El emprendimiento social y la empresa social se han convertido en puntos de encuentro populares y positivos para aquellos que buscan mejorar el mundo, pero la innovación social es un mejor vehículo para entender y crear un cambio social en todas sus manifestaciones. |
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En la primavera de 2003, el Centro de Innovación Social de la Escuela de Negocios de Stanford lanzó el Stanford Social Innovation Review. Nuestra primera “Nota del editor” definió la innovación social como “el proceso de inventar, asegurar el apoyo e implementar soluciones novedosas a las necesidades y problemas sociales.” Ese mismo manifiesto también describió el enfoque único de esta publicación sobre la innovación social: “disolver las fronteras y mediar en el diálogo entre los sectores público, privado y de organizaciones sin fines de lucro.”
En los últimos 20 años hemos visto una explosión en la forma en que se aplican las prácticas e ideas de negocios a obras sin fines de lucro y gubernamentales.1 También hemos visto a las empresas asumir la causa de la creación de valor social bajo el manto de la responsabilidad social empresarial, la ciudadanía empresarial y los negocios socialmente responsables. Como muestra de los crecientes intercambios entre sectores hemos sido testigos de la proliferación de términos que yuxtaponen la palabra "social" con los conceptos del sector privado, produciendo nuevos términos como iniciativa emprendedora social, empresa social y, nuestro favorito por supuesto, innovación social.
Sostenemos que la innovación social es la mejor forma de comprender y crear un cambio social duradero. Con el fin de obtener más precisión y entendimiento redefinimos innovación social como: una solución novedosa a un problema social que es más eficiente, efectiva, sostenible o justa que las existentes y para la cual el valor creado se acumula principalmente en la sociedad en su conjunto y no en los individuos.
Consideremos, por ejemplo, la innovación social por excelencia: la microfinanciación, es decir, el otorgamiento de préstamos, fondos de ahorro, seguros y otros servicios financieros a personas pobres que no tienen acceso al sistema financiero convencional. La microfinanciación combate el problema generalizado e insoluble que es la pobreza: miles de millones de personas atrapadas en un ciclo de subsistencia porque no pueden acceder al capital para invertir en acciones que les ayuden a salir de la pobreza. A pesar de las dudas sobre el impacto y la efectividad de la microfinanciación, muchos creen que es más eficaz, eficiente, sostenible y justa que las soluciones existentes.2 Además, aunque hay excepciones, la mayor parte del valor financiero generado por instituciones de microfinanciación se destina a los pobres y al público en general, y no a empresarios o inversionistas individuales.3
En este artículo se explicará cómo hemos llegado a esta definición de innovación social y por qué pensamos que es más útil que términos como iniciativa emprendedora social y empresa social. Después describiremos cómo el libre flujo de ideas, valores, roles, relaciones y dinero entre los sectores está impulsando la innovación social contemporánea. Finalmente sugerimos formas de seguir desmantelando las barreras entre los sectores y, de esta forma, dar rienda suelta a soluciones nuevas y duraderas a los problemas sociales más acuciantes de nuestro tiempo.
Las limitantes del emprendimiento social y la empresa social
En el 2006, el comité noruego del Premio Nobel dividió el Premio Nobel de la Paz entre Muhammad Yunus y el Banco Grameen, los pioneros en microfinanciación. Los defensores de la iniciativa emprendedora social celebraron y redoblaron aquellos esfuerzos emprendidos largo tiempo atrás para averiguar cómo identificar y desarrollar más individuos como Yunus. Al mismo tiempo, los defensores del emprendimiento social –un campo relacionado con las organizaciones con fines sociales– han buscado comprender cómo diseñar, administrar y financiar entidades con fines sociales autosostenibles como el Banco Grameen.
Pero la innovación social que Yunus contribuyó a desarrollar y que el Banco Grameen ofrece es la microfinanciación. Creemos que la microfinanciación merece estar en el radar junto con Muhammad Yunus y el Banco Grameen. Al centrarnos en la innovación, en vez de solo en la persona u organización, obtenemos un entendimiento más claro de los mecanismos, definidos por el Oxford English Dictionary como “una secuencia ordenada de eventos” o “las partes interconectadas en cualquier proceso complejo”, que dan lugar a un cambio social positivo.4
Examinemos más de cerca los campos de la iniciativa emprendedora social y de la empresa social. Al igual que su campo de origen, la iniciativa emprendedora social se centra en las cualidades personales de la gente que comienza nuevas organizaciones y celebra rasgos como la audacia, la responsabilidad, el ingenio, la ambición, la persistencia y la irracionalidad.5 Por el contrario, el campo de la empresa social tiende a centrarse en las organizaciones. Aunque algunos grupos de trabajo exploran cuestiones más amplias de la gestión de organizaciones con fines sociales, la mayoría de las investigaciones sobre la empresa social se centran en las actividades comerciales, los ingresos generados y las empresas con fines de lucro que prestan apoyo financiero y operacional a los programas tradicionales de servicio social.6
Los términos iniciativa emprendedora social y empresa social tienen ambos sus raíces en el sector no lucrativo y, como resultado, tienden a limitar sus dominios a este tipo de organizaciones, excluyendo implícita o explícitamente a las organizaciones públicas y con fin de lucro.7 Aunque los académicos han hecho valientes esfuerzos por ampliar las concepciones prevalecientes de la iniciativa emprendedora social y de la empresa social, han tenido poca influencia en la composición de los grupos de afinidad y las opciones de los financiadores.8
El objetivo subyacente de prácticamente todos los que trabajan en los campos de la iniciativa emprendedora social y la empresa social es crear valor social (término que definiremos más adelante). La gente ha aceptado estos campos porque son formas nuevas de lograr estas metas mayores. Pero no son las únicas ni siempre son las mejores formas de lograr estos objetivos. Los emprendedores sociales son importantes, por supuesto, porque ven patrones y posibilidades para la innovación y están dispuestos a hacer realidad estas nuevas formas de hacer las cosas, aun cuando las organizaciones consolidadas no estén dispuestas a intentarlas; y es que las empresas son importantes porque aportan innovación. Pero, en última instancia, lo que crea el valor social es la innovación; esta puede surgir en lugares y de personas que se encuentran fuera del ámbito de la iniciativa emprendedora social y de la empresa social. En particular, las grandes empresas e incluso los gobiernos están produciendo innovaciones sociales.
Además, la innovación social se basa en los abundantes estudios académicos sobre innovación. En relación con la investigación sobre el espíritu empresarial, la investigación sobre la innovación define sus conceptos de forma más precisa y coherente. Como resultado, esta investigación es una base más sólida para crear conocimientos sobre nuevas formas de producir el cambio social.9 De hecho, hasta el padre de la iniciativa empresarial, el economista austríaco Joseph Schumpeter, se interesó en los empresarios solamente como un medio para llegar a la innovación. En su ya clásico libro Capitalismo, Socialismo y Democracia, la “destrucción creativa” asociada con la iniciativa empresarial es principalmente un vehículo para producir crecimiento económico. La ventaja de examinar la búsqueda de un cambio social positivo desde la perspectiva de la innovación es que esta perspectiva es “agnóstica” sobre las fuentes del valor social. A diferencia de los términos iniciativa emprendedora social y empresa social, la innovación social trasciende los sectores, los niveles de análisis y los métodos para descubrir los procesos –estrategias, tácticas y teorías de cambio– que producen un impacto duradero. De hecho, la innovación social puede implicar la búsqueda y la formación de más emprendedores sociales; y puede implicar el apoyo a las organizaciones y empresas que ellas mismas crean. Pero, ciertamente, necesitará entender y fomentar las condiciones que producen soluciones a los problemas sociales.
¿Qué es la innovación?
Para definir con mayor claridad la innovación social, primero examinaremos más de cerca qué significa innovación y después examinaremos qué denota lo social. La innovación es tanto un proceso como un producto; por consiguiente, las investigaciones académicas sobre la innovación se dividen en dos vertientes distintas. Una explora los procesos organizativos y sociales que produce la innovación, como la creatividad individual, la estructura organizacional, el contexto ambiental y los factores económicos y sociales.10 La otra vertiente aborda la innovación como un resultado que se refleja en nuevos productos y sus características, así como en los métodos de producción. En esta rama de la investigación se examinan las fuentes y las consecuencias económicas de la innovación.11
Los profesionales, los encargados de la formulación de políticas y los financiadores distinguen igualmente entre la innovación como proceso y la innovación como resultado. Desde el punto de vista del proceso, los profesionales necesitan saber cómo producir más y mejores innovaciones. Del mismo modo, los encargados de formular políticas y los financiadores necesitan saber cómo diseñar contextos que apoyen la innovación. Y desde el punto de vista del resultado, todos quieren saber cómo predecir qué innovaciones tendrán éxito.
Para que se considere una innovación, un proceso o resultado debe cumplir dos criterios. El primero es la novedad: aunque las innovaciones no tienen por qué ser necesariamente originales, deben ser nuevas para el usuario, el contexto o la aplicación. El segundo criterio es la mejora. Para que se considere una innovación, un proceso o resultado debe ser más eficaz o más eficiente que las alternativas existentes. A esta lista de mejoras agregamos otras más sostenibles o más justas. Por sostenible nos referimos a las soluciones que son ambiental y organizativamente sostenibles; es decir, aquellas que pueden seguir funcionando durante un largo período de tiempo. Por ejemplo, algunas soluciones para la pobreza podrían implicar la extracción de recursos naturales, como la perforación petrolera o la pesca, que estarían intrínsecamente limitadas por las restricciones del recurso. Usamos la palabra “o” intencionalmente para indicar que una innovación social solo tiene que ser mejor en uno de estos aspectos.
Algunas definiciones excluyen del examen las innovaciones menores o pequeñas, mientras que otras distinguen entre innovaciones incrementales y radicales.12 Nosotros no especificamos la magnitud de la mejora como parte de nuestra definición. Nuestra perspectiva es que ese tipo de juicios son altamente subjetivos y que es mejor tratar la magnitud como si estuviera dentro de un rango continuo de valores.
Otras concepciones de la innovación excluyen las soluciones creativas que no son ampliamente difundidas o adoptadas. Sin embargo, los procesos que subyacen a la difusión y adopción de innovaciones son distintos de los procesos que las generan. Algunos productos de gran relevancia, como el teclado Dvorak, no se difunden por razones que tienen poco que ver con su rendimiento.13 Para explicar las diferencias entre las innovaciones que se adoptan y las que no, necesitamos una definición que no combine la adopción y la difusión con la innovación como tal.
Para resumir: es esencial distinguir cuatro elementos distintivos de la innovación. Primero, el proceso de innovar o generar un producto o solución novedosa que implica factores técnicos, sociales y económicos. En segundo lugar, el producto o la invención en sí: un resultado que llamamos la innovación propiamente dicha. En tercer lugar se encuentra la difusión o adopción de la innovación, a través de la cual esta entra en un uso más amplio. En cuarto lugar se encuentra el valor final creado por la innovación. Este razonamiento nos da la primera mitad de nuestra definición de innovación social: una solución novedosa para un problema social que es más efectiva, eficiente, sostenible o justa que las existentes. (En un momento se explicará qué es un problema social.)
¿Qué es social?
Explicar qué significa social resulta clave para nuestro argumento y, también, algo muy desconcertante. Muchos observadores confían en la perspectiva de Potter Stewart, juez de la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos: “No lo puedo definir, pero lo reconozco cuando lo veo.” Como resultado, algunos de los mejores pensadores en los campos de la iniciativa emprendedora social, la empresa social y la gestión de organizaciones sin fines de lucro usan el término social para describir cosas muy diferentes: motivaciones o intenciones sociales, el sector social como categoría jurídica, problemas e impactos sociales.
Varios esfuerzos para definir lo social se han enfocado en la intención o motivación del innovador o empresario. Por ejemplo, el clásico artículo: “El significado de la ‘iniciativa emprendedora social’” de Greg Dees identifica “adoptar una misión para crear y mantener un valor social (no solo un valor privado)” como algo central para la distinción entre empresarios comerciales y empresarios sociales.14 Además señala que “obtener un beneficio, crear riqueza o atender los deseos de los clientes … son medios para un fin social, no el fin en sí mismo.” De forma similar, el gurú de la innovación Clayton Christensen ve el cambio social como el “objetivo principal” en vez de ser “un subproducto en gran medida no previsto” al distinguir entre las innovaciones catalizadoras (sociales) y las disruptivas (comerciales), respectivamente.15
Sin embargo, las motivaciones no pueden observarse directamente, y a menudo están mezcladas. Como resultado, no son una base confiable para determinar lo que es social y lo que no. Como señalan Roger Martin y Sally Osberg en el número de primavera de 2007 del Stanford Social Innovation Review: “es importante disipar la idea de que la diferencia entre empresarios y emprendedores sociales puede atribuirse simplemente a la motivación; con los empresarios incentivados por el dinero y los emprendedores sociales impulsados por el altruismo.”
El sector es también un sustituto limitado para determinar lo que es social, porque excluye arbitrariamente métodos y formas institucionales que pueden generar valor social. La mayoría de la gente utiliza el término sector social para referirse a las organizaciones sin fines de lucro y a las organizaciones no gubernamentales internacionales (ONG). Sin embargo, la complejidad de los problemas sociales, así como el aumento de los enfoques intersectoriales en los que intervienen las empresas y el gobierno, hacen que las definiciones de lo “social” que están ligadas a la forma de organización se estén volviendo rápidamente obsoletas.
Otro uso de la palabra social es aquel empleado para describir una clase de necesidades y problemas. De hecho, en nuestra definición de innovación social mencionamos que estas innovaciones abordan problemáticas sociales. Esta formulación nos da un poco más de empuje, porque aunque puede haber un debate sobre el carácter social de innovaciones específicas, tiende a haber un consenso mayor dentro de las sociedades sobre lo que constituye una necesidad o problema social y qué tipos de objetivos sociales son valiosos (por ejemplo, la justicia, la equidad, la preservación del medio ambiente, la mejora del nivel de salud, las artes y la cultura, y una mejor educación).
Una última forma en que las personas usan la palabra social es para describir un valor que es distinto del valor financiero o económico. Varios autores destacados hacen referencia al valor social o a términos similares.16 Basándonos en este trabajo definimos el valor social como la creación de beneficios o la reducción de los costos para la sociedad –mediante esfuerzos para abordar las necesidades y los problemas sociales– en formas que van más allá de las ganancias privadas y los beneficios generales de la actividad del mercado. Dado que esos beneficios pueden entrañar los tipos de objetivos sociales mencionados anteriormente, pueden beneficiar tanto a los segmentos desfavorecidos o privados de derechos de la sociedad, como a la sociedad en su conjunto.
Muchas innovaciones abordan los problemas sociales o satisfacen las necesidades sociales, pero solamente en el caso de las innovaciones sociales la distribución del valor financiero y social se inclina hacia la sociedad en su conjunto.
Muchas innovaciones crean beneficios para la sociedad, principalmente a través del aumento de empleo, la productividad y el crecimiento económico. Algunas hasta pueden generar valor social superior al evidente impacto económico. La computadora incrementó dramáticamente la productividad, el aprendizaje y la creatividad individual. El automóvil promovió sentimientos de libertad e independencia y, al mismo tiempo, unió a personas que se veían pocas veces. Los productos farmacéuticos salvan vidas. Muy probablemente, el desodorante fortalece nuestro tejido social. De esta forma estos productos benefician no solo a los individuos, sino también a la sociedad en su conjunto.
Sin embargo, esto no hace que estos productos sean innovaciones sociales. Según nuestra definición, una innovación es verdaderamente social solo si la balanza se inclina hacia el valor social –beneficios para el público o para la sociedad en su conjunto– en vez de hacerlo hacia el valor privado; ganancias para los empresarios, inversionistas y consumidores ordinarios (no desfavorecidos). Queremos diferenciar las innovaciones sociales de las innovaciones ordinarias porque el mundo ya se encuentra suficientemente equipado para producir y difundir innovaciones ordinarias. Es solo cuando los mercados fallan –en el caso de los bienes públicos- que se vuelve importante la innovación social como una forma de satisfacer necesidades que de otro modo no se satisfarían y de crear valor que de otro modo no se crearía.17
Volvamos al ejemplo de los medicamentos creados por empresas farmacéuticas para salvar vidas. Aunque estas innovaciones son valiosas y hasta generan beneficios para la sociedad que van más allá de las ganancias para los inversionistas, inventores y consumidores, son innovaciones que los mecanismos de mercado tradicionales producen y asignan de manera relativamente eficiente, excepto para el subconjunto de la población que no puede pagar por ellas. Para aligerar este problema social han surgido organizaciones sin ánimo de lucro como el Instituto para la Salud de OneWorld con el fin de desarrollar medicamentos para personas empobrecidas, y empresas como Merck & Co. han creado asociaciones público-privadas para donar medicamentos como Mectizan para pacientes de países en vías de desarrollo.
Muchas innovaciones buscan resolver problemas o cumplir con necesidades sociales, pero solo en la innovación social se ve un énfasis en dar valor social y financiero a toda la sociedad. Esto nos lleva a visualizar nuestra definición completa de innovación social: una solución novedosa a un problema social que es más eficiente, efectiva, sostenible o justa que las existentes y para la cual el valor creado se destina principalmente a la sociedad en su conjunto y no a algunos individuos. Una innovación social puede ser un producto, un proceso de producción o una tecnología (muy similar a la innovación en general), pero también puede ser un principio, una idea, una legislación, un movimiento social, una intervención o una combinación de todos ellos. De hecho, la mayoría de las innovaciones sociales más reconocidas, como la microfinanciación, es el resultado de combinaciones de varios de esos elementos.
Consideremos el ejemplo del comercio justo, que a menudo se yuxtapone como una alternativa moral al “libre comercio.” El comercio justo implica etiquetar y certificar productos como el café, las flores y el algodón, entre otros. La organización coordinadora Fairtrade Labelling Organizations International (FLO) establece estándares de precios justos, condiciones laborales humanas, comercio directo, organizaciones democráticas y transparentes, desarrollo comunitario y sostenibilidad medioambiental. FLO y otras organizaciones de comercio justo no solo promueven estos estándares, también los hacen cumplir mediante la capacitación y luego certifican de manera independiente a los productores y comerciantes. Al final, el comercio justo educa a los consumidores sobre los beneficios de comprar productos de comercio justo certificados.
Lo novedoso del comercio justo es que funciona en muchos eslabones de la cadena de valor; desde los agricultores hasta los vendedores y los consumidores. El modelo no es solo novedoso, también crea un enorme valor social y ambiental al desplegar una serie de salvaguardas que incluyen técnicas de agricultura sostenible, certificación y etiquetado internacional, prevención del trabajo infantil y precios justos. El comercio justo también genera un valor económico significativo: según TransFair USA, entre 1999 y 2005, los cultivadores de café que vendieron a la red de comercio justo de los Estados Unidos obtuvieron ganancias de aproximadamente 75 millones de dólares en ingresos adicionales. Los salarios garantizados y razonables liberan a los agricultores de la trampa de los préstamos depredadores previos a la cosecha, les ayudan a pagar una mejor atención sanitaria y una mejor educación para sus hijos, mejoran sus habilidades financieras y fomentan la solidaridad comunitaria. FLO estima que en 2007 el sistema de comercio justo benefició directamente a 1.5 millones de agricultores en 58 países en vías de desarrollo en África, Asia y Latinoamérica.
Mecanismos de innovación social
Las innovaciones sociales se crean, adoptan y difunden en el contexto de un determinado período de la historia. Aunque nuestra definición de innovación social trasciende el tiempo, los mecanismos de innovación social –la secuencia subyacente de interacciones y eventos– cambian a medida que evolucionan una sociedad y sus instituciones. Por consiguiente, la dinámica que impulsa uno de los períodos más fructíferos de innovación social en los Estados Unidos –la Gran Depresión– difiere de la que impulsa la innovación social contemporánea. Para comprender plenamente la innovación social, también debemos examinar el período histórico.
La recesión económica de la década de 1930, por ejemplo, tuvo efectos devastadores a nivel nacional e internacional. El comercio internacional disminuyó considerablemente, al igual que los ingresos personales, los ingresos fiscales, los precios y las ganancias. En todo el mundo, ciudades y regiones enteras se enfrentaron a la hambruna, al desempleo, a la enfermedad y a la pérdida de sus hogares.
Estos cambios económicos dramáticos condujeron al surgimiento de grandes movimientos sociales que presionaron a los gobiernos para aliviar el sufrimiento de los ciudadanos. En los Estados Unidos, el gobierno federal respondió con la creación del New Deal. Bajo el New Deal, la Administración para el Progreso de las Obras (APO) creó trabajos para los desempleados; La Administración de la Seguridad Social dio estipendios mensuales a las personas de la tercera edad que tenían poco o nada de dinero; y la Corporación Federal de Seguro de Depósitos (FDIC) aseguró a los estadounidenses preocupados que podían confiar su dinero a los bancos. Estas innovaciones sociales fueron impulsadas por un papel más expansivo y directo del gobierno en la solución de los problemas sociales y se produjeron en medio de un clima de sospecha y antagonismo entre los sectores.
En décadas recientes, las tendencias dominantes que dan forma a las innovaciones sociales son muy distintas. Al asumir el cargo en 1981, el presidente Ronald Reagan atacó en su discurso inaugural la idea de que el gobierno podía o debía ser el vehículo principal para resolver los problemas sociales: “En esta crisis actual, el gobierno no es la solución a nuestro problema; el gobierno es el problema.” Durante su administración se suprimieron programas como el Medicaid, los cupones alimenticios, y la Ayuda a Familias con Niños Dependientes (AFND). También desreguló amplios sectores de la economía, incluyendo las aerolíneas, los camiones y las industrias de ahorro y préstamos.
La devolución de los servicios públicos al sector privado y sin fines de lucro continúa al día de hoy. Cada vez más, las organizaciones con y sin fines de lucro dirigen escuelas subvencionadas, prestan servicios de atención de la salud, administran hogares de ancianos y, al igual que la APO, hacen que las personas dejen de recibir asistencia social y se incorporen al trabajo. Blackwater Worldwide, por ejemplo, presta servicios militares y Edison Schools Inc. proporciona servicios educativos.
Al mismo tiempo, la presión sobre el sector privado para considerar el impacto social de su conducta ha aumentado en gran medida. El término responsabilidad social empresarial (RSE) se ha utilizado ampliamente desde la década de 1960. Sin embargo, no fue sino hasta finales de los años ochenta cuando empresas como The Body Shop, Ben & Jerry’s y Patagonia adoptaron una visión activa de la RSE, ya que “consideraban a sus empresas como un vehículo para obtener dinero y como un medio para mejorar la sociedad.”18 Muchas empresas más han aceptado e incluso adoptado esta visión ambiciosa del rol de las empresas en la sociedad.
Desde la administración de Reagan, las organizaciones sin fines de lucro y los organismos gubernamentales también han cambiado mucho. El aumento de la demanda de servicios de las organizaciones sin fines de lucro, aunado a la reducción de la oferta de financiación pública para las organizaciones sin fines de lucro, ha causado que muchas organizaciones procuren obtener ingresos por medio de emprendimientos comerciales. Las organizaciones sin fines de lucro y los gobiernos también han recurrido a las empresas en busca de técnicas para operar con mayor eficiencia.
A lo largo de los últimos 30 años, las organizaciones sin fines de lucro, los gobiernos y las empresas han desarrollado una apreciación mayor de la complejidad de los problemas mundiales, como el cambio climático y la pobreza. Muchos también han comprendido que estos problemas requieren soluciones sofisticadas. Como resultado vemos cada vez más que los tres sectores unen sus fuerzas para enfrentar los problemas sociales que nos afectan a todos.
Una serie de factores han corroído los límites entre los sectores empresariales, el gobierno y las organizaciones sin fines de lucro. Como no existen estos límites, las ideas, los valores, los roles, las relaciones y el capital fluyen ahora más libremente entre estos sectores. Esta fertilización intersectorial subyace a tres mecanismos críticos de la innovación social: el intercambio de ideas y valores, cambios en los roles y relaciones, y la integración del capital privado con el apoyo público y filantrópico.
El intercambio de ideas y valores
Cuando los gobiernos, las empresas y las organizaciones sin fines de lucro estaban relativamente secuestrados, sus ideas también se mantenían encerradas dentro de las paredes de sus sectores. Las organizaciones sin fines de lucro rara vez discutían sobre gestión o legislación. Las empresas no solían buscar soluciones a los problemas sociales y sus contactos con el gobierno eran a menudo conflictivos. Por su parte, los gobiernos gravaban y regulaban las empresas y traspasaban la responsabilidad de muchos males sociales a las organizaciones sin fines de lucro.
Sin embargo, en los últimos años, los líderes gubernamentales y de las organizaciones sin fines de lucro han solicitado apoyo de las empresas para aprender acerca de la gestión, el espíritu empresarial, la medición del rendimiento y la generación de ingresos. Los líderes gubernamentales y empresariales han buscado los conocimientos de las organizaciones sin fines de lucro sobre cuestiones sociales y ambientales, organización de base, filantropía y defensoría. Los líderes empresariales y de las organizaciones sin fines de lucro se han comprometido con los gobiernos para dar forma a la política pública. Como consecuencia de esta polinización cruzada, por así decirlo, han surgido una serie de innovaciones sociales.
Tomemos como ejemplo la inversión socialmente responsable (ISR). La ISR considera simultáneamente las consecuencias sociales, ambientales y financieras de las inversiones y aplican la ética del sector no lucrativo a la más pura decisión financiera: la inversión. Un ejemplo temprano de ISR en los Estados Unidos fue la prohibición de los cuáqueros de invertir en el comercio de esclavos en la década de 1750. Un ejemplo mucho más conocido de ISR se dio en la década de 1980, cuando muchos inversionistas particulares e institucionales vendieron sus participaciones en empresas que hacían negocios en Sudáfrica para protestar contra el apartheid. En los últimos años se ha visto un crecimiento enorme del valor y la visibilidad de los activos de la ISR. Entre 1995 y 2005, las inversiones en ISR se incrementaron en más del 258 por ciento; de 639 mil millones a 2.29 billones de dólares, según el Foro de Inversión Social. En los últimos dos años, los activos de ISR subieron más del 18 por ciento, mientras que todos los activos de inversión bajo gestión aumentaron menos del 3 por ciento.
La inversión socialmente responsable se puede realizar de tres formas: la selección de inversiones (invertir solamente en empresas que cumplan con ciertos criterios sociales o ambientales); inversión en las comunidades (dirigir el capital hacia comunidades desatendidas); y el activismo de los accionistas (tratar de influir en la conducta social o ambiental de las empresas a través de procedimientos de gobernanza empresarial).19
A pesar de la incertidumbre sobre el rendimiento de los fondos de ISR, el propio fenómeno resalta la convergencia entre sectores, con individuos e instituciones esforzándose por efectuar un cambio social a través de los mercados de capital. El activismo de los accionistas aplica una técnica para disciplinar a los ejecutivos de las empresas que destruyen el valor para los accionistas, para, a su vez, disciplinar a los que destruyen el valor social.
Sin la transferencia de estas ideas y valores fundamentales, la inversión socialmente responsable no existiría y mucho menos habría tenido un impacto como el que ha tenido en la toma de decisiones de las empresas. Por medio de la ISR, los inversionistas pequeños y grandes han aprovechado el poder de los mercados de capital para obligar a las empresas modernas a considerar las consecuencias sociales de su conducta, contribuyendo al crecimiento de otra innovación social: la aparición de la responsabilidad social empresarial (RSE).
Roles y relaciones que cambian
Una segunda fuente de innovaciones sociales contemporáneas es el cambio de roles y relaciones entre los tres sectores. Las empresas están liderando el camino en muchas cuestiones sociales, trabajando con los gobiernos y las organizaciones sin fines de lucro como socios en vez de hacerlo como adversarios o suplicantes. Del mismo modo, las organizaciones sin fines de lucro se están asociando con las empresas y los gobiernos en los esfuerzos sociales. Mientras tanto, los gobiernos se han alejado de los papeles antagónicos de regulador y recaudador de impuestos y se han acercado a los papeles más colaborativos de socio y partidario.
Estos cambios en los roles y relaciones son esenciales para la eficacia de una serie de innovaciones sociales, como el comercio de emisiones. El comercio de emisiones es un enfoque basado en el mercado para reducir la contaminación del aire. También conocido como “cap and trade”, el comercio de emisiones depende de que los tres sectores funcionen. En primer lugar, una autoridad central –normalmente un gobierno– establece los límites de la cantidad de contaminación que las empresas pueden generar. La autoridad central después va a emitir créditos que representan la cantidad de un contaminante en particular que una empresa puede emitir. Si la empresa necesita producir más contaminantes puede comprar créditos de otra empresa; pero si la empresa en cuestión reduce sus emisiones puede vender sus créditos a otras empresas. Al crear incentivos apropiados y permitir intercambios voluntarios entre las partes, el comercio de emisiones descentraliza las opciones sobre cómo, cuándo y dónde reducir los contaminantes, asegurando que las reducciones más rentables se hagan primero.
Por ejemplo, la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA) implementó el comercio de emisiones con la Ley de Aire Limpio de 1990. Esta innovación es ampliamente reconocida por reducir el problema de la lluvia ácida en el noreste de los Estados Unidos y es prometedora para su aplicación a los gases de efecto invernadero.20
Las organizaciones sin fines de lucro apoyan a las empresas y a los gobiernos en todo el proceso de comercio de emisiones. Por ejemplo, las ONG dan apoyo técnico al medir y verificar la cantidad de emisiones que está reduciendo una empresa. De manera similar, el Proyecto de Divulgación del Carbono (CDP) utiliza datos sobre las emisiones de carbono de las empresas más grandes del mundo para orientar las decisiones de inversión. El CDP organiza a los inversionistas institucionales para que soliciten la divulgación voluntaria de datos sobre las emisiones de carbono e informa a los accionistas y las empresas sobre los riesgos y oportunidades comerciales que presentan el cambio climático y las emisiones de gases de efecto invernadero. Los bancos de inversión Merrill Lynch, Goldman Sachs y HSBC son inversionistas firmantes del CDP, con acceso gratuito a todos los datos comunicados por 3,000 de las empresas más grandes del mundo.
El comercio de emisiones necesita que las empresas, los gobiernos y las organizaciones sin fines de lucro asuman roles nuevos. Tradicionalmente, los organismos gubernamentales establecían reglamentos y supervisaban a las empresas, las empresas peleaban en contra de estas regulaciones y la vigilancia, y las organizaciones sin fines de lucro actuaban como vigilantes, denunciando a las empresas malintencionadas y a los organismos gubernamentales laxos. Ahora el gobierno, las empresas y las organizaciones sin fines de lucro trabajan en conjunto para mejorar el medio ambiente. Si no existieran estos nuevos roles, los sistemas de comercio de emisiones probablemente no se habrían creado. Y sin la continua interacción entre la industria, las agencias gubernamentales y los defensores del medio ambiente en el diseño, monitoreo y refinamiento de programas específicos, es poco probable que hubieran logrado sus objetivos deseados.21
Integración del capital privado con el apoyo público y filantrópico
Los segmentos de la sociedad desatendidos y desprotegidos a menudo no pueden pagar bienes básicos como la atención de la salud, la alimentación y la vivienda. Como resultado, los mercados sin restricciones no producirán los bienes y servicios que necesitan estas poblaciones. De hecho, para poder llenar estos huecos en el mercado, los gobiernos y las organizaciones de beneficencia han pagado o subvencionado estos bienes y servicios dando limosna. Pero con la fusión de las divisiones sectoriales, las organizaciones sin fines de lucro, los gobiernos y las empresas están combinando fuentes y modelos de financiación para crear innovaciones sociales sostenibles y, en ocasiones, rentables.
Muchas innovaciones sociales implican la creación de nuevos modelos de negocio que pueden satisfacer las necesidades de las poblaciones desatendidas de manera más eficiente, eficaz y, si no es rentable, al menos sostenible. Para ello cuentan con estructuras de menor costo y canales de distribución más eficientes y a menudo combinan enfoques de mercado con enfoques ajenos a este, en particular combinan los ingresos comerciales con el apoyo público o filantrópico. Estos modelos comerciales híbridos implican concesiones y están plagados de tensiones, pero superan muchas de las limitaciones a las que se enfrentan las organizaciones puramente comerciales o de beneficencia cuando atacan los problemas y necesidades sociales.
A mediados de la década de 1990, por ejemplo, una organización financiera innovadora de desarrollo comunitario llamada Self-Help emprendió una campaña agresiva para proporcionar un mayor acceso a la propiedad de la vivienda en Carolina del Norte a las familias de bajos ingresos, a menudo pertenecientes a grupos minoritarios. La organización hizo esto a través de un modelo creativo que incrementaba la disponibilidad de capital de los bancos locales. En el proceso, Self-Help fue pionera en el mercado secundario de títulos respaldados por hipotecas basados en préstamos a hogares de bajos ingresos.
El modelo funciona de la siguiente manera: Self-Help compra las hipotecas que los bancos comerciales hacen a los prestatarios de ingresos bajos y moderados. Después Self-Help reembolsa los préstamos y los vende a la Asociación Federal Hipotecaria Nacional, también conocida como Fannie Mae. Para evitar las restricciones de suscripción de Fannie Mae, Self-Help asume el riesgo de incumplimiento de los préstamos combinados. Con los fondos que da Fannie Mae, Self-Help puede comprar aún más préstamos de bancos comerciales, dándoles así fondos adicionales para hacer préstamos a comunidades desatendidas. Self-Help se basa en su profundo conocimiento de los hogares de bajos ingresos para ayudar a sus socios comerciales a diseñar hipotecas que satisfagan las necesidades de los clientes.
En 1998, la Fundación Ford destinó 50 millones de dólares para expandir el programa de Self-Help a nivel nacional. Al mitigar el riesgo para los bancos con fines de lucro y demostrar la capacidad crediticia de los prestatarios de bajos ingresos, la subvención de 50 millones de dólares de Ford se convirtió en más de 2.000 millones de dólares en hipotecas asequibles para 2003. Posteriormente, Fannie Mae se comprometió a recomprar $2.5 mil millones más en préstamos de Self-Help hasta el 2008. Esta solución al problema de la baja propiedad de la vivienda entre las comunidades pobres y minoritarias es una solución creada por asociaciones intersectoriales basada en el mercado. El programa pudo despegar gracias a una aportación relativamente pequeña de capital filantrópico. Esta subvención permitió a su vez que los fondos fluyeran entre bancos comerciales, un organismo de desarrollo comunitario sin fines de lucro, una institución financiera con fines de lucro constituida a nivel federal pero que cotiza en la bolsa y, en última instancia, los inversionistas privados.
Hay que reconocer que la crisis de las hipotecas de alto riesgo arroja una sombra sobre esta innovación social. Pero un examen más detallado de la crisis revela que el problema no radica en la innovación en sí, sino en su comercialización demasiado entusiasta, un tipo de innovación social que se ha vuelto salvaje. El fundador de Self-Help, Martin Eakes, está furioso por las características de explotación de estos préstamos de alto riesgo, entre las que se encuentran las comisiones excesivas, las altas tasas iniciales, los tipos de interés ajustables disparados y las penalizaciones por pagar el préstamo antes de tiempo (para una entrevista con Eakes, véase la Stanford Social Innovation Review de verano de 2008). Él indica que Self-Help y otros prestamistas responsables utilizan prácticas más favorables para el consumidor, como tasas fijas a 30 años, pagos iniciales obligatorios sin penalizaciones por pago anticipado, y un escrutinio minucioso y justo de los solicitantes de préstamos.22
Implicaciones de la innovación social
Nuestra concepción de la innovación social tiene implicaciones para los líderes de pensamiento, los responsables de las políticas, los financiadores y los profesionales. Capta no sólo los fines a los que aspiran los agentes del cambio social, sino también toda la gama de medios a través de los cuales podemos alcanzar esos fines. Los campos de la iniciativa emprendedora social y de la empresa social examinan solo un subconjunto de caminos; concretamente: la creación de nuevas empresas, típicamente sin fines de lucro. Sin embargo, las instituciones gubernamentales y las grandes organizaciones sin fines de lucro establecidas también producen un cambio social significativo, al igual que las empresas que contribuyen cada vez más con sus recursos a la construcción de una sociedad más justa y próspera. Las personas que crean el cambio social, así como quienes las financian y apoyan, deben mirar más allá de las categorías limitadas de la iniciativa emprendedora social y la empresa social. De hecho, esta ampliación del panorama repite la afirmación del fundador de Ashoka, Bill Drayton, de que “todo el mundo es un creador de cambios”.23
Si los líderes de pensamiento van a generar el tipo de conocimiento que realmente puede apoyar al desarrollo de la innovación social, nuestras concepciones del fenómeno deben ser más claras, precisas y coherentes. Una de las implicaciones más críticas de este artículo es que necesitamos reconocer que los procesos a través de los cuales las innovaciones sociales surgen, se difunden y tienen éxito (o fracasan) deben considerarse como algo distinto en lugar de mezclarse con nuestras definiciones de innovación social, emprendimiento social o empresa social.
Por último, creemos que la implicación más importante es la importancia de reconocer el papel fundamental de la dinámica intersectorial: el intercambio de ideas y valores, el cambio de funciones y relaciones, y la combinación de recursos públicos, filantrópicos y privados. En principio, muchas personas aceptan la tendencia a disolver los límites de los sectores; en la práctica, sin embargo, se sigue trabajando en silos. Siguen dominando las redes profesionales sectoriales, como Business for Social Responsibility y el Consejo Nacional de Asociaciones sin Fines de Lucro. Incluso dentro de los sectores, las comunidades están fragmentadas por funciones. En el mundo de las organizaciones sin fines de lucro, por ejemplo, los grupos de fundaciones más prominentes -el Centro para una Filantropía Eficaz, el Consejo de Fundaciones y los Grantmakers for Effective Organizations– limitan estrictamente la asistencia a sus conferencias a los donadores.
La mayoría de los problemas sociales difíciles e importantes no pueden ser entendidos y, mucho menos resueltos, sin la participación de los sectores sin fines de lucro, público y privado. Ni siquiera podemos pensar en resolver el calentamiento global, por ejemplo, sin involucrar a empresas y organizaciones como Exxon Mobil Corp. y BP p.l.c., agencias nacionales como la EPA y el Departamento de Energía, agencias gubernamentales supranacionales como las Naciones Unidas y el Banco Mundial y grupos sin fines de lucro como Greenpeace y Defensa Ambiental.
Cada vez más, la innovación florece donde los sectores convergen. En estas intersecciones, los intercambios de ideas y valores, los cambios en los papeles y las relaciones, y la integración del capital privado con el apoyo público y filantrópico generan nuevos y mejores enfoques para crear valor social. Para apoyar las colaboraciones intersectoriales tenemos que examinar las políticas y prácticas que imposibilitan el flujo de ideas, valores, capital y talento a través de las fronteras de los sectores y limitan los papeles y las relaciones entre los sectores.
El mundo necesita más innovación social y, por lo tanto, también todos los que aspiran a resolver los problemas más acuciantes del mundo: los empresarios, líderes, gerentes, activistas y agentes de cambio –independientemente de que provengan del mundo de los negocios, el gobierno o las organizaciones sin fines de lucro- deben deshacerse de los viejos patrones de aislamiento, paternalismo y antagonismo, y esforzarse por comprender, adoptar y aprovechar la dinámica intersectorial para encontrar nuevas formas de crear valor social.
Notas
1 James C. Collins, Good to Great and the Social Sectors: A Monograph to Accompany Good to Great, 1st ed., Boulder, Colo.: Jim Collins, 2005; Mark Harrison Moore, Creating Public Value: Strategic Management in Government, Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1995; Albert Gore y Scott Adams, Businesslike Government: Lessons Learned from America’s Best Companies, Washington, D.C.: National Performance Review, 1997; y Christine Letts, William P. Ryan, y Allen Grossman, High Performance Nonprofit Organizations: Managing Upstream for Greater Impact, Nueva York: Wiley, 1999.
2 Beatriz Armendáriz de Aghion y Jonathan Morduch, The Economics of Microfinance, Cambridge, Mass.: The MIT Press, 2005:21.
3 Los estados financieros del Banco Grameen revelan que el salario de Yunus en 2006 fue de 6,879.99 dólares.
4 “Mechanism, n.,” The Oxford English Dictionary OED Online, Oxford University Press, 2008. Paul Light hace exactamente este comentario en su petición de ampliar la definición de iniciativa empresarial social en su artículo de otoño de 2006 del Stanford Social Innovation Review, pero esto estira el significado fundamental de la iniciativa empresarial. Por lo tanto, seguimos viendo la innovación como una herramienta mejor para analizar las innovaciones sociales.
5 Skoll Foundation, “Background on Social Entrepreneurship,” Schwab Foundation for Social Entrepreneurship, “What Is a Social Entrepreneur?” Ashoka, “What Is a Social Entrepreneur?” y John Elkington y Pamela Hartigan, The Power of Unreasonable People: How Social Entrepreneurs Create Markets That Change the World, Boston: Harvard Business School Press, 2008. En el contexto de la educación en materia de gestión, algunos de los que enseñan el espíritu empresarial y la iniciativa empresarial social tienden a centrarse en los procesos empresariales (es decir, los medios a través de los cuales los individuos crean y hacen crecer nuevas organizaciones). Aunque esto se acerca más a una perspectiva de innovación social, tiende a hacer hincapié en los empresarios individuales y en los retos de gestión que plantea la creación de nuevas empresas, más que en el sistema económico más amplio de la sociedad. Véase, por ejemplo, William B. Gartner, “‘Who Is an Entrepreneur?’ Is the Wrong Question,”American Journal of Small Business, 12, no. 4, 1988; and Jane Wei-Skillern et al., Entrepreneurship in the Social Sector, Thousand Oaks, Calif.: Sage, 2007.
6 Para una revisión véase Cynthia Massarsky, “Coming of Age: Social Enterprise Reaches Its Tipping Point,” en Research on Social Entrepreneurship: Understanding and Contributing to an Emerging Field: ARNOVA’s Occasional Paper Series, editado por Rachel Mosher- Williams, Washington, D.C.: Association for Research on Nonprot and Voluntary Organizations, 2006.
7 Veamos a Paul Light, “Searching for Social Entrepreneurs: Who They Might Be, Where They Might Be Found, What They Do,” in Research on Social Entrepreneurship: Understanding and Contributing to an Emerging Field: ARNOVA’s Occasional Paper Series, editado por Rachel Mosher-Williams, Washington, D.C.: Association for Research on Nonprot and Voluntary Organizations, 2006: 13-37.
8 Evaluemos, por ejemplo, a J. Gregory Dees y Beth Battle Anderson, “Framing a Theory of Social Entrepreneurship: Building on Two Schools of Thought and Practice,” in Research on Social Entrepreneurship: Understanding and Contributing to an Emerging Field: ARNOVA’s Occasional Paper Series, editado por Rachel Mosher-Williams, Washington, D.C.: Association for Research on Nonprofit and Voluntary Organizations, 2006: 39-66. Nuestra afirmación sobre la influencia de tales esfuerzos se basa en nuestro propio análisis que muestra que la composición de los becarios/ganadores de premios de redes notables, como Ashoka, Fast Company Social Capitalists, la Fundación Schwab para la Iniciativa Empresarial Social y la Fundación Skoll, son predominantemente organizaciones sin fines de lucro. Una excepción notable en el mundo de la financiación es la Red Omidyar, que cambió su nombre y su forma jurídica para apoyar a los empresarios sociales con fines de lucro.
9 Aunque se trata de una afirmación relativamente amplia y arrolladora, se apoya en el contraste entre dos revisiones de las literaturas de la innovación y el espíritu empresarial (J.T. Hage, “Organizational Innovation and Organizational Change,” Annual Review of Sociology, 25, 1999; and Patricia H. Thornton, “The Sociology of Entrepreneurship,” Annual Review of Sociology, 25, 1999).
10 Rosabeth M. Kanter, The Change Masters: Innovation and Entrepreneurship in the American Corporation, New York: Simon & Schuster, 1983: 20; y T.M. Amabile, “A Model of Creativity and Innovation in Organizations,” in Research in Organizational Behavior, editado por Barry M. Staw y L.L. Cummings, Greenwich, Conn.: JAI Press, 1988.
11 William J. Abernathy y James M. Utterback, “Patterns of Industrial Innovation,” Technology Review, 80, no. 7, 1978; y Eric von Hippel, The Sources of Innovation, New York: Oxford University Press, 1988.
12 Ver von Hippel, The Sources of Innovation; y John E. Ettlie, William P. Bridges, y Robert D. O’Keefe, “Organization Strategy and Structural Differences for Radical Versus Incremental Innovation,” Management Science, 30, no. 6, 1984.
13 Para ejemplos de difusión infructuosa de una innovación eficaz, véase Everett M. Rogers, Diffusion of Innovations, 5th ed., New York: Free Press, 2003. Para un ejemplo de la diffusion exitosa de una innovación fallida, ver Sarah A. Soule, “The Diusion of an Unsuccessful Innovation: The Case of the Shantytown Protest Tactic,” The Annals of the American Academy of Political and Social Science, 566, noviembre de 1999.
14 J. Gregory Dees, “The Meaning of ‘Social Entrepreneurship,’” Center for the Advancement of Social Entrepreneurship, 2001.
15 Clayton M. Christensen et al., “Disruptive Innovation for Social Change,” Harvard Business Review, 84, no. 12, 2006: 96.
16 Una descripción detallada de las nociones relacionadas con los objetivos sociales, el valor público, y el bien público y las externalidades puede encontrarse en J. Gregory Dees, Social Enterprise: Private Initiatives for the Common Good, Boston: Harvard Business School, 1994; Mark Harrison Moore, Creating Public Value: Strategic Management in Government, Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1995; y Charles Wolf Jr., Markets or Government: Choosing Between Imperfect Alternatives, 2nd ed., Cambridge, Mass.: MIT Press, 1993.
17 Para una discusión más detallada, véase Public Goods and Market Failures: A Critical Examination, editado por Tyler Cowen, New Brunswick, N.J.: Transaction Publishers, 1992.
18 David Vogel, The Market for Virtue: The Potential and Limits of Corporate Social Responsibility, Washington, D.C.: Brookings Institution Press, 2005: 28.
19 Joshua Humphreys et al., 2005 Report on Socially Responsible Investing Trends in the United States, Washington, D.C.: Social Investment Forum, 2006.
20 John McMillan, Reinventing the Bazaar: A Natural History of Markets, New York: W.W. Norton & Company, 2002; y A. Denny Ellerman, Paul L. Joskow y David Harrison Jr., Emissions Trading in the U.S.: Experience, Lessons, and Considerations for Greenhouse Gases, Pew Center on Global Climate Change, 2003.
21 McMillan, Reinventing the Bazaar.
22 Eric Nee y Martin Eakes, “15 Minutes: Interview with Martin Eakes,” Stanford Social Innovation Review<, 5, no. 3, 2008.
23 Agradecemos especialmente a Greg Dees por sus sugerencias sobre esta sección y por llamar nuestra atención sobre esta cita. William Drayton, “Everyone a Changemaker: Social Entrepreneurship’s Ultimate Goal,” Innovations, 1, no. 1, 2006.
Autores originales:
- James A. Phills Jr. es el director Claude N. Rosenberg Jr. del Centro para la Innovación Social y profesor de comportamiento organizacional (enseñanza) en la Escuela de Posgrado de Negocios de Stanford, donde dirige varios programas de educación ejecutiva del centro para emprendedores sociales, líderes de organizaciones sin fines de lucro y otorgantes de subvenciones. Phills es el autor de Integrating Mission and Strategy for Nonprofit Organizations.
- Kris Deiglmeier es el director ejecutivo del Centro de Innovación Social de la Escuela de Posgrado de Negocios de Stanford. Antes de unirse al centro, durante 14 años se desempeñó en varios puestos ejecutivos en los campos de las organizaciones con fines de lucro, sin fines de lucro y empresas sociales. Deiglmeier ha hecho presentaciones a nivel nacional e internacional sobre temas como el desarrollo de activos, la empresa social y las asociaciones público-privadas.
- Dale T. Miller es el Profesor Morgridge de Comportamiento Organizacional en la Escuela de Posgrado de Negocios de Stanford y profesor de psicología en la Escuela de Humanidades y Ciencias. También es director de la facultad del Centro de Innovación Social. La investigación de Miller se centra en la psicología de la justicia, las normas sociales, la filantropía y la toma de decisiones de grupo. Es autor de An Invitation to Social Psychology: Expressing and Censoring the Self y coeditor de The Justice Motive in Everyday Life.
Los autores agradecen a Jeffrey Bradach, J. Gregory Dees y a Sam Kaner sus útiles comentarios sobre los borradores anteriores de este artículo, y a Allyson Stewart y Leilani Matasaua Metz su ayuda en la investigación.
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Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review publicado en la edición otoño 2008.
- Traducción del artículo Rediscovering Social Innovation por Gerardo Piña. Escritor y traductor mexicano (alemán/inglés – español). Estudió la licenciatura en Letras Hispánicas en la UNAM y un doctorado en literatura en la University of East Anglia. Es autor y traductor de varios libros. Actualmente imparte clases de literatura, traducción literaria y/o lenguas en el Tecnológico de Monterrey, la UNAM y CENTRO.
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