Las organizaciones que reciclan, reutilizan, recombinan e innovan rápidamente bajo la presión de recursos y tiempo pueden contribuir a construir un futuro más inclusivo y sustentable.
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Ilustración por iStock/WestermannCreative
La pandemia del COVID19, ha tomado por sorpresa a las organizaciones de sociedad civil y a los gobiernos de todo el mundo por igual. Mientras continúan en la lucha para reaccionar y combatir sus efectos, ha surgido un concepto denominado innovación frugal que podría contribuir al diseño y desarrollo de soluciones óptimas y de bajo costo a la velocidad que se requiere para controlar la propagación de la enfermedad.
Durante la última década, se han llevado a cabo investigaciones y publicaciones sobre la innovación frugal – a veces mencionada como jugaad – en varios sectores en todo el mundo, incluyendo el de la salud. A medida que la crisis del COVID19 continúa expandiéndose, la cooperación en el diseño conjunto de soluciones innovadoras por parte de profesionales de la salud y de la sociedad civil está en su punto álgido. Por ejemplo, el gobierno alemán organizó un hackaton de innovación abierto al público en el que participaron más de 26 mil personas que aunaron sus esfuerzos para tratar de encontrar soluciones novedosas a la pandemia. Entre estas se pueden distinguir tres áreas importantes: prevención (el equipo de protección personal, la higiene y la distancia social), servicios y tecnología (dispositivos, nuevos procedimientos y hospitales provisionales) y potenciales métodos de tratamiento (vacunas y desarrollo de fármacos).
Nuestro análisis de muchas de estas soluciones requieren que estas organizaciones implementen cuatro principios implícitos de la innovación frugal, entre los que se incluyen: el reciclaje, la reutilización, la recombinación, y presidiendo todos los anteriores la rapidez. Las organizaciones pueden aplicar estos principios para enfrentar los desafíos que se presenten durante y después de la pandemia.
1. Reciclar
Este proceso implica encontrar recursos ya obsoletos, pero que estén todavía disponibles, para poder darles usos diferentes, sin que se requieran cambios significativos.
Un claro ejemplo de ello es el del reciclaje de la hidroxicloroquina y la cloroquina, fármacos de los años cincuenta, cuya falta de eficacia contra la malaria ha sido comprobada. A pesar de que la Administración de Drogas y Alimentos de los Estados Unidos (FDA) recientemente desautorizó el uso de emergencia de algunos fármacos, a causa del COVID-19, el gobierno almacenó millones de píldoras para utilizarlas eventualmente en su lucha para controlar la enfermedad. Aunque no hay evidencia de que esas medicinas sean efectivas contra el COVID-19, la decisión inicial, por errónea que sea, refleja el principio del reciclaje según el cual, los productos obsoletos pueden utilizarse otra vez. Más recientemente, se ha comprobado la eficacia y efectos benéficos de la dexametasona, otro fármaco asequible a bajo costo y disponible a nivel mundial desde la década de 1960, para el tratamiento del COVID-19.
En este sentido, los gobiernos de todo el mundo están pidiendo a residentes y negocios locales que improvisen y produzcan máscaras, guantes, batas y otros equipos de protección personal (PPE).
En parte, esto se debe a las debilidades de una cadena de suministro monopolizada, de acuerdo a la cual China proveyó la mitad de los equipos de protección personal antes de la pandemia, y cuando este país restringió las exportaciones, todos los demás países tuvieron que encontrar fuentes alternativas de suministro. Entre las soluciones creativas para paliar estas carencias, se incluyeron el uso de perforadoras y transparencias de acetato, que se utilizaban en períodos anteriores a la era digital l, para hacer pantallas protectoras. Asimismo, como medida a corto plazo, el vicepresidente Mike Pence de los Estados Unidos pidió al sector de la construcción que donara sus respiradores al sector de salud. Los sectores químicos, de construcción y otros también reciclaron muchos de sus productos para desplazarlos hacia cadenas de suministros más sólidas, que incluyeran un proceso de manufactura descentralizada con más participación de la población local.
2. Reutilizar
Esto implica alterar un recurso valioso en la actualidad, para que sirva a otro propósito diferente al original.
El personal médico de todo el mundo, incluyendo el de la ciudad de Nueva York, se ha visto obligado a usar bolsas de basura como batas médicas y máscaras de esquí como gafas protectoras. Los trenes de alta velocidad franceses han sido reutilizados para transportar a pacientes de COVID-19 a hospitales menos saturados. Las vías férreas de India y Pakistán han transformado sus trenes en unidades de cuidado intensivo, que pueden moverse a la velocidad de la propagación del virus. El hospital de Warrington en Gran Bretaña ha reutilizado aparatos originariamente diseñados para tratar la apnea del sueño para pacientes de COVID-19. Estos dispositivos han contribuido a que se incrementen las tasas de recuperación de los pacientes, son menos invasivos que los ventiladores y tienen un costo más bajo que los ventiladores calibrados para el cuidado intensivo. En Italia, una compañía de impresoras 3D cooperó con hospitales para modificar una máscara de buceo ya disponible en el mercado y crear una máscara asistida por ventilación. Esta empresa comparte su diseño con cualquiera que esté interesado en el mismo.
En Senegal, los investigadores reutilizaron un test de detección del dengue para desarrollar una versión adaptada al de coronavirus de un dólar que arroja resultados en menos de diez minutos. Su meta es producir un alto número de estos kits y destinarlo a otras naciones africanas. En Dinamarca, un científico veterinario retomó un proyecto de reutilización que podría ser aplicado a muchos otros países ganaderos. Este investigador de las Islas Feroe reutilizó su laboratorio – usado para detectar enfermedades virales en el salmón – y replicar estas pruebas en humanos para el diagnóstico del coronavirus. Esto hizo posible que se hiciera la prueba al 10 por ciento de la población, un porcentaje mayor que la de la mayor parte del mundo. Los países que muestran bajos porcentajes de incidencia oficial como resultado del bajo número de pruebas aplicadas, podrían tomar ejemplo y reconsiderar la recombinación de clínicas veterinarias ya existentes.
3. Recombinar
Este principio describe una combinación de recursos, procesos y prácticas entre organizaciones sin fines de lucro, gobiernos y negocios lucrativos de las diferentes industrias.
Como ejemplo de la recombinación de recursos limitados, en China se construyó s un hospital de mil camas, desde cero en diez días, utilizando técnicas de construcción prefabricada que se habían utilizado principalmente en programas de desarrollo de vivienda a gran escala, lo que constituyó una proeza memorable. El Servicio Nacional de Salud Inglés (NHS) tomó un enfoque diferente, utilizando el mismo principio de recombinación. En el plazo de 9 días convirtieron un enorme centro de exposición en un hospital temporal de cuatro mil camas, donde combinaron las propias habilidades de proveer cuidado médico con las habilidades militares de logística a la hora de reutilizar las instalaciones ya existentes en el centro de convenciones. También en Gran Bretaña, la iniciativa OxVent de la Universidad de Oxford y el King’s College desarrollaron un ventilador que recombinaba componentes no relacionados con este uso de la cadena de suministros del NHS. En Nueva York, la capacidad de los ventiladores se ha multiplicado varias veces por medio de las impresoras en 3D, que dividen el oxígeno de un ventilador en varios canales que pueden tratar a múltiples pacientes a la vez. Otro ejemplo es el de más de un millón de voluntarios que recombinaron la energía de sus computadoras personales hacia una red – de una alta potencia,– para secuenciar las estructuras de las proteínas del coronavirus.
En términos de procesos y prácticas, la Universidad de Oxford y la Universidad de Queensland se asociaron con compañías farmacéuticas para acelerar la preparación de la distribución de las vacunas prometedoras aplicando prácticas de procesos de fabricación mientras implementaban ensayos clínicos. Existen otras maneras de acelerar la distribución de vacunas. Por ejemplo, las compañías pueden usar sus cadenas de suministros para entregar medicinas. ColaLife, una empresa social, hizo precisamente esto en el 2011 cuando utilizó los canales de distribución de Coca-Cola y otros productos para entregar kits de medicinas antidiarreicas a pueblos remotos en Zambia.
4. Rapidez
En vista de que la velocidad de propagación del virus, hace que este se convierta exponencialmente en más letal, cuanto más tiempo pase sin ser detectado, las acciones que se realicen con mayor rapidez, serán las más útiles para evitar su expansión. Y dada la naturaleza compleja de los problemas a los que se enfrenta la sociedad por la COVID-19 – y que influyen en la salud, los comportamientos sociales, las economías y muchas otras áreas de la vida – se hace muy difícil para una sola organización o inclusive para una nación tener a su alcance todos los recursos necesarios para una respuesta efectiva. Más que tener que implementar estas soluciones desde cero, se le debe dar prioridad a la velocidad. Para ello, los procesos de reciclaje, reutilización y recombinación ofrecen una vía más rápida de solución. Pero cada una de estas técnicas de innovación frugal deben ser implementadas con rapidez.
La buena noticia: hemos observado que las iniciativas conjuntas de la Innovación frugal – tales como las llevadas a cabo conjuntamente entre empresas con fines de lucro que colaboran con empresas de interés social y ofrecen productos y servicios que c aportan un valor social y económico – generan un mayor impacto más rápidamente.
Por ejemplo, el gobierno británico proporcionó una lista de especificaciones a los fabricantes de ventiladores que muestran muchas de las características de la innovación frugal. Las especificaciones exigen que el dispositivo: sea simple de usar; requiera poca capacitación; sea suficientemente ligero como para que se pueda ajustar a las camas de los pacientes; ser lo suficientemente pequeño como para evitar obstaculizar los tratamientos médicos; que sea lo suficientemente sólido como para seguir funcionando, aunque se caiga; y que esté hecho de materiales disponibles en las cadenas de suministro británicas. La prioridad de la rapidez no solo es parte de la naturaleza de estos requisitos, con un enfoque orientado a que no haya interferencias a la hora de la utilización del dispositivo, sino en el propio nombre del proyecto, a saber, Sistema de Ventilación de Fabricación Rápida (RMVS). Por ejemplo, la compañía de electrodomésticos Dyson gastó 25 millones de dólares en dos semanas para crear un prototipo. Sin embargo, el esfuerzo colaborativo enfocado en los principios de la innovación frugal ganó la partida. Si bien el gobierno británico expresó un interés inicial en el dispositivo Dyson, y realizó un pedido provisional de diez mil dispositivos, eventualmente más tarde, determinó que llevaría mucho tiempo fabricar los nuevos dispositivos diseñados desde cero por un pequeño grupo de personas. Por otro lado, el gobierno fabricó un sistema de autorización que daba la aprobación reguladora de un diseño de VentilatorChallengeUK, a un consorcio de más de 20 organizaciones de alrededor del mundo e hizo un pedido de 15 mil dispositivos. El enfoque del consorcio de reciclar la capacidad de producción existente, reutilizar los productos anestésicos de uno de sus miembros y recombinar fuerzas específicas del sector individual de sus miembros, condujeron a una aprobación regulatoria rápida y a la capacidad de aumentar proporcionalmente la producción y de una entrega más rápida.
Un futuro frugal
Muchas epidemias en el pasado – Zika, ébola, dengue, MERS y otras – se han propagado generalmente en países menos desarrollados. El COVID-19 ha afectado al mundo entero. De hecho, en cuanto a números oficiales se refiere, los países más desarrollados parecen tener el número más elevado de casos. Como resultado de este aparente fracaso o incapacidad de responder a la crisis, los países más desarrollados han optado por soluciones que reflejan los principios de la innovación frugal. Si hay algo positivo que se puede tomar de este nuevo fenómeno, es que la innovación frugal – debido a su naturaleza basada principalmente en la colaboración y su habilidad de aprovechar al máximo los recursos limitados, puede ayudar a construir un futuro más inclusivo, seguro y sostenible. Quizás sea lo que se necesita para encarar el creciente número de problemas desbordantes a los que nos enfrentamos, ya sea el COVID-19 y la crisis económica que este ha originado, una nueva enfermedad, el cambio climático u otras posibles amenazas.
Autores originales:
- Yasser Bhatti (@yabhatti), PhD, es profesor asociado de innovación y estrategia en la Universidad Queen Mary de Londres y académico asociado en la Escuela de Negocios Saïd de la Universidad de Oxford. Estudia modelos emergentes de innovación y estrategias que promueven un crecimiento inclusivo y sostenible. Es coautor de Frugal Innovation: Models, Means, Methods.
- Jaideep Prabhu (@jaideepprabhu), PhD, es profesor de marketing en Judge Business School de la Universidad de Cambridge. Es coautor de Jugaad Innovation: Think Frugal, Be Flexible, Generate Breakthrough Growth y de Frugal Innovation
- Mathew Harris (@drmattjharris), PhD, es un conferencista clínico senior en salud pública en el departamento de atención primaria en la Escuela Imperial de Londres. Es consultor honorario en medicina de salud pública en el Imperial College Healthcare NHS Trust. Estudia la difusión de innovación en el cuidado de la salud y atención primaria y servicios de salud con un enfoque en el aprendizaje bidireccional entre países de altos y bajos ingresos.
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Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review publicado en junio 23 de 2020.
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