Premilla Nadasen demuestra cómo el trabajo de cuidados se convierte en un terreno de extracción económica.
Los fondos de capital riesgo se han convertido en una industria multimillonaria, en gran parte debido a su incursión en el sector asistencial. Desde 2021, las empresas de capital riesgo han invertido más de 200,000 millones de dólares en la adquisición de empresas del sector salud. Sus inversiones en centros de atención médica se han multiplicado por veinte en las últimas dos décadas.
Algunos interpretan con esperanza que el capital riesgo se interese por el sector de asistencia sanitaria. Para quienes así lo creen, el capital riesgo puede contribuir a mejorar los resultados de la asistencia médica, así como a reducir costos y aumentar la eficiencia. Sin embargo, la evidencia demuestra una tendencia poco prometedora.
Un estudio muestra que contar con capital de riesgo aumenta sistemáticamente los costos de la atención médica para los contribuyentes, lo que genera efectos variados y negativos en la calidad de la atención. Los críticos consideran que el interés del capital riesgo en este sector es mera especulación. Rogé Karma, periodista de The Atlantic, afirma en uno de sus incisivos artículos que los resultados del interés del capital riesgo en el sector de la asistencia “no han sido nada agradables”, y señala casos de miles de muertes prematuras en centros geriátricos, la prescripción excesiva de opiáceos y los recortes de personal.
Los fondos de capital riesgo muestran un gran interés en el sector de la asistencia médica, que se ha convertido en una importante fuente de ingresos. En el libro Care: The Highest Stage of Capitalism, la historiadora del Barnard College, Premilla Nadasen, examina cómo la asistencia se ha transformado en un “escenario de extracción económica”.
Care ofrece una extensa historia del trabajo de reproducción social desde la época anterior a la guerra civil en Estados Unidos. Para Nadasen, los cimientos de la nación en la esclavitud sistematizada de personas africanas constituyen el eslabón decisivo entre la extracción de ganancias y la reproducción social que define al capitalismo estadounidense.
Nadasen también describe cómo la capitalización de este sector ha ocurrido en paralelo a una tendencia cultural en la que el discurso sobre el bienestar (que incluye conceptos de autocuidado y feminismo), a pesar de ser muy visible, no reconoce el trabajo asistencial como una labor que debe ser remunerada.
La historiadora expone cómo la asistencia sigue colocada en un pedestal cultural, pero le preocupa que “se la trate distinto ante otros tipos de trabajo (como algo incluso más importante) porque requiere una dedicación emocional y, a la vez, es fundamental para el bienestar humano”.
La convergencia de estas dos tendencias aparentemente opuestas (la asistencia como fuente de ingresos y la asistencia como una misión de gran valor moral) es el punto de partida del análisis de Nadasen sobre el impacto del capitalismo en la asistencia en Estados Unidos, en el “contexto de la historia de la esclavitud, el racismo, el imperialismo y el colonialismo”.
Para explicar cómo “el capitalismo se está reorganizando al recurrir a métodos de acumulación fundamentados en las crisis que él mismo ha generado”, Nadasen identifica dos tendencias históricas: primero, cómo los discursos sobre la asistencia se han centrado en las preocupaciones de mujeres blancas privilegiadas, excluyendo a las personas pobres, marginadas y vulnerables; y segundo, cómo la asistencia se ha convertido en una fuente de ingresos para el capitalismo.
Sobre la primera tendencia, Nadasen señala que “la definición concreta de la crisis del sector asistencial está ligada a la experiencia de las familias blancas de clase media”. En la intersección de estas dos tendencias se encuentra el trabajo doméstico, y en particular la relación entre empleador y trabajadora doméstica, que Nadasen considera que aporta ideas sobre cómo transformar la asistencia en algo que pueda ser reconocido y valorado como trabajo.
Nadasen analiza el trabajo asistencial como una forma de trabajo singularmente ligada al género, que en realidad no se reconoce como trabajo en absoluto. Utiliza la expresión “el trabajador emocionalmente involucrado” para ilustrar cómo la exigencia emocional que se espera de los cuidadores oculta su papel como trabajadores: limpiar una casa, cuidar de los niños, ayudar a una persona físicamente dependiente a bañarse; todo ello requiere esfuerzo.
En este marco, Nadasen señala que las trabajadoras domésticas se convierten en merecedoras de derechos laborales, ya que son trabajadoras emocionalmente involucradas cuyo trabajo beneficia a quienes tienen privilegios, poder y riqueza.
Para Nadasen, la forma en que se enmarca la labor asistencial es importante porque determina quiénes son percibidos por la sociedad como necesitados de cuidados y quiénes se espera que los proporcionen, lo que influye en los intereses nacionales y las decisiones políticas. Sostiene que, al promover las necesidades de atención de las clases alta y media, el discurso sobre la asistencia excluye a las personas pobres, marginadas y vulnerables. Por ejemplo, en el punto álgido de la pandemia de COVID-19, los medios de comunicación centraron el debate sobre los cuidados en torno a cuestiones como el “equilibrio” entre el trabajo y la vida personal, los servicios de guardería subcontratados durante los cierres patronales y los retrasos en los ascensos.
Según Nadasen, estas inquietudes no reflejan el alcance de las necesidades de asistencia en toda la sociedad. Sin embargo, al plantear la asistencia de esta manera, se diseñan soluciones políticas para abordarlas, como la flexibilidad horaria, el trabajo desde casa y las licencias familiares, que ignoran la realidad de los trabajadores pobres que apenas pueden cubrir sus necesidades básicas.
De acuerdo a Nadasen, el discurso sobre la asistencia justifica cómo se obtienen ganancias económicas de esta actividad, ya que desestima sus fundamentos capitalistas. La extracción económica del trabajo asistencial constituye el segundo hilo conductor del libro, donde Nadasen analiza específicamente cómo la asistencia bajo el capitalismo afecta negativamente tanto a quienes la prestan como a quienes la reciben.
Históricamente, la asistencia ha sido una fuente de ingresos derivada del trabajo de las mujeres y ha estado condicionada por “el racismo... como forma de control laboral”, señala Nadasen. Las personas blancas establecían distinciones sobre qué grupos raciales eran adecuados para el trabajo doméstico, considerando a las personas afroamericanas como los “trabajadores domésticos ideales” hasta la aparición del movimiento por los derechos civiles.
La eliminación de las leyes de segregación en las décadas de 1950 y 1960 abrió nuevas oportunidades laborales para las personas afroamericanas, quienes dejaron el trabajo doméstico en busca de estas alternativas. Posteriormente, los empleadores recurrieron a personas inmigrantes para cubrir sus necesidades de trabajo doméstico.
La historia que Nadasen cuenta sobre quienes reciben asistencia es igualmente preocupante. Afirma que la “financiarización de la reproducción social” ha convertido a las personas más vulnerables de Estados Unidos en los productos más rentables para la industria asistencial. El gobierno colabora con empresas con fines de lucro, transformando lo que debería ser la prestación de asistencia en un sistema de bienestar condescendiente que no confía en las personas pobres para tomar decisiones sobre cómo gastar el dinero o cuidar de sus hijos.
Desde la perspectiva de Nadasen, esto se traduce en una regulación excesiva en la distribución de los escasos recursos, como los cupones de alimentos y el subsidio para guarderías. Por otro lado, este desdén hacia las personas pobres se convierte, en última instancia, en una forma de lucro a costa de la vulnerabilidad y la pobreza.
Nadasen destaca el caso de Maximus, un gran contratista privado de servicios de salud y asistencia social con fines de lucro. Muchos gobiernos estatales en EE.UU. subcontratan la prestación de servicios sociales a Maximus. Una de las tareas que Maximus realiza para estos gobiernos es identificar a los niños que necesitan ser tutelados por el Estado.
Nadasen sostiene que, aunque la retórica utilizada por Maximus es la de proteger a los niños, lo que hace Maximus dista mucho de serlo. Afirma que las empresas con fines de lucro como Maximus consultan los historiales médicos y educativos de los niños (por lo general, niños pobres y marginados por motivos raciales) para determinar si deben quedar bajo la protección del Estado o si pueden permanecer con sus familias.
“Se evalúa y clasifica a los menores utilizando análisis de datos para determinar cuáles de ellos pueden ser más valiosos económicamente para el Estado”, explica. Según Nadasen, los niños considerados económicamente valiosos son aquellos que pueden recibir más ayuda estatal.
Cuando un niño es separado de sus padres, ya sea por el fallecimiento de estos o por la intervención excesiva de los Servicios de Protección de Menores (SPI), la ayuda monetaria a la que el niño tiene derecho pasa a ser controlada por el Estado. Esta ayuda, argumenta Nadasen, a menudo no se utiliza en beneficio del menor, sino para maximizar los ingresos de Maximus y del Estado con el que tiene un contrato.
Nadasen critica enérgicamente la idea de que el estado de bienestar ha sido un árbitro justo de la atención social y económica. Por el contrario, expone cómo este sistema sigue proporcionando los mayores recursos a los grupos más privilegiados de la sociedad, mientras los niega activamente a los grupos pobres y racialmente marginados. En el caso de las asociaciones lucrativas de Maximus con organismos gubernamentales, Nadasen destaca que el dinero público se desvía de las personas pobres y marginadas para terminar “en manos de accionistas y directores ejecutivos”, en un proceso que agrava la pobreza de unos y aumenta la riqueza de otros.
“El Estado ha retrocedido en su supuesto compromiso de alcanzar la igualdad y, de hecho, avanza a toda máquina para profundizar la desigualdad”, escribe Nadasen. Care presenta un panorama desolador. Al observar el envejecimiento de la población y el aumento de enfermedades crónicas cada vez más frecuentes y debilitantes, Nadasen destaca la urgencia por desarrollar una infraestructura asistencial y un sistema de gobernanza adecuados.
¿Cómo podemos lograr asistencia para todos? Nadasen no responde con derrotismo, sino que propone el diseño de un sistema de asistencia basado en la atención radical. Para Nadasen, un sistema de asistencia radical busca transformar el mundo a través de las relaciones entre los individuos y con los sistemas económicos y sociales, guiado por el cuidado y la preocupación más que por la extracción económica.
Los principios de la asistencia radical, como señala Nadasen, son valores que también han guiado a organizaciones activistas como las Panteras Negras y los Young Lords. Para ella, el cuidado radical es “no jerárquico, anticapitalista y colectivo”.
Para ilustrar cómo podría aplicarse en la práctica la teoría de la asistencia radical, Nadasen cita el Programa de Desayunos Gratuitos de las Panteras Negras de 1969 como un ejemplo del poder de la asistencia radical. Este programa ofrecía a los estudiantes de un barrio de Oakland un desayuno gratuito, además de breves lecciones de historia y de Black Power (Poder de las personas de raza negra). Nadasen destaca que el programa no solo satisfacía una importante necesidad económica en una comunidad ignorada por la red de seguridad social del gobierno, sino que también sensibilizaba sobre la “relación mercantilizada que mediatiza sus necesidades básicas”.
Aunque Nadasen cree que la asistencia radical puede transformar la sociedad rompiendo el vínculo entre la asistencia y el capitalismo, también es consciente de que algunas necesidades de asistencia (especialmente las médicas) no pueden satisfacerse mediante esfuerzos dirigidos por la comunidad. En este sentido, Nadasen reconoce, aunque no lo explica en profundidad, la necesidad de desarrollar una infraestructura de estado de bienestar y programas gubernamentales que protejan a las personas pobres en lugar de penalizarlas por su pobreza. No obstante, con Care, Nadasen ha sentado las bases de lo que podría ser un sistema de asistencia (lo que ella denomina una “sociedad verdaderamente solidaria”) que no esté animada por el afán de lucro.
Autores originales:
- Aliya Hamid Rao es profesora adjunta en la London School of Economics y autora de Crunch Time: How Married Couples Confront Unemployment (Crunch Time: cómo las parejas casadas afrontan el desempleo).
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Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review publicado en la edición primavera 2024.
- Traducción del artículo Capitalizing on Care por Jorge Treviño.
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