La buena salud cívica se observa en las personas que establecen relaciones significativas con sus vecinos y funcionarios públicos y que participan en la toma de decisiones de gobernanza. Pero, ¿qué será de la vida cívica durante la crisis de la COVID-19?
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Ilustración por iStock
Yo no sé nada sobre la salud pública. Y ninguno de nosotros sabe cómo será el mundo después del COVID-19. Especialmente cuando nuestros seres queridos y las personas que nos rodean caen enfermos.
Pero lo que sí sabemos es que la salud cívica depende de comunidades dinámicas, de conexiones sociales profundas, y de interacciones cara a cara. La buena salud cívica se ve cuando las personas establecen relaciones significativas con sus vecinos, funcionarios públicos y participan en la toma de decisiones de gobernanza. Ya sea que nos encontremos compartiendo el pan y la sal o debatiendo acerca de una ordenanza local, nuestra vida cívica se enriquece cuando miramos a los ojos a la gente, escuchamos sus voces y disfrutamos de su presencia. Pero, dada la velocidad de la propagación del nuevo coronavirus, los principios básicos que presiden el modo de reunirnos y participar en nuestra vida cívica, social y comunitaria están cambiando, al menos temporalmente, de manera radical.
Si el cumplimiento de nuestro deber cívico supone disolver las estructuras sociales que siempre han existido en nuestra comunidad, y que tradicionalmente han servido como base de las iniciativas de la participación cívica, tales como el trabajo, la escuela y nuestro tiempo libre, ¿qué será ahora de nuestra salud cívica?
Aún no tenemos la respuesta. Pero a medida que nos aislamos físicamente de los demás, nuestra necesidad de participación pública va incrementándose hasta llegar a un nivel sin precedentes, tanto en el terreno de la salud pública como en el de la democrática.En este sentido, la salud de nuestras comunidades dependerá de que todos los ciudadanos asuman su responsabilidad, para evitar la propagación del virus. Sin embargo, en un momento en el que se tienen que cerrar las escuelas y las oficinas se convierten en remotas, los individuos más vulnerables de nuestras comunidades serán los más afectados, entre ellos, los que han sido siempre estructural e históricamente marginados y excluidos socialmente. Por ejemplo, muchos niños que pertenecen a familias de bajos recursos dependen de sus escuelas para recibir alimentos y atención médica y para algunas personas mayores, a menudo ya aislados, la visita de un trabajador social podría ser su único contacto con el mundo exterior. Tampoco todos los trabajadores pueden ejercer sus labores desde casa o usar sus días de permiso por incapacidad o un seguro médico si llegaran a enfermarse. Por ello, el compromiso político, cívico y social de los miembros de la comunidad será fundamental para ayudar a enfrentar todos estos desafíos.
Pero, ¿cómo se perciben esa participación cívica y esa democracia saludable en momentos de ansiedad, miedo y distanciamiento social? Y cuando el problema agudiza las desigualdades ya existentes, ¿de qué manera puede la participación democrática responder de una manera inclusiva, accesible, cívica y socialmente consciente?
Este es un planteamiento de algunas de las cosas que podemos hacer, pero no son las únicas. Todavía no sabemos cómo será el futuro pero si estas reflexiones son solo el comienzo de una larga conversación, tenemos que empezar a conversar hoy. ¿Qué podemos hacer para mantener sano nuestro cuerpo cívico?
En primer lugar, ¿podemos adoptar la tecnología? Las herramientas digitales no siempre han tenido el efecto nivelador deseado,ya que tienden a distorsionar los hechos o a darles una focalización o un seguimiento desmedido, ;, sin embargo, pueden, hacer más accesible la interacción cuando no podemos reunirnos en persona y facilitar el compromiso y la participación de personas de diferentes capacidades, incluso en contextos ajenos a la pandemia. No obstante, la forma en que utilicemos la tecnología será la clave: debemos tener en cuenta las brechas en el acceso a la banda ancha y al conocimiento digital,y, por supuesto, priorizar las aplicaciones sencillas, gratuitas, confiables y seguras.
Por ejemplo, las herramientas digitales requieren una capacitación accesible que puede ser proporcionada por las escuelas públicas. A este respecto, PBS ofrece capacitación y recursos gratuitos para maestros y familias, especialmente en California, donde se proyectan programas con estos contenidos en tres canales de televisión. Asimismo, NewsELA, un programa de habilidades de lectura, de amplio presupuesto, financiado por suscriptores acaba de ofrecer cuentas gratuitas para los maestros.De igual manera, varias escuelas públicas de todo el país están proporcionando portátiles y tabletas a los estudiantes aunque persisten los problemas de conectividad de banda ancha en sus hogares. Con respecto a esta problemática, la comisionada de la FCC, Jessica Rosenworcel, ha solicitado a las compañías de Internet que proporcionen Wifi gratis ante el cierre de las escuelas y la FCC ha eximido de las normas para dar la oportunidad a que los hospitales y escuelas rurales tengan acceso a la banda ancha. A pesar de las críticas justificadas sobre el hecho de que la tecnología ha afectado negativamente a nuestra democracia, la pandemia de coronavirus será una oportunidad para mostrar cómo los recursos tecnológicos aún se pueden utilizar para el beneficio de la sociedad, aunque de manera completamente diferente a como imaginábamos.
En segundo lugar, ¿podemos reconsiderar nuestras estructuras de poder tradicionales? Un gran número de estadounidenses está en situación de vulnerabilidad y marginación y estas comunidades no necesitan ninguna emergencia sanitaria para sentirse excluidos de los sistemas de gobierno, que supuestamente tienen la obligación de atenderlos. Para los empleados domésticos o aquellos que trabajan en el sector de la economía sumergida, sin horarios estables ni beneficios, las consecuencias del COVID-19 van a ser devastadoras. Igualmente, mientras la ciudadanía permanece confinada en sus hogares, las políticas públicas deben considerar la situación de los profesionales de la salud y de los trabajadores esenciales que posibilitan el aislamiento, es decir, los repartidores, personal de limpieza y de atención a las emergencias, para proporcionarles asistencia y cuidados médicos adecuados.. La labor de los programas de beneficios, tales como Alia de la National Domestic Workers Alliance, que brindan su apoyo a los trabajadores domésticos, o BenefitKitchen, que contribuye a informar a los consumidores para que reclamen sus beneficios en el sistema de salud, o las organizaciones sin fines de lucro, comercios minoristas y gobierno—será crucial. Pero necesitaremos medidas innovadoras para proporcionar una mayor cobertura de seguridad social para todos los ciudadanos, incluso a aquellos a los no les llegan los programas gubernamentales.
En tercer lugar, mientras el gobierno federal se demora en sus decisiones contribuyendo a que se cree un mayor caos en la crisis, ¿pueden otros sectores del gobierno, empresas e instituciones convertirse en líderes en el contexto actual? Las ciudades pueden ser más receptivas y transparentes a la hora de enfrentar una crisis de salud pública en ascenso y podemos también redoblar los esfuerzos de participación a nivel local, consiguiendo que las personas se involucren en sus propias comunidades, hagan peticiones específicas a sus gobiernos, donen a los refugios de alimentos mientras recogen sus propios suministros y construyan redes con los vecinos para cuidarse unos a otros. Como describe Stephen Goldsmith en Governing, la ciudad de Seattle tiene una gran capacidad local, lo que hace que la ciudad tenga una mayor capacidad de respuesta ante el aislamiento y la cuarentena (Seattle emitió vales para alimentos y artículos de limpieza, que proporcionaron $ 800 dólares a más de 6,000 familias). En una realidad en la que cada vez, más ciudades y condados están siendo declarados bajo estado de emergencia existe una mayor flexibilidad para que las personas accedan a beneficios como el seguro de desempleo. La crisis también puede ser una oportunidad para llevar nuestros lazos cívicos a la era digital: a través de las prolongadas divisiones digitales a lo largo de líneas raciales, económicas y generacionales, las juntas comunitarias, asociaciones de bibliotecas y vecindarios deben abordar las carencias evidentes en la alfabetización tecnológica, el acceso y la capacitación. La Fundación Knight está apoyando a la Biblioteca Pública Digital de América para crear líderes de bibliotecas públicas nacionales para contribuyan a avances en el uso de tecnologías digitales. Pero ahora es el momento de hacer inversiones a largo plazo para capacitar a las personas en el uso de herramientas digitales para toma de decisiones base. Si aprovechamos este momento para invertir en la tecnología de interés público, necesaria para promover la vida cívica, social y comunitaria, podemos emerger como una democracia más fuerte y vibrante.
Los diferentes sectores deberán colaborar y aprender unos de otros. A medida que los campus cierran y el aprendizaje tiene lugar en la red, las universidades están desarrollando una plantilla que otros sectores de la economía pueden utilizar, incluyendo a organizaciones filantrópicas, organizaciones sin fines de lucro o empresas. La cooperación será crucial. Las organizaciones filantrópicas deberán ayudar a las organizaciones sin ánimo de lucro, especialmente a aquellas más pequeñas cuyo personal está adaptándose y tratando de mantenerse saludable y de cuidar de los enfermos, a recuperarse de las repercusiones negativas que ha tenido esta crisis para ellos por la cancelación de los eventos de recaudación de fondos o de conferencias importantes. Dado que las donaciones provisionales serán una cuestión de supervivencia, el sector social deberá intensificar y responder a las necesidades de los ciudadanos. Varias fundaciones, incluida la Fundación Ford, ofrecen acuerdos de subsidios más flexibles y permiten que las organizaciones utilicen el dinero para fondos de operación general. Quizás este pueda ser un modelo de continuidad en el futuro en el sentido en que las organizaciones tendrán diversas oportunidades en medio de esta crisis: por ejemplo, las organizaciones religiosas y de asesoramiento serán esenciales para el cuidado de los ancianos, así como de los pacientes con problemas de salud mental y los que sufren abuso doméstico, agravado por el aislamiento social.
Finalmente, ¿podemos reconsiderar nuestro estilo de vida en cuanto a los viajes? ¿Cuántas veces esa junta podría ser un correo electrónico? Pensando en el futuro, desde la crisis actual hasta el cambio climático, ¿existe la oportunidad de realizar menos conferencias, eventos y reuniones que sean causantes de la emisión de grandes cantidades de dióxido de carbono? Muchas ONGs, como Code For America y Make Sense, han difundido rápidamente información que promueve el trabajo distribuido y remoto. Existen oportunidades digitales de actividades para romper el hielo, discusiones en grupos pequeños y sesiones con pizarras digitales. A partir de los conocimientos adquiridos recientemente, se abren nuevas oportunidades de aprovechar estas enseñanzas y de implementar mejores prácticas. Las reuniones en persona a veces pueden ser insustituibles ... pero no siempre. Necesitamos liderar el cambio, adoptando y perfeccionando talleres digitales y herramientas de discusión, ahora con la esperanza de que otros las usen.
La nueva normalidad es ahora
Hay muchas incógnitas: concretamente, cómo se propagará esta enfermedad, el impacto del distanciamiento social y cómo aprovechar realmente nuestro sentido de humanidad individual para el beneficio de la sociedad. El miedo y la ansiedad pueden avivar lo peor de los seres humanos. Por eso,tenemos que intensificar nuestros sentimientos de empatía , compasión y humildad. Todos necesitamos predicar con el ejemplo en nuestro hogar, familias, lugares de trabajo y comunidades. Será una oportunidad para que el sector social demuestre con el ejemplo y practique su liderazgo. Ahora es el tiempo para establecer nuevas normas más inclusivas.
Una de las características extrañas de este momento precario es el hecho de que amar al prójimo como a uno mismo significa evitar verlo en persona. Pero si actuamos ahora para ayudarnos unos a otros a sobrellevar la crisis que se avecina, no solo como profesionales de la salud y pacientes, sino como miembros de la comunidad y vecinos, podremos salir del aislamiento social con más fuerza cívica.
Autores originales:
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Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review publicado en marzo 23 de 2020.
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