Tras los Juegos Olímpicos, la ciudad de París convierte inmuebles vacíos en viviendas como una solución a la escasez de oferta inmobiliaria.
Para la mayoría de los parisinos, comprar un departamento se ha vuelto casi imposible. Para adquirir una propiedad en la Ciudad de la Luz, un comprador primerizo necesita ganar unas 97,500 libras (106,000 dólares) al año, más del doble del salario promedio anual de un empleado de oficina, y disponer del 10% de enganche para poder aplicar a a una hipoteca.
No es de extrañar, pues, que unas 10,000 personas abandonen París cada año porque ya no tienen los medios para vivir allí. París es la cuarta ciudad con mayor densidad de población en la Unión Europea, por lo que dispone de poco espacio para construir más viviendas.
La reconversión de viviendas se ha vuelto una solución cada vez más popular para mitigar la escasez de viviendas en la capital francesa, y cuenta con el apoyo tanto de las empresas públicas de vivienda como de los políticos locales, en ellos la alcaldesa de París, Anne Hidalgo. Desde que Institut Paris Région empezó a registrar proyectos de reconversión cada año desde 2013, los edificios vacíos no residenciales se están convirtiendo en una cuarta parte de las nuevas viviendas de la ciudad.
Después de una década, esta tendencia emergente se ha convertido en una revolución. “Vivimos en una especie de edad de oro de la vivienda social”, afirma Stéphanie Jankel, urbanista de Apur, un taller parisino de planificación urbana sin fines de lucro. Sin embargo, como toda revolución, el esfuerzo ha venido acompañado de retos, en particular, en el área del diseño.
