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Menos debate y más deliberación

2025-07-15
Por Jeffrey Kennedy y Simon Pek
SSIRñ #16
Comunicación
Punto de Vista
Educación
Educación

La deliberación debería sustituir al debate como el ideal adoptado por universidades para abordar los problemas políticos y sociales más apremiantes.

 

Los campus universitarios en Norteamérica son espacios cada vez más polarizados, tanto para las propias comunidades universitarias como para el público en general. En el último año, las protestas por la guerra de Gaza han dado lugar a acusaciones de incitación al odio, medidas disciplinarias, intervenciones policiales, agresiones violentas contra manifestantes, audiencias en el Congreso e incluso la dimisión de rectores universitarios. Antes de estas últimas controversias, las universidades ya estaban envueltas en conflictos por su forma de enfrentar la pandemia de COVID-19, y las disputas continúan en torno a los programas de promoción de la diversidad, la equidad y la inclusión. En diversos temas, las encuestas realizadas en Estados Unidos revelan una marcada división partidista entre el estudiantado, mientras que la confianza en la educación superior se fragmenta cada vez más según las afinidades políticas del público.

Aunque no siempre hay consenso sobre los límites adecuados del debate, el ideal del debate como medio para abordar desacuerdos válidos en la universidad no suele cuestionarse. Pero ¿merece el debate su estatus privilegiado en el campus?

Incluso en sus formas más razonadas, el debate implica a dos partes enfrentadas que buscan derrotar a su oponente y ganar la discusión. Rara vez los participantes se detienen a reflexionar sobre los puntos de vista del otro. Tampoco se muestran dispuestos a revisar su pensamiento, admitir sus errores o construir a partir de los aportes del interlocutor. Basta pensar en la infinidad de videos en YouTube cuyos títulos proclaman que una persona “aniquila”, “destruye”, “despedaza” o “humilla” a su oponente.

Sin duda, el debate, al igual que la protesta, puede desempeñar un papel crucial en el discurso público. Pero en un contexto de polarización y creciente desconfianza en la educación superior, lo que las universidades necesitan es más deliberación y menos debate. Al igual que el debate, la deliberación implica el intercambio razonado de opiniones, pero no con el objetivo de ganar la discusión. En cambio, busca comprender mejor los problemas y las opciones, sopesar las posibles ventajas e inconvenientes de las diferentes posibilidades, establecer puntos en común y, en última instancia, formular el camino más justificable para avanzar. Más que persistencia y talento retórico, la deliberación exige humildad, voluntad de escuchar y reconocimiento de un interés común en la cuestión.

Cultivar la participación deliberativa y las capacidades para apoyarla es vital para las universidades. Si no encuentran formas de reducir la polarización y fomentar un diálogo más productivo, corren el riesgo de perder su legitimidad a los ojos de los estudiantes, el personal, las personas egresadas y el público. La deliberación también es clave para la misión educativa y cívica de las universidades. El carácter humilde, informado y crítico de las interacciones deliberativas ofrece un espacio para aprender sobre los problemas y considerar las diversas perspectivas que comparten los participantes. Del mismo modo, la deliberación tiene el potencial de inculcar en los ciudadanos, y en los futuros líderes que forman las universidades, el tipo de disposiciones que la democracia necesita.

 

Innovaciones universitarias

A pesar de la ortodoxia del debate, las universidades actuales están siendo testigo de la aparición de iniciativas deliberativas tanto dentro como fuera de las aulas. Ya sea para la toma de decisiones internas, con fines pedagógicos o para facilitar el diálogo comunitario, estas iniciativas están poniendo a prueba el potencial de los enfoques deliberativos para apoyar el tipo de educación y compromiso que la democracia necesita.

Un ejemplo reciente y prometedor ha sido el uso de “minipúblicos” deliberativos. Se selecciona, mediante sorteo, a una muestra representativa de la comunidad universitaria o del estudiantado para que se informe sobre un determinado tema, escuche a personas expertas, delibere con el acompañamiento de facilitadores independientes y determine cómo proceder. Si bien la idea principal es encontrar una respuesta colectiva a una pregunta potencialmente divisiva, el proceso también puede servir como una experiencia cívica transformadora y educativa para los participantes, así como un modelo de normas y prácticas discursivas para quienes lo observan.

Por ejemplo, la asociación de estudiantes de la London School of Economics (Reino Unido) utilizó un minipúblico estudiantil como proceso central para reformar las estructuras democráticas de la asociación. La Facultad de Derecho de la Queen Mary University of London (Reino Unido) lo empleó para recabar la opinión de los estudiantes sobre la enseñanza durante la pandemia. Se han empleado enfoques similares con éxito en la Universidad de Victoria (Canadá), la Universidad Tecnológica de Swinburne (Australia) y la Universidad Paris-Est Créteil (Francia), mientras que en Australia se organizó un minipúblico interuniversitario de académicos del ámbito jurídico para desarrollar normas comunes para promover la competencia cultural indígena en las facultades de derecho.

Las investigaciones previas y las que están en curso revelan el potencial de este tipo de iniciativas. Los minipúblicos han demostrado fomentar un diálogo inclusivo y respetuoso orientado al bien común. Los participantes han señalado una serie de beneficios, entre ellos un mayor conocimiento, desarrollo del pensamiento crítico, fortalecimiento de capacidades deliberativas como la escucha, un alto sentido de identidad colectiva y la confianza y la disposición para participar en otras actividades con una actitud reflexiva. Datos preliminares sobre la iniciativa de la London School of Economics, recopilados por nosotros en un proyecto de investigación colaborativo en curso, sugieren que los enfoques adoptados posteriormente por las autoridades responsables de su organización también podrían haber sido más deliberativos, y que las reformas resultantes estuvieron orientadas, a su vez, a fomentar una deliberación estudiantil más activa.

Otro avance crucial adopta un enfoque más directo al cultivar las capacidades y disposiciones deliberativas en el aula. Como práctica y filosofía educativa emergente, la pedagogía deliberativa adopta la deliberación como un método de enseñanza que facilita el aprendizaje profundo de temas seleccionados y fomenta importantes habilidades cívicas, como la escucha, la resolución de problemas y la capacidad para construir argumentos razonados. La enseñanza deliberativa se ha utilizado en diversas materias, como ciencias políticas, comunicación, ciencias, ingeniería y estudios de género. Se ha aplicado en enfoques semestrales o en actividades que abarcan un número menor de sesiones y puede desarrollarse con o sin recursos especiales, facilitadores o expertos.

Por ejemplo, el Wabash College de Indiana ha integrado actividades deliberativas en los cursos de biología y química de pregrado. Al abordar el cambio climático y la política energética en varias clases, los estudiantes reciben información sobre diferentes enfoques, junto con sus ventajas e inconvenientes, y cuentan con el apoyo de facilitadores capacitados, tanto estudiantes como docentes, durante sus deliberaciones. Las investigaciones sobre los enfoques deliberativos en el aula sugieren una serie de beneficios potenciales, entre los que se incluyen la adquisición de conocimientos, el escrutinio y perfeccionamiento de opiniones previas, una disposición más participativa y colaborativa, y una mayor probabilidad de participar en iniciativas cívicas dentro y fuera del campus.

La enseñanza también puede apoyar la deliberación en la universidad y más allá de ella. Las clases que incluyen el aprendizaje de la deliberación pueden aprovechar posteriormente esos conocimientos para apoyar el diálogo con el público en general. Por ejemplo, estudiantes de educación del Spelman College, una universidad históricamente para mujeres afroamericanas en Atlanta, se capacitan en clase para actuar como facilitadoras de foros deliberativos comunitarios, en los que ciudadanos comunes aprenden y discuten temas de interés público. Esto incluyó una sesión práctica en donde estudiantes facilitaron un foro dentro de su propia comunidad universitaria sobre la desigualdad racial en la educación. Al participar de esta manera, los estudiantes pueden conectar su propio aprendizaje con la visión de la comunidad y adquirir habilidades para facilitar los enfoques deliberativos. Al mismo tiempo, su aprendizaje contribuye a fomentar la deliberación fuera de la universidad.

 

Desplazar el debate

La deliberación tiene un enorme potencial para abordar cuestiones de forma productiva, enriquecer la educación de los estudiantes y rejuvenecer el papel democrático de las universidades. Sin embargo, su presencia actual en la educación superior es escasa. Por ejemplo, aunque se han utilizado cerca de 750 minipúblicos deliberativos en la esfera pública, solo existen unos pocos ejemplos en las universidades. Y, sin descartar su impacto más amplio, el número de participantes directos en cualquier minipúblico es limitado. El ejemplo de la London School of Economics contó con un panel de 24 estudiantes, mientras que el enfoque más abierto y por invitación de la Convención Ciudadana Estudiantil de París incluyó a casi 450.

Para hacer realidad la promesa de la deliberación, las universidades deben hacer que estas y otras iniciativas deliberativas sean más comunes y más centrales en su cultura intelectual, educativa y política. Las instituciones deben buscar y cultivar este tipo de proyectos mediante financiamiento, infraestructura, reconocimiento y otros recursos. Dada la importancia de los enfoques deliberativos para sus misiones educativas y cívicas, las inversiones en ellos deben ser específicas y sostenidas. Por ejemplo, las universidades deberían contar con personal capacitado para apoyar la pedagogía deliberativa y la toma de decisiones. Asimismo, las oficinas universitarias, como las de asuntos estudiantiles, deberían tener el mandato de facilitar este tipo de iniciativas. Esto puede integrarse en las funciones y la formación existentes en materia de enseñanza y relaciones con la comunidad, con financiamiento adicional de donantes filantrópicos y subvenciones externas.

El Centro para la Deliberación Pública de la Universidad Estatal de Colorado, un centro dedicado específicamente a apoyar los enfoques deliberativos y el desarrollo de capacidades en el norte de Colorado, es una fuente de inspiración. A través de clases y prácticas integradas, el centro forma a estudiantes de diferentes especialidades para que actúen como facilitadores y desarrollen materiales justos y rigurosos que sirvan de base para la toma de decisiones de la comunidad local. De este modo, institucionaliza la pedagogía deliberativa en la universidad, con un mandato y una capacidad integrados para servir a la comunidad en general.

Pero las universidades pueden hacer más que establecer iniciativas para la deliberación. Deben convertirse ellas mismas en espacios deliberativos, incluso en su forma de gobernarse. En lugar de una gestión jerárquica o una competencia motivada por intereses propios, esto requiere un compromiso continuo con la toma de decisiones impulsada por el diálogo inclusivo y de buena fe, la reflexión crítica y la escucha genuina. 

Las universidades deben dejar de erigir el debate como la cúspide de la excelencia educativa y el compromiso democrático. En su lugar, la deliberación debería tener el mismo reconocimiento, la misma presencia en las aulas y la misma relevancia en la vida universitaria que históricamente ha tenido el debate. Incluso se podría imaginar un futuro en el que los clubes de debate estudiantil fueran sustituidos por clubes de deliberación. Aunque los títulos de videos deliberativos en YouTube quizá no serían tan llamativos, el futuro de las universidades, su legitimidad y la democracia que pretenden apoyar podrían depender de ello.

 

Autores originales:

 

  • Jeffrey Kennedy es profesor adjunto en la Facultad de Derecho de la Universidad McGill.
  • Simon Pek es profesor asociado de empresa y sociedad en la Gustavson School of Business de la Universidad de Victoria.

 

Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review publicado en la edición primavera 2024.

  • Traducción del artículo More Deliberation, Not Debate por Carlos Calles, con apoyo de DeepL.

 

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