidades a la vista, y que la ciudad planea eliminarlas.
¿Ahora Qué?
La narrativa del “¿ahora qué?” nos da órdenes para avanzar. La gente quiere actuar en una crisis, y esto nos dice qué podemos hacer ahora de manera significativa. En medio de este gran restablecimiento, tenemos la oportunidad de reescribir las reglas y debemos aprovechar cada oportunidad para descartar las malas. La narrativa del “¿ahora qué?" nos da la oportunidad de avanzar, y no retroceder.
Por el momento, la historia dominante del "¿ahora qué?" se mueve entre reabrir y quedarse en casa. El problema con eso es este: reabrir les da a todos un papel en una misión colectiva, para lograr un objetivo que todos queremos. Dice que no solo los trabajadores de primera línea son valientes, el resto de nosotros también podemos serlo. Sigamos con nuestras vidas y mostrémosle a ese virus qué es qué. Frente a una amenaza, la gente quiere marcar la diferencia, no solo sentarse allí. Normalmente, eso es algo bueno, pero no aquí. Si las personas ven como objetivo salir y volver a la normalidad lo antes posible, podríamos perder rápidamente los logros que obtuvimos con el aislamiento. Pero si le decimos a la gente que se quede en casa, los dejamos sin un propósito e inseguros de su parte en la solución.
Un mejor "¿ahora qué?" sería "acabar con el virus". Todo el mundo tiene un papel. Algunos cuidan a las personas, y otros anulan el virus al no propagarlo. Quedarse en casa puede ser un acto de valentía y sacrificio. Un ejemplo de una organización que contribuye a esta narrativa es la campaña Warrior Up de IllumiNative, que enfatiza la importancia de proteger a las comunidades y a los adultos mayores. La campaña enmarca el distanciamiento social como una forma de protección, como una acción valiosa y significativa que todos pueden tomar, y usa las palabras “guerreros arriba” para sugerir que aquellos que practican el distanciamiento social son admirables.
También deberíamos alejarnos de darle forma al "¿ahora qué?" en torno a "reiniciar la economía". ¿Se refieren a que estaba aumentando la desigualdad y reforzando el racismo estructural? Olvídenlo. Tienen que crear mejor. PolicyLink ofrece una visión de renovación inteligente y con sentido común, con un conjunto de principios que los líderes deben seguir.
¿Qué Sigue?
Esta es la parte más duradera de las tres narrativas y también la más difícil. Aquí tenemos que describir dónde queremos estar en el futuro. No solo queremos sobrevivir a esta pandemia. Queremos prosperar al salir de esto. Para vivir bien en la sociedad justa que surja, los individuos, las comunidades y la sociedad, todos, deben transformarse.
Una persona sabia me preguntó recientemente: “¿Qué dejarías que cambie para hacerle espacio a lo nuevo?” Ese es un gran pensamiento. Tenemos que dejar que suceda el cambio para llegar a lo nuevo. Primero, rechazar las restricciones innecesarias. En este momento, casi todos los servicios están disponibles virtualmente, las emisiones de carbono han disminuido, las instituciones están reduciendo la burocracia y los investigadores están colaborando a una escala sin precedentes para encontrar una vacuna. Están sucediendo cosas que nunca creímos posibles. ¿Qué más es posible? A medida que avanzamos, ¿puede el trabajo estar más orientado a la familia? ¿Podemos utilizar los bienes raíces de forma creativa para acabar con la falta de vivienda? ¿Podemos reconstruir las cadenas de suministro que hagan que nuestro sistema alimentario sea más resistente?
Es importante que no quitemos las posibilidades de la mesa mientras imaginamos lo que sigue. Habrá una avalancha de respuestas, pero una gran parte de la narrativa de "qué sigue" es lograr que la sociedad haga diferentes preguntas y abrir espacio para que explore. Eso sucede cuando nosotros:
- Eliminamos las restricciones. ¿Y si pudiéramos pagar por todo lo que quisiéramos?
- Desafiamos la sabiduría convencional. ¿Qué pasaría si la primacía de los accionistas no fuera el único propósito de una corporación?
- Probamos las alternativas. Vimos lo que sucedió cuando el mundo no trabajó en conjunto, ¿cómo sería si lo hiciéramos?
- Identificamos las barreras. ¿Qué nos impide llegar a donde debemos estar?
Cuando hacemos esto, podemos ver diferentes alternativas—como los cuatro futuros posteriores al COVID del economista Simon Mair—y decidir a qué apuntar. Los líderes deben explorar estas preguntas públicamente, a través de reuniones virtuales, entrevistas con los medios y publicaciones en las redes sociales. Sacar tiempo y espacio para entablar conversaciones honestas e imaginar lo que podría ser, nos ayudará a salir del modo de lucha o huida.
Todos están de acuerdo en que el mundo nunca volverá a ser el mismo. Sin embargo, los cambios dependerán de lo que decidamos qué significó esta pandemia, de lo que nos digamos que hicimos frente a ella y, en última instancia, de cómo salimos de ella. Le daremos significado. Cada una de estas tres narrativas puede prepararnos bien o retrasarnos. Tu organización, ¿a cuál de estas narrativas puede ayudar a moldear?
Autores originales:
- Kristen Grimm (@headspitfire) es presidenta de Spitfire Strategies, Miembro de Henry Crown en el Instituto Aspen y miembro principal de persuasión en la Escuela de Políticas Públicas Carsey de la Universidad de New Hampshire.
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Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review publicado en junio 19 de 2020
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