La inversión de impacto puede aprovechar mejor el capital financiero como un tejido conector para ir más allá de soluciones individuales y lograr un cambio social duradero.
Frente a los complejos desafíos sociales y ambientales, nuestros mejores esfuerzos suelen abordar un síntoma en vez de atacar las causas y, en ocasiones, las consecuencias inesperadas generan nuevos problemas. Por ello, cada vez más personas de distintos sectores están adoptando una perspectiva sistémica para impulsar el cambio social.
El sector filantrópico ha adoptado cada vez más una perspectiva y un enfoque sistémicos, como se puede ver en la iniciativa Shifting Systems de Rockefeller Philanthropy Advisors (Asesores Filantrópicos Rockefeller).
Al mismo tiempo, las instituciones multilaterales, siendo un ejemplo el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), están trabajando en nuevas formas de financiación. Sin embargo, el pensamiento sistémico apenas comienza a ganar terreno en el ámbito de la inversión. Los inversores interesados en el cambio social tienden a adoptar una lógica lineal y reduccionista.
Una manifestación de esto es lo que denominamos el “paradigma del activo único” en las inversiones de impacto: la creencia de que una sola tecnología, proyecto o empresa puede generar un cambio estructural en la sociedad.
La perspectiva del único activo puede ser útil para evaluar operaciones individuales y aprovechar oportunidades específicas de impacto y rentabilidad financiera; sin embargo, no se adapta a lo que se requiere.
La inversión sistémica es una lógica de inversión emergente que busca abordar el desafío de operar en entornos complejos.
A partir de la comprensión de los actores, las interconexiones y las dinámicas de un contexto determinado, se plantea la pregunta sobre la verdadera naturaleza del cambio deseado o exigido. Luego se determina cómo es posible asignar el capital financiero para facilitar dicho cambio.
De este modo, la inversión sistémica nos invita a reimaginar y evolucionar el funcionamiento de las inversiones de impacto y, en general, de las finanzas. Nos obliga a pensar más allá de la eficiencia de una única inversión, ya sea un proyecto, programa, activo o una empresa, y a reconocer que, si deseamos moldear y transformar los sistemas, debemos financiar múltiples acciones de manera simultánea, coherente y adaptable.
Los enfoques actuales de inversionistas que abordan los desafíos sociales y ambientales tienden a subestimar, significativamente, lo que se requiere para superar las múltiples crisis que enfrenta la humanidad y, así, cambiar la inercia del statu quo.
Este nuevo enfoque de inversión representa una forma distinta de enmarcar y comprender la naturaleza del cambio necesario. No solo se trata de aumentar la cantidad de capital disponible para abordar los problemas sistémicos, sino también de considerar cómo se despliega el capital de inversión en conjunto con otras formas de capital, tanto financiero como no financiero.
Debido a la naturaleza interconectada del cambio ambiental y social, necesitamos una red mucho más amplia de actores que colaboren para abordar los problemas prioritarios y entrelazar sus efectos de manera más alineada y complementaria. En este sentido, la inversión sistémica busca utilizar el capital financiero como recurso y tejido conectivo.
La Iniciativa TransCap ha definido la inversión sistémica como: “la aplicación del pensamiento sistémico y la ciencia de los sistemas complejos para comprender los problemas de la sociedad y abordarlos mediante el despliegue estratégico de diversas formas de capital financiero, enmarcado dentro de un programa más amplio de cambio sistémico, con el propósito de transformar los sistemas humanos y naturales”. En resumen, se trata de una lógica de inversión cuyo objetivo principal es fomentar el cambio sistémico, tanto en su forma como en su función.
Hay variaciones de esta idea que se encuentran ganando terreno en distintos contextos y geografías, pero todavía no hemos presenciado una conversación consolidada al respecto.
Por lo tanto, en este artículo, buscamos ofrecer un marco introductorio sobre los atributos esenciales de la inversión sistémica. Deseamos aclarar lo que no es, pues resulta fundamental evitar que los conceptos básicos se diluyan, generalicen o acaparen antes de explorar su potencial de manera adecuada.
Una perspectiva distinta sobre cómo sucede el cambio
En el núcleo de la lógica de la inversión sistémica se encuentra una forma distinta de enmarcar y comprender la naturaleza del cambio necesario para abordar los retos más persistentes y urgentes.
En la actualidad, la comunidad de inversionistas tiende a abordar los retos como si fueran "complicados" en lugar de "complejos", según la definición del marco Cynefin. Como señala Rob Ricigliano, la diferencia se puede entender a través de la analogía entre los relojes y las nubes; o sea, con los conocimientos técnicos adecuados, se puede desarmar un reloj y comprender sus componentes y su interacción.
Esto se debe a que un reloj, aunque tiene un funcionamiento complicado, se comporta de manera predecible. En cambio, una nube no presenta estos atributos, pues su complejidad es el resultado de elementos dinámicos y del entorno que la ha formado.
Por lo tanto, un “enfoque de reloj” para el cambio implica “resolver problemas, reparar lo que está roto y hacerlo lo más rápido posible”. Ahora, pese a que esta puede ser una respuesta adecuada en ciertas circunstancias, no se adapta bien a la complejidad. Lo que sucede es que la lógica de inversión predominante se basa, en gran medida, en aplicar enfoques de tipo “reloj” a desafíos que son más similares a una “nube”.
Tomemos, por ejemplo, la medición y gestión de impacto (MGI), que es la principal forma en que la inversión de impacto se distingue de la actividad inversora convencional.
La medición de impacto y gestión (IMM) consiste en que los inversionistas identifiquen métricas que reflejen el impacto y luego las utilicen para fundamentar sus decisiones de inversión. Este enfoque de resultados específicos replica el pensamiento convencional sobre la medición del rendimiento, pero no toma en cuenta la complejidad del contexto.
Del mismo modo, aun cuando los enfoques de flujo de operaciones son una manera eficaz de identificar y acotar posibles inversiones, se basan en una evaluación de las perspectivas individuales según criterios predeterminados.
Por lo tanto, no permiten analizar las relaciones entre actividades, actores y activos, ni cómo pueden influirse, mutuamente, en relación con un objetivo común y el contexto más amplio donde se encuentran.
En resumen, los enfoques que utilizan el modelo “de reloj” son adecuados en las situaciones para las que fueron diseñados, mas no se ajustan a la labor de transformación de los sistemas.
¿Cómo luce la inversión sistémica en la práctica?
En 2009, Betsy y Jesse Fink lanzaron un programa de inversión para abordar el desafío del desperdicio de alimentos en Estados Unidos, combinando subsidios filantrópicos, inversiones directas en startups y la creación de la organización principal ReFED.
Como revela un reciente estudio del MIT Sloan, los millones de dólares invertidos por los Fink catalizaron miles de millones en inversiones anuales dentro de una red de soluciones complementarias.
Esto iba mucho más allá de simplemente atraer un buen “flujo de operaciones”, pues implicaba reunir a agentes de distintos sectores para compartir información y recursos; la generación de nuevos datos y perspectivas sobre cómo se produce el desperdicio de alimentos a lo largo de toda la cadena de valor alimentaria; movilizar diferentes tipos de capital financiero hacia soluciones prometedoras y colaborativas; por último, aprovechar la inteligencia y la acción colectivas para impulsar la evolución del sistema alimentario.
Un ejemplo más reciente de la demanda de inversión sistémica es el reto “Swimmable Birrarung River” de Regen Melbourne. Esta organización se define como una plataforma de colaboración ambiciosa al servicio de la región metropolitana de Melbourne, y Swimmable Birrarung es una de sus iniciativas destacadas.
Regen Melbourne establece un objetivo audaz, accesible y tangible en su formulación, mas su consecución requerirá importantes cambios estructurales y sistémicos. Lograr que el río sea apto para nadar (es decir, mejorar fundamentalmente la calidad de sus aguas y transformar las relaciones que cinco millones de personas mantienen con éste) implica la cooperación intersectorial y la adopción conjunta de diversas medidas interconectadas. Además, exigirá recursos de todo el espectro de capital.
Regen Melbourne está explorando cómo la inversión sistémica podría facilitar y amplificar esta movilización. Para realizar dicha acción, están promoviendo el compromiso entre las partes interesadas mediante un trazado de los flujos de recursos y valor. Se identifican e interpretan las necesidades y oportunidades de recursos, así como se construye una visión de un panorama de inversión interconectado.
Al mismo tiempo, están evaluando el grado de apertura de los titulares de capital hacia la inversión sistémica, preguntándose qué sería necesario a fin de facilitar cambios en sus respectivas políticas y prácticas. Para los inversionistas esto significará ir más allá de sus procesos convencionales, colaborar con diversos actores y, potencialmente, participar en el desarrollo de nuevos vehículos de financiación.
¿Cómo evoluciona este sector?
El volumen de actividades que combinan la inversión y las finanzas con el pensamiento sistémico está en constante crecimiento. Un ejemplo de ello es el Proyecto de Integración de Inversiones, que promueve las “inversiones a nivel de sistema”, un término que también utiliza la Iniciativa de Predistribución.
Systemiq y otros se refieren a este enfoque como System Change Investing (Inversión en el Cambio de Sistema), mientras que los financiadores filantrópicos, como Ashoka, lo denominan “financiar el cambio de sistemas”. Por su parte, el Laboratorio de Finanzas Transformadoras de EVPA, FEST y Metabolic habla de “finanzas transformadoras", donde la modificación está vinculada al cambio de sistemas de manera intrínseca.
Recientemente, Impact Frontiers (Fronteras de Impacto) publicó una guía para inversionistas sobre el uso de técnicas de mapeo de sistemas, mientras que Aviva y Forum for the Future (Foro para el Futuro) han lanzado una Escuela de Cambio de Sistemas en el ámbito financiero.
La red TWIST se ha establecido para promover el aprendizaje entre pares y el intercambio de buenas prácticas entre inversionistas orientados al cambio de sistemas.
Sin embargo, también abundan los ejemplos donde se utiliza el lenguaje “sistémico” en la inversión, pero sin mostrar señales reales de que se estén implementando cambios sustanciales, lo que podríamos denominar “lavado de sistemas” o “boca de sistemas”. Como mencionaron recientemente Blomkomp, Snow y Burkett:
“El lenguaje del diseño conjunto y el cambio sistémico es cada vez más común: todo el mundo lo pide o afirma estar aplicándolo. Pero, ¿qué nos exigen realmente los enfoques sistémicos y de diseño conjunto? ¿Cómo podemos asegurarnos de que nuestro trabajo lo refleje?”.
Realizamos esta observación para abogar por un discernimiento crítico. La inversión sistémica, tal como la entendemos, exige una mentalidad, principios, prácticas e infraestructuras diferentes a las de la financiación tradicional y el statu quo.
Por esta razón, definimos la inversión sistémica a modo de una lógica específica y global, en lugar de como una simple descripción general de un enfoque. Es decir, una nueva lógica de inversión representa una iniciativa más sustancial, basada en un intento profundo y genuino de reconocer la complejidad y aprovechar las interrelaciones entre actores, actividades y activos.
Una vez que comprendemos la inversión sistémica de esta manera, resulta más fácil discernir dónde se utiliza el lenguaje sistémico de forma potencialmente transformadora, es decir, el lugar en el que indica una nueva lógica de inversión, y dónde se limita a ser una señal de pequeños ajustes en el método de hacer las cosas.
Por lo tanto, construir el campo de la inversión sistémica implica profundizar en lo que constituye esta nueva lógica de inversión, comenzando por sus atributos y componentes fundamentales.
Atributos y componentes esenciales
Para evitar que se diluyan las ideas que pueden propiciar un cambio real, establecemos una serie de atributos y componentes claros en el núcleo de la inversión sistémica. Proponemos que estos atributos y componentes deben estar presentes, mas sin prescribir con exactitud el modo en que deben combinarse.
Imagina que una banda compone una pieza musical. Hay ciertos elementos necesarios para crear un “sonido” distintivo (de la misma manera que los Beatles tienen un sonido fácilmente reconocible), pero la forma en que se combinan esos elementos varía de una canción a otra. Si consideramos la inversión sistémica como el sonido, entonces cada intento de transformar un sistema representa una de las canciones.
A continuación, agrupamos los principales atributos y componentes en cuatro categorías, las cuales desarrollamos a continuación:
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Principios de orientación
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Actores de múltiples campos
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Objetos e infraestructuras
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Modos de operación
Principios de orientación
La inversión sistémica se fundamenta en una visión del mundo que tiene en cuenta los sistemas y requiere una mentalidad y una forma de ser particulares, que se expresan a través de los siguientes principios:
- Adoptar una perspectiva sistémica | Este enfoque implica percibir el mundo como un todo interconectado, contingente y en constante cambio. Una perspectiva sistémica se centra tanto en los objetos como en las relaciones entre ellos, abarcando todos los niveles de escala. Este principio también se refleja en cómo los individuos se perciben a sí mismos en el contexto del cambio. La transformación es un proceso tanto interno como externo, que requiere apertura al aprendizaje, disposición para escuchar diferentes perspectivas y empatía, lo que implica dejar de lado el ego.
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Estar abierto a diferentes interpretaciones del éxito | Es fundamental dejar de lado las nociones convencionales sobre el éxito en las inversiones, tanto para evitar expectativas rígidas sobre la rentabilidad y los resultados como para ampliar las perspectivas sobre quién establece la agenda del cambio y qué se considera “buena práctica” en la inversión.
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Respetar la complejidad | Las respuestas simples suelen ser un indicativo de una excesiva simplificación. La inversión sistémica reconoce el desorden inherente a la complejidad y opera dentro de las limitaciones que esta impone; especialmente, en lo que respecta a lo conocible. Por ejemplo, la simple medición del impacto no es útil si crea una falsa impresión de causalidad e ignora la red de relaciones que contribuyen a cualquier cambio. Una perspectiva relacional también tiene implicaciones para los modos de operación, incluyendo la manera en que se estructuran las carteras (para generar multiplicadores y efectos indirectos), cómo se fomenta la cooperación entre los actores, la importancia del aprendizaje y la necesidad de implementar estrategias adaptativas.
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Eliminar el privilegio de las finanzas | Las finanzas desempeñan un papel crucial en la transformación de los sistemas, pero solo constituyen uno de los muchos elementos necesarios. Este principio implica buscar formas de utilizar el capital de manera complementaria y comprender su interdependencia con otros actores e insumos. La inversión sistémica no debe estar dominada por las necesidades y preferencias de los poseedores individuales de capital. De hecho, muchos desafíos sistémicos pueden requerir suavizar o invertir la dinámica de poder que privilegia a los propietarios de activos.
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Centrar la atención en la economía real | A partir del punto anterior, la inversión sistémica se enfoca en los sistemas de la economía real, indagando cómo las finanzas pueden contribuir a transformar y sanar los sistemas que satisfacen las necesidades de las personas, respetando los límites del planeta. Estas necesidades suelen estar enraizadas en contextos locales y se expresan a través de objetivos transformadores compartidos por las comunidades, siendo un ejemplo la limpieza del río Birrarung. Este enfoque contrasta con muchas iniciativas de financiación sostenible, que se basan en las necesidades e intereses del sistema financiero y buscan generar cambios de comportamiento reflejados en la asignación de capital.
Actores de múltiples campos
La inversión sistémica involucra a diversos actores que colaboran como un grupo musical, a menudo en combinaciones que no se habían dado antes. Aunque los propietarios de capital suelen trabajar con sus usuarios, la naturaleza del cambio sistémico requiere una gama de actores con mayor amplitud; o sea, reconocerlos más allá de sus ámbitos de actuación habituales: fundaciones, ONG, gobiernos y académicos, por nombrar algunos, son ejemplos de los actores involucrados. Una forma de entender esta ampliación es reconocer las diversas formas de capital que cada uno de ellos aporta. La inversión sistémica combina a los propietarios de distintos tipos de capital financiero con otras formas de capital como el social, cultural y político.
Objetos e infraestructuras
Son las afirmaciones, acuerdos, activos de datos, marcos, contratos y mecanismos que dan forma y sustancia al trabajo. Entre ellos se incluyen:
- Una intención u objetivo transformador; o sea, una articulación explícita y compartida del cambio que se busca lograr y, a su vez, que actúa como nuestra "estrella polar".
- Mapeo y análisis de sistemas, con identificación de actores clave, relaciones, circuitos de retroalimentación y puntos de influencia para promover el cambio.
- Una teoría transformadora del cambio o una estrategia de orientación compartida por los actores para guiar las decisiones y acciones, y que se actualiza de manera continua a lo largo del tiempo.
- Marcos que faciliten la cooperación, la coordinación y la coherencia entre múltiples actores, incluidos acuerdos de gobernanza que definan los procesos de toma de decisiones y los mecanismos de control.
- Instrumentos de financiación adecuados, diseñados para mantener capital que pueda desplegarse de manera sistémica, permitiendo la inversión en una variedad de actores, actividades y activos. Lo anterior abarca diferentes clases de activos, tamaños de títulos, perfiles de riesgo y horizontes temporales. Es probable que esto incluya una combinación de intervenciones comerciales y no comerciales.
- Una función organizadora y claramente definida; en otras palabras, una entidad dedicada y especializada, potencialmente, que facilite la coordinación entre las partes interesadas y las actividades. Al igual que la sección rítmica de una banda de jazz, esta función impulsa el trabajo de manera constante, pues inyecta energía y contrarresta la entropía que tiende a llevar a los actores de regreso a sus formas aisladas de operar.
Estos objetos e infraestructuras son creados y adoptados y, a menudo, son propiedad de múltiples actores.
Modos de operación
Finalmente, llegamos a los modos de operación:
- Tomarse un tiempo razonable para fomentar la cooperación y las asociaciones entre diferentes sectores y tipos de agentes.
- Desplegar múltiples formas de capital en función de los objetivos compartidos. A menudo, son respaldados por métodos que permiten contabilizar, de manera más efectiva, las diversas formas de creación de valor y los flujos de valor combinados.
- Formar de carteras estratégicas destinadas a aprovechar las relaciones, las sinergias y los beneficios indirectos entre actividades, actores y activos.
- Concentrarse en detectar, medir y aprender cómo las inversiones y las intervenciones están generando cambios, alineándose con la teoría del cambio, interactuando entre sí y afectando el contexto de los sistemas en general.
- Tener un enfoque adaptativo que permite que la estrategia sea fluida al responder con eficacia a emergencias y circunstancias cambiantes.
Estos atributos y componentes se potencian de manera mutua. Los principios de orientación promueven puntos de referencia compartidos y ayudan a asegurar que los diferentes actores aporten mentalidades compatibles al trabajo.
Así, se establecen los fundamentos de los modos de funcionamiento, que resultan adecuados para crear los objetos y las infraestructuras. También, y siendo lo más importante, existe una flexibilidad considerable a la hora de combinar estos atributos y aplicarlos a un contexto de intervención.
Según las necesidades de su contexto, los diferentes tipos de agentes asumirán roles distintos. En algunos casos, los propietarios del capital tomarán la iniciativa; en otros, serán los intermediarios, las entidades públicas o las alianzas autónomas.
Conclusión
Reconocemos que la inversión sistémica, tal como se define por los atributos y componentes básicos que hemos esbozado, es difícil de implementar con los actuales modos de operación de la industria financiera. Sin embargo, nuestra intención es transmitir una visión de lo que implicaría adoptar esta lógica de inversión, aunque algunos aspectos no estén probados o queden fuera de nuestro alcance.
En nuestros prototipos y proyectos, buscamos incorporar al menos algunos de los elementos de la inversión sistémica. Nuestra intención es utilizar estos atributos y componentes básicos como punto de referencia, manteniéndonos abiertos y transparentes sobre los compromisos que decidimos asumir a medida que trabajamos para implementar estas ideas.
Al definir esta visión, podemos establecer un estándar para el trabajo emergente, guiar las exploraciones críticas y resaltar las áreas prioritarias para el desarrollo. Para seguir avanzando en el campo de la inversión sistémica es necesario fomentar la creación de prototipos, la investigación y el desarrollo de comunidades. Nuestras respectivas organizaciones (TransCap Initiative, el Griffith Centre for Systems Innovation y la MIT Sloan Sustainability Initiative) se unirán a otras para perseguir estos objetivos.
En última instancia, al tratar de definir esta nueva lógica de inversión, nos esforzamos por lograr un cambio transformador y no solo progresivo. Lo anterior no significa que despreciemos los esfuerzos por alcanzar un cambio más sustancial, más bien que, como para gran parte del mundo de la inversión, los cambios graduales son, en la actualidad, la única vía realista.
Ahora, tampoco debemos pensar que el cambio progresivo será suficiente. Debemos esforzarnos por lograr una forma de inversión que contribuya al proceso de transformación, siempre con el objetivo de construir futuros seguros y justos.
Autores originales:
- Jess Daggers, PhD, es la responsable de investigación de TransCap Initiative. Trabaja en la intersección entre el mundo académico y la práctica, con publicaciones en ambos ámbitos y una tesis doctoral centrada en el desarrollo del mercado de inversión de impacto social en el Reino Unido.
- Alex Hannant es director de Pocketknife, una empresa consultora en Aotearoa, Nueva Zelanda. Es profesor asociado adjunto en el Griffith Centre for Systems Innovation y forma parte de los consejos de B Lab Australia, Aotearoa Nueva Zelanda y Social Enterprise Australia.
- Jason Jay es profesor titular y director de la Iniciativa de Sostenibilidad Sloan del MIT. Su investigación, enseñanza y asesoría ayudan a las personas a navegar las tensiones inherentes a la búsqueda de la sostenibilidad, mientras que, simultáneamente, perseguimos nuestro propio interés y el florecimiento de la vida humana y de otras formas de vida.
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Este artículo es contenido original de la Revista Stanford Social Innovation Review publicado en la edición SSIR Online.
- Traducción del artículo Systemic Investing for Social Change por Jorge Treviño.
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