Teach for America empodera a jóvenes para ser líderes de la innovación y filantropía en sus comunidades, mientras los prepara a tomar decisiones sobre cómo distribuir financiamiento.
La filantropía tiene un problema de diversidad bien documentado, pero también tiene un problema de reparto de poder. El dinero fluye de los financiadores a los receptores, quienes a menudo tienen poco que decir sobre cómo se asigna. El alumnado de Estados Unidos, por ejemplo, es el más afectado por el financiamiento a la educación, pero tienen poca influencia en cómo se distribuye dicho financiamiento.
Teach for America (Enseñar para Estados Unidos, TFA por sus siglas en inglés) decidió cambiar esta dinámica. La primavera pasada, cuando la pandemia amplió las desigualdades raciales y de clase en Estados Unidos, TFA se esforzó por poner el poder filantrópico en manos más jóvenes y racialmente diversas.
“Sabíamos que las comunidades de color estaban ideando formas innovadoras de hacer avanzar a los estudiantes y las escuelas a través de la pandemia”, menciona Sunanna Chand, vicepresidenta de reinvención de sistemas de TFA. “También sabíamos que tradicionalmente, los innovadores que son de raza negra, indígenas y personas de color carecen de acceso a financiamiento.”
TFA puso en marcha este esfuerzo de diversidad dentro de su Reinvention Lab (Laboratorio de Reinvención), establecido en 2019 específicamente con fines de experimentación y desarrollo educativo. En este caso, el laboratorio se basó en décadas de estudios sobre la concesión de subvenciones participativas y se apoyó en una donación anónima para crear el Enduring Ideas Fund (Fondo de Ideas Perdurables), encargado de asignar premios filantrópicos a innovadores educativos que fueran elegidos por tener equipos diversos de estudiantes adolescentes y líderes de color a la vanguardia de la innovación educativa.
El Reinvention Lab diseñó este proceso con Transcend, una organización sin fines de lucro que ayuda a las organizaciones a gestionar la innovación educativa. Fue la primera vez que TFA utilizó un proceso participativo de toma de decisiones.
De los más de 70 responsables de tomar decisiones, la mitad eran adolescentes reclutados por profesores y exalumnos de TFA, y el 80% eran personas de color. Trabajaron en equipos pequeños a través de Zoom, revisando aproximadamente una docena de solicitudes de distritos escolares, organizaciones sin fines de lucro y empresas de tecnología educativa.
En 2020, hubo tres rondas de financiamiento, y las lecciones de una ronda llevaron a cambios en la siguiente. Se añadieron más adolescentes a los equipos para aumentar su representación. Con base en los comentarios de los solicitantes, se amplió la solicitud escrita para incluir notas de voz y videos por razones de accesibilidad. En total, el fondo invirtió un millón de dólares en 62 proyectos: subvenciones de entre 10,000 y 25,000 dólares proporcionaron el financiamiento preliminar para ideas en fase inicial. Entre ellos, la organización neoyorquina sin fines de lucro Opera on Tap, ganó un premio para ofrecer aprendizajes interdisciplinarios a través de la ópera. Y la organización sin fines de lucro B-360, en Baltimore, recibió un premio por aprovechar el ciclismo todo terreno como un medio para enseñar matemáticas, ingeniería, diseño, gestión de proyectos y relaciones públicas a los jóvenes.
Miho Kubagawa, quien dirige el esfuerzo de NewSchools Venture Fund (Fondo de Iniciativas Newschools, NSVF por sus siglas en inglés) para invertir en las escuelas públicas, fue una tomadora de decisiones. Cuando se incorporó, se preguntó cómo las deliberaciones podrían abstenerse del paternalismo y realmente incorporar la experiencia de los jóvenes.
“Mi sorpresa es lo bien que funcionó”, dice Kubagawa. “Trabajar con adolescentes no complicó [el proceso] de tomar decisiones. Mi experiencia va a poner al corriente nuestro trabajo en NewSchools”.
La experiencia de Rosie Molina ejemplifica cómo el poder pasa a los estudiantes durante el proceso. Molina, además de ser estudiante de la preparatoria John F. Kennedy en Denver, es miembro de las naciones Seminola, Muscogee y Choctaw de Oklahoma.
En el transcurso de dos rondas de financiamiento, la voz de Molina se hizo más fuerte. Cabildeó con sus compañeros de equipo para que concedieran un premio a DreamHouse ´Ewa Beach, una escuela de Hawái que ha co-creado un programa de aprendizaje social y emocional con estudiantes indígenas.
Aunque los adultos no estaban de acuerdo con ella, Molina argumentó que el programa merecía una inversión porque no estaba ubicado en una escuela del centro urbano, donde la filantropía es más frecuente. Molina se impuso y el programa fue financiado. Podría interesarte: Lo rural como un punto ciego de la filantropía
Jonathan Santos Silva, exalumno de TFA, destaca la diversidad racial del Fondo. “A menudo no vemos, por ejemplo, a las mujeres de raza negra o a los hombres latinos como innovadores en cuyas ideas deberíamos invertir”, menciona. “Pero los equipos de Enduring Ideas eran igual de diversos que las personas que presentaban la solicitud, por lo que se podían ver a los innovadores de razas diversas”.
Santos Silva ganó un premio para enseñar habilidades de innovación a estudiantes indígenas de Dakota del Norte, Dakota del Sur, Oklahoma y Washington, para que pudieran abordar problemas locales como ofrecer asistencia a ancianos aislados. En rondas posteriores, también se desempeñó como tomador de decisiones.
Todo este trabajo ha producido un cambio de poder inspirador. “Algunos de los proyectos financiados probablemente tendrían más dificultades para presentar exitosamente solicitudes a fundaciones más grandes o para navegar por la filantropía tradicional”, explica Jenee Henry Wood, Directora de Aprendizaje Organizacional de Transcend. “Entonces, se sintió empoderador, innovador y emocionante el otorgar estos premios”.
El Reinvention Lab también celebró una nueva ronda de financiamiento con la NSVF para ayudar a otras financiadoras a desarrollar sus propios procesos participativos y así alcanzar una mayor diversidad e inclusión en la filantropía. Para el próximo verano, el laboratorio planea hacer donaciones participativas para distribuir un millón de dólares más en un esfuerzo por alcanzar su objetivo de reinventar tanto la filantropía como el aprendizaje.
Autores originales:
- Alyssa Haywoode es una escritora del área de Boston que blogea sobre políticas de educación y ecribe sobre educación superior y filantropía.
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Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review publicado en la edición otoño 2021.
- Traducción del artículo Shifting Philanthropic Power por Leticia Neria.
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