La desinformación en redes sociales afecta las elecciones y causa disturbios en todo el mundo, ¿existen soluciones que afronten el problema a nivel internacional?
Un grupo de investigadores de instituciones académicas de todo el mundo, así como de Google, se propuso determinar qué características predicen la probabilidad de que las personas crean falsedades en línea y cómo hacer que se vuelvan más selectivas sobre aquello en lo que confían en Internet.
El estudio analizó la probabilidad de que los sujetos cayeran en la desinformación sobre el COVID-19 en 16 países: Reino Unido, Brasil, Italia, Sudáfrica, Australia, Estados Unidos, España, Filipinas, Argentina, México, Rusia, Egipto, Nigeria, China, Arabia Saudita e India.
“En todos los países, los participantes con un estilo cognitivo más analítico y motivaciones más fuertes relacionadas con la precisión fueron mejores para discernir la verdad de la falsedad”, escriben los investigadores. “Valorar la democracia también se asoció con un mayor discernimiento de la verdad, mientras que respaldar la responsabilidad individual por encima del apoyo gubernamental se asoció negativamente con el discernimiento de la verdad en la mayoría de los países”.
Los investigadores probaron varias intervenciones para contrarrestar la desinformación. “Inducir sutilmente a la gente a pensar en la precisión tuvo un efecto generalmente positivo en la veracidad de las noticias que la gente estaba dispuesta a compartir en todos los países, al igual que unos mínimos consejos de alfabetización digital”, escriben.
El estudio de 2021 reclutó a 2,000 sujetos en cada país, todos ellos personas que informaron tener cuentas en las redes sociales. Se les mostraron 20 titulares de noticias sobre COVID-19, la mitad de los cuales eran verdaderos y la otra mitad falsos, y luego se les preguntó qué tan preciso era el titular o qué tan probable sería que compartieran el artículo en línea. A un subgrupo de sujetos se le mostró primero un titular no relacionado; otro grupo vio un conjunto de cuatro consejos sobre alfabetización digital que Facebook había desarrollado originalmente.
Si bien los sujetos individuales pudieron haber tenido problemas para elegir qué titular era verdadero, como grupo obtuvieron buenos resultados en estas pruebas. Una suma de las valoraciones de los participantes no expertos “fue capaz de diferenciar
los titulares verdaderos de los falsos con gran precisión en todos los países gracias a la ‘sabiduría de la multitud’”, escriben los investigadores.
Los investigadores estaban interesados en la desinformación debido a las nefastas consecuencias de la información en línea para la salud pública, puesto que disuade a las personas de vacunarse contra el COVID, dice el coautor David Rand, profesor de Ciencias de la Gestión y Ciencias Cerebrales y Cognitivas en el MIT.
"Nuestros datos, junto con la mayoría de otros estudios, sugieren que las personas en realidad no son tan susceptibles a la desinformación", afirma Rand. “Es decir, la mayoría de la gente no cree en la mayoría de las afirmaciones falsas. Sin embargo, el simple hecho de estar expuesto a afirmaciones falsas puede aumentar su verosimilitud. Por eso es importante reducir su difusión”.
En un hallazgo notable, los investigadores observaron comportamientos similares en todo el mundo, en diferentes países y culturas. “Los patrones consistentes que observamos sugieren que los factores psicológicos que subyacen al desafío de la desinformación son semejantes en diferentes entornos regionales, y que soluciones similares pueden ser ampliamente eficaces”, escriben. Este resultado fue sorprendente, porque los investigadores esperaban encontrar más variación en diferentes lugares, dice Rand.
A diferencia de la mayoría de los estudios que analizan solo un país y una o dos intervenciones, el valor de este artículo radica en probar varias formas de contrarrestar la desinformación en línea en todo el mundo, dice Brendan Nyhan, profesor de Gobierno en Dartmouth College (Universidad de Dartmouth) y popular crítico de la desinformación y el giro político. “Resulta alentador que muchos de estos hallazgos se generalicen más allá de Estados Unidos, donde la base de evidencia es más sólida. Es un estudio extremadamente importante; necesitamos muchos más como este”.
El estudio apunta hacia reacciones humanas universales ante la desinformación, lo que podría conducir a formas de combatirla, menciona Andrew Guess, profesor adjunto de Política y Asuntos Públicos en Princeton.
"Este es un artículo importante que demuestra de manera concluyente, en mi opinión, que los mecanismos psicológicos que subyacen a la creencia y a la interacción con la información errónea en las redes sociales son similares en todo el mundo", afirma Guess. "Al mismo tiempo, los autores demuestran que algunas de las respuestas más prometedoras (recordatorios de confiabilidad, consejos de alfabetización en medios digitales y crowdsourcing) pueden ser eficaces a nivel transnacional, lo cual es una buena noticia para las plataformas que buscan soluciones escalables".
Autores originales
- Chana R. Schoenberger es periodista y vive en la ciudad de Nueva York. Escribe sobre negocios, finanzas e investigación académica. Se le puede encontrar en Twitter: @cschoenberger.
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Este artículo es contenido original de la Revista Stanford Social Innovation Review publicado en la edición invierno 2024.
- Traducción del artículo How to Fight Online Falsehoods por Leticia Neria.
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