Restaurar la salud de las tierras comunales y, al mismo tiempo, crear empleos para sus habitantes. Este proyecto consiguió financiamiento a través del FLII.
Para David Romero, una jornada laboral común comienza la noche anterior. Como parte de su preparación para el día siguiente, David habla con los gerentes de las resineras cercanas (las tierras de cultivo reforestadas con pinos para la extracción de resina). Romero trabaja en Ejido Verde, una empresa de resina de pino regenerativa en el estado de Michoacán, en el suroeste de México. El objetivo de la organización es restaurar la salud de las tierras indígenas áridas y, al mismo tiempo, crear empleos con un salario digno para sus habitantes. Su objetivo para 2030 es establecer 12,000 hectáreas (aproximadamente 30,000 acres) de tierras agroforestales comerciales, mayormente en Michoacán.
Romero ha sido parte de Ejido Verde desde sus inicios hace más de 15 años. En 2006, el empresario estadounidense Fredo Arias-King hizo un viaje "verdaderamente memorable" a Brasil para participar en la cumbre anual de la Pine Chemicals Association (Asociación De Productos Químicos para el Pino). En aquel entonces, era presidente de T&R Chemicals, una empresa de productos químicos de pino en Texas. Lo había impresionado la forma en que el país había integrado la tecnología al manejo de las plantaciones de pinos y, en una conversación con su tío, lamentó que México no tuviera la misma estructura de tierras privadas para permitir el desarrollo de plantaciones comerciales a mayor escala. Su tío le sugirió “asociarse con la comunidad indígena [y] plantar en tierras comunitarias”, según recuerda Arias-King. Esta idea fue el detonador de Ejido Verde.
Arias-King inició el negocio sustentable en 2009 en respuesta a la continua erosión de las tierras de cultivo y la disminución del suministro de resina sin procesar en México. A pesar de que el país es uno de los principales productores de resina de pino en una industria de 10 mil millones de dólares, los costos ambientales de una replantación fallida y la sobreexplotación de los pinos hicieron que no fuera sostenible.
Cherán, el pueblo de Romero, cuenta con 20.000 habitantes. Alrededor de 750 personas trabajan en la destilación de resina. Contando a los vecinos de los pueblos circundantes, el número total de trabajadores se acerca a los 3,000. Romero explica que este grupo es parte de la Meseta Purépecha, el nombre de la región donde se realiza la siembra. Romero, quien supervisa a un grupo de resineros, describe su relación con Ejido Verde como libre de cualquier tipo de “control estadístico de procesos”, ya que el valor total del trabajo que realizan no depende solo de las estadísticas, sino que la conexión con la tierra también le otorga significado.
Cuando le preguntan cuál es la mejor parte del trabajo que realiza con Ejido Verde, Romero responde: “Regenerar zonas que antes estaban áridas y sin pinos, por la problemática ambiental y social del entorno, y poder ser parte de lo que fortalece y protege las tierras en general.”
Un intercambio delicado
Los pinos no producen resina durante la primera década de su vida, por lo que no generan ingresos para los agricultores. Durante este período, el modelo de Ejido Verde ofrece préstamos sin intereses a los miembros de la comunidad indígena, quienes plantan y dan mantenimiento a los árboles (los préstamos cubren los gastos relacionados, como el mantenimiento de la tierra y los viveros). También, remunera a los miembros de la comunidad por su trabajo, con salarios aproximadamente dos veces más altos que el salario mínimo local. Cuando los árboles alcanzan la madurez, las comunidades le devuelven a Ejido Verde los préstamos sin intereses que recibieron, junto con el 10 por ciento de los ingresos que obtienen de la resina. Actualmente, las plantaciones generan 3,200 dólares de ingresos por hectárea. La familia promedio trabaja cinco hectáreas de tierra, obteniendo una ganancia total aproximada de 16,000 dólares solo por cosechar la resina de pino.
Lo que ahora es un negocio rentable (los pinos no solo producen resina durante 70 años, sino que también atrapan carbono, fortalecen la permanencia de agua en el suelo y regeneran la biodiversidad) comenzó como un proyecto amorfo financiado principalmente por la empresa mexicana de productos químicos para pinos, Grupo Pinosa. Una segunda empresa mexicana del mismo tipo, Resinas Sintéticas, le proporcionó financiamiento adicional a Ejido Verde, tal como lo hizo T&R Chemicals de Arias-King. Las empresas invirtieron porque vieron la oportunidad de experimentar con una iniciativa con mayor equidad social y de crear una cadena de suministro rentable.
La posibilidad de restaurar la tierra, lo que incrementaría la producción de resina de pino, también resultó provechosa para estos inversionistas. En 2014, la iniciativa recibió un préstamo de 200,000 dólares por parte de Kiva, una organización sin fines de lucro con sede en San Francisco que proporciona recursos financieros a comunidades desatendidas. Un año después de que Ejido Verde recibiera el préstamo, se convirtió en socio oficial de campo de Kiva, recibiendo fondos adicionales por un total de casi medio millón de dólares.
Hoy, Ejido Verde recibe financiamiento de más de 10,000 inversores en 78 países diferentes. Shaun Paul, un emprendedor de impacto social, se integró a la organización como CEO en 2016. En 2019, Paul conoció a Dieter Wittkowski, líder especialista en inversiones de BID Lab (el laboratorio de innovación del Grupo Banco Interamericano de Desarrollo en el Foro Latinoamericano de Inversión de Impacto, FLII, por sus siglas en inglés), poco después de que la rama del sector privado del banco (BID Invest) otorgara un préstamo de 2 millones de dólares a Ejido Verde. Wittkowski administra un fondo que apoya la agricultura baja en emisiones en México, y una de sus tareas es identificar proyectos que el BID Lab pueda apoyar financieramente, ya sea con préstamos o con inversiones de capital.
Lo que despertó el interés de Wittkowski por Ejido Verde fue poder incluir en su modelo a residentes del sistema comunal de propiedad de la tierra (ejido) en México. Debido a que ninguna persona o familia es propietaria del ejido, la tierra no se puede vender ni utilizar como garantía para un préstamo. La mayoría de los bancos no otorgan préstamos a este sistema porque no existe una fuente única de rendición de cuentas, y porque la estructura de propiedad de los derechos se considera demasiado compleja.
Pero Ejido Verde encontró una manera de trabajar dentro del sistema de gobierno ejidal existente y crear un sistema de beneficio mutuo para todas las partes interesadas: para las comunidades indígenas, a quienes se les paga de manera justa; para los corporativos de productos químicos de pino, que buscan aumentar la oferta de resina en el mercado, y para los inversionistas como BID Lab, que operan bajo el modelo financiero integral y apoyan el desarrollo del sector privado a través de alianzas públicas.
El financiamiento de una iniciativa de este tipo es complicado, según Pilar Carvajo Lucena, miembro de BID Invest. “El acuerdo financiero y el proceso tardaron cuatro años en llevarse a cabo, principalmente, porque había que garantizar que el dinero se canalizara de manera adecuada, prever adecuadamente los riesgos y comprender ágilmente cómo operaba Ejido Verde”, recuerda. “A fines de 2018, Ejido Verde había evolucionado: dejó de ser una alianza pequeña y productiva y ganó tanta tracción sembrando árboles y dando mantenimiento a la resina de pino, sin dañar los árboles durante el proceso, que se convirtió en una entidad legalmente independiente. Grupo Pinosa siguió siendo accionista, pero Ejido Verde ahora tenía sus propios estatutos”. Cuando Ejido Verde se convirtió en su propia empresa, BID Invest siguió adelante con el financiamiento.
La capacidad de Ejido Verde para encontrar una solución financieramente sostenible y de largo plazo para el uso de las tierras comunales en México es significativa. “Muchas de las tierras comunales han dependido tradicionalmente de cultivos a corto plazo y de mayor rotación”, explica Lucena. “Este es el tipo de prácticas que merman la productividad de la tierra con el tiempo. Siempre habían que contentarse con decisiones a corto plazo y con la gratificación inmediata de los ingresos, pero no había una solución para el problema de la inestabilidad financiera y la degradación de la tierra a largo plazo”. Ahora, los esfuerzos de restauración de Ejido Verde están siendo reconocidos a nivel internacional. En mayo de 2020, el Instituto de Recursos Mundiales nombró a la organización como el mejor proyecto de restauración de paisajes a cargo del sector privado en Latinoamérica.
Revisando objetivos
Antes de la pandemia de COVID-19, Ejido Verde plantaba un promedio de 5000 nuevos pinos nativos y creaba un nuevo trabajo con salario digno por día. Durante el confinamiento, la organización fue capaz de adaptarse y continuar con sus operaciones de campo incluso cuando otras industrias locales cerraron. “Nuestro sector se considera esencial”, describe Paul. “Nuestro personal administrativo trabajó desde casa y mantuvimos nuestras operaciones con unos 300 trabajadores de campo que adoptaron nuevas prácticas de distanciamiento social e higiene”. Aunque la pandemia retrasó un poco el programa de siembra, la producción no se detuvo por completo. El plan original era plantar 2000 nuevas hectáreas (5000 acres) en 2021, pero el objetivo se ajustó a 1200 hectáreas (alrededor de 2965 acres). Además, los beneficios del trabajo de Ejido Verde durante el COVID-19 se han extendido mucho más allá de los límites de sus bosques, ya que la resina de pino se usa ampliamente en desinfectantes aprobados por el gobierno de EUA para combatir el nuevo coronavirus.
A pesar de que Ejido Verde tuvo la suerte de poder mantener sus operaciones durante 2020, México ha tenido problemas con el acceso y la realización de pruebas de COVID-19 adecuadas durante la pandemia. “Los modelos de pronóstico utilizados por el gobierno mexicano estimaban que, por cada caso confirmado, había otros 10 casos no confirmados”, explica Paul, “y las comunidades indígenas se encuentran entre el 50 por ciento de la población de México que vive al día tratando de que sus ingresos le alcancen hasta a fin de mes”. A partir de septiembre de 2021, el estado de Michoacán reportaba cerca de 70,000 casos confirmados del virus y más de 7,000 muertes documentadas.
Sin embargo, la mayoría de las dificultades que Ejido Verde enfrentó directamente fueron económicas. Cuando la pandemia provocó el desplome del mercado de la resina de pino en 2020, los precios del petróleo cayeron con él. El precio de la resina de goma, que es el producto de la cosecha de resina de las tierras comunales reforestadas, está estrechamente ligado a los precios de otras resinas derivadas del petróleo. Debido a que la industria de productos químicos de pino está tan profundamente insertada en el mercado global, también sufrió los efectos del congelamiento económico mundial. La buena noticia es que Ejido Verde ha podido capear este nivel de volatilidad debido a la línea de tiempo natural con la que trabaja: el hecho de que los árboles plantados tardan 10 años en alcanzar la madurez y salir al mercado significa que hay mucho tiempo para recuperarse de una recesión económica.
Si bien es posible que la deforestación continúe azotando a México, Romero señala que “también ha habido reforestación, y Ejido Verde llevará a cabo más”. En la actualidad, poco más de 4,000 hectáreas (casi 10,000 acres) de tierra se encuentran bajo la administración de Ejido Verde. En 2022, Ejido Verde pretende plantar 1,320,000 árboles nuevos en 1,200 hectáreas adicionales. Y para el 2030, que es cuando Ejido Verde tiene proyectado cumplir su objetivo principal, habrá no solo 8,000 hectáreas más, sino también miles de empleos más, cada uno con un salario digno, y cientos de toneladas menos de carbono en la atmósfera.
Autores originales:
- Cara Conner es una escritora que radica en Nueva York. Sus escritos han aparecido en The New York Times, The Atlantic y GQ, entre otras publicaciones.
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- Traducción del artículo Restoring Communal Lands por Leslie Cedeño.
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