Las relaciones son fundamentales para crear vínculos de empatía que colaboren al cambio social. Así luce el trabajo "relacional" en Latinoamérica.
A veces, perdemos de vista una simple verdad acerca de los sistemas: están formados por personas. A pesar de todos los marcos y herramientas a nuestra disposición y de todo nuestro aprendizaje práctico, los enfoques puramente técnicos y racionales no logran hacer mella en las dinámicas de poder o alterar creencias arraigadas en nuestros sistemas. Si la mayoría de los esfuerzos de cambio colectivo no llevan a que las personas cambien fundamentalmente su conciencia y sus modelos mentales, entonces, el sistema del que forman parte tampoco cambiará significativamente.
Aun así, durante las últimas dos décadas, la opinión predominante entre muchos filántropos, directores de juntas y líderes institucionales ha sido que el impacto social sólo puede generarse a través de resultados predeterminados y cuantificables. Sin embargo, si las divisiones y crisis interrelacionadas, devastadoras y cada vez más profundas de los últimos dos años nos han enseñado algo, es que los problemas complejos y adaptativos desafían modelos lógicos y soluciones exclusivamente técnicas y reductivas. Para poder transformar nuestros sistemas, es hora de invertir nuestra energía colectiva en enfoques más emergentes y relacionales.
Aceptar el desarrollo y priorizar las relaciones
Las relaciones son la esencia y el tejido del cambio colectivo. Por tanto, quienes facilitan esfuerzos de cambio colectivo deben apoyar el desarrollo de relaciones que generen verdadera empatía y compasión de tal manera que puedan producir conexiones auténticas, particularmente entre participantes de diversos orígenes. Estas conexiones más profundas podrán generar nuevas vías de innovación para abordar nuestros profundos problemas sociales.
Un ejemplo, es el trabajo organización Dunna, en Colombia, que fue creada en 2010 para diseñar, implementar y evaluar estrategias alternativas para la construcción de paz. En su primer proyecto, Dunna desarrolló un modelo para tratar el estrés post-traumático que sufrían los excombatientes de un grupo armado ilegal que combatió en la guerrilla. Este grupo comenzó a desmovilizarse en 2006 y, desde entonces, había una alta prevalencia de trastorno de estrés postraumático (TEPT) entre sus miembros. Dunna comenzó a trabajar con este grupo para responder a los enormes desafíos de romper con profundos ciclos de violencia, y así, alcanzar una paz real y sostenible.
Desde entonces, esta organización aplica enfoques holísticos y emergentes con múltiples actores del sistema, enfrentando y sanando el trauma individual y colectivo y generando la empatía y capacidad de agencia necesarias para reconstruir y transformar el tejido social. Estos enfoques, que han sido evaluados por terceros independientes tales como la Universidad de los Andes en Bogotá, Colombia, incluyen herramientas como prácticas restaurativas y técnicas psicofísicas. Estas son estrategias universales que en muchos casos han sido olvidadas o sólo las practican comunidades indígenas.
Por ejemplo, Dunna establece espacios seguros a través de círculos restaurativos que propician la construcción de un nuevo tejido social. Esta práctica parte de una configuración circular en la que todos los participantes, incluidos los facilitadores, se comunican horizontalmente permitiendo que cada persona sea vista y escuchada, y que su experiencia de vida sea validada sin juicio por los demás miembros de la comunidad. En estos círculos restaurativos, el facilitador promueve la escucha activa y el compartir desde el corazón en un espacio confidencial, investido con el ritual y la sacralidad de la sanación colectiva. A medida que las experiencias se comparten en el círculo, los facilitadores acompañan a los participantes a transitar las emociones que surgen en el espacio usando métodos para conectar mente-cuerpo.
Como ilustra el trabajo de Dunna, lograr un progreso significativo en los complejos desafíos de nuestro tiempo requiere formas totalmente diferentes de trabajar en conjunto que prioricen prácticas relacionales. De acuerdo con investigaciones y conversaciones con profesionales involucrados en estas prácticas de cambio transformador, particularmente aquellas que provienen de culturas no dominantes, las formas de trabajo más radicales y relacionales, por lo general, comparten cinco cualidades: 1) participan en un trabajo relacional profundo 2) cultivan un espacio para sanar, 3) invitan a la serendipia y a lo sagrado, 4) atienden al cambio tanto interno como externo y 5) transforman las dinámicas de poder. En la práctica, estas cualidades nunca están solas, sino que funcionan de manera íntima e interrelacionada para respaldar la transformación de sistemas.
1. Participar en un trabajo relacional profundo
Todo lo que sabemos sobre sistemas nos dice que las relaciones son el núcleo. La mayoría de los líderes de cambio colectivo se adhieren a este mantra: si quieres cambiar el sistema, trae el sistema a la sala. Como dijo Brenda Zimmerman, la teórica de sistemas fallecida hace unos años: "La unidad de análisis más importante en un sistema no es la parte (por ejemplo: el individuo, la organización o la institución), es la relación entre las partes". Al hablar de un trabajo relacional profundo, nos referimos a una forma fundamentalmente diferente de estar en relación. Esto comienza con la creación de entornos seguros donde los participantes, especialmente aquellos que no tienen poder institucional, puedan expresarse libremente y ser vulnerables, conectarse entre sí y sentir su humanidad común.
La Fundación TAAP, de Colombia, trabaja en territorios de violencia compleja en Latinoamérica y otras partes del mundo. TAAP utiliza las artes y la comunicación para el desarrollo y el aprendizaje creando oportunidades para la expresión y desarrollando potencial creativo para que las comunidades puedan vivir en paz y lograr el bienestar. Un ejemplo es Pazificarte, un programa que capacita a jóvenes en la remota región del Chocó para que se conviertan en líderes de sus comunidades capaces de resolver conflictos a través de técnicas creativas de comunicación y mediación.
En un principio, TAAP implementó programas destinados a avanzar en la educación y el desarrollo laboral de las comunidades vulnerables de Colombia. Sin embargo, al pasar el tiempo, la organización comenzó a darse cuenta de que los avances retrocedían cuando las personas regresaban a sus barrios, casas o escuelas, donde seguían sufriendo alta discriminación y violencia. “El progreso no se puede separar en cajitas. Si no hay armonía entre las personas de una comunidad, no puede haber progreso y paz. Todo está interconectado”, explica Gaby Arenas de Meneses, directora y fundadora de TAAP.
TAAP decidió, entonces, comenzar a facilitar métodos para cambiar de manera integral las relaciones entre diversos actores. TAAP apoya formas de expresión creativa y desarrollo personal que permiten a personas de muy diferentes orígenes descubrir su humanidad común. El arte crea espacios para que las personas se relacionen de una manera radicalmente distinta, accedan a sentimientos reprimidos por el miedo y logren crear un sentido de la historia y la realidad de la que todos se sienten parte. Los programas de TAAP promueven la tolerancia y la empatía, capacitan a las comunidades para expresar conflictos de manera saludable y cambian los patrones de comunicación antes basados en ausencia y agresión. Estos programas están diseñados para que diferentes actores sociales puedan abordar temas como el respeto, la diversidad y la tolerancia, para que expresen sus ideas sin constreñimiento y para que generen relaciones más profundas al resaltar las historias que tienen en común.
Para Gaby Arenas, “el cambio sistémico sólo es posible cuando cambias a las personas que forman parte del sistema. Puedes cambiar todo lo estructural, pero si las personas siguen comportándose de la misma manera, van a encontrar la forma de llevar esos viejos patrones a la nueva estructura”.
2. Cultivar un espacio para sanar
El trauma resuelto es una fuerza que debemos tener en cuenta en la mayoría, si no es que en todos, los problemas sistémicos actuales. Así mismo, el trauma es mucho más común de lo que somos capaces de reconocer quienes estamos involucrados en trabajo de cambio colectivo, especialmente cuando trabajamos en comunidades plagadas por historias de desigualdad y violencia que parecen no poder detenerse.
En países como Colombia, inundados por el conflicto y la guerra, se han creado patrones de relaciones basados en la hipervigilancia e hiperagresión, los cuales permean el sentido de ser de todos los individuos. “Hay una imposibilidad de hacer visible lo invisible. No hay formas, no hay canales para hacer esta transición. Hay mucho silencio, y estamos muy acostumbrados a reprimir”, explica María Adelaida López, cofundadora de Dunna. Ella añade, “A menos que hagamos visible lo invisible, a menos que comencemos a sanar nuestro trauma colectivo y los síntomas de violencia, no habrá sostenibilidad ni progreso económico o político posible”.
El trabajo de Dunna consiste precisamente en sacar a la luz ese trauma de diversos actores involucrados en el conflicto a través de métodos profundos y muchas veces, poco convencionales. Se trata de ayudar a las personas a avanzar, a participar realmente en la reconciliación y a comenzar a sanar dentro de su comunidad. Por ejemplo, en el municipio remoto de Viotá, localizado a tres horas de la capital, Bogotá, Dunna trabaja con un grupo que incluye comparecientes (personas acusadas de haber cometido un delito o crimen de guerra durante el conflicto armado cubierto por la Jurisdicción Especial para la Paz). El grupo también incluye a desmovilizados, policías y militares, implementando entre ellos estrategias de comunicación tales como tótems de palabra y habilidades de escucha activa. Este enfoque fue diseñado para ayudar a los participantes a manejar los efectos somáticos del trauma que se manifiestan a través de sus cuerpos, creando así las condiciones necesarias para establecer relaciones saludables con los demás y poder reparar el tejido social.
“Para crear una verdadera sanación, tienes que encontrar algo en común con identidades que son diferentes a la tuya” dice Natalia Quiñones, cofundadora de Dunna.
“Necesitas hacer un trabajo minucioso, y por mucho tiempo, para que todas estas personas que han vivido tanta crueldad y temor acepten que pueden existir nuevas formas de reconstruir su comunidad”. En estos espacios, es vital el uso de prácticas encaminadas a que todos los participantes se sientan seguros y a salvo. “Luego de lograr este sentido de seguridad, las prácticas descienden hasta los ámbitos de la mente, las emociones y el cuerpo para establecer una sanación profunda, donde es posible empezar a escuchar a los demás y sanar los síntomas de violencia en nuestros sistemas incluyendo el silencio y la falta de reconocimiento”, profundiza Natalia.
Ha sido tal el impacto de este trabajo que la Jurisdicción Especial para la Paz (agencia gubernamental creada por el Acuerdo de Paz para administrar la justicia transnacional), ha acudido a Dunna para desarrollar un modelo de acciones restaurativas con varios actores del conflicto. Esta decisión proviene de reconocer que el éxito del Acuerdo de Paz depende no sólo de instituir recursos y estructuras para la reintegración y la convivencia, sino que además es necesario establecer nuevos patrones en las relaciones que permitan sanar colectivamente y que den espacio para transformar los modelos mentales arraigados tras décadas de violencia y guerra.
3. Invitar a la serendipia y a lo sagrado
De las cinco cualidades, invitar a lo sagrado y dar la bienvenida a la serendipia es quizás, la más difícil de capturar en una página. Esto es, en gran parte, porque las personas, a menudo, equiparan la palabra ‘sagrado’ con la religión, o piensan que se refiere a iniciativas basadas en la fe. Por el contrario, traer sacralidad a los procesos no requiere ni supone que todos los involucrados tengan una orientación espiritual.
En el contexto de impacto colectivo, esta cualidad significa establecer un sentido que aliente a todos los involucrados en el trabajo relacional a abrir sus corazones a una fuente universal o a la gracia. El uso de rituales, historias personales y narrativas comunitarias puede ayudar a los grupos a establecer un tono sagrado para su trabajo en conjunto, así como al encontrar inspiración en el arte, el silencio o prácticas contemplativas como la meditación. Si bien, los métodos específicos pueden variar según el contexto local, lo que caracteriza a esta cualidad entre múltiples culturas es la intención de ayudar a los participantes a estar totalmente presentes en su trabajo y entre ellos mismos. También, se trata de basar el trabajo, individual y colectivo, en el amor.
Lauren Díaz es la directora ejecutiva de la Fundación Nueva Oportunidad de Costa Rica, la cual se dedica a procesos de reinserción social de personas privadas de su libertad a través de capacitación laboral, apoyo para la creación de microempresas y desarrollo personal mediante actividades artísticas y de salud mental. Un ejemplo de este trabajo es el modelo de negocios desarrollado con un grupo de internos del Centro Reynaldo Villalobos el cual consiste en el diseño, producción y comercialización de artículos elaborados con materiales reciclables donados por empresas privadas.
Lauren y su equipo trabajan la mayor parte del tiempo dentro de las cárceles y penitenciarías, lugares frecuentemente deshumanizantes y llenos de trauma. Ella cree, sin embargo, que es posible generar espacios llenos de amor, seguridad y humildad. Dice Lauren que, para crear estos espacios, “debemos dejar de lado nuestras preconcepciones y sincronizarnos a la magia del momento, tratando cada interacción como un momento sagrado en el que, a veces, podemos presenciar la esencia de cada ser”. Por ejemplo, ella cuenta que cuando planea una visita a alguna persona privada de libertad, procura descansar bien y establecer la intención de abrir su alma. Una vez allí, acude a rituales para agradecer el privilegio de estar en comunidad.
Nueva Oportunidad también trabaja para mejorarlas relaciones y las condiciones de vida en las cárceles, creando espacio para el entendimiento y el acercamiento entre varios actores del sistema penitenciario. Lauren hace un llamado a las instituciones y a quienes ejercen poder a que se aparten de las soluciones heredadas y poco cuestionadas, y le den un espacio a esa magia. Ella nos invita a “desviarnos un poquito de la norma para poder construir soluciones con las personas acudiendo al amor como base: amor a lo que estamos haciendo y a lo que le debemos a la vida, y darle espacio al espíritu y a la magia de lo que es posible”.
4. Atender al cambio interno y externo
Las personas que trabajan con esfuerzos de cambio colectivo son todos actores que están tratando de cambiar los sistemas, y ese cambio debe iniciar desde adentro. El proceso comienza con el examen de parcialidades, suposiciones y puntos ciegos, ajustando cuentas con el privilegio y nuestro papel en la perpetuación de las desigualdades, y creando capacidad para dejar atrás la necesidad de control. Pero el cambio interno también es un proceso relacional y reiterativo: el individuo cambia al colectivo, el colectivo cambia al individuo, y así sucesivamente. Esa interacción es lo que nos permite generar conocimiento, crear oportunidades y ver el potencial de transformación.
Nicola Gryczka Kirsch es cofundadora del Movimiento de Gastronomía Social (SGM), que tiene sedes en más de 60 países (muchas de ellas ubicados en América Latina). SGM se dedica a elevar las voces de los líderes de la comunidad y a dar visibilidad global alas iniciativas locales, co-creando espacios para el aprendizaje y el intercambio de mejores prácticas. además, brinda apoyo para esfuerzos colectivos de cambio. Un ejemplo es su Fondo SGM, un programa que brinda apoyo a su red de miembros y financia a organizaciones que se dedican a garantizar la inseguridad alimentaria y a examinan las causas fundamentales del hambre dentro de sus comunidades locales.
SGM se apoya en el poder de los alimentos como herramienta para enlazar a las personas y transformar las realidades locales, abordar la desigualdad social y restaurar colectivamente el planeta. Como explica Nicola, la comida es un conector, un vehículo para llevar a las personas a relacionarse consigo mismas y entre sí.
La comida no solo nutre nuestro cuerpo, sino también nuestros recuerdos más profundos. Cuando nos sentamos en una mesa, o en el suelo para compartir una comida en comunidad, nivelamos nuestra conciencia con quienes nos rodean, nos liberamos y nos regocijamos. En esos momentos emerge una parte auténtica de nosotros mismos.
SGM guía a los participantes en meditaciones que abordan el significado y los sentimientos asociados a la comida, llevándolos a recordar las primeras instancias recogiendo frutas o cenando con parientes, resaltando memorias de sabores perdidos o de momentos en los que no fue fácil acceder a los alimentos. SGM utiliza estas prácticas antes de iniciar reuniones colaborativas para ayudar a las personas a presentarse de una manera más auténtica, y a estar abiertas a conexiones colmadas de afecto y vulnerabilidad. Además, para ayudar a los participantes a colaborar con todo su ser, en lugar de centrarse en los títulos y el bagaje profesional que suelen traer consigo, SGM emplea simples técnicas como, por ejemplo, pedir que solo se llame a las personas por sus nombres de pila, iniciar sesiones preparando y disfrutando una cena juntos, o llevar a cabo reuniones en y con comunidades tradicionalmente marginadas. Estos métodos permiten que los participantes en los capítulos nacionales de SGM vean el lado humano de cada uno, incluso entre personas que trabajan para organizaciones tradicionalmente opuestas como el slow food (comida lenta) y el fast food (comida rápida).
Kirsch recuerda momentos en que importantes chefs o líderes de la industria visitaron favelas o comunas y degustaron en comunidad con los residentes locales, compartiendo recetas e historias sobre las comidas y sus familias. Después de esas experiencias, los chefs a menudo modifican sus menús comprometiéndose a procurar mayor sostenibilidad, los líderes de la industria aumentan su apoyo al desarrollo alimenticio para desde un ámbito de solidaridad y no de caridad, y los miembros de la comunidad aumentan su sentido de dignidad y poder. “Experimentar la realidad de otra persona crea una empatía que transforma”, dice Nicola. “Hay una gran diferencia entre analizar un problema en el papel y ver cómo se siente el hambre para quienes la experimentan. Cuando entras en las favelas de Brasil y escuchas y ves las realidades y circunstancias de las personas, te toca el corazón. Si te toca el corazón, no piensas sino sientes, y así, te transformas”.
5. Transformar las dinámicas de poder
Los esfuerzos de cambio colectivo deben ser intencionales para no replicar los desequilibrios de poder de los sistemas en los que trabajan. Para Gaby Arenas de Meneses de la Fundación TAAP, la clave del cambio sistémico es penetrar y transformar dinámicas de poder muy arraigadas aquellas que privilegian la individualidad y que promueven que la toma de decisiones se concentre en unas cuantas manos.
Para cumplir con su papel de puente, la Fundación TAAP comienza cada colaboración con la premisa de que ninguna organización puede resolver un problema social por sí sola. A partir de esto, los líderes de cada organización se comprometen con la intención de, primero, servir para la colaboración, en lugar de tratar de extraer valor para su propia organización. Comenta Gaby: “a los que trabajamos por el cambio social nos ha tomado años dejar de decir ‘mi organización y mi proyecto’. Y, en ocasiones, hemos tenido que decir no a las financiaciones que priorizan las narrativas de heroísmo individual y que fomentan la competencia entre las organizaciones del sector social”.
Por tanto, estos procesos de weaving (tejido colaborativo), como los llama Gaby, han abierto espacios para que las causas que anteriormente competían unan sus fuerzas y obtengan financiamiento conjunto no basados en la “mejor idea”, sino en el proceso colectivo. Una de estas colaboraciones resultó en la creación de Colombia Cuida a Colombia, movimiento del cual la Fundación TAAP es cofundador. Se trata de una iniciativa de cambio colectivo que cuenta con más de 400 socios de los sectores público y privado con el objetivo primordial de mitigar los peores efectos del COVID-19 en más de tres millones de hogares vulnerables. TAAP también ha participado en la co-creación de otros ejemplos de colaboración relacional: Juntos por Chocó, Juntos por Cúcuta, y la Red de Educación Transformadora de América Latina.
Acceder a la sabiduría profunda
Cuando hacemos un llamado a nuestro sector para que invierta su energía colectiva en enfoques más relacionales y emergentes para transformar los sistemas, simplemente estamos mencionando lo que muchos de nosotros ya sabemos: las formas actuales de colaboración simplemente no están a la altura de la tarea, dada la complejidad de los problemas sociales y ambientales que estamos tratando de resolver. Para llegar a resultados más radicales, necesitamos formas más radicales de trabajar juntos, es a la vez tan simple y difícil como eso.
Esas formas exigen mucho de nosotros como líderes y nos sacan rápidamente de nuestras zonas de confort. Debemos recordarnos constantemente que el proceso es la solución, y debemos permanecer abiertos a explorar preguntas nuevas y difíciles. ¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros para llevar a las personas a relacionarse profunda y auténticamente y para crear espacios seguros para la vulnerabilidad? ¿Cómo diseñamos experiencias profundas para sanar colectivamente y conectarnos con nuestra humanidad compartida? ¿Cómo podemos aceptar el desarrollo y cultivar nuestras capacidades como líderes para seguir la nueva energía, la creatividad y las innovaciones que vemos surgir? Creemos que esta es la próxima frontera del cambio de sistemas. Solo una vez que comencemos a explorar las respuestas a estas difíciles preguntas, comenzaremos a fomentar cambios en la conciencia individual y colectiva lo suficientemente poderosos como para transformar los sistemas.
Nota: Algunas de las ideas principales de este artículo aparecen en el artículo patrocinado de SSIR “The Relational Work of System Change” (Trabajo relacional para cambiar los sistemas), uno de los artículos más leídos de 2022. Los autores, en colaboración con SSIRñ, reescribieron el artículo para adaptarlo a la región hispanohablante, incluyendo ejemplos detallados de organizaciones en América Latina que practican el trabajo relacional.
Autores originales:
- Juanita Zerda, colombiana de nacimiento, es directora del Laboratorio de Cambio Colectivo. Anteriormente sirvió y consultó con varias organizaciones de justicia social.
- Katherine Milligan es directora del Laboratorio de Cambio Colectivo. Anteriormente fue directora ejecutiva de la Fundación Schwab para el Emprendimiento Social.
- John Kania es el fundador y director ejecutivo del Laboratorio de Cambio Colectivo. Anteriormente fue director general global de FSG, donde continúa siendo miembro de la junta directiva.
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Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review en Español.
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