Lecciones clave para impulsar al sector salud hacia la meta de alcanzar emisiones netas cero.
El cambio climático se ha acelerado más rápido de lo que la mayoría de los científicos había previsto, llevándonos al borde de una crisis en cadena de la que quizás no haya retorno. Si continuamos quemando combustibles fósiles y emitiendo gases de efecto invernadero como hemos hecho hasta ahora, las crisis de salud se intensificarán.
Para finales de siglo, podrían registrarse más de nueve millones de muertes anuales relacionadas con el cambio climático, y es posible que esta estimación sea conservadora.
A pesar de que las repercusiones para la salud son enormes, y aunque el sector médico posee una poderosa voz ética, así como el poder económico y la influencia política contundente en todos los niveles de gobierno, su participación se había encontrado prácticamente ausente del debate sobre el cambio climático desde que líderes de todo el mundo firmaron la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) en Río de Janeiro hace más de 30 años.
Sin embargo, el sector salud ha comenzado a tomar protagonismo recientemente. Hoy en día somos testigos de las primeras fases de un movimiento masivo por la acción climática en este sector, una ola en crecimiento que la organización para la que trabajo, Health Care Without Harm (Salud sin Daño, HCWH por sus siglas en inglés), ha contribuido a impulsar. HCWH es una ONG internacional que, desde 1996, trabaja para reducir la huella ambiental del sector de la salud y promover la defensa de la salud y la justicia ambiental.
Uno de los factores que impulsó el reciente cambio que ayudamos a generar fue la revelación que hicimos en 2019: si el sector salud fuera un país, sería el quinto mayor emisor de gases de efecto invernadero del planeta. Esta sorprendente noticia nos sirvió como motivación. Si el sector salud es, paradójicamente, un contribuyente de los problemas de salud relacionados con el clima, también puede ser parte de la solución. Con base en esta premisa, vimos la oportunidad para generar un cambio sistémico.
A continuación, analizaré el comienzo de este movimiento, su crecimiento y hacia dónde se dirige a medida que avanza en la lucha global por un clima saludable. Examinaré cómo la sensibilización y el compromiso evolucionaron rápidamente en el sector salud y, a partir de ahí, cómo este impulso podría trasladarse hacia otros sectores y abordar otras problemáticas.
También abordaré los retos y deficiencias a los que se enfrenta el sector salud al asumir una crisis de tal magnitud. Finalmente, intentaré extraer lecciones de esta experiencia que puedan respaldar nuevas acciones contra el cambio climático en el sector salud, así como el cambio transformador en otros sectores de la sociedad.
El clima en crisis, nuestra salud en peligro
La crisis climática es una crisis sanitaria global y de rápida evolución que amenaza con superar en gravedad a la pandemia de COVID-19. Las intensas tormentas, olas de calor, inundaciones y sequías que caracterizan el cambio climático ya han tenido importantes repercusiones en la salud humana. El estrés térmico agrava las enfermedades cardiopulmonares y aumenta la mortalidad, además de incrementar los resultados adversos durante el embarazo y el parto.
Los incendios forestales impulsados por el cambio climático contaminan el aire a nivel global y provocan enfermedades respiratorias, entre otras patologías. Infraestructuras de salud han sido destruidas en todo el mundo a causa de fenómenos meteorológicos extremos, lo que afecta los servicios de atención médica. Además, la angustia causada por el cambio climático y otros problemas relacionados con la salud mental sigue en aumento.
Las altas temperaturas también están favoreciendo la expansión de enfermedades transmitidas por vectores como la malaria, la enfermedad de Lyme y la chikungunya, hacia áreas donde antes no existían o donde habían desaparecido hace mucho tiempo, lo que pone en riesgo a millones de personas.
Por otro lado, la deforestación generalizada en muchas regiones acelera la propagación de enfermedades zoonóticas y aumenta el riesgo de futuras pandemias. Las condiciones meteorológicas extremas afectan la agricultura, agravan la escasez de alimentos y empeoran la nutrición en diversas partes del mundo. Además, los desplazamientos humanos y las migraciones causados por el cambio climático plantean nuevos desafíos para la salud.
Todas estas tendencias ya se están manifestando, y el mundo ni siquiera ha alcanzado los 1.5 grados de aumento en las temperaturas en comparación con los niveles previos a la era industrial, que, según los científicos, constituyen un límite crítico para evitar un cambio climático acelerado.
Si no se reducen las emisiones de manera rápida y radical, estos efectos devastadores seguirán incrementándose. En general, el cambio climático amenaza con revertir décadas de avances en salud y desarrollo, empujando nuevamente hacia la pobreza a cientos de millones de personas en países de ingresos bajos y medios. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha calificado correctamente al cambio climático como la mayor amenaza para la salud de este siglo.
El origen evidente de esta inminente emergencia mundial es la adicción de la humanidad a los combustibles fósiles.
La combustión del petróleo, carbón y gas natural representa cerca de tres cuartas partes de todas las emisiones globales y es también la principal causa de la contaminación atmosférica. Esta contaminación ya es responsable de una de cada cinco muertes en el mundo, lo que provoca más de ocho millones de muertes anuales. Sin una transformación masiva de los sistemas energéticos mundiales, las emisiones de gases de efecto invernadero podrían fácilmente duplicar esa cifra.
Formar un movimiento global
El primer párrafo del artículo 1 de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 1992 señala los “efectos nocivos importantes” sobre la salud como uno de los principales impactos potenciales del cambio climático.
Sin embargo, durante muchos años, a medida que la crisis se agravaba sin cesar, quienes lideraban la política climática, el activismo y la filantropía ignoraron en gran medida la importancia de la salud y el papel crucial que este sector podría desempeñar en detenerla.
Solo en la última década, el sector salud (compuesto por médicos, enfermeros, hospitales, sistemas de salud, responsables de políticas sanitarias, gobiernos, organizaciones internacionales, agencias de cooperación, ONG, entidades del sector privado y organizaciones filantrópicas en el ámbito de la salud) comenzó a reconocer las innumerables implicaciones de la crisis climática para la salud humana y a sumarse a la lucha contra el cambio climático.
En un artículo de 2015 para la Stanford Social Innovation Review, el cual escribí junto con el presidente y cofundador de HCWH, Gary Cohen, y el profesor de medicina Peter Orris, informamos sobre el éxito de HCWH al liderar una campaña global para eliminar gradualmente el mercurio del sector salud. Dicho elemento es un contaminante de larga duración y de relevancia internacional. En la conclusión del artículo, mencionamos que estábamos comenzando a aplicar las lecciones aprendidas en la lucha contra el mercurio hacia la del cambio climático.
Desde entonces, hemos establecido una sólida red global que lidera la creación de un movimiento mundial para enfrentar las consecuencias de la crisis climática en la salud. Estamos movilizando a profesionales de la salud, hospitales, sistemas y organizaciones de atención sanitaria, así como a las secretarías de salud de gobiernos locales, nacionales y organismos internacionales, con el fin de hacer frente a lo que el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, ha calificado como una “amenaza existencial para la humanidad”. Nos enfocamos en promover un cambio sistémico a gran escala.
Al aplicar el juramento hipocrático sobre que “lo primero por hacer es evitar el daño”, nos hemos centrado en reducir las emisiones del sector salud que agravan la crisis climática. Estas emisiones representaron un sorprendente 4.4 % de las emisiones mundiales netas en 2014 y aumentaron al 5.2 % en 2019. Nuestra visión es, en última instancia, alinear el sector con los objetivos del Acuerdo de París de 2016, que buscan limitar el calentamiento a 1.5 grados centígrados o menos, colocando a la industria en una trayectoria hacia emisiones netas cero para 2050.
Al enfocarnos en un sector económico que va más allá de las categorías climáticas habituales, como la energía, el transporte, los edificios, los sistemas alimentarios, los plásticos y los residuos, estamos trabajando para establecer un enfoque innovador e integral para la reducción de emisiones de carbono. Este enfoque también puede contribuir a mejorar la salud, la resiliencia de las comunidades y la equidad en materia de salud.
Para lograrlo, será necesaria una transformación completa en la forma en que se brinda la atención médica, en la construcción y operación de las instalaciones del sector, y en la producción de bienes y servicios sanitarios. Además, para alcanzar un objetivo tan ambicioso, será crucial colaborar con otros sectores económicos y sociales.
El HCWH y un grupo de socios, incluido un pequeño y dinámico equipo dentro de la OMS, comenzaron este viaje como voces en el desierto. Con el tiempo, se contribuyó a consolidar un movimiento mundial en constante crecimiento en torno al clima y la salud.
HCWH creó una red de colaboración denominada Global Green and Healthy Hospitals (Hospitales Verdes y Saludables del Mundo), que ha ayudado a decenas de miles de instalaciones sanitarias en 84 países a lograr una atención médica sostenible y con bajas emisiones de carbono, además de ser resilientes ante los efectos de la crisis climática. También hemos promovido cambios en las políticas de las secretarías de salud a nivel nacional y regional.
Desarrollamos estrategias de adquisición sostenible que aprovechan el enorme poder adquisitivo del sector para impulsar los mercados globales de atención médica, orientándolos hacia productos sanitarios y cadenas de suministro más ecológicos.
Los avances fueron lentos al principio, pero a lo largo de la última década hemos visto un aumento en la participación en todos los continentes: tanto instituciones que representan a miles de hospitales, como miles de millones de dólares en gasto y millones de profesionales de la salud comenzaron a dar sus primeros pasos hacia la acción climática.
Sin embargo, sabíamos que no podíamos conformarnos con esos avances, ya que no eran suficientes. Reconocíamos que, si la atención médica continuaba como hasta ahora, su huella ecológica podría triplicarse para 2050. Por eso, comenzamos a elaborar una hoja de ruta, un conjunto de alternativas y acciones que, de seguirse, se alinearía con el Acuerdo de París y reduciría las emisiones de carbono del sector salud a nivel mundial para 2050.
Punto de inflexión
Varios factores contribuyeron al cambio de los sistemas a gran escala que logramos impulsar, pero hubo un momento clave en el que todo cambió. Ese punto de inflexión llevó a una rápida y, hasta hoy, continua expansión de la acción sobre el clima y la salud. Ese momento fue el lanzamiento del Programa de Salud de la COP26 (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático) en Glasgow, Escocia, en noviembre de 2021.
El Programa de Salud de la COP26, lanzado por la presidencia británica de la COP, fue una colaboración entre el Reino Unido, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el HCWH. Aunque fue de corta duración, tuvo un impacto significativo. Su objetivo era que al menos 10 secretarías de salud de diferentes países adoptaran los lineamientos de nuestra hoja de ruta y se comprometieran a ofrecer atención médica resiliente al cambio climático, sostenible y con bajas emisiones de carbono. Los resultados superaron rápidamente nuestras expectativas.
Cuando los líderes mundiales se reunieron en Glasgow en noviembre de 2021, alrededor de una cuarta parte de los gobiernos del mundo (52 secretarías de salud de países de ingresos bajos, medios y altos) ya habían firmado el compromiso. Más de 20 de ellas se comprometieron a alcanzar las emisiones cero.
Al mismo tiempo, entidades no estatales que representan a más de 14,000 hospitales y centros de salud de todo el mundo se comprometieron a alcanzar emisiones cero a través de la iniciativa Race to Zero (Carrera hacia cero) de la CMNUCC, diseñada para alinear a empresas, gobiernos subnacionales y la sociedad civil con el objetivo de limitar el calentamiento global a 1.5 grados centígrados, según el Acuerdo de París.
A principios de 2022, se creó la Alianza para la Acción Transformadora sobre el Clima y la Salud (ATACH, por sus siglas en inglés), un organismo global informal con sede en la OMS. Su propósito es apoyar a las 83 secretarías de salud que firmaron los compromisos de la COP26 en la implementación de dichas acciones.
Además, en 2023, bajo la presidencia de la India en el G20 y con el apoyo técnico del Banco Asiático de Desarrollo (BAD), se lograron compromisos oficiales tanto de los secretarios de salud como de los jefes de Estado del G20 para alinear sus sistemas de salud con los objetivos de ATACH.
Este avance representó el primer compromiso conjunto de jefes de gobierno en temas de clima y salud. Lo más notable es que este compromiso provino de los líderes del G20, cuyos países son responsables del 75% de todas las emisiones relacionadas con el sector salud.
Brasil, que ha asumido la presidencia del G20, ahora incluirá el cambio climático como una de las cuatro principales prioridades del grupo en el ámbito de la salud.
El avance hacia una atención sanitaria con emisiones netas cero sigue creciendo, aunque de manera compleja. En la COP28, la presidencia de los Emiratos Árabes Unidos priorizó por primera vez la salud, estableciendo un día temático dedicado a este tema durante las negociaciones climáticas de diciembre, cuando se anunciaron mil millones de dólares en nuevos fondos para abordar el clima y la salud.
Al mismo tiempo, es evidente para todos que, aunque resulte paradójico, el presidente de la COP28 también lidera la Abu Dhabi National Oil Company (ADNOC), el duodécimo mayor productor de petróleo del mundo. Esto se suma a las acciones de muchos otros países, incluido Estados Unidos, que continúan ampliando la exploración y producción de combustibles fósiles.
En última instancia, el paso más importante para proteger la salud pública frente al cambio climático es desmantelar la industria de los combustibles fósiles. Como ha señalado Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la OMS, los gobiernos deben "liderar una eliminación justa, equitativa y rápida de los combustibles fósiles, y facilitar la transición hacia un futuro con energía limpia".
El sector salud intensificó la presión sobre los gobiernos en la COP28, donde HCWH y la Alianza Mundial Clima y Salud convocaron a líderes de organizaciones de salud que representan a más de 46 millones de profesionales del sector. Estos se alinearon con numerosos grupos sociales para pedir al presidente de la COP y a los gobiernos miembros que eliminen progresivamente el carbón, el petróleo y el gas.
Las organizaciones de salud se unieron a otros sectores para presionar a los gobiernos a fin de que incluyeran estos compromisos en el texto de negociación de Dubai. Los resultados fueron diversos. Por primera vez desde que comenzaron las negociaciones sobre el clima, el texto pedía una transición para abandonar los combustibles fósiles, marcando un punto de inflexión para un cambio transformador y ofreciendo un respaldo para futuras acciones.
Al mismo tiempo, las fisuras provocadas por esos intereses son enormes: el documento promueve al gas natural como combustible de transición y respalda maniobras de distracción peligrosas, como tecnologías aún no comprobadas; por ejemplo, la captura y el almacenamiento de carbono. Estas deficiencias abren el camino para una prolongada batalla durante los próximos años.
En general, hemos impulsado y alcanzado un enorme éxito en la lucha contra el cambio climático en el sector salud en un corto período de tiempo, logrando que un sector que representa el 10% del PIB mundial se coloque en la trayectoria hacia la descarbonización, a la vez que se convierte en defensor de una transición justa.
Sin embargo, la breve historia de la acción climática está llena de compromisos y promesas vacías. Muchos gobiernos han expresado grandes aspiraciones al firmar a favor de la descarbonización de la salud, o al menos del abandono de los combustibles fósiles, pero esas promesas carecen de valor si no van acompañadas de planes de acción concretos, objetivos claros, plazos definidos, financiación adecuada y mecanismos de rendición de cuentas.
Aún queda mucho trabajo por hacer para evitar que se repitan las expectativas incumplidas y para frenar el aumento de las emisiones en el sector salud. Este también enfrenta una serie de desafíos técnicos que interfieren para alcanzar las cero emisiones netas. La cadena global de suministro sanitario (que incluye la producción y distribución de productos farmacéuticos, dispositivos médicos, equipos hospitalarios, alimentos, entre otros) representa más del 70% de la huella de carbono del sector.
Transformar este sector requerirá cambios profundos en la regulación de los procesos e insumos de fabricación de la industria sanitaria, así como en sus sistemas de envasado, transporte y desecho. Estos pasos, a su vez, demandarán una amplia transformación económica en varios países, así como la iniciativa por parte de los productores del sector privado para adaptar sus propios procesos.
Además, los gobiernos y los sistemas de salud deberán promulgar normativas, políticas y prácticas orientadas al consumo sostenible.
Otros desafíos incluyen la búsqueda de caminos económicamente viables y equitativos hacia la descarbonización, la creación de programas de sensibilización y formación sobre la lucha climática para el personal de salud, y la reforma de los seguros médicos públicos y privados para que los sistemas de reembolso favorezcan las operaciones con bajas emisiones de carbono.
Nadie sabe aún cómo sería un sistema sanitario con cero emisiones. Debemos crearlo colectivamente y, sin duda, surgirá a partir de numerosos experimentos e innovaciones en diversas partes del mundo.
Es importante destacar que las soluciones en los países con altas emisiones y altos ingresos (los principales responsables del problema) deberán implementarse con mayor rapidez y, en muchos casos, serán muy diferentes de las que se apliquen en los países de bajos ingresos, donde la atención sanitaria con bajas o nulas emisiones de carbono también deberá fomentar el acceso universal y la equidad en la salud.
Afortunadamente, miles de hospitales y sistemas de salud, tanto en el Norte como en el Sur, están comprometidos con el objetivo de alcanzar cero emisiones netas y trabajan activamente para encontrar soluciones en múltiples frentes. (Consulte “En el camino hacia una atención sanitaria con cero emisiones” en la página 35).
Varios gobiernos nacionales y regionales también han desarrollado o están implementando planes para concretar sus compromisos. (Consulte “Convertir la ambición en acción” en la página 36.) A medida que este movimiento siga creciendo, llevará a uno de los mayores sectores económicos y sociales del planeta hacia una trayectoria cada vez más alineada con la sostenibilidad climática, sirviendo así como modelo para el conjunto de la sociedad.
¿Por qué hasta ahora?
¿Cómo es posible que este movimiento sanitario haya logrado tanto en tan poco tiempo? Son tres factores los que han sido la clave del éxito.
En primer lugar, hace apenas cinco años, muchos en el sector salud aún consideraban que la cuestión climática no era una prioridad. Sin embargo, hoy los efectos del cambio climático en la salud son una preocupación prioritaria para un número creciente de profesionales y líderes sanitarios en todo el mundo.
Cuando los hospitales y centros de salud se inundan o se incendian, cuando niños no fumadores llegan al hospital con los pulmones dañados por la contaminación del aire, cuando la carga de pacientes por el calor extremo supera la capacidad del sistema, cuando las pruebas demuestran que la atención médica contribuye significativamente al problema, y cuando científicos destacados y la OMS subrayan la urgencia del cambio climático, la propia crisis se convierte en un catalizador para la acción.
En segundo lugar, la pandemia de COVID-19 reveló la magnitud de una crisis global con múltiples dimensiones. A medida que el brote del virus evidenciaba la interconexión entre salud y medio ambiente, se volvía cada vez más evidente la urgencia de la acción climática en favor de la salud. El COVID-19 posicionó al sector salud como la primera línea de respuesta.
Así pues, puso de manifiesto las profundas desigualdades en materia de salud y acceso a la atención médica, tanto dentro de los países como entre ellos, durante una emergencia mundial. También subrayó la urgencia de fortalecer y transformar nuestros sistemas sanitarios, no solo para prevenir y prepararnos ante futuras pandemias, sino también para enfrentar otros grandes desafíos sanitarios del siglo XXI, como el cambio climático.
Si nuestros sistemas sanitarios en muchas partes del mundo estuvieron al borde del colapso debido a la pandemia, ¿cómo podrá el sector salud hacer frente a la creciente carga de una crisis climática cada vez más grave? ¿Cómo podemos prepararnos? ¿Qué medidas podemos tomar para prevenir los daños?
Por más increíble que parezca, muchos médicos y enfermeras de primera línea, directivos de hospitales y sistemas de salud, así como secretarios del sector sanitario, comenzaron a plantearse estas mismas preguntas en medio de una pandemia que los obligaba a trabajar horas extraordinarias.
Muchos optaron por la acción. Por ejemplo, en plena pandemia de COVID, Providence, un sistema de salud compuesto por 52 hospitales en el oeste de Estados Unidos, se comprometió a convertirse en una entidad carbono-negativa para 2030 y lanzó un programa para alcanzar este ambicioso objetivo.
En tercer lugar, los compromisos de alto nivel de las secretarías de salud en materia de descarbonización y resiliencia en la COP26 se basaron en los ejemplos de quienes fueron pioneros en adoptarlos. Por ejemplo, el liderazgo del Reino Unido en temas de clima y salud en Glasgow se apoyó en la experiencia concreta del Servicio Nacional de Salud (SNS) de Inglaterra, que durante los últimos 20 años ha trabajado en la descarbonización del sector sanitario con resultados palpables y tiene previsto alcanzar el objetivo de cero emisiones netas para 2045.
Los logros del SNS, junto con un liderazgo más amplio del sector salud del Reino Unido, legitimaron el compromiso de su presidencia en temas de salud y demostraron al mundo que el cambio era posible.
De igual manera, cuando el Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS, por sus siglas en inglés) de EE.UU. evaluó su compromiso con los objetivos de la COP26, se sintió impulsado por los esfuerzos de la coalición entre importantes sistemas de salud que ya estaban muy avanzados en esta labor.
El Consejo del Clima de la Atención Médica de EE.UU., formado por el HCWH, reúne a 21 sistemas sanitarios líderes que representan a más de 600 hospitales de 43 estados que emplean a más de 1.3 millones de personas y atienden a más de 81 millones de pacientes al año. El consejo aprovecha la unión de sus voces para establecer y hacer un seguimiento de los objetivos climáticos, compartir las mejores prácticas y defender colectivamente las políticas.
En este caso, el consejo envió una carta al presidente Joe Biden y al secretario del HHS, Xavier Becerra, en apoyo de la inclusión del gobierno estadounidense en el Programa de Salud de la COP26. Posteriormente, el gobierno se comprometió y lanzó varias iniciativas políticas, normativas y acciones voluntarias con el fin de comenzar su implementación.
Aprendizaje en cuatro categorías
Nuestro éxito al movilizar al sector salud con el propósito de hacer frente al cambio climático nos ha enseñado muchas lecciones. No solo son cruciales para el creciente movimiento por el clima y la salud, sino que también pueden ser de gran utilidad para los agentes de cambio y los movimientos sociales que abordan el cambio climático en otros sectores de la sociedad. Agrupo estas lecciones en cuatro categorías generales.
1. La pandemia fue solo el prólogo
Las lecciones más útiles de la COVID-19 para el clima y la salud se centran en aplicar los principios fundamentales de la preparación para emergencias. El primero de estos principios es la prevención primaria, es decir, intervenir antes de que se manifiesten los efectos negativos sobre la salud.
Entre las estrategias para la prevención de pandemias se incluyen la conservación de la biodiversidad, las normas de bioseguridad, la protección de la salud animal y la reducción de la propagación de enfermedades zoonóticas. Por su parte, la prevención de las repercusiones sanitarias del cambio climático requiere una transformación completa de los sistemas energéticos globales para reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero.
La pandemia y la creciente crisis climática nos enseñan que la prevención de estas dos amenazas globales está estrechamente vinculada. La prevención de la deforestación requiere tanto el fin de la tala masiva de los ecosistemas tropicales como un enfoque transversal y colaborativo que integre la salud de los seres humanos, los animales y los sistemas naturales como parte de un todo único e interconectado.
Este enfoque, denominado "One Health" (Una sola salud), es un marco emergente con el potencial de reunir a múltiples sectores a nivel mundial, nacional y local para abordar una variedad de crisis interconectadas que enfrenta el mundo.
La COVID-19 también nos enseñó que debemos estar mejor preparados. Nuestras instituciones de salud fueron tomadas por sorpresa, a pesar de las claras advertencias de científicos y pronosticadores de que una pandemia mundial probablemente ocurriría en un futuro cercano. Hoy en día, los científicos proyectan cómo el cambio climático afectará gravemente nuestra salud. Aunque algunos hospitales y sistemas sanitarios en todo el mundo ya están tomando medidas adecuadas, corremos el riesgo de que nuevamente nos sorprendan.
¿Podemos reunir la voluntad política para la prevención y la preparación a la escala necesaria? El mundo cuenta con las herramientas, la tecnología y el conocimiento necesarios para lograr ambos objetivos. La pandemia también nos ha demostrado que es posible generar un cambio social rápido y significativo.
Un mundo interconectado y en red, respaldado por el compromiso político de enfrentar una amenaza existencial, puede liberar el “ingenio y la innovación que operan a una velocidad inimaginable”, como comentó mi colega Liz McKeon, de la Fundación IKEA, uno de los mayores patrocinadores de HCWH, mientras reflexionábamos sobre las lecciones de la pandemia.
La COVID también confirmó que nuestros médicos y enfermeras son algunas de las voces más confiables y respetadas en la mayoría de las sociedades. Son y seguirán siendo la primera línea de respuesta en cualquier emergencia sanitaria, lo que les otorga un gran peso moral.
Aunque durante la pandemia hubo episodios de desconfianza en el sector de la salud, las voces de los profesionales demostraron su capacidad para persuadir a la opinión pública y superar la polarización política con ciencia y experiencia. Los líderes del sector salud pueden movilizar al público para enfrentar el cambio climático, la mayor amenaza sanitaria del siglo.
2. Las redes enfocadas en resultados concretos aceleran el cambio en los sistemas
Siguiendo el ejemplo de nuestro éxito en la eliminación progresiva del mercurio, adoptamos un enfoque similar: comenzamos con un proyecto piloto local en hospitales, luego lo ampliamos a los sistemas sanitarios regionales y nacionales, y, finalmente, lo llevamos a la política global.
Sin embargo, la urgencia de la crisis climática y la complejidad del sector salud requerían una estrategia más sofisticada. Decidimos aprovechar la madurez de nuestras redes y el dinamismo creciente y polifacético de nuestro movimiento para movilizar a nuestros numerosos socios y colaborar con otros, con el objetivo de impulsar un cambio sistémico a través de múltiples vías: desde abajo hacia arriba, desde arriba hacia abajo y de manera lateral.
Hemos comprobado que las redes de diversos agentes que operan con un objetivo común y en sincronía pueden reforzarse mutuamente y ser más fuertes que las entidades homogéneas que siguen una única vía lineal de cambio.
Trabajar con organizaciones de base desde la raíz ha sido fundamental para nuestra estrategia. Nuestra red mundial ha identificado ejemplos brillantes en el terreno y también ha sembrado las bases que apoyan la creación conjunta, el cultivo y la posterior consolidación de múltiples experimentos exitosos en diversos entornos, tanto ricos como pobres, urbanos y rurales, del norte y del sur. (Véase “En el camino hacia una asistencia sanitaria con cero emisiones” en la página 35).
Este trabajo ha demostrado lo que se puede lograr tanto dentro de los países como a través de las fronteras, estableciendo un ecosistema de cambio a gran escala: una comunidad global de prácticas que ha inspirado, impulsado y ampliado su impacto. Estos numerosos éxitos han dado legitimidad al trabajo en los niveles políticos más altos, tanto a escala nacional como internacional, al demostrar que el progreso es posible.
Al mismo tiempo, también consideramos vital un enfoque descendente. Nuestro trabajo con los Campeones de Alto Nivel de las Naciones Unidas para el Cambio Climático impulsó a los sistemas de salud regionales y privados a unirse a la Carrera hacia Cero y a asumir cada vez más compromisos de reducción de emisiones hasta llegar a cero.
Del mismo modo, nuestra colaboración con la OMS y la presidencia británica de la COP creó un marco bajo el cual las secretarías nacionales de salud pudieron unirse al Programa de Salud de la COP26 y, posteriormente, a ATACH. Estos compromisos de arriba hacia abajo y las políticas resultantes han superado con creces lo que un movimiento de salud de base para la acción climática podría haber logrado por sí solo. A su vez, este compromiso ha establecido la legitimidad política y, en algunos casos, el mandato para que la descarbonización y la resiliencia de la atención sanitaria continúen expandiéndose sobre el terreno y en todos los segmentos del sector salud.
Este enfoque de red, centrado en resultados claros y definidos, ha facilitado la interacción entre los enfoques descendente y ascendente. Para establecer el Programa de Salud de la COP26, por ejemplo, contábamos con tres redes globales que operaban en planos diferentes pero superpuestos. En su rol de presidencia de la COP, el Reino Unido movilizó su red diplomática y su conjunto de embajadas en todo el mundo para llegar a los líderes gubernamentales.
Al mismo tiempo, la OMS activó su red de oficinas regionales y nacionales para involucrar a los secretarios de salud. Y en coordinación con ambas, el HCWH trabajó a través de su red mundial y sus socios para influir en los departamentos y el personal de las secretarías de salud. La sinergia entre los tres contribuyó a generar una cadena de compromisos a nivel global.
Todo este impulso también ha creado las condiciones para que surjan una serie de esfuerzos laterales esenciales. Por ejemplo, organismos multilaterales de desarrollo como el Banco Mundial y el BAsD (Banco Asiático de Desarrollo) están estudiando cómo alinear los más de 40 mil millones de dólares en Ayuda al Desarrollo para la Salud que ellos y otros destinan cada año a la acción climática.
Mientras tanto, agencias de financiamiento para el cambio climático, como el Fondo Verde para el Clima, están evaluando cómo invertir cientos de millones de dólares en atención médica resiliente al cambio climático. Todas estas instituciones están recibiendo el mensaje por parte de sus gobiernos donantes acerca de que esta iniciativa es una prioridad. Su compromiso, a su vez, promete transformar la trayectoria del desarrollo y el financiamiento de la salud en los países de ingresos bajos y medios en los próximos años.
Entre tanto, la cadena de suministro de la atención médica, liderada por el sector privado (incluidos los grupos de la industria de la salud que representan a los fabricantes de dispositivos médicos, las empresas farmacéuticas, las compañías de seguros de salud privados, entre otros) está prestando cada vez más atención a sus propias contribuciones significativas a la huella climática de la atención médica.
Están respondiendo a las directrices políticas y de mercado impulsadas por el creciente movimiento, y están comenzando a explorar formas de reducir las emisiones de carbono de sus productos y operaciones. Algunos líderes del sector salud también están empezando a promover la responsabilidad corporativa en relación con el cambio climático y a implementar medidas regulatorias para los proveedores y fabricantes de productos sanitarios.
La complejidad de este proceso de cambio, que abarca múltiples niveles y dimensiones, es algo que ningún individuo podría prever por completo ni ninguna organización puede atribuirse el mérito de manera exclusiva. Un cambio sistémico en profundidad requiere la participación de los múltiples elementos de cualquier sistema en la transformación.
3. Ampliar es dejar ir
Charlotte Brody, una de las fundadoras del HCWH, ha dicho que “sabes que es un movimiento cuando no sabes todo lo que pasa en él”. Quienes trabajan en la intersección entre la cuestión climática y la salud están, sin duda, convirtiéndose en un movimiento global.
En los últimos años, el movimiento ha crecido más allá del pequeño grupo inicial de organizaciones y redes que lo fundaron, incorporando a importantes instituciones internacionales, docenas de gobiernos, millones de profesionales de la salud y cientos de instituciones sanitarias cuyas misiones van desde la vacunación y la cobertura universal de la salud hasta la prevención de enfermedades no transmisibles y la erradicación de la malaria.
Se están formando nuevas redes de médicos y enfermeras que abogan por un aire limpio y luchan contra el cambio climático. Las academias nacionales de medicina, las asociaciones nacionales de salud pública y las universidades de prestigio están participando cada vez más.
Dos de las principales organizaciones filantrópicas del mundo, Wellcome Trust y la Fundación Rockefeller, han destinado cientos de millones de dólares a iniciativas relacionadas con el clima y la salud. Por su parte, la Alianza Mundial Clima y Salud se dedica a llevar a las negociaciones climáticas una voz unida en apoyo de la salud humana.
El sector de la ayuda humanitaria, incluidos el Comité Internacional de la Cruz Roja y Médicos Sin Fronteras, también está abordando el cambio climático. Las organizaciones de salud de base defienden con firmeza la eliminación de los combustibles fósiles en el sector sanitario, mientras que el Movimiento para la Salud de los Pueblos, una red global de activistas, organizaciones de la sociedad civil e instituciones académicas, está investigando la conexión entre la justicia sanitaria y la justicia climática.
La iniciativa de innovación en productos sanitarios Unitaid invertirá 100 millones de dólares en tecnología de salud con bajas emisiones de carbono durante los próximos cinco años. Gavi, la alianza internacional a favor de la vacunación, está trabajando para reducir las emisiones de carbono en la cadena de suministro de vacunas. Además, organizaciones como la Iniciativa Clinton de Acceso a la Salud están utilizando su experiencia en la influencia de mercados y la promoción de la salud pública para ayudar a mitigar la huella de carbono de la industria farmacéutica.
Este floreciente movimiento por el clima y la salud está abriendo un sinfín de oportunidades y sumando actores a la lucha. A medida que evoluciona esta nueva realidad, reconocemos que nuestro papel ha pasado de ser pioneros que ayudan a generar impulso a ceder gran parte del trabajo a otros.
Nos estamos enfocando en nuestro trabajo principal con hospitales y sistemas de salud mientras movilizamos a los profesionales de la salud como defensores. Estamos reduciendo nuestra participación en iniciativas específicas de hospitales y sistemas de salud individuales para centrarnos más en el desarrollo de herramientas, guías, capacitación y políticas que respalden la implementación y defensa a mayor escala.
Además, nos hemos asociado con grandes instituciones como la OMS y el Banco Asiático de Desarrollo (BAD), que tienen más capacidad que nosotros para impulsar la transformación. Estamos estableciendo colaboraciones con el creciente número de organizaciones de salud principales que se están sumando al movimiento.
Cada vez asumimos más el rol de facilitadores, catalizadores y socios del conocimiento. Estamos creando programas e iniciativas y difundiéndolos a nivel global, aprendiendo a dejarlos ir para que crezcan por sí solos. Asimismo, nos estamos enfocando en el mayor obstáculo para proteger la salud frente al cambio climático: la quema de combustibles fósiles.
4. Movilizar a la sociedad para dejar atrás los combustibles fósiles en una transición justa y saludable
Aunque los sistemas de salud están evolucionando a gran escala, la crisis climática avanza y se intensifica a un ritmo más acelerado que las transformaciones en el sector. Impulsar el cambio hacia una atención sanitaria con cero emisiones netas es un paso significativo y una tarea monumental, pero por sí solo no es suficiente.
Ni siquiera podemos aspirar a una atención de la salud con cero emisiones netas si no se produce un cambio fundamental de los sistemas en otros sectores de la sociedad, uno trascienda más allá de las paredes de los hospitales. La lección más importante de nuestra experiencia en los últimos años, aunque sea la más obvia, es que alinear la atención sanitaria con la ambición del Acuerdo de París de mantener el calentamiento por debajo de 1.5 grados centígrados debe formar parte de un esfuerzo multisectorial más amplio que, en última instancia, implique a todas las partes de la sociedad.
El creciente movimiento del sector salud en torno a la cuestión climática debe abrazar esta ambición y enfocarse en generar beneficios inmediatos, impulsando una transición rápida, justa y saludable que abandone los combustibles fósiles en favor de una energía limpia, renovable, asequible, accesible, descentralizada y saludable.
Sin esta ambición, la acción en materia de salud frente al cambio climático estará condenada al fracaso. Ninguna inversión en la resiliencia de las infraestructuras de salud o en la adaptación sanitaria para combatir la malaria, por ejemplo, será suficiente si la temperatura global continúa en ascenso.
Al mismo tiempo, integrar la salud en la acción climática puede acelerar el cambio sistémico necesario para estabilizar el clima global. La confianza en las voces de los profesionales de la salud, que abogan por un aire limpio y un planeta sano, puede contrarrestar la avalancha de desinformación y propaganda de la industria de los combustibles fósiles.
Una transición justa, saludable y rápida hacia el abandono del carbón, del petróleo y del gas natural protegerá tanto la salud de las personas como la del planeta frente a los efectos del cambio climático.
Si bien una transición rápida evitaría los peores estragos de un aumento de la temperatura de 2 ó 3 grados centígrados, una transición justa y saludable también podría abordar algunos de los mayores retos sanitarios de nuestros días.
Por ejemplo, una transición justa y saludable podría limpiar el aire, evitando millones de muertes por contaminación atmosférica y ahorrando billones de dólares en gastos de salud, creando así un ciclo positivo en la reducción de la huella de carbono del sector salud. Además, la transición hacia la energía renovable descentralizada podría impulsar la equidad en la atención sanitaria al mejorar significativamente el acceso a los servicios médicos en un mundo donde se estima que el 59% de los centros sanitarios en los países de ingresos bajos y medios aún carecen de acceso a la electricidad necesaria para ofrecer atención básica.
Finalmente, una transición justa y saludable disminuiría la carga de enfermedades transmisibles y no transmisibles asociadas al cambio climático, protegiendo y mejorando la salud de las personas, los animales y el planeta.
En HCWH, hemos delineado el camino hacia un cambio transformador en los sistemas que guíe al sector salud hacia una trayectoria de cero emisiones. Ahora es el momento de capitalizar este impulso y continuar fortaleciendo el movimiento mundial por el clima y la salud.
Debemos expandir la rica historia de organización del sector salud en los últimos 150 años, que aboga por el suministro público de servicios sanitarios, la protección de los derechos de los trabajadores, la no proliferación de armas nucleares, la lucha contra el VIH/SIDA y el control del tabaco. Proteger la salud pública frente a la crisis climática puede representar un reto aún mayor, pero podemos lograrlo aprendiendo del pasado e innovando para el futuro.
Autores originales:
- Josh Karliner es Director de Asociaciones Mundiales de Health Care Without Harm.
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Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review publicado en la edición primavera 2024.
Traducción del artículo Health Care Takes on Climate Change por Jorge Treviño.
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