Tivú, una organización dedicada al rescate de aves en Chiapas, México, promueve la conservación y sostenibilidad en las comunidades locales al generar conocimiento y conciencia sobre la relación entre las personas y su entorno natural.
Probablemente de todos nuestros sentimientos el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose.
Julio Cortázar
Con 5 años, llegué a vivir a la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, en Chiapas, México, a principios de los años 80's. Era un espacio rodeado de montañas, cerros y montes con gran vegetación: había pochotas, almendras, morros y flamboyanes. También, protegidos dentro de este verdor, era común encontrarse conejos, zorros, murciélagos y tlacuaches. Se podían ver los animales, escuchar el río sabinal y, al levantar la vista, observar parvadas de urracas, torcazas, loros, además de una gran diversidad de psitácidos como pericos, guacamayas y cotorras. En México, existen 22 especies de estos últimos, de las cuales 14 se encuentran en el estado de Chiapas. Todos ellos son capaces de imitar la voz humana, así como diferentes sonidos. Yo solía escuchar su canto estrambótico mientras iluminaban el cielo.
Hoy, más de 40 años después, el cambio ha sido drástico. Ahora el cemento domina la vista de los cerros, el sabinal ha incrementado notablemente su proceso de contaminación, y los árboles y la fauna disminuyeron en número y variedad. Además, los loros sufren las acometidas del tráfico de especies. Entre los más cotizados, existen dos tipos con una gran habilidad para imitar la voz humana: el loro cabeza amarilla (amazona oratrix) y el loro de nuca amarilla (amazona auropalliata). Ambas especies se encuentran en peligro de extinción (SEMARNAT/CONANP).
Frecuentemente, los traficantes despintan las plumas de otras especies a fin de hacerlas pasar por loros. Suelen disfrazarlas mediante peróxido, lo que provoca úlceras y quemaduras en sus pies y ojos, a veces, hasta el punto de dejarlas ciegas. Igualmente, es habitual que les corten las alas o plumas para que no vuelen y escapen. Además, por cada loro extraído mueren ocho en el sitio de extracción, o en su recorrido, debido a la violencia, estrés, daños físicos y la mala alimentación. A esto se suma que viven en cautiverio, encerrados en jaulas estrechas, lo cual deteriora su calidad de vida. Aunque sus coterráneos humanos les perciban “contentos” por su habla, parloteo o su canto, hay un gran sufrimiento detrás de todo esto.
Tradicionalmente, en esta región, es común contar con loros como mascotas. Las personas desconocen del sufrimiento provocado y se ven atraídos por el colorido que acarrea su presencia y lo atractivo de su “hablar”. Para quienes los capturan y venden, es una manera “fácil” de obtener ingresos. Por ello, existe la necesidad de generar conocimiento, empatía y alternativas económicas para las comunidades de la región: un desafío complejo que, necesariamente, debe ser abordado de manera integral.
A pesar del proceso de urbanización, Tuxtla todavía es una de las ciudades con mayor vegetación en México. Si levantamos la vista aún podemos observar esas parvadas de aves pintando los cielos. Aunque sea en menor número y en sitios específicos, todavía podemos escuchar su bullicio y percibir su presencia. Además de romper el silencio con su privilegiada voz, los loros ofrecen importantes servicios ecológicos: dispersan semillas vitales en la polinización de plantas. En otras palabras, son jardineros de la selva y, en general, indican salud en el ecosistema que habitan. Los loros son fundamentales para la procreación de la vida. Por ello, es importante buscar soluciones integrales para protegerlos de su mayor amenaza: el tráfico de especies. Al no hacerlo, estaremos fomentando espacios sin vida en aras del “progreso” y la urbanización.
Se gesta una eutopía*
En septiembre del 2020, la Procuraduría General de la República (PGR) realizó uno de los decomisos más grandes de aves en México en los últimos 10 años: se confiscaron 383 ejemplares de 3 especies distintas. En nuestro país aún no existen estrategias ni recursos para situaciones así. En México, el decomiso es apenas el primer eslabón de una acción integral que requiere soluciones posteriores tales como la recepción, estabilización (cuarentena), rehabilitación y liberación de las especies.
Tivú A.C. nace como una organización dedicada al rescate, rehabilitación y reintegración de fauna silvestre, cuyo trabajo se divide en tres estrategias: conservación, comunidad sostenible e investigación. A través de estas, se realizan acciones y actividades que permiten vincular de forma integral a la sociedad con la naturaleza. Se llevan a cabo labores directas con las especies en riesgo, trabajo comunitario en sitios donde hay incidencia para mitigar el tráfico de especies, sensibilización ciudadana y búsqueda de alternativas que promuevan ingresos económicos para las comunidades fuera del saqueo y devastación natural. Además, difunde los efectos y daños sufridos por la pérdida de biodiversidad y hace investigaciones científicas con especies endémicas.
Tivú se consolidó en 2017 como una organización que vincula distintos actores del problema con la solución: las comunidades, organizaciones de la sociedad civil, gobierno y científicos especialistas. Desde 2007, antes de consolidarse como organización social, ya llevaba más de 10 años supliendo la falta de centros de rescate, funcionando como una alternativa para apoyar a las aves víctimas del decomiso y abandono. Principalmente, atiende a loros, pericos, guacamayas y cotorras: las aves más impactadas por el tráfico ilegal a nivel mundial. Se ubica físicamente en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, y trabaja con diversas comunidades dentro y fuera de este mismo estado.
Como parte de su proceso de trabajo, Tivú recurre a un plan estratégico que consiste en cinco etapas:
1. Verificar a las especies | Gran parte de los loros llegan a Tivú en condiciones físicas y de estrés muy complejas. La mayoría de ellas llegan después de que sus plumas primarias fueron arrancadas, por lo que se requiere realizar una revisión de los ejemplares.
2. Generar recursos económicos | Después de darles un cuidado inmediato, surge la necesidad de crear estrategias para atender gastos médicos, alimentación y atención veterinaria especializada. Además de estos gastos, es necesario adquirir contenedores para separar a las aves de acuerdo con sus condiciones específicas, construir una jaula de vuelo y, finalmente, darles acondicionamiento médico, físico y emocional.
3. Capacitar al personal | Se capacita al personal y a voluntarios en los roles de cuidado, la alimentación y los ejercicios de preliberación y liberación de las aves.
4. Seleccionar y acondicionar a las aves para lograr su preliberación y/o liberación | Esto implica buscar en el territorio reservas adecuadas para su liberación y planear acciones logísticas.
5. Dar seguimiento y monitorear a los animales liberados | A fin de encontrar un sitio ideal para la liberación y reintegración de las aves, partiendo del conocimiento de las especies y sus necesidades, se conversó y vinculó con diferentes instancias públicas y privadas: autoridades de Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (PROFEPA), Consejo Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP), Tivú y Pronatura. Entre todos estos actores se acordó que el mejor sitio para asegurar el porvenir de estas especies es la zona núcleo de la Reserva la Biosfera de La Encrucijada. Esta cuenta con varias ventajas: vegetación bien conservada, fuentes naturales de alimentación, familiares de los loros secuestrados, así como apoyo del personal de CONANP para monitoreo y seguimiento.
También, muy próxima a la reserva, se identificó Barra Zacapulco, una comunidad rural rodeada de manglares con 326 habitantes de escasos recursos económicos, pero con gran sensibilidad hacia la conservación. A pesar de que la comunidad tenía muchas condiciones favorables, fue y sigue siendo necesario realizar acciones de sensibilización, conciencia y activación económica para asegurar la conservación de las aves desde un punto de vista comunitario. Esta sensibilización no solo es necesaria en zonas rurales, sino en cualquier comunidad donde exista el tráfico de animales.
Eutopía con enfoque de equidad
Colaborar con la comunidad de Barra Zacapulco nos permitió constatar diversos desafíos a los que se enfrentan las prácticas de conservación animal. Por un lado, tanto en las ciudades como en las zonas rurales, existe desconocimiento sobre la fauna silvestre y su importancia ecosistémica. Por otro lado, las personas desconocen las prácticas de buen trato y convivencia con la fauna silvestre. Por último, existe la creencia de que, en los espacios naturales, ricos en biodiversidad, solo se pueden generar ingresos económicos a través de la depredación de la fauna y los ecosistemas.
El tráfico ilegal de fauna silvestre y de aves deriva de estas problemáticas interconectadas que tienen su origen en la forma inequitativa en que los humanos nos relacionamos con las demás especies. Además, también existe inequidad entre el conocimiento científico y los llamados “saberes ancestrales” que surgen a partir de las comunidades rurales. Un ejemplo es el trato “cosificado” que le damos a otros seres vivos, ubicándolos como objetos, enjaulándolos sin tomar en cuenta su sentir y solo valorándolos para nuestra diversión. Otro ejemplo es ignorar las prácticas locales que algunas comunidades tienen para relacionarse con determinadas especies, las cuales van más allá de generar recursos económicos para asegurar su “desarrollo”.
Hablar de equidad en un sentido amplio implica señalar lo que cada uno requiere, tanto las comunidades de personas como las especies animales. Además, implica tomar en cuenta las implicaciones de justicia y bienestar que atiendan la exclusión e inequidad. Para ello, Tivú propone tres alternativas:
Fomentar el conocimiento de nuestro entorno a través de una convivencia sostenible | Conocer las especies locales, así como sus ritmos, rituales y comportamientos, permite que las personas comprendan de mejor manera su entorno y los procesos y dinámicas vitales de quienes integran el espacio donde viven. Además, a las personas les gusta participar de este conocimiento sobre su entorno, lo cual se refleja en el impactante recibimiento de nuestras convocatorias.
Por ejemplo, hace unos años, hicimos un llamado a la ciudadanía pidiendo su apoyo como voluntarixs, ya sea a través de una aportación económica o en especie. Coordinamos estas acciones de manera directa desde redes sociales. Como resultado, se sumaron a nuestro voluntariado jóvenes, adultxs, grupos, asociaciones civiles, personas locales, nacionales e internacionales, a tal punto que, a raíz de esto, se conformó una red local para la conservación de psitácidos en Chiapas.
Promover la convivencia digna y armónica con especies silvestres a través de prácticas ancestrales, el arte y el juego | Como señalamos, el conocimiento permite valorar a las especies y sucesos de su entorno. Ancestralmente, a las aves solía captárseles como ejemplos de organización grupal por su capacidad de asignación de tareas específicas en vuelo, alimentación, y cuidado de sus congéneres. Este valor se fue perdiendo cuando comenzaron a percibirse como objetos exóticos de adorno o divertimento. Las personas comenzaron a cosificarlas por desconocer sus prácticas y hábitos. Recuperar este conocimiento permite ser verdaderamente conscientes de su legado e importancia.
En Tivú, colaboramos con otras instituciones, organizaciones e iniciativas para crear actividades que respondan al desafío de generar conocimiento, convivencia y recursos económicos desde una perspectiva de equidad con el entorno. Organizamos pláticas comunitarias sobre la importancia de las aves y, en especial, de los psitácidos. También, gestionamos avistamientos de aves en parques, cerros, montes, etc., y convivencias sociales donde se comparte su valor para algunas comunidades actuales y ancestrales. Además, promovemos talleres artísticos para representar a las aves a través de cuentos, mitos y leyendas, pinturas, piezas de barro y bordado.
Generar ingresos económicos para las comunidades a través de la conservación | A través de nuestra convivencia con la comunidad, hemos notado la importancia de desarrollar prácticas para crear productos que aprovechen los recursos del entorno como las plumas y los arbustos. Así, hemos aprendido a reconocer aves mediante patrones y el uso de aplicaciones digitales para diseñar murales, mopets, teatrinos, entre otros productos artesanales.
Estas actividades se han llevado a cabo en Barra Zacapulco, Chiapas, y en Xilitla, Veracruz, en 2022 y 2023 respectivamente, enmarcándolos como un “Encuentro de saberes” con duración de una semana. También se organizan de manera periódica en Pinal de Amoles y Tuxtla Gutiérrez. Para dichos encuentros han participado varias organizaciones en colaboración tales como CONANP, SEMARNAT, Pronatura, Vuela con loros, SEMANH-Zoomat, World Parrot Trust, Macaw Mountain, Proalas y Mamalum.
Promover la eutopía
Ochenta loros han sido reintegrados a su espacio de habitación natural después de la labor titánica de Tivú y aliados. Sin embargo, esto representa apenas el 21% del total de los que fueron decomisados. Viéndolo fríamente pudiera resultar un número pequeño, algo muy poco redituable en comparación con el esfuerzo realizado. Pero, desde una perspectiva más amplia y profunda, esta casa es un buen lugar que tiene cimientos y forma: se ha constituido la “Red para la Conservación de Psitácidos en Chiapas”, en la que participan autoridades, organizaciones, iniciativas y ciudadanía para atender problemáticas de psitácidos; se ha fomentado la sensibilización, interés y participación de comunidades ciudadanas y rurales; se ha vinculado el trabajo de artistas y científicos en pro de la conservación; se ha activado una comunidad específica, Barra Zacapulco, para la liberación de distintas especies; se ha promovido la activación económica a través de un buen trato a la biodiversidad; y, finalmente, se han vinculado instancias que antes no colaboraban.
Aún existen muchos desafíos, por lo que se está caminando sobre ellos. El objetivo particular de Tivú A.C. en Barra Zacapulco es monitorear 1500 hectáreas mediante el apoyo de 100 monitores comunitarios, con quienes trabajamos en capacitación y la obtención de recursos. De este modo, es posible beneficiar a la comunidad de manera directa, proseguir con sensibilizar a la sociedad sobre el beneficio de cuidar a las aves y asegurar su supervivencia a mediano y largo plazo. También, hemos comenzado a trabajar especialmente con los niños a través del diseño y desarrollo del proyecto “Embajadores de la libertad”, el cual consiste en sensibilizar a partir de la interacción de niñxs de ciudades con niñxs de comunidades rurales, mediadas por actividades que desarrollan artistas y científicxs.
La interacción entre diversas iniciativas, organizaciones e instituciones ha sido nuestro mayor reto, pues conlleva tener un objetivo común muy claro, donde cada parte puede buscar su propio objetivo y perderse del original. Por ello, se necesita una verdadera apertura al diálogo, el cual es el medio idóneo para que se construyan puentes y se reflejen las acciones. Este proceso multiorganizacional y de articulación es una clara muestra de lo que se puede generar entre varios actores.
La casa gestada por la eutopía todavía no puede ser habitada permanentemente, pero ya podemos pasar algún tiempo en ella. Esta eutopía la podemos soñar e imaginar, y también, palpar, sentir. Hoy, cada vez más, se abonan esfuerzos para disminuir la inequidad existente: promovemos un trato digno hacia las aves, reconocemos lo que nuestros pueblos tienen para contarnos, y, de esta forma, conectamos con la importancia de la vida en su totalidad, levantamos la cara y percibimos de otra manera las plumas que pintan los cielos.
*Nota del autor:
Una utopía puede tener varias connotaciones: un ideal que percibimos en el horizonte, aquel lugar que nos sirve de faro para caminar, ese espacio que se mueve permanentemente, que nos invita a seguir pero que al mismo tiempo nos resulta esquivo. Igualmente, es un espacio al que nunca podremos arribar por su naturaleza misma de no existir de manera tangible, lo cual lo hace inasequible. Esto puede resultar peligroso, ya que como dice el dicho “de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno”. Por esta razón, prefiero hablar de eutopía: pensar y vivir en “el buen espacio”, aquel que, aunque inacabado, se puede palpar pedacito a pedacito, es decir, se va construyendo permanentemente, pero, al mismo tiempo, es posible y accesible.
Autor original:
- Ángel Cabrera es Profesor en el Centro de Innovación Social (CIS) del Tec De Monterrey y en la Universidad Autónoma de Chiapas. Ha investigado y colaborado en varios proyectos de innovación social con una perspectiva en bienestar, conservación e inclusión de comunidades locales.
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Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review en Español.
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