Green Schoolyards America une la innovación ecológica con la educación, la equidad y el compromiso con la comunidad.
“¿Qué cultivamos en nuestro jardín?” pregunta Wanda Stewart a un grupo de alumnos de tercer grado de la escuela primaria Hoover de Oakland, California. La clase estalla con un popurrí de hortalizas: “¡Sandía!” “¡Cerezas!” “¡Espinacas!” “¡Berenjenas!” Entonces alguien grita: “¡Mangos!” y Stewart, la profesora de jardinería de Hoover, levanta la mano. “¿Podemos cultivar mangos en California?”, pregunta. “Los mangos tienen que crecer en un lugar muy cálido, como Centroamérica o México”. Alguien más grita: “¡Sacramento!” y Stewart hace una pausa. “Quizás en Sacramento”, opina. Un niño de ocho años y de mirada alegre comparte que su lugar favorito para leer es el huerto, y añade que intentó hacer un batido de berenjenas y fresas cultivadas en Hoover en la cocina exterior de la escuela, pero que “no quedó muy bien”.
Puede que en Hoover no se cultiven mangos, pero sí se destinan 520 metros cuadrados al cultivo de al menos 50 tipos diferentes de frutas, verduras, hierbas, arbustos y árboles frutales. Aunque se trata de una escuela con bajo presupuesto que está ubicada en el centro de la ciudad, su huerto produce suficientes productos orgánicos como para incluirlos en el mercado de agricultores de West Oakland.
Sharon Danks considera que Hoover sirve de modelo para otras escuelas de primaria y secundaria (K-12 de acuerdo al modelo educativo de Estados Unidos). Danks es la fundadora y directora ejecutiva de Green Schoolyards America (Patios Escolares Verdes Estados Unidos), una organización sin fines de lucro con sede en Berkeley, California, que busca ampliar y fortalecer el programa de patios escolares verdes que está prosperando en ciudades como Tokio y Berlín, y ahora comienza a echar raíces en Estados Unidos. La idea es transformar los patios escolares del modelo de asfalto y hierba de la década de los 40 en paisajes ecológicamente diversos que conecten la naturaleza y la sostenibilidad medioambiental con el aprendizaje activo sobre el terreno, y que a la vez que fomenten la participación comunitaria y democrática.
“El objetivo de Green Schoolyards America es utilizar los terrenos escolares para mejorar el bienestar de los niños y el medioambiente de manera simultánea”, afirma Danks. “Estamos igualmente interesados en los avances en el aprendizaje, la salud y el bienestar socio-emocional de los niños, así como en las cuencas hidrográficas, los hábitats, la calidad del aire y el cambio climático”. En última instancia, el programa de patios escolares verdes consiste en diseñar ciudades ecológicamente sanas del futuro en las que nos gustaría vivir y, durante el proceso, restablecer nuestra relación con el mundo natural.
LAS POLÍTICAS DE LA EQUIDAD
La regla de oro de los patios escolares en Estados Unidos, especialmente en las zonas urbanas, consiste en una estructura de juego cimentada en cemento o goma, rodeada por una valla que divide el espacio de los alumnos en un lado y a los habitantes de la comunidad en el otro. Para Danks, este modelo representa un problema a muchos niveles. “Si algo no está suficientemente financiado, es más fácil encerrarlo”, afirma, al tiempo que señala que muchas escuelas se asemejan a prisiones porque el asfalto y las vallas de alambre son baratos y requieren poco mantenimiento. “Pero en un mundo ideal, los ciudadanos se preocupan por el espacio público … Hay una filosofía de participación ciudadana implícita en la planificación de un patio escolar verde”.
Esta filosofía considera que el terreno escolar es un recurso comunitario. En lugar de esperar que los distritos escolares traten de gestionar todo su terreno sin contar con los recursos necesarios, la comunidad asume la administración del terreno y decide qué debe plantarse y dónde, lo que a su vez, crea una infraestructura capaz de evolucionar con el tiempo para satisfacer las necesidades y deseos de la comunidad. Los niños también tienen poder de decisión, y esto efectivamente profundiza sus conocimientos sobre su propio entorno. Para Danks, este empoderamiento es un antídoto frente a una cultura en la que “las cuestiones medioambientales son tan negativas y la forma en que estas han sido representadas puede atemorizar a los niños”.
Y, en efecto, el huerto de Hoover es un proyecto comunitario. Los miembros de una iglesia cercana, estudiantes de la Universidad de California en Berkeley, organizaciones locales sin fines de lucro y algunas marcas nacionales, han aportado dinero, herramientas y trabajo a este huerto. Y el huerto devuelve de lo que recibe.
“Ninguno de los que trabajan en el huerto se va a casa con las manos vacías”, dice Stewart, quien añade que todo el que pase por ahí también recibe algo de comer, sobre todo las personas sin hogar.
"Hay un conjunto creciente de investigaciones que indican que tener acceso a espacios verdes en la escuela tiene un impacto directo en el rendimiento de los alumnos. Las investigaciones de William Sullivan, profesor y director del departamento de arquitectura del paisaje de la Universidad de Illinois, revela una correlación entre el diseño urbano y el bienestar. Uno de los proyectos del profesor, consistía en poner pruebas que fatigarían mentalmente a los alumnos de secundaria en uno de estos tres entornos: una habitación sin ventanas, una habitación con vista a un “espacio con edificios” pero sin vegetación, y por último una habitación con vista hacia la vegetación. En la habitación sin ventanas, los estudiantes reportaron el mayor estrés y cometieron el mayor número de errores en las pruebas, mientras que los chicos en la habitación con vista a los árboles reportaron el menor nivel de estrés y cometieron el menor número de errores.
Marcella Raney y Bevin Ashenmiller, ambos profesores del Occidental College y miembros del equipo colaborador en la investigación de Green Schoolyards America, analizan qué características del diseño de los patios escolares permiten reducir la temperatura de la superficie y los niveles de contaminación. Por ejemplo, los patios escolares cubiertos de tierra, en lugar de cemento, absorben el agua de lluvia y, por tanto, ayudan a mantener los terrenos escolares más frescos al tiempo que mejoran la cuenca hidrográfica. Raney y Ashenmiller también estudian qué características podrían favorecer la actividad física de los niños en zonas de escasos recursos. “En los barrios urbanos de bajos recursos, los niños tienen muy pocas oportunidades de realizar actividad física fuera del recinto escolar”, observa Raney. “Afortunadamente, se están llevando a cabo importantes programas verdes en patios escolares y se han acelerado las inversiones a gran escala para transformar el entorno de las escuelas”.
Los patios escolares son un vasto recurso que, por lo general, las comunidades aún no han empezado a aprovechar, señala Danks. A pesar de estar presentes en todas partes, la cantidad exacta de terreno que ocupan las escuelas públicas es desconocida, incluso para los planificadores urbanos. “Las ciudades esencialmente se están planificando con huecos en donde están las escuelas”, señala Danks. “Y no hablan de esto con las escuelas, porque el terreno pertenece a las escuelas”.
Danks destaca que este movimiento difícilmente es competencia exclusiva de las escuelas y sus comunidades locales. Para lograr un mayor impacto, es necesario contar con la participación no solo de los distritos escolares locales, sino también del condado y del estado. Danks ha dedicado buena parte de los últimos 20 años en averiguar qué se necesita para cambiar las normas de diseño y uso de los terrenos escolares, y en crear una “red de socios” con las personas adecuadas para promover el cambio en las políticas.
Green Schoolyards America ha trabajado en las escuelas, ciudades y estados para hacer realidad este movimiento. Por ejemplo, en 2016 puso en marcha el Principals’ Institute (Instituto de Directores) para ofrecer formación profesional a los directores con el fin de que adopten y mantengan programas de patios escolares verdes, y de que fomenten la integración de los patios escolares en la planificación de las clases. Danks también está forjando alianzas con el Trust for Public Land (Fideicomiso para Tierras Públicas) y distritos escolares como el Oakland Unified, para ayudarles a catalogar sus terrenos escolares como zonas que pueden ayudar a mitigar el impacto del calentamiento global y, por tanto, poder obtener fondos relacionados con el clima.
Todo ello nos lleva al dilema: ¿Cómo puede un sistema escolar público financiar este proyecto? Danks admite que no es barato ––150.000 dólares equivalen actualmente a unos 1011 metros de rediseño para cada patio escolar rediseñado––, no obstante, nos explica que el dinero está ahí, sólo que en los “sitios” equivocados. “Las agencias hídricas se esfuerzan por proteger las cuencas hidrográficas, pero no tienen el terreno, y las escuelas tienen el terreno, pero no el dinero. Entonces, ¿cómo hacemos que coincidan estas dos necesidades para que las agencias hídricas despejen el camino hacia la mejora de la cuenca?”, se plantea Danks. Hay programas de subsidios para el reverdecimiento urbano y, a nivel estatal, unos mil millones de dólares de fondos destinados a derechos de emisión que también pueden aprovecharse.
“Tenemos que pensar en esto como si fuera la planificación de un parque y emplear los presupuestos a escala de infraestructura que aplicaríamos normalmente a un parque, o a un proyecto de aguas pluviales”, dice Danks, y añade que satisfacer esta necesidad de infraestructura “podría ser diseñada pensando en el beneficio de los niños”.
CREAR VÍNCULOS EN TODO EL MUNDO
Danks es cofundadora de otra asociación sin fines de lucro, la International School Grounds Alliance (Alianza Internacional de Terrenos Escolares, ISGA por sus siglas en inglés), que se dedica a enriquecer el aprendizaje y el juego de los niños mediante un mejor diseño y uso de los terrenos escolares. La inspiración para crear la ISGA, nació en ella después de viajar a diferentes países para conocer los patios escolares verdes como parte de la investigación para su tesis de maestría. Los resultados de esos viajes se publican actualmente en una guía anual en la que las escuelas de todo el mundo aportan ideas para proyectos educativos al aire libre.
"Birgit Teichmann, una arquitecta paisajista e ingeniera con residencia en Berlín que también forma parte de la ISGA, reconoce a Danks por haber logrado que el movimiento se convirtiera en una iniciativa internacional. “Es un movimiento grande y muy diferente en cada país, pero, al fin y al cabo, mucha gente está muy preocupada por sus ciudades y les interesa la misma idea”, explica Teichmann. Ella describe a Berlín como un modelo para otras ciudades: hace 25 años, todos los terrenos de las escuelas de Berlín estaban pavimentados, pero ahora, gracias a una ley que obliga a pagar por el agua de lluvia que se desvíe a una tubería pública, entre el 60 y el 70% de los terrenos de las escuelas ya no están pavimentados y se han transformado en “paisajes verdes de recreo”.
"También hay una versión estadounidense en la que se presentan escuelas de todo el país, una de las cuales es Golestan Education, una escuela privada con sede en Berkeley a la que Ashoka reconoció como escuela “creadora de cambios” en 2016. La cofundadora y directora ejecutiva de Golestan, Yalda Modabber, participó en el Principals’ Institute de Green Schoolyards America de 2016, y comenta, “nos ayudó a darnos cuenta de lo regulado e inhibido que está el sistema educativo en este país. Cosas que son básicas en nuestra programación y entorno escolar no son el estándar en otras escuelas”.
"Golestan está en proceso de ampliar sus instalaciones, una antigua escuela católica que requerirá mucho trabajo para pasar de ser de 1600 metros cuadrados de concreto “sin un solo árbol” a un paisaje exuberante. Modabber, que ha utilizado parte de lo que aprendió en el Principals’ Institute para rediseñar los terrenos de la escuela de Golestan, está ansiosa por empezar este trabajo.
“Los niños necesitan sentirse nutridos, amados, respetados y cuidados”, dice. “Si se crea un entorno que refleje esto, entonces es más probable que se sientan así y puedan transmitirlo a otras personas”.
Autores originales:
- Adrienne Day ha escrito para The New York Times, Nautilo, Nueva York, Oh, la revista de Oprah e ImpactAlpha, entre otras publicaciones. Es editora colaboradora de Demand, una publicación de la Sociedad Estadounidense de Ingenieros Mecánicos.
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Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review publicado en la edición invierno 2019.
- Traducción del artículo Schools’ Most Untapped Resource por Leticia Neria.
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