¿Renovar el gobierno y el proceso legislativo con tecnología digital del siglo XXI? Tara Dawson McGuinness y Hana Schank dicen SÍ en el libro "Power to the Public" (Poder para la gente)
La pandemia global de COVID-19 resaltó las claras diferencias entre los que tienen y los que no. La división es en especial aparente cuando se trata de tecnología. La falta de dispositivos y conectividad limitó el acceso de las comunidades de bajos recursos a la educación y a los servicios de salud. Muchas organizaciones sin fines de lucro sin desarrollo tecnológico no pudieron hacer la transición a servicios en línea cuando las actividades presenciales fueron suspendidas debido a las órdenes de confinamiento. Los gobiernos estatales y nacionales batallaron con la respuesta política debido a la falta de información detallada sobre las consecuencias sanitarias, económicas y sociales de la COVID-19 en la gente más necesitada. Los individuos acomodados prosperaron, mientras que los de bajos ingresos se volvieron incluso más pobres y sufrieron un número desproporcionado de muertes y discapacidades asociadas a la enfermedad. Esta debacle sugiere la pregunta: ¿es posible usar la tecnología para revertir estas tendencias en vez de acelerarlas?
En Power to the Public: The Promise of Public Interest Technology (Poder para la gente: la promesa de la tecnología para el bien común), Tara Dawson McGuinness y Hana Schank, ambas de la organización New America, proponen una visión de programas de gobierno y legislación basados en tecnología digital moderna. Su objetivo es grande: crear un nuevo campo de especialización, la tecnología para el interés público, que definen como “la aplicación del diseño, los datos y la comunicación para mejorar el interés público y promover el bien común en la era digital”.
Las autoras tienen amplia experiencia en el uso gubernamental de la tecnología. McGuinness, directora del nuevo laboratorio de prácticas de New America, estuvo íntimamente involucrada en la tragedia y redención de GovTech: el lanzamiento desastroso de la página HealthCare.gov durante la presidencia de Obama y su afamado rescate por un equipo de tecnólogos de Silicon Valley. Schank, directora estratégica de tecnología para el interés público en New America, tiene una larga carrera profesional en consultoría y tecnología; fue de las primeras reclutas en el US Digital Service (Servicio digital de Estados Unidos), la entidad creada tras el fiasco de HealthCare.gov para reclutar personas con la capacidad técnica de resolver los problemas más importantes del país. Las experiencias, buenas y malas, de ambas con la tecnología inspiraron el argumento de este libro para reformar cómo los organismos de gobierno usan el software y los datos para servir mejor a los ciudadanos.
Power to the Public consiste de dos partes. La primera mitad explica la distinción entre los enfoques tradicionales y las soluciones ágiles basadas en tecnología desplegadas por una nueva generación de solucionadores de problemas, quienes están “usando cada una de las tres herramientas (diseño, datos y comunicación) para trabajar en retos como la falta de vivienda, el cuidado tutelar y la prevención del suicidio”. La otra mitad del libro se enfoca en cómo crear el nuevo campo de tecnología para el interés público y cómo lograr que todos los niveles del gobierno lo adopten con eficacia. Las autoras defienden con éxito la idea de una revolución tecnológica en el gobierno, en la que las soluciones tecnológicas son mejoradas con una filosofía de trabajar “con y no para” los grupos de interés. Esto debido a que, afirman, “no es posible resolver los grandes problemas del mundo sin involucrar al gobierno”.
Un tema central del libro es que el trabajo de promover innovaciones tecnológicas en los procesos gubernamentales es esencial pero increíblemente difícil. Las decisiones tomadas en el pasado han dejado un legado de procesos complicados. Algunos ejemplos dados por las autoras son casi escandalosos, como el del formulario DHS-1171 del estado de Michigan, un documento de 42 páginas con 1,204 preguntas, requerido para los residentes que necesiten asistencia del Estado por cualquier tipo de emergencia, ya sea atención médica, ayuda alimentaria o cuidado infantil. Algunas de las fuerzas que impulsan este tipo de procesos incluyen métodos obsoletos de procuración, incentivos mal alineados y políticas desinformadas de la legislación federal o estatal. Los sistemas involucrados son, con frecuencia, tan complejos que diferentes elementos dentro de un mismo organismo pueden estar trabajando por objetivos contradictorios.
McGuinness y Schank rápidamente apuntan esos métodos de procuración que han llevado al fracaso a muchos proyectos y resultado en el desperdicio de millones de dólares. El mismo tipo de proceso de procuración usado para comprar portaaviones y edificios de oficinas, que asumen que se pueden especificar los resultados detalladamente desde el inicio del proyecto, son en extremo ineficaces para desarrollar software. El libro incluye el ejemplo del Electronic Immigration System (Sistema electrónico de inmigración, ELIS por sus iniciales en inglés), que intentó digitalizar los formularios utilizados en la agencia de Servicios de Ciudadanía e Inmigración de los Estados Unidos. El diseño de la primera versión estuvo controlado por IBM, empresa que se había ganado el contrato, y se “desarrolló, primero que nada, para generar licencias de software y mantenerlas hasta la perpetuidad. Después, en segundo lugar, para servir las necesidades de la agencia”. Cuando ELIS 1 fue puesto en marcha (con un exceso de costos por arriba de los cientos de millones de dólares), hizo el proceso de formularios más lento por un factor de cinco. Fue tal el fracaso que la agencia decidió desechar el sistema entero y reiniciarlo desde cero.
Los proveedores de tecnología de la información contratados por el gobierno han aprendido que generan más ganancias en los proyectos grandes que en los pequeños, así que los proyectos tienden a hinchar exageradamente sus costos. En combinación con métodos anticuados de diseño, que no incluyen a los usuarios del sistema o producto en el proceso de diseño ni en el ciclo de retroalimentación, este enfoque conduce a fracasos como el de ELIS: proyectos que superan en extremo los presupuestos y sistemas que, simplemente, no sirven desde un inicio. La tecnología se vuelve una barrera para conseguir el objetivo y, en el peor de los casos, resulta en una regresión del statu quo.
Las autoras reiteran con frecuencia que el software necesita ser diseñado de una manera más centrada en las personas. Lo formulan en concreto: “con y no para”, que significa que la tecnología debe ser desarrollada en conjunto con el público y el personal del organismo de gobierno, en vez de para ellos. Este lema deberá resonar con muchos en el sector de la innovación social que prefieren colaborar con las personas y las comunidades que sirven, en contraste con la beneficencia tradicional o los programas clásicos de gobierno que suelen ser formulados sin pensar en las necesidades de los beneficiarios.
El antiguo modelo para crear software asumía que los líderes de una organización sabían la funcionalidad del programa, o lo que debía hacer. Por lo tanto, el software solo se diseñaba y desarrollaba para cumplir con esos requerimientos. A este enfoque se le conoce como el método “cascada”, un proceso lineal sin ciclos de retroalimentación de la agencia gubernamental o del público. La industria del software, en gran medida, dejó atrás este enfoque hace más de una década porque los productos hechos a partir de conjeturas tienden a fracasar. Es mucho mejor tener la participación de los usuarios en cada paso, lo que las agencias de gobierno aún no han captado.
El valor de un diseño centrado en las personas va más allá del software. Las autoras argumentan que la información y retroalimentación comunitaria también debería informar la creación de políticas y la solución de problemas públicos. Discuten las deficiencias en la respuesta del gobierno estadounidense a la reciente pandemia, en particular la ley CARES (Ley de ayuda, socorro y seguridad económica por el Coronavirus), que se basó, como otras respuestas políticas, en conjeturas lógicas y no en datos reales. Como observan las autoras: “Lo que no se incluyó en el proceso fue un repaso rápido de lo que ayudaría a una familia promedio sufriendo por la COVID-19”. Se escribió la ley pensando en financiamiento de emergencia para ayudar a individuos que tuvieran una cuenta bancaria formal y que hubieran presentado una declaración fiscal en el pasado reciente. Sin embargo, las personas con ingresos muy bajos no tienen que presentar este tipo de declaraciones fiscales en EE.UU., y muchos no tienen cuentas bancarias, así que este enfoque no sirvió para ayudar a los estadounidenses más vulnerables.
De igual importancia es saber cuándo la tecnología no es la solución. Uno de los casos de estudio más proféticos del libro, el de la campaña en pro del acceso a la vivienda llamada Built for Zero , subraya las aplicaciones tanto de intervenciones impulsadas por la tecnología como por medios tradicionales. La idea disruptiva de Rosanne Haggerty, presidenta y directora general de la organización sin fines de lucro Community Solutions (Soluciones comunitarias), que lanzó Built for Zero, era alejarse de medir actividades y recursos (por ejemplo, el número de camas disponibles en una ciudad o de comidas servidas), y pasar a un monitoreo individual (para determinar si cada persona sin hogar en la ciudad en los últimos treinta días había encontrado una vivienda). La tecnología moderna hizo posible crear una base de datos de nombres de cada persona sin hogar que estuvo en contacto con alguna agencia en el área metropolitana. Un equipo de líderes locales de Rockford, Illinois, asistió a una capacitación sobre el enfoque Built for Zero y decidió intentarlo. Cuando el equipo de Rockford habló con los veteranos sin hogar de su lista, encontraron que su problema principal era el dinero para el pasaje de autobús. “Si los veteranos tienen problemas de salud mental y los costos de transportación están fuera de su alcance”, explican las autoras, “no podrán asistir a sus citas médicas, ni podrán surtir los medicamentos recetados y pronto podrían estar luchando contra adicciones y vagando por las calles”. Pases de autobús gratis para los veteranos sin hogar resultó ser una forma barata y efectiva de intervención, mucho mejor que una aplicación móvil hecha a medida.
Power to the Public es una lectura rápida y accesible dirigida principalmente a gente fuera del ramo tecnológico, y tiene claro que la tecnología no es una panacea. El libro hace una contribución importante a la literatura de cómo el gobierno necesita reformar sus enfoques tradicionales de resolver problemas. Mi principal crítica es que el libro no defiende sus ideas hasta las últimas consecuencias. Por ejemplo, la idea de que los cincuenta estados de EE.UU. pudieran adoptar el mismo programa federal y cada uno construir un sistema único de TI se presenta como un hecho, en vez de hacerlo como lo que en realidad es: una receta para el desastre. Creo firmemente que el sector sin fines de lucro también debe adoptar el mismo tipo de enfoques de diseño recomendado por McGuinness y Schank. Las autoras podrían haber profundizado más en los retos, como el de acceder al talento tecnológico, que requiere de más atención. El US Digital Service reclutó con éxito a tecnólogos hábiles para participar en la solución de retos nacionales, pero la escasez de talento tecnológico en el sector social está lejos de ser solucionada.
McGuinness y Schank concluyen con una llamada a la acción. Proponen construir un campo de especialización en tecnologías para el interés público modelado a partir de la creación del movimiento de la ley de interés público en la década de los sesenta. Quieren ver entre los tecnólogos un aumento en el entusiasmo por aplicar sus habilidades a las necesidades de la sociedad y del planeta. Este talento, combinado con su visión de cómo aplicar la tecnología con quienes tienen las necesidades más grandes, podría hacer frente a los principales retos que enfrentamos actualmente en el mundo.
Autores originales:
- Jim Fruchterman es fundador de Benetech y Tech Matters (La Tecnología Importa)
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Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review publicado en la edición otoño 2021.
- Traducción del artículo Tech for public good por Carlos Calles.
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