Vivencias, aprendizajes y desafíos de un centro enfocado en asegurar que las personas en la universidad vivan con dignidad, que existan los medios para ejercerla y que convivamos con nuestras diferencias por más opuestas que sean.
En diciembre de 2017, Salvador Alva, presidente del Tecnológico de Monterrey, y David Garza, actual presidente y en aquel momento rector, me citaron a una reunión para proponerme una nueva idea. Recuerdo con claridad ese día: al llegar a Rectoría, ambos me saludaron, “Hola Felisa, adelante, es muy importante lo que deseamos platicar contigo”. Así, recibí una invitación que no olvidaré: querían contar conmigo para liderar la creación de una nueva entidad dentro de nuestra institución.
En aquel momento sentí una mezcla de emoción, orgullo y responsabilidad. Se me ofrecía, algo que, en mi experiencia, generaba grandes posibilidades de desarrollo para las personas y la comunidad universitaria, el construir algo desde cero, cada paso abre caminos y cada camino nos permite dejar huella. Esa conversación fue el punto de partida de una aventura profesional y personal que hoy forma parte fundamental de mi historia. No solo fue una invitación, fue una apuesta por el futuro… y una que acepté con entusiasmo.
En aquel momento nadie sabía si esta entidad sería un instituto, un centro, un edificio o una silla en una esquina. La idea era contar con un espacio donde se protegiera a las personas independientemente de su identidad, que se escucharan sus voces sin represalias y se garantizaran procesos imparciales y transparentes.
Lo primero era establecer cómo se llamaría esta nueva entidad. Comencé a hilar los temas, a juntar los vocablos y a repetirlos en mi mente una y otra vez, argumentando conmigo misma cuáles serían palabras clave que no podía pasar por alto. Relacioné el trato digno hacia las personas con sus derechos y con todo tipo de violencias que vulneran la dignidad de las personas y que, en ese momento, parecían algo nuevo, pero llevaban décadas silenciadas, normalizadas y aceptadas. Había tanto por lo cual trabajar: la violencia de género, psicológica, física, social, estructural, simbólica, entre otras, siguen siendo retos importantes por enfrentar.
No me convencía utilizar los nombres de otras instituciones donde se enfocaban mayormente en la violencia de género o en la diversidad e inclusión. Esta entidad debía abarcar más que su nombre y trascender en el tiempo, independientemente de las tendencias mundiales. De pronto, de manera casi orgánica, el nombre apareció en mi mente: Centro de Reconocimiento de la Dignidad Humana.
Entendemos a la Dignidad Humana como aquella cualidad intrínseca de las personas donde se les reconoce independientemente de su origen, género, edad, condición social, capacidades, situaciones o de lo que hayan hecho. Todos los seres humanos merecemos un trato digno. Pero la dignidad es más que esto: es garantizar que las personas vivan con dignidad y asegurar que existan medios para ejercerla.
Fue un nombre visionario que, al paso de los años, abarcaría los temas que no habían sido tratados en la institución de manera sistémica: la violencia y la igualdad de género, los derechos de las personas con discapacidad, el apoyo y reconocimiento a la diversidad sexogenérica, las diferencias socioeconómicas, el respeto por las diferentes culturas, la capacidad de poner a las personas en el centro de cualquier decisión, entre otras.
Conformar un equipo de trabajo para atender las necesidades de la dignidad humana
Después de bautizar al Centro, necesitaba conformar un equipo de trabajo. Dado que yo no sabía nada teórico sobre los temas relacionados con género y diversidad e inclusión, solo los había experimentado y, muchas veces, sin darme cuenta, necesitaba contar con personas expertas que supieran tratar los asuntos específicos. Además, también necesitaba personas que fueran expertas en diversos procesos formativos y que, de alguna u otra manera, conocieran formas de aliarnos interna y externamente.
Sabía, también, que teníamos que atender diversos casos de vulneración de la dignidad humana, entre ellos, violencia de género y neurodivergencias, además de procesos formativos que nos permitirían prevenir situaciones adversas. La figura de un ombudsperson, una persona con un rol ético que se dedica a proteger los derechos de las personas frente a posibles abusos o malas prácticas, salía a relucir consistentemente como posible solución. Sin embargo, aún no teníamos las estructuras y los procesos legales y éticos que nos ayudarían a dar forma a esta posición y garantizarían que funcionara de manera independiente, justa y útil.
Tenía que pedir recursos físicos, financieros y humanos para poder con una tarea, la cual, en aquel momento, no imaginaba su inmensidad e impacto. Mi experiencia y, debo decir que también mi instinto, me ayudaron a hacer el pequeño organigrama que atendería las necesidades de la dignidad humana de la institución:
- Oficina de Género y Comunidad Segura
- Oficina de Diversidad, Equidad e Inclusión
- Dirección de Formación en Dignidad Humana
- Dirección de Redes y Alianzas
El siguiente paso fue encontrar a las personas adecuadas. En enero 2018 invité a trabajar conmigo a la primera persona que formaría parte del equipo, Karla Urriola, una experta en género e inclusión a quien le apasionan estos temas y se caracteriza por luchar por los derechos de las comunidades históricamente discriminadas. Era obvio que necesitaba a la persona que se iba a encargar de la Oficina de Diversidad e Inclusión lo más rápido posible, y en el mes de junio de 2018 decidí contratar a Mariangel García-Guadiana, una colaboradora que se caracteriza por la imperiosa misión de que todas las personas fueran vistas y escuchadas sin importar su identidad.
Después de ver una serie de casos casos de violencia de género, supe que era urgente dar marcha a la parte formativa. Invité a Perla Salinas, coautora de este artículo y experta en modelos educativos para diferentes audiencias, quien, además de su destreza en la didáctica, es una persona muy creativa, tenaz y entusiasta. Sabía que con ella podíamos hacer muchas cosas en favor de la comunidad del Tec de Monterrey. Finalmente, en el área de redes y alianzas un nombre comenzó a aparecer en la terna, Angie Soriano, una mujer joven que estaba segura de que nos ayudaría a visualizar el mundo desde una diferente perspectiva. Es así como seleccioné a las primeras cuatro integrantes del equipo. Y digo “las” porque todas eran mujeres, todas sumamente diferentes, pero las unía una misma pasión: el bien común a través del respeto a las identidades y el bienestar de las personas.Adicionalmente, tuvimos la oportunidad de contar con una asesora experta en género, Mariana Gabarrot, cuyas aportaciones han sido trascendentales dentro y fuera del Centro.
Cabe decir que una de mis mayores satisfacciones durante estos casi 8 años, ha sido darme cuenta de que las personas genuinamente quieren participar y apoyar al Centro. Recuerdo que, en un principio, las personas se acercaban a mi continuamente para ofrecerme su apoyo y decirme que querían trabajar allí. Esto me hizo pensar en la gran necesidad que tienen todas las personas de abordar estos temas y sentir que contribuyen a una causa por demás noble. Es así como otras estrategias comenzaron a emerger, aquellas en las que podían participar activamente las personas y contribuir al bienestar de las poblaciones históricamente discriminadas.
En aquel entonces, no encontré hombres con lo que yo consideraba “capacidades necesarias” y quisieran trabajar en esta nueva e incierta encomienda. Sin embargo, con el paso del tiempo nos dimos cuenta de había hombres que estaban implicados personalmente con estos temas y querían involucrarse, ya sea por pertenecer a alguna minoría o porque habían tenido un proceso de deconstrucción personal. Ahora, hay siete hombres en el equipo. En este proceso, nosotras también enfrentamos el reto de cambiar nuestra mentalidad y nos ha ayudado a tener perspectivas diferentes. Aun así, sigue habiendo una brecha generacional, es decir, es más común que los hombres jóvenes se involucren más que los mayores. Esperemos que esto cambie poco a poco.
Después de seis años de trabajo, la estructura del Centro cambió. Tras estudiar el ambiente, las tendencias y las necesidades de las personas, entre otros aspectos, la Oficina de Diversidad, Equidad e Inclusión, ahora bajo el liderazgo de Mayra Rodríguez, agregó la palabra Pertenencia a su nombre, para subrayar la imperiosa necesidad de que las personas se sientan “pertenecientes” a la institución. Un año más tarde, esta oficina se fusionó con la de Género y Comunidad Segura para eficientizar recursos y esfuerzos.
En estos años, algunas de mis colaboradoras han decidido explorar otras experiencias fuera de la institución. Entre ellas Mariangel García-Guadiana, Angie Soriano y Adriana Rojas quienes colaboraron aportando todo su esfuerzo. Hoy en día, Natalia Moreno se hace cargo, con gran entusiasmo, apertura, y asertividad, de la Dirección de Gestión y Vinculación (el nuevo nombre que dimos a la Dirección de Redes y Alianzas).
A través del trabajo de mis directoras, hemos podido compartir nuestras mejores prácticas en congresos nacionales e internacionales. Así mismo, hemos ofrecido asesorías sobre nuestros procesos y experiencias a universidades latinoamericanas. Hemos iniciado varios proyectos con organizaciones internacionales como ONU Mujeres, ACNUR, APRU, entre otras, y hemos apoyado a organizaciones privadas y universidades como como la Pontificia Católica Universidad de Chile, la Universidad de los Andes, la Universidad San Francisco de Quito y la Universidad de Chile.
Hoy en día, el Centro de Reconocimiento de la Dignidad Humana cuenta con un equipo nacional de 13 personas y otro equipo operativo local de 33 personas que brinda servicio en 26 campus del Tec de Monterrey, así como en los campus de PrepaTec, distribuidos en 20 entidades federativas y más de 30 municipios de México.
Enfrentar retos locales, nacionales e internacionales
Hay una realidad latente y punzante: nuestros temas causan controversia y están expuestos al escrutinio de comunidades que sistemáticamente han normalizado las violencias, provocando la exclusión de muchas personas y la falta de reconocimiento de la dignidad humana. Hay mucho por aprender y tanto por hacer que, a veces, parece que cuando avanzamos dos pasos, el mundo nos arroja tres para atrás, como si fuera un baile sin ritmo y sin esperanza.
Hemos visto, con mucho dolor, que en muchas partes del mundo se están eliminando los programas de género, diversidad e inclusión. Hoy en día nos enfrentamos a la inercia cruel de un mundo devastado por la desconexión entre las personas. Nuestros programas tienen que ser más cautelosos y hemos encontrado maneras de abordar los temas desde perspectivas más empáticas para todas las personas, tales como la dignidad humana, los derechos humanos, la construcción de paz, los sesgos inconscientes, entre otros. Al final, a eso nos dedicamos: a resistir, a defender, a reconocer, cuidar y resarcir la dignidad humana de todas las personas.
En estos poco más de siete años que lleva el Centro, ha habido retos y circunstancias que nos han hecho aún más fuertes. Estos son retos mundiales que influyen en el comportamiento de las personas y, por lo tanto, de alguna manera, en los temas que tratamos. Enlistaremos algunos retos y profundizaremos en algunas estrategias que hemos seguido, porque vale la pena aprender del recorrido.

Triángulo de la violencia Galtung (1990)
En ocasiones, no sabemos que estamos inmersos en sistemas que nos violentan y en los que violentamos. Para entenderlo, el sociólogo noruego Johan Galtung definió las violencias directas, estructurales y culturales. Las violencias directas se concretan en comportamientos, mientras que las estructurales atraviesan todas las capas sociales y no permiten satisfacer necesidades, generando desigualdades. Finalmente, en la violencia cultural observamos cómo los símbolos, sistemas, creencias y tradiciones reproducen y legitiman las relaciones de poder, justificando así, en un círculo perfecto, las mismas violencias.

Mientras que la violencia directa es un acontecimiento, la estructural nos envuelve en un proceso, y la violencia cultural permanece en nuestras comunidades. Por ejemplo, en el mundo vemos guerras que, aparentemente, surgen de manera intempestiva y sin previo aviso. Sin embargo, es común que estas declaraciones de guerra sean precedidas por viejas rencillas, discriminaciones históricas e injusticias tan normalizadas que, culturalmente, es casi imposible pensar en otra manera de resolver las cosas. Si trasladamos estos conceptos a entornos universitarios, cobran sentido mucha de las injusticias en las que vivimos diariamente.
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Es importante entender que siempre van a existir los conflictos porque son parte de las relaciones humanas. Aun así, debemos tomarlos como oportunidades de aprendizaje y fortalecimiento relacional, porque el conflicto no necesariamente se convierte en violencia, pero la violencia, a menudo, aborda los conflictos silenciados.
Considerando lo anterior, a continuación, profundizaremos en algunos retos y aprendizajes que hemos vivido en nuestra trayectoria:
Responder a movimientos sociales actuales | En este mundo globalizado, la velocidad y el acceso a la información han hecho que más personas tomen conciencia del profundo malestar que genera vivir en una realidad donde atropellar a la dignidad forma parte de lo cotidiano. Si bien los movimientos sociales han existido desde siempre, es innegable que, en las primeras dos décadas del siglo XXI, han alcanzado un auge sin precedentes, impactando la conciencia colectiva, fortaleciendo los activismos y, sin duda, cambiando el rumbo de la historia.
Desde los levantamientos para exigir libertad a regímenes autoritarios, pasando por la conciencia contra la desigualdad económica y la distribución de la riqueza, hasta los movimientos de minorías, estas expresiones colectivas se han convertido en un símbolo poderoso donde todas las personas pueden levantar sus voces, al tiempo que crean consciencia en los demás. El mundo recuerda, por ejemplo, Black Lives Matter, que exige justicia racial; el movimiento feminista Me Too, contra la violencia de género y el acoso sexual; Fridays for Future, en contra de la inacción climática; los movimientos indígenas en Latinoamérica, que buscan derechos culturales y luchan contra el extractivismo; por mencionar algunos. Todos estos indican un cambio en la balanza mundial, y es muy poderoso que, sin importar la generación, la identidad ni el nivel socioeconómico, las personas encuentran eco en estos grupos y comienzan a visibilizar y a señalar los actos discriminatorios.
Las redes sociales están igual o más polarizadas que el mundo en que vivimos: son tanto un impulso como un obstáculo en el camino de los cambios sociales. El Centro de Reconocimiento de la Dignidad Humana se crea en medio de este creciente caos, y, precisamente, esta ambigüedad nos abrió una puerta que, si bien parecía la más hostil y agotadora, sería la que más cambios traería a nuestro entorno.
Reconocer la diversidad generacional y de audiencias | Desde el inicio contemplamos que el Centro de Reconocimiento de la Dignidad Humana diera servicio a nivel nacional, considerando las tres instituciones del Tecnológico de Monterrey: Tecmilenio, TecSalud y Tec de Monterrey. Es así como, actualmente, servimos a más de 180,000 personas contando al estudiantado de los tres niveles (preparatoria, profesional y posgrado), al profesorado de planta y de cátedra, a las directivas y directivos, y a las colaboradoras y colaboradores.
Posteriormente, nos dimos cuenta de que, a la par, era necesario trabajar con madres y padres de familia de PrepaTec, EXATECs (personas que pertenecen a la red de egresados del Tecnológico de Monterrey) e instituciones externas que solicitaban nuestro apoyo.
La diversidad generacional, es decir, la coexistencia de personas de diferentes edades, características, experiencias, perspectivas, narrativas, habilidades, valores, gustos y tendencias requiere la misma diversidad de servicios. En el Tecnológico de Monterrey conviven diariamente al menos cinco generaciones, (Boomers, Gen X, Millenials, Gen Z y Gen Alfa), todas ellas muy diferentes entre sí. A veces da la impresión de que somos una especie de torre de Babel en donde nadie es capaz de entender a la otra persona, y por eso, homologar los conceptos, así como contar con una serie de guías, normas y reglas, siempre han sido fundamentales para una convivencia en donde se priorice la dignidad humana de las personas.
Por otra parte, las temáticas que aborda el Centro de Reconocimiento de la Dignidad Humana siempre han sido controversiales. Sin embargo, la parte más complicada de la ecuación son aquellas personas cuyos pensamientos, acciones, narrativas y experiencias las llevan a ser detractoras. Muchas veces la raíz de los malentendidos es precisamente el miedo, la incertidumbre, el desconocimiento, el no cuestionar lo que nos han enseñado o el seguir haciendo las cosas de la misma manera, porque aparentemente funcionan.
No obstante, partimos de la idea de que nadie quiere dañar a otras personas y que es posible convivir con nuestras diferencias y detener los ciclos de las polarizaciones. En el Centro de Reconocimiento de la Dignidad Humana contamos con herramientas como el diálogo sostenido, la comunicación no violenta y la educación para la paz, las cuales nos ayudan a escucharnos, entendernos y llegar a acuerdos.
Descubrir puntos de encuentro | En un inicio, comenzamos la formación sobre temas relacionados con la violencia de género y la diversidad, la equidad e inclusión, dado que era lo más visible y problemático a lo que nos enfrentábamos. No pasó mucho tiempo para entender que la narrativa de la violencia de género erguía muchas más barreras de las que tiraba. Por lo tanto, comenzamos a ver la necesidad de hablar de aquellos puntos en donde todas las personas podíamos coincidir: los “puntos de encuentro”.
Un ejemplo de “punto de encuentro” son los sesgos inconscientes. Todas las personas tenemos sesgos debido a nuestras narrativas, circunstancias, experiencias, creencias, personalidad, entre otros factores. Estos sesgos influyen nuestra visión de mundo y trato con las personas, y, para vivir en un mundo más justo y equitativo es necesario hacerlos conscientes. Nadie se salva de tener sesgos, pero la idea es trabajarlos diariamente.
Otros ejemplos de “puntos de encuentro” que hemos presentado n las capacitaciones son: dignidad humana, educación para la paz, compasión y perdón. Así, los temas comenzaron a tener un sentido diferente entre las personas. La siguiente figura resume este camino:
Romper los silencios | A pesar de tener protocolos, reglamentos, normativas, equipos de atención a los casos, cursos, talleres, libros y un sinfín de recursos al alcance de cualquier persona, se seguían presentando casos de violencia dentro de la institución. En varias ocasiones nos preguntamos dentro del equipo por qué la cantidad de casos aumentaba considerablemente. No tardamos mucho en entender que, aun si tuviéramos todas las herramientas para erradicar las violencias, todo sería infructífero mientras las personas siguieran guardando silencio ante las injusticias. Una tarde esperando en el aeropuerto a que saliera el avión para visitar uno de los campus, comenzamos a rebotar ideas intentando esquematizar la problemática. El resultado fue el siguiente:

Nos dimos cuenta de que lo que originaba situaciones adversas era una tremenda falta de empatía y sesgos inconscientes, que, sumados a la desigualdad de oportunidades, a los privilegios y a las grietas relacionales, nos llevaban a una percepción de desigualdad absoluta. Estas desigualdades se acentuaban más debido a las afectaciones de las víctimas, que resultaban en enojo, frustración y resentimiento. Finalmente, el silencio colectivo y la normalización de las violencias sumado al silencio institucional daban pie a las crisis que se seguían presentando. Este modelo fue realizado en el año 2018 y, lamentablemente, sigue vigente con silencios más profundos derivados de violencias aún más sofisticadas que suceden a través de medios digitales y ante la falta de atención a aquello que se calla.
Asumir una nueva realidad: la pandemia | Uno de los retos más sórdidos, dolorosos, angustiantes y desgastantes llegó en 2020, con la pandemia. La pandemia no solo cambió la manera de hacer las cosas, sino que dio pie a una nueva era donde las esferas sociales, económicas, políticas, culturales, educativas y de salud no volverían a ser las mismas que conocíamos. La salud mental fue uno de los hitos más complejos para abordar y aunque pensábamos que las violencias disminuirían por la modalidad de trabajo remoto, nos dimos cuenta de que incrementaron. Esto debido, entre otras cosas, a ambientes familiares no propicios para el desarrollo. Mucha gente, sobre todo mujeres y niños, experimentaron violencia física y psicológica en sus hogares, un aspecto que mermaba la capacidad laboral, educativa y social de muchas personas. Otros aspectos que aparecieron con mayor frecuencia fueron el burn-out, una consecuencia de la rápida adaptación a los cambios, y las violencias digitales, más sofisticadas de las que habíamos vivido anteriormente y con mucho mayor alcance.
El profesorado enfrentó nuevos retos: comenzaron a ser conscientes de que las bromas, comentarios, formas de usar el lenguaje e incluso los dichos mexicanos tan utilizados en la comunicación diaria, podían afectar al público estudiantil, ahora mucho más sensible ante la gravedad de la pandemia. Pronto se requirieron más herramientas, cursos, talleres y protocolos para dar frente a la creciente necesidad de entender y a las generaciones con las que convivíamos virtualmente. El profesorado comenzó a interesarse, por convencimiento o por necesidad, en nuestros cursos, talleres, protocolos, guías y otras herramientas de apoyo para comprender la situación y que, a su vez, seguir con su rol en la enseñanza.
Por contrastante que parezca, la pandemia fue la plataforma que dio acceso masivo a nuevas formas de relacionarnos con respeto y reconocer la dignidad de las personas. Obligados o no, comenzamos a formar parte del cambio y, más allá de eso, comenzamos a provocarlo. Aprendimos día a día, reconocimos nuevas formas de violencias, y fuimos testigos de malestares y desesperanza; a la par, salieron a la luz fortalezas y habilidades que no sabíamos que teníamos, comenzamos a entender la resiliencia y a cultivar la paciencia. Eran escenarios desconocidos, pero ya no había vuelta atrás, entrábamos en una nueva era.
Visibilizar los discursos de odio | En el Centro de Reconocimiento de la Dignidad Humana, nos hemos percatado de que las personas no se dan cuenta de que sus palabras y expresiones pueden provocar dolor a otras. Hemos normalizado tanto las violencias que, a veces, se nos dificulta entender cuando violentamos y cuando nos violentan. Estas expresiones de odio, ya sean orales, escritas o simbólicas, promueven, incitan o justifican la discriminación y las violencias contra una persona o un grupo.
Los discursos de odio están mezclados en la cultura, desde el lenguaje ofensivo hasta la estigmatización de colectivos vulnerables o minoritarios, y llevan a la exclusión de personas. El Centro de Reconocimiento de la Dignidad Humana buscamos defender la libertad de expresión estando al pendiente de que esta libertad no se convierta en discursos de odio. La libertad de expresión es un derecho fundamental, pero tiene sus límites cuando pone en riesgo la dignidad, seguridad o derechos de otras personas. No hace falta más que ver el mundo donde vivimos para entender que una sola persona puede incitar a la violencia o incluso promover genocidios utilizando discursos de odio.
En el Centro de Reconocimiento de la Dignidad Humana creemos que es posible convivir con nuestras diferencias y entender distintas posturas, por más opuestas que éstas sean. Entender las diferencias de identidades, perspectivas y valores, nos ayudará a detener los ciclos de violencia para dar paso a la creación de nuevas formas de escuchar, de expresarnos y de habitar el mundo.
Reconocer nuestros logros
A veces pareciera que no avanzamos, pero, cuando volteamos atrás, nos damos cuenta de que hemos estado dando pasos constantemente. Porque este camino no se logra recorriéndolo a pasos agigantados, se logra con paciencia, persistencia, diálogo y procurando la paz. Los cambios que hemos tenido en estos siete años y medio han sido muy acelerados, tanto a en nivel mundiales como nacional, institucional y personal.
Como Centro de Reconocimiento de la Dignidad Humana hemos buscado herramientas y caminos que nos ayuden a entender el presente. Una de ellas es el “Modelo del Iceberg y la Realidad Actual” de Presencing Institute (2025).

El Modelo del Iceberg es una herramienta de diagnóstico que se utiliza para analizar estructuras sistémicas e identificar puntos ciegos que provocan que un equipo, una organización o una sociedad reproduzca colectivamente resultados que nadie desea. El Modelo del Iceberg hace visibles las estructuras subyacentes, los paradigmas de pensamiento y las fuentes. Cuando estos se ignoran, los equipos se ven atrapados en la repetición de patrones del pasado.
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La sociedad tiende a repetir patrones del pasado que ya no son suficientes ni funcionales, por eso nos hemos dedicado a crear estrategias que apoyan nuestro propósito y nos permiten permanecer y seguir adelante ante las adversidades. Lo mejor de todo es que a lo largo de estos casi ocho años también nos ha tocado celebrar.
A continuación, enlistamos algunos de los logros que hemos tenido como Centro de Reconocimiento de la Dignidad Humana y profundizaremos en cuatro de ellos. Estos son ejemplos de los pasos que hemos dado en pro del desarrollo de mujeres dentro de nuestra institución. Nuestro legado siempre se enfocará en honrar a las que abrieron caminos, impulsar a las que podemos transitarlos y seguir abriendo nuevos, y trabajar por todas las que vienen.

Establecer un protocolo de actuación y prevención de la violencia de género | El protocolo surgió como una iniciativa de Grupos Estudiantiles del Tec de Monterrey, campus Monterrey, con la intención de sumarse a los compromisos He for She de ONU Mujeres. En aquel entonces, se necesitaba contar con un protocolo si queríamos firmar los compromisos y este grupo de estudiantes llevaron la inquietud a un grupo de profesoras para que se pudiera dar forma al documento.
En 2017 emergieron movimientos estudiantiles que demandaban atención a casos de violencia de género, lo que promovió un nuevo esfuerzo para retomar e institucionalizar el protocolo de actuación para la prevención y atención de violencia de género, de manera que pudiera utilizarse en cualquiera de las entidades del grupo educativo del Tecnológico de Monterrey. Para 2018 comenzó la documentación de casos en la plataforma oficial de denuncias del Tecnológico de Monterrey y se creó el primer comité de género para la atención de casos, que operaría a nivel nacional. Ese mismo año se abrió el primer Punto de Atención de la Dignidad Humana en campus Monterrey. En 2019 firmamos los compromisos He for She en alianza con ONU Mujeres, el cual, a través de nueve compromisos, nos abrió la puerta para realizar una serie de acciones que darían pie a decenas de estrategias del Centro de Reconocimiento de la Dignidad Humana.
Posicionar el protocolo a nivel nacional fue un gran logro, ya que alzaba la esperanza de que las voces de las personas violentadas fueran escuchadas a través de un instrumento avalado por la institución. El hecho de tener cero tolerancia a la violencia en la institución, nos ayudó a posicionar el protocolo y a comenzar a trabajar en el cuidado y resarcimiento de la dignidad de las personas.
Crear el Comité Impulsa | Una de las primeras encomiendas del Centro fue la creación de un comité consultivo capaz de reconocer las problemáticas de la institución en materia de igualdad de género y con el objetivo específico de que existieran más mujeres en puestos de toma de decisiones en el Tecnológico de Monterrey. En febrero del 2018 se creó el Comité Impulsa. Las fundadoras de este esfuerzo éramos mujeres en puestos de liderazgo de algunos campus del Tec de Monterrey, cuyas experiencias y autoridad aprovechamos para implementar los cambios requeridos. A lo largo de estos años, el Comité ha tenido varios logros entre los cuales destacan los siguientes:
- Acciones institucionales para desarrollar talento de mujeres en el Tecnológico de Monterrey
- Incremento del 32 por ciento de mujeres en puestos directivos
- Creación de la Red Impulsa
- Summit Impulsa
- Capacitación en el programa Mujeres en Educación y Liderazgo (Women in Learning and Leadership, WILL), un programa de liderazgo para mujeres de alto potencial de desempeño.
- Mentoría del Programa de Mujeres en Liderazgo de Asia Pacífico (APWiL, por sus siglas en inglés) el cual busca impulsar el cambio en la equidad de género considerando los diversos contextos en los que se desarrolla esta búsqueda en las universidades miembros. Con esta colaboración, fomentamos la generación de espacios internacionales para el empoderamiento, el crecimiento profesional y el desarrollo de mujeres en posiciones académicas.
- Creación de un task force en diversas áreas de la institución que desarrollara nuevas iniciativas para Impulsa.
Promover iniciativas estratégicas frente a cambios institucionales | En 2020 se creó la Vicepresidencia de Inclusión, Impacto Social y Sostenibilidad del Tecnológico de Monterrey, la cual abarcaría temas transversales para el desarrollo de las personas y sus comunidades. Inés Sáenz fue nombrada para el cargo y se convirtió en la primera vicepresidenta del Tecnológico de Monterrey. Esto nos enorgulleció a todos, pero debo decir que mucho más a las mujeres: ahora se podía ver un camino claro y posible para que llegáramos a ocupar los puestos más altos en la institución. Inés es una mujer valiente, disruptiva, resiliente, carismática y con amplias capacidades para relacionarse. Estas características facilitaron que nuestros esfuerzos tuvieran aún mayor proyección.
Ese año nos dimos cuenta de que, si queríamos llegar sistemáticamente a las instituciones del grupo educativo del Tecnológico de Monterrey (TecMilenio, TecSalud y Tec de Monterrey), sería necesario incluir los temas de Dignidad Humana en todas las normas y los reglamentos. Así, en 2021, comenzamos a gestar el Proyecto de Diversidad, Equidad e Inclusión (DEI), en sus inicios bajo el liderazgo de Zinia Padilla, con el objetivo de crear entornos seguros y plenos para la inclusión y desarrollo de todas las personas. En este proyecto sistematizamos procesos formativos, realizamos guías de inclusión, aprobamos lineamientos para que los espacios físicos fueran accesibles e inclusivos, entre otros. En 2023 el Proyecto de Diversidad, Equidad e Inclusión cambió su nombre a el Proyecto de Diversidad, Equidad, Inclusión y Pertenencia (DEIP), cuyo enfoque era catapultar proyectos en la PrepaTec y TecMilenio. Además, abarcamos las temáticas DEIP en la renovación de los planes de estudio 2026 para estudiantes de profesional.
En 2024, observando el nuevo entorno y necesidades de las personas dimos pie al Proyecto de Dignidad Humana cuya aspiración es: “Fortalecernos como un grupo educativo que respeta y reconoce la dignidad humana; en donde se valoran la identidad, la diversidad y la multiculturalidad de nuestra comunidad, y se identifican como componentes indispensables para favorecer entornos seguros, inclusivos y libres de violencia, que propicien el desarrollo individual y colectivo, el bienestar y la pertenencia de todas las personas".
A lo largo de todos estos cambios fue importante establecer metas como las que propusimos para 2024:
- Meta 1: Estrategias de Consolidación Institucional en temas DEIP
- Meta 2: Estrategias de vinculación y alianzas nacionales, internacionales e institucionales
- Meta 3: Estrategias de prevención y fortalecimiento de espacios seguros e inclusivos
- Meta 4: Estrategias de Formación en Dignidad Humana
Vivir un Modelo Vivencial de Dignidad Humana | Desde la creación del Centro era necesario entender lo que significaba la Dignidad Humana dentro del Tec de Monterrey, con el fin para ser congruentes con el nombre y abarcar ampliamente los temas. Así, formamos un equipo de académicos que, en conjunto con el Centro, construiría un modelo que reconociera la dignidad de todas las personas, entendible para todos los públicos y adaptable a las necesidades institucionales. De este esfuerzo, en 2019, surgió el Modelo de Dignidad Humana, el cual cuenta la visión occidental histórica, psicológica, antropológica y sociológica de la dignidad humana desde tiempos de los grandes pensadores griegos. Su parte medular fue llamada “los nueve mínimos nodales”, en otras palabras, lo mínimo que las personas debíamos tener para reconocer y respetar la dignidad de las personas.
Pronto nos dimos cuenta de que el modelo seguía siendo complejo para ser entendido de una manera homóloga por todas las personas. Por lo tanto, nos dimos a la tarea de proponer un modelo que pudiera vivirse en cada momento y en cualquier situación. De esta manera, considerando autores clásicos y modernos, en 2024 surgió lo que llamamos “Modelo Vivencial de la Dignidad Humana” cuya definición es la siguiente:
“La Dignidad Humana es una cualidad intrínseca e incondicional del ser humano que demanda su reconocimiento en toda circunstancia. Las personas somos valiosas, tenemos una historia, una vida que importa, que es única e irrepetible. Nuestro valor no viene dado de fuera, sino que deriva de una serie de atributos humanos entre los cuales destacamos la posibilidad de pensar por nosotras y nosotros mismos; de tener autoconciencia; de sentir; de dialogar, elegir, trazarnos un plan de vida; ser personas imaginativas, creativas y transformar nuestro entorno”.
- Este modelo aporta los siguientes objetivos:
- Educación centrada en la dignidad humana, que promueva su reconocimiento y transformación hacia el florecimiento humano.
- Políticas y normativas institucionales que promuevan la vivencia de la dignidad humana, para que las personas cuenten con un entorno de seguridad que propicie las condiciones para su prosperidad.
- Iniciativas estratégicas de investigación, liderazgo, emprendimiento e innovación hacia el reconocimiento de la dignidad humana.
- Una cultura organizacional basada en el reconocimiento, cuidado y resarcimiento de la dignidad humana.
Cabe aclarar que el modelo no es exhaustivo, es adaptable y contiene diversos enfoques y disciplinas; sin embargo, para su creación nos centramos en ciertas consideraciones:

El reto al que nos enfrentaremos próximamente es lograr su despliegue en toda nuestra institución y para todos los públicos.
Aprendizajes en el camino
A veces es necesario desaprender lo aprendido para poder cuestionar aquello que hemos normalizado. Ha sido un recorrido largo con muchos obstáculos, pero lleno de satisfacciones. Todos los días despertamos con la esperanza de que, si somos conscientes y nos empeñamos, podemos cambiar la vida de al menos a una persona, y nuestra intención es siempre hacerlo para un bien mayor. Sabemos que estamos ante un cambio acelerado en todas las esferas de la humanidad, pero también sabemos que podemos construir en colectivo entornos seguros y sociedades inclusivas para reconocer la dignidad de todas las personas. A continuación, concluimos con algunos de los aprendizajes más significativos que hemos tenido a lo largo de estos años:
- Es indispensable mantener una conexión constante con el entorno que nos permita ser flexibles y adaptativos.
- Es posible convivir con nuestras diferencias y entender distintas posturas, por más opuestas que sean. Entender las diferencias de identidades, perspectivas y valores nos ayudará a enfrentar los conflictos y vivirlos sin violencia.
- No podemos dar por sentado los derechos que tenemos, debemos luchar por ellos todos los días.
- Es necesario visibilizar las situaciones para lograr su reconocimiento y los cambios necesarios.
- Las personas quieren ser escuchadas, y ser escuchadas implica entender de dónde vienen sus inquietudes, sus narrativas, sus experiencias, sus circunstancias, es decir, cómo habitan el mundo.
- Si guardamos silencio ante la violencia, somos parte del problema.
- Todo es sistémico: dentro de un sistema violento, somos violentos, pero dentro de un sistema de amor, ese sentimiento destaca.
- Si no alzamos la voz, así sea por una sola persona, las cosas siempre seguirían igual.
- ¿Cuántas personas vulneradas en su dignidad necesitamos para hacer cambios? Con una persona es suficiente, no necesitamos un porcentaje determinado.
- Por más polarizado que se presente un entorno, siempre se puede llegar a puntos de encuentro y es nuestro deber buscarlos.
- Podemos cambiar la realidad de una persona con una sola decisión.
- Todo ser humano tiene un propósito único e irrepetible, por lo que el valor de las personas no puede estar en tela de juicio.
- Necesitamos hacer un sobre esfuerzo en acciones de prevención, formación y sensibilización para disminuir situaciones de violencia y no solo esfuerzos reactivos.
- Los ojos de las personas nunca mienten.
Yo, Felisa, estoy convencida que el camino que estamos recorriendo aporta un paso más a la posibilidad de un mundo diferente para las generaciones que nos siguen. En este camino he vivido muchas experiencias, tomado muchas decisiones y aportado un granito de arena al cambio de cultura con la cual siempre he soñado, una donde todas las personas seamos reconocidas y respetadas considerando las diferentes identidades.
En estos casi ocho años, me doy cuenta de que soy una persona diferente a la que inició con este reto. Hoy soy muchos roles: esposa, madre, abuela, directiva, compañera, amiga, y lo único que busco es allanar el camino para que todas las personas alcancen su máximo potencial, para que nadie tenga que abandonar sus sueños, para no tener que renunciar a ninguna identidad y para que todas las personas podamos sentir que cabemos en este mundo.
Yo, Perla, inicié el camino atravesada en el cuerpo por los temas y movida desde las entrañas. Sin embargo, me di cuenta de que, para que adquiera verdadero significado para otras personas, es necesario profundizar en temáticas, abordarlas desde distintos ámbitos y llevarlas a la vivencia. Solo así podremos estar inmersos en un mundo donde sea posible transformar la manera en que nos relacionamos y mantener la esperanza. Hoy reconozco el valor de las identidades diversas y busco transformar las relaciones y las estructuras que siempre nos han ceñido a espacios determinados. Veo el entorno y entiendo que la diversidad es nuestra mayor fortaleza y que cada persona es valiosa solo por el hecho de serlo.
Entiendo que, a lo largo de la vida, habrá momentos en que se abran muchas puertas a los temas que tratamos y que podamos confrontar y exigir, pero habrá otros, espero que los menos, en donde nos tenemos que replegar, luchar por consolidar lo logrado y, sin lugar a duda, resistir. Aun así, no me cabe la menor duda de que habitar el mundo con nuestras propias identidades es una experiencia que vale la pena vivir. Para mí, es importante construir y proponer nuevas maneras de construir entornos de sana convivencia en espacios seguros. Ya no soy la misma, nunca más permitiré que alguien decida cómo debo habitar el mundo, esa es mi ganancia, y es la ganancia que ofrezco a los demás.
Referencias
Borges, H. (2021, junio 2). Leading in modern times: The blind spot of leadership. Medium. https://helio-borges.medium.com/leading-in-modern-times-the-blind-spot-of-leadership-919964764e24
Galtung, J. (1990). Cultural violence. Journal of Peace Research, 27(3), 291–305. https://doi.org/10.1177/0022343390027003005
Presencing Institute. (2021). Tool: The Iceberg Model [PDF]. https://www.presencing.org/assets/tools/2021-06-Iceberg-Model.pdf
Autora original:
- Felisa González es la Directora del Centro de Reconocimiento de la Dignidad Humana del Tecnológico de Monterrey. Asimismo, es fundadora del Comité Impulsa en 2018, dirigiendo esfuerzos encaminados a la igualdad de género. Por más de 30 años ha sido colaboradora de esta institución, tiempo en el que se ha dedicado a la docencia y dirección de diversas entidades a nivel nacional.
- Perla Salinas desde diversos cargos, ha promovido la innovación educativa en programas de preparatoria, profesional y posgrado y ha dirigido esfuerzos de formación profesores, al crear modelos y estrategias para su desarrollo continuo. Actualmente es Directora Nacional de Formación en Dignidad Humana en el Tecnológico de Monterrey.
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Este artículo es contenido original de la Revista Stanford Social Innovation Review en Español #16
Edición por Andrea González
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