En respuesta a la creciente inseguridad alimentaria en Perú, la organización Ollas Sostenibles transforma comunidades mediante un sistema circular y autosuficiente de biohuertos, acceso a agua limpia y producción de gas ecológico. Además, empodera a jóvenes voluntarios para generar un impacto saludable y sostenible.
*Este artículo es resultado del Segundo Taller de Estudios de Caso, organizado por SSIR en Español, Tec de Monterrey, Cemefi, Comunalia, fhi360 y USAID.
Las ollas comunes son grupos de personas que, tradicionalmente, se reúnen de forma voluntaria en la periferia de las ciudades peruanas, principalmente en Lima, para cocinar en comunidad y, así, economizar costos y esfuerzos. En condiciones de pobreza o pobreza extrema, los vecinos reúnen recursos e insumos para cocinar de forma colectiva en espacios que presta algún vecino o les concede la municipalidad distrital. La comida en una olla común tiene un costo social de aproximadamente $1 dólar. Además, reparte comida gratuita para niños, personas mayores sin familia y personas con discapacidad.
Incluso antes de la pandemia, en Lima, Perú, ya había 16.6 millones de peruanos que se encontraban atrapados en una situación de inseguridad alimentaria, una cifra que se ha duplicado desde entonces. Durante la pandemia, las personas en pobreza extrema que habitan en asentamientos humanos (zonas de construcción irregular, sin saneamiento fiscal y/o legal ubicados en arenales, laderas, pampas o a la orilla del río) izaban banderas blancas en los techos de sus hogares como símbolo de vulnerabilidad extrema y para solicitar asistencia ante las circunstancias adversas. Las banderas blancas eran un acto de rendición, y, como en la guerra, eran una petición extrema de ayuda ante la falta de alimento, agua, luz y/o medicinas.
Estas banderas blancas también representan la crisis alimentaria en toda Latinoamerica. Según el informe de la ONU (2023), en el año 2022, 43.2 millones de personas en América Latina y El Caribe sufrieron hambre. El informe presenta otras cifras alarmantes como el hecho de que 8.6% de los menores de cinco años padecen sobrepeso. Asimismo, las estadísticas posicionan a Perú en el primer puesto de inseguridad alimentaria en Sudamérica. Según la FAO, más de la mitad de la población peruana no puede acceder a una dieta saludable, y se ve obligada a recurrir a alimentos ultra procesados, cargados de azúcar, sal y grasas saturadas. Este consumo insuficiente de alimentos de calidad conlleva estragos en la salud de las personas tal como la desnutrición de adultos y niños.
En este contexto, es evidente que la inseguridad alimentaria en Perú y América Latina no se restringe meramente a la escasez de alimentos, sino que abarca una compleja red de aspectos interrelacionados. Es decir, no se limita únicamente a asegurar un suministro adecuado de calorías y nutrientes esenciales, sino que también se extiende a la provisión de los medios necesarios para acceder a los alimentos, sean estos recursos económicos o habilidades requeridas para producirlos.
Durante el primer año de la pandemia, cuando muchos estuvieron imposibilitados para trabajar o fueron despedidos debido a las restricciones sanitarias del gobierno peruano, las 622 ollas comunes en Perú se convirtieron en faros de esperanza para aquellos en situación de vulnerabilidad. Sin embrago, la esperanza de las ollas comunes, aunque luminosa, se veía opacada por la precariedad de las viviendas e insumos de cocina, así como un limitado acceso a servicios básicos como agua y luz.
De ollas comunes a ollas sostenibles
La realidad humana y social en el Perú, afectada por la pandemia, expuso la complejidad del desafío que enfrentan las ollas comunes tradicionales. Por un lado, a pesar de las generosas donaciones de víveres del sector público, se registran robos y concentración de donaciones en zonas específicas, haciéndolas parecer insuficientes. Muchas ollas comunes reportan que no reciben las donaciones correspondientes del Ministerio del Estado, las cuales se reparten con la ayuda de municipalidades o con los centros policiales cercanos, evidenciando una mala distribución de recursos.
Aunque las donaciones de organizaciones privadas y sin fines de lucro son mucho más eficientes en repartir víveres y balones de gas para la cocina de las ollas comunes, debido a la falta de conexiones de gas natural en las zonas periféricas, el precio del balón ha incrementado. Esto obliga a recurrir a la quema de leña para poder cocinar y preparar los alimentos, sin considerar la salud respiratoria y la contaminación del medio ambiente.
De frente a todos estos desafíos interconectados nace Ollas Sostenibles, una organización con la misión de transformar el paradigma de las ollas comunes y marcar un hito en la lucha contra la inseguridad alimentaria. En 2021, Ollas Sostenibles inicia operaciones en la capital del Perú con el objetivo principal de impulsar la sostenibilidad y la autosuficiencia a largo plazo en estas comunidades. La organización integra tres soluciones fundamentales para hacer frente a la inseguridad alimentaria: 1) generar alimentos de consumo local través de la construcción de biohuertos, 2) garantizar el acceso al agua mediante filtros de purificación de aguas grises y 3) producir y comercializar gas ecológico a través de biodigestores.
Desde que Oliver Ramírez, fundador y actual director del proyecto, se percató de la impactante desconexión entre las donaciones filantrópicas y el alivio de la necesidad alimentaria, decidió que era necesario un nuevo enfoque con respecto al manejo tradicional de apoyo asistencialista hacia las ollas comunes. Sin embargo, la solución al desafío no se quedó en la superficie: se trataba de crear un cambio genuino que abordara las raíces del problema. La organización estaba arraigada a su propósito de generar impacto duradero, por lo que emprendió una travesía audaz para implementar de manera conjunta tres soluciones conectadas: seguridad alimentaria, acceso al agua y gas ecológico.
Así, las tres soluciones cruciales planteadas por Ollas Sostenibles se elevan como estandartes para forjar comunidades autónomas y establecer sistemas alimentarios sostenibles que generan un vínculo entre el acceso a alimentos, agua y energía renovable. Hasta hoy, este esfuerzo abarca una extensión considerable: ha llegado a dos provincias del territorio peruano, en ocho distritos específicos y ha transformados a diez ollas comunes.
Como resultado de estas iniciativas, más de 600 se han beneficiado de forma directa al consumir comida balanceada y potenciada. Además, se han beneficiado al recibir capacitaciones en temas relacionados a la inseguridad alimentaria, alimentos nutritivos, gestión emocional y empoderamiento personal. Este impacto positivo se ha extendido a más de 2400 personas de manera indirecta a través de los familiares y amigos de las socias, quienes replican lo aprendido en sus hogares y comparten saberes con ellos.
En esta travesía, más de 200 jóvenes voluntarios de la comunidad de unieron a Ollas Sostenibles, cada uno con su propia historia, pero todos compartiendo el mismo objetivo: luchar contra la inseguridad alimentaria y generar soluciones sostenibles en el tiempo. Los líderes jóvenes de Ollas Sostenibles, quienes oscilan entre los 20 y 25 años y son parte de las comunidades beneficia- das, están más conscientes del gran impacto que la organización puede generar. Leyda Quiquin, directora de Talento Humano, menciona que: “La creación de sistemas alimentarios empoderadores es fundamental para garantizar la seguridad alimentaria e innovar con soluciones de sostenibilidad ambiental”.
La historia de Ollas Sostenibles destaca la importancia de abrazar enfoques holísticos y sostenibles al abordar los desafíos sociales. En lugar de limitarse a ofrecer donaciones aisladas, hace énfasis en la efectividad de invertir en proyectos que promueven la autosuficiencia y mejoran la calidad de vida de las comunidades, lo que puede resultar en un impacto duradero y profundo. Tal como señala Pamela Mendoza, Directora de Finanzas en Ollas Sostenibles: “La alimentación es un requerimiento básico para el desarrollo de cualquier individuo, dado que es la base para construir una buena educación y una buena salud mental y física”.
Esta simbiosis entre recursos locales y soluciones avanzadas demuestra que, en América Latina, la combinación de conocimientos tradicionales y tecnológicos puede ser un factor crucial para superar desafíos sociales. Además, subraya la importancia de adaptarse de forma estratégica a las realidades locales específicas. Por otra parte, ilustra la necesidad de ajustar las estrategias para asegurar que se aborden de manera efectiva los problemas reales que enfrenta una comunidad.
Un sistema circular: el nexo entre alimentos, agua y energía
Sergio Corilla, cofundador de Ollas Sostenibles, afirma que “la pérdida de alimentos conlleva una pérdida energética e hídrica. Trabajar con un enfoque que incluye el nexo agua-energía-alimentos nos permite crear comunidades sostenibles y resilientes.” Así, la organización, en su búsqueda constante por establecer soluciones sostenibles y cohesionadas para transformar las ollas comunes de simples receptores de donaciones en comunidades autosuficientes, ha implementado un ingenioso sistema circular que abarca a todas sus iniciativas y consta de tres elementos clave.
Crear un biohuerto para asegurar alimentos de calidad I Este primer paso hacia la autosuficiencia de las ollas comunes se despliega de manera estratégica y comienza preparando y limpiando el terreno para producir alimentos. La solución implica crear un biohuerto y capacitar a los miembros de la comunidad en el método Yoko. Este es un enfoque de agricultura no convencional que se basa en principios agroecológicos que promueven la producción de alimentos de manera eficiente y respetuosa con el me- dio ambiente. Con el método Yoko, las semillas son sembradas en arena de río y cuando asoman sus primeras hojas, se trasladan a un pequeño recipiente con tierra llamado adobito, el cual protege a la planta y evita plagas. Durante todo este proceso, son las mismas socias de las ollas quienes, con su participación directa, se capacitan sobre el cuidado y funcionamiento del biohuerto.
Una vez que los cultivos están listos, se recogen y seleccionan para utilizarse en la olla común y el excedente, se comercializa. De esta manera, los huertos comunitarios productivos se han convertido en un símbolo de colaboración y empoderamiento. La cosecha de alimentos frescos es un acto de unión y autosuficiencia donde las socias y sus familias participan activamente.
En paralelo, se capacita a la población en la elaboración de alimentos procesados para situaciones de emergencia, altos en contenido calórico y nutritivo, tales como la mermelada, encurtidos, frutos deshidratados y vinagre, los cuales pueden consumirse cuando la población se enfrenta a momentos de escasez. De esa manera, se promueve que la comunidad cuente con reservas de comida nutritiva a su disposición.
Asegurar el acceso a una fuente de agua purificada I En Ollas Sostenibles se destaca la importancia de reutilizar el agua de la preparación de alimentos y la limpieza de utensilios en las ollas comunes. Para llevar a cabo la reutilización de manera efectiva, se han implementado sistemas de tratamiento de aguas grises mediante filtros caseros de purificación. Con estos sistemas se asegura la disponibilidad de agua potable para el riego del biohuerto; además, representan una innovación para la agricultura, permitiendo el uso eficiente de este recurso hídrico.
Esto cobra especial relevancia en el tipo de asentamientos humanos donde opera la organización, ya que, a menudo, estos se ubican en áreas geográficamente complicadas, como cerros o quebradas, las cuales carecen de un sistema de desagüe y alcantarillado y donde la principal fuente de agua proviene de cisternas que suministran agua de manera intermitente.
Producir gas ecológico y asegurar ingresos a través de la comercialización del biol I Después de cocinar los alimentos, se da paso a la etapa de recolección de residuos sólidos y líquidos. En esta fase, se incluyen desechos de animales, como los cuyes, que se utilizan de manera complementaria para alimentar el biodigestor. Esta es una pieza fundamental del sistema: a partir de la mezcla de agua y residuos orgánicos, se produce biogás, un recurso que reemplaza a la leña para cocinar los alimentos y funciona como fuentes de energía durante tres horas al día.
Se estima que por cada kilogramo de leña quemada se genera de 1,64 kg a 1,80 kg de CO2, el cual afecta la salud de las comunidades. En este sentido, la implementación de biodigestores ha marcado un punto de inflexión en la gestión de residuos de las ollas comunes: transforma lo que antes era un problema en una fuente sostenible de energía, reduce la dependencia de la leña y mejora la salud y el entorno de la comunidad.
El uso del biodigestor no termina allí. Además de generar biogás, produce otro valioso recurso: el biol. Este fertilizante foliar se convierte en una fuente de ingresos adicional para las ollas, ya que puede comercializarse. La comercialización se da mediante alianzas estratégicas con una red de aliados interesados en comprar biol, por ejemplo, agricultores de sitios cercanos a la capital que lo utilizan como abono foliar para sus cultivos. De manera similar, también se buscan alianzas para comercializar los alimentos deshidratados en tiendas de conveniencia.
Los fondos obtenidos a través de esta comercialización se reinvierten en la adquisición de alimentos destinados a prevenir la anemia infantil (hígado, sangrecita, pescado, etc.) y son incorporados a las recetas caseras y saludables de las ollas. En algunos casos, el biol ha sido reutilizado para fortalecer el biohuerto, ya que el crecimiento y la salud de las plantas mejora cuando se aplica directamente sobre las hojas.
Así, el ciclo se cierra de manera eficaz y sostenible: este enfoque circular no solo aborda cuestiones de seguridad alimentaria, energética y de recursos hídricos, sino que también contribuye a la generación de recursos adicionales para la sostenibilidad del proyecto y para mejorar de salud y calidad de vida de la comunidad. Es una narrativa de innovación y solución de problemas que tiene un impacto real y duradero.
Innovación en tres fases
A través del ejemplo de Ollas Sostenibles se distinguen tres fases fundamentales en el proceso de implementación de proyectos de innovación social que transforman la visión de las ollas comunes y reflejan el compromiso con las necesidades de la comunidad y su desarrollo sostenible a largo plazo:
FASE 1 Diálogo y alianzas | Esta etapa es esencial para obtener una comprensión profunda de las oportunidades y desafíos únicos que enfrenta la comunidad. En estrecha colaboración con la comunidad, se desarrolla un plan estratégico que define qué iniciativas se llevarán a cabo y proporciona una hoja de ruta clara para alcanzar los objetivos establecidos. Los objetivos son planteados de manera horizontal junto con la comunidad tras conocer sus necesidades mediante las charlas y encuestas.
Ollas Sostenibles siempre inicia el camino entrevistando a los miembros de la comunidad y dialogando con la junta directiva de la olla común, la cual organiza las reuniones vecinales, informan los avances y peticiones y escucha las necesidades de la población. Además, identifica a las organizaciones aliadas que han colaborado previamente con la comunidad, y explora oportunidades para continuar trabajando juntos, o bien, invita a nuevas organizaciones a contribuir a los objetivos planteados.
Un ejemplo de estos aliados, es la ONG Yanapakuy en la zona de Independencia, quienes cuentan con una cartera amplia de mercados potenciales, en específico, tiendas de conveniencia donde comercializar los productos a través de su red local de logística y suministro. De esta forma, las nuevas organizaciones que se integran al proyecto no están enfocadas en continuar con un asistencialismo basado únicamente en la donación de víveres, sino que donan estrategias comerciales, capacitaciones, talento humano de soporte y tiempo.
FASE 2 Implementación | La implementación de proyectos como el biohuerto, el biodigestor o los filtros de aguas grises representa un hito importante, ya que, tradicionalmente, las ollas comunes no tienen ninguna fase de implementación de nuevos proyectos y solo se concentran en cocinar y distribuir alimentos. Así, de la mano de la comunidad, Ollas Sostenibles establece un proceso definido para implementar soluciones, y a través de este, el cambio cobra vida. No obstante, en esta fase, la flexibilidad es clave, y las soluciones se adaptan a las necesidades y el contexto específico de cada comunidad.
Por ejemplo, en la olla común de Pamplona Alta no se contaba con un terreno cerrado ni las condiciones para implementar el biohuerto. Por esta razón, se decidió adoptar el método de andenería, ideal para terrenos con alta inclinación. Así, la solución del biohuerto se implementa y se adapta según el tipo de terreno: huerto hidropónico para espacios cerrados, huertos horizontales para terrenos llanos, y huertos con método de andenería para terrenos con pendiente.
FASE 3 Comercialización | Tradicionalmente, las ollas sostenibles generan ingresos a partir de pequeños eventos pro-fondos enfocados en la venta de comidas típicas peruanas. Entre estos eventos destacan las “polladas (pollo frito sazonado con ají amarillo, ají panca y otras especias acompañado con papas, ensaladas y cremas de huacatay o rocoto); las “picaronadas” (dulces fritos en forma de anillo hechos de harina de trigo y zapallo, cubiertas de mil de chancaca); o las “frejoladas (frejoles con seco de pollo); y otros.
A través de Ollas Sostenibles, se promueve la producción y comercialización del biol como una fuente de ingresos adicional. Esto ha implicado crear estrategias para conectar a los socios de ollas comunes con agricultores que compran el biol, fortaleciendo aún más los lazos entre comunidades y contribuyendo al desarrollo económico y sostenible de las regiones.
El caso de “Halconcitos” en Pamplona Alta
Un ejemplo inspirador de cómo se implementan en la práctica las Ollas Sostenibles, se manifiesta en lo alto de las colinas de Pamplona Alta, en la capital peruana. Pamplona Alta es una comunidad conocida por su lucha constante contra la adversidad, ya que más de 95 mil personas habitan en asentamientos humanos que no cuentan con un sistema de agua potable y alcantarillado. Además, el microclima de lloviznas y frío en invierno perjudica a los habitantes más pobres quienes viven bajo techos de calamina o plástico, los cuales no asilan del frío ni resisten las lloviznas.
Aquí, la organización Ollas Sostenibles ha dado vida a una iniciativa que va más allá de proporcionar alimentos básicos a la Olla Común “Halconcitos Pamplona Alta”. Este proyecto ejemplar ha implementado un biohuerto con una metodología innovadora de andenes, transformando un terreno escarpado de 40 metros cuadrados en un oasis de vegetales y frutas frescas y naturales. Ahí, se pueden cultivar exitosamente frijoles, ajo, cebolla, sandía, papaya, ají, huacatay, mashua, zanahorias, hierbabuena, hierba luisa, col, entre otros. Estos alimentos saludables no solo abastecen a la olla común sino que servirá también, próximamente, para generar ingresos, puesto que se planea comercializar los cultivos con agricultores aliados en la zona de Lurín, al sur de Lima.
Cabe resaltar, que la pendiente pronunciada de la zona pre- sentaba un desafío único, ya que no existían sistemas de alcantarillado ni acceso a agua. Sin embargo, la creatividad y la determinación de los miembros de Ollas Sostenibles y la Olla Común Halconcitos no conoceron límites. Aprovechando al máximo los recursos disponibles, diseñaron un sistema ingenioso para recolectar y reutilizar el agua de lluvia en la agricultura, creando una solución eficiente y sostenible.
Uno de los aspectos más inspiradores de este proyecto radica en su compromiso con la educación de las futuras generaciones. Se han implementado talleres dirigidos a niños de la comunidad, donde se enseñan fundamentos de agricultura. Este enfoque en la educación no solo promueve habilidades prácticas, sino que también fomenta un sentido de conexión con la tierra y el medio ambiente. De igual modo, se capacitaron a 80 personas para pro- cesar alimentos y se brindó apoyo a 120 beneficiarios.
El biohuerto en Pamplona Alta es un ejemplo vivo de cómo la comunidad puede unirse para superar desafíos y mejorar su calidad de vida. A medida que las plantas crecen en los andenes y los niños aprenden sobre la agricultura, este proyecto no solo provee alimentos saludables, sino que también inspira esperanza y un sentido de autosuficiencia. El equipo detrás del proyecto tiene planes ambiciosos para el futuro, que incluyen la implementación de un sistema de tratamiento de agua.
Es importante mencionar que la implementación de las tres soluciones propuestas por Ollas Sostenibles depende de la primera fase en la que se realiza una investigación exhaustiva para identificar las necesidades y oportunidades específicas que tiene la población local. Por un lado, este enfoque proactivo asegura que las soluciones se adapten a las necesidades específicas de la comunidad y que la visión de un sistema circular que abarque todas las iniciativas se desarrolle de manera integral y efectiva.
Por otro lado, sin duda, esto conlleva nuevos desafíos ya la implementación también puede verse interrumpida por el contexto y actitudes locales. En el caso de la Olla Común Halconcitos existen desacuerdos internos en la propia junta directiva de la olla, lo que, consecuentemente, se refleja en una baja participación de voluntarios y poca iniciativa por continuar con el proyecto. Esto ha mostrado la necesidad de colaborar con ollas comunes que tengan con una junta directiva sólida y con experiencia trabajando con organizaciones sociales.
Una organización joven con visión hacia el futuro
Este año la organización culmina sus dos proyectos más recientes, Independencias y Cañete, para poder empezar un proyecto más lejano a la capital y generar alianzas estratégicas adecuadas. De igual modo, planea forjar un índice de vulnerabilidad para poder reconocer genuinamente donde enfocar sus esfuerzos. En los siguientes seis años aspira la implementación mínima a 10 ollas comunes. Las investigaciones y levantamiento de data de las poblaciones es un tema que sigue pendiente y que busca potenciar para poder generar espacios de retroalimentación, crecimiento y networking.
Para el periodo 2024, la organización se ha propuesto la meta de llevar cuatro proyectos hasta la Fase 3. En 2025, la ambición es llevar otros cuatro proyectos hasta la misma fase. Además, están enfocados en expandirse a nuevas áreas, colaborando con municipalidades, albergues y comedores populares. También, buscan establecer asociaciones con empresas comerciales para ampliar el alcance del proyecto a más ollas comunes y comedores.
Así, la visión de Ollas Sostenibles traza un camino audaz y esperanzador hacia el futuro. Su objetivo es llegar a todas las regiones de Perú para el año 2030, proporcionando seguridad alimentaria a al menos 10.000 personas directamente. Este compromiso es un faro que guía sus esfuerzos y da forma a su Plan Estratégico.
Para lograr estos objetivos, requiere, primero, de financia- miento; segundo, de recursos financieros para una óptima gestión y control, y, tercero, de recursos humanos claves, en este caso, voluntarios jóvenes. Hasta ahora, Ollas Sostenibles ha recibido financiamiento de premios y concursos de innovación, como el de HP Create What's Next y “Solv[ED] Youth Innovation Challenge”, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Estas contribuciones fortalecen a Ollas Sostenibles en su esfuerzo en la consecución de los objetivos a largo plazo. Además, ha generado alianzas con organizaciones que donan algunos recursos como filtros de agua o las cadenas de logística para comercializar sus productos.
Sin embargo, para lograr todo esto ha sido clave el compromiso de los voluntarios jóvenes, quienes además invitan a sus amigos y familiares a formar parte.
Sofía Luna, relacionista pública de Ollas Sostenibles, encargada de participar en el concurso del MIT que la llevó a ser una de los 10 ganadoras entre más de 830 postulaciones de 90 países del mundo, comparte su motivación detrás de esta noble labor: "Las organizaciones de base, como los comedores populares, los vasos de leche y las ollas comunes, a menudo enfrentan limitaciones significativas en cuanto a recursos. Por eso, la idea detrás del proyecto de Ollas Sostenibles me pareció no solo valiosa, sino también vital para abordar el desafiante problema de la inseguridad alimentaria en el Perú". Cabe destacar que el compromiso de Sofía se nutre de su experiencia personal en su comunidad en Comas, donde ha sido testigo de la cruda realidad de la inseguridad alimentaria.
Así, la voz de Sofía Luna representa a las generaciones jóvenes provenientes de asentamientos humanos y periferias, y resuena con fuerza en este relato de cambio positivo. Ella demuestra cómo el compromiso con el cambio puede trascender barreras socioeconómicas y culturales, inspirando a otros a seguir su ejemplo. Ella da continuidad a el legado de su madre y abuela, quienes también han estado involucradas en proyectos sociales enfocados en la inseguridad alimentaria del país.
Asegurar la seguridad alimentaria en un país es crucial para su desarrollo sostenible, ya que no solo garantiza el acceso a una alimentación adecuada y saludable, sino que también impulsa la salud, educación, y productividad de la población joven. Además, fortalece la resiliencia ante crisis económicas o climáticas, y fomenta la estabilidad social y política. Por ello, los jóvenes desempeñan un papel crucial como agentes de cambio. Su energía, creatividad y voluntad de abordar los desafíos actuales los convierten en impulsores de soluciones innovadoras para mejorar la seguridad alimentaria.
A través de proyectos como los implementados en Chorrillos y Pamplona Alta, se evidencia cómo los jóvenes pueden liderar iniciativas que no solo brindan alimentos, sino que también revitalizan tradiciones culturales, promueven la sostenibilidad ambiental y generan oportunidades económicas. En dicho contexto, las fases y las soluciones propuestas sirven como guía que complementa la motivación y decisión de los jóvenes.
De soluciones comunes a soluciones sostenibles
El caso de ollas sostenibles va más allá de ser simplemente un ejemplo de buenas prácticas en el ámbito de la seguridad alimentaria y la gestión de recursos en comunidades vulnerables. Su enfoque innovador y sistémico nos insta a reflexionar sobre cómo la verdadera transformación social requiere no solo soluciones inmediatas, sino también un compromiso a largo plazo con la autosuficiencia y la sostenibilidad.
La implementación de un sistema circular, desde la creación de biohuertos hasta la generación de biogás y biol a partir de residuos, destaca la importancia de pensar en ciclos completos de producción y consumo. En un mundo donde a menudo se suele optar por respuestas rápidas, Ollas Sostenibles nos recuerda la necesidad de adoptar un enfoque holístico y sostenible para abordar los desafíos complejos que enfrentan las comunidades.
La inclusión de la comunidad en todas las fases del proceso, desde la planificación hasta la comercialización, subraya la importancia de empoderar a las personas para que sean agentes activos de cambio en sus propias vidas. Este enfoque participativo no solo construye capacidades locales a largo plazo, sino que también crea un sentido de pertenencia y responsabilidad entre los jóvenes y futuros líderes.
Autora original:
- Margarita Tenorio es gestora social en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Directora del Área de Investigación de Ollas Sostenibles. Nació y creció en Tahuantinsuyo, Independencia, una comunidad en Lima que enfrenta grandes desafíos económicos. Sus familiares han administrado y dependido de las ollas comunes, por lo que tiene una visión cercana a estas iniciativas.
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Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review en Español.
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