Comúnmente los agentes de cambio en Latinoamérica sacrifican su bienestar por el de los demás, pero el bienestar propio es tan importante como el trabajo que realizan. Mireya Vargas aborda esta realidad y ofrece vías para desarrollar el bienestar de los emprendedores.
Mi historia como emprendedora social ha sido bastante plena, pero ha tenido etapas de marcada presión y momentos de desbordamiento. Quizás una de las etapas más duras fue hacia el 2009, cuando tuve que cerrar la organización que había creado hacía un poco más de veinte años por asuntos internos con los directivos. Los problemas de poder brotaban por todas partes. Ello quebró el afecto que compartíamos y reveló que nuestros propósitos no estaban alineados. Ya no era la presión para hallar recursos, esa con la que cargamos quienes trabajamos en este campo, sino la lucha por lograr cohesionar proyectos con un equipo escindido.
Desde los doce años llevo a cuestas la fantasía de salvar el mundo, de librar múltiples batallas contra la pobreza, la desigualdad, la injusticia y la inequidad.
Pensar que mi esfuerzo podía contribuir a que a otros se les abrieran oportunidades, alimentaba mi titanismo. Eso me mantuvo enganchada en un ritmo frenético de trabajo por más de veinte años, desde los años ochenta. Lo que empezó tímidamente en la adolescencia al gestionar eventos y vender rifas en mi colegio, se convirtió en una profesión cuando me gradué de socióloga y comencé voluntariamente a trabajar con Fe y Alegría en la movilización de recursos.
Lo que comenzó en Venezuela, con mi trabajo de apoyo a agencias de cooperación y organizaciones sociales, luego se multiplicó con otros proyectos en torno a ecosistemas de emprendimiento social por la región andina y toda América Latina y el Caribe. Los viajes frecuentes a países latinoamericanos se combinaban con otros a Europa y Norteamérica, siempre en la tarea misionera de buscar recursos y proyectos, tanto para la organización que había creado —SOCSAL—como para otras organizaciones aliadas. SOCSAL y posteriormente, Centro Lyra (organizaciones que había fundado), así como otras con las que he trabajado, estaban paradójicamente dirigidas a promover un desarrollo más humano. Horas interminables en el escritorio, comiendo y durmiendo poco, acelerada, como si el tiempo se agotara. Siempre quería hacer más. Mi vida personal durante casi dos décadas fue un desastre: un accidente de tránsito que afectó mi visión para siempre, un divorcio, muchas mudanzas, burnout, pérdidas de dinero, distintas intervenciones quirúrgicas, ansiedad extrema seguida de fases depresivas. Tras el deslave ocurrido en el estado Vargas en 1999, una riada que trajo miles de muertes y desolación en varios centros poblados venezolanos de la costa, comencé a ver en el sufrimiento de los afectados, el mío.
Las cifras de salud mental en la región
La región de América Latina y el Caribe muestra cifras que revelan que la situación de salud mental y bienestar de la población no ha sido un tema prioritario. La Organización Mundial de la Salud (2023) señala que un 22% de las personas padecen uno o más trastornos mentales y neurológicos. En poblaciones vulnerables o jóvenes, entre un 60% y 65% de las personas que necesitan algún tipo de atención no la reciben, lo que impacta en los intentos de suicidio al año. Aún más preocupante: pese a que la tasa mundial de mortalidad por suicidio ha disminuido, en nuestra región ha aumentado. Por si fuera poco, el porcentaje del presupuesto sanitario regional destinado a la atención de estos temas es inferior al 2% (OMS, 2020). Este es el contexto social al que se enfrentan los agentes de cambio iberoamericanos, quienes se ven afectados tanto por la desatención a la salud mental en la región como por la presión que ejerce su trabajo.
Pero ¿qué sabemos de la situación específica de estos agentes de cambio?
Un estudio realizado este año para The Wellbeing Summit Bogotá1 señala que el 28% de emprendedores sociales en Iberoamérica muestran severos síntomas de malestar psicológico, siendo más crítico entre mujeres (36%) que en hombres (20%).
Un tercio de ellos presenta niveles bajos de bienestar subjetivo (Indicador WHO5) siendo poco frecuente sentirse alegre y de buen humor, tranquilo y relajado, activo y con energía, bien y descansado. Para dos tercios, la satisfacción con la vida es media a baja; algo que contrasta con su satisfacción frente a sus emprendimientos (89%). Esta brecha nos habla de que, con frecuencia, los emprendedores priorizan sus logros profesionales a expensas de su bienestar personal.
La afectación emocional resulta evidente para la mayoría de los agentes de cambio de Iberoamérica. El 22% de las emprendedoras presenta depresión severa o extrema mientras que el 16% muestra una depresión moderada. En total, 18% padece de ansiedad severa y un tercio de los entrevistados presentan síntomas de estrés severo. En particular, los entrevistados citan reacciones exageradas ante ciertas situaciones, preocupación extrema o pánico, sensaciones de inquietud generalizada, dificultad para relajarse o hasta respirar; dicen sentirse tristes o deprimidos, intolerantes, desanimados, con miedo sin razón y sensaciones físicas como palpitaciones, boca seca y dificultad para respirar. Esto lleva a reflexionar que muchos emprendedores enfrentan situaciones sociales complejas, al mismo tiempo que sobrellevan estos síntomas.
Las cifras de burnout resultan alarmantes entre los emprendedores de alto impacto (EAI). Un estudio realizado por el Laboratorio de Innovación Social del Banco Interamericano de Desarrollo (BIDLab) y The Wellbeing Project (TWP, una organización liderada por Aaron Pereira y cocreada con Ashoka, Georgetown University, Impact Hub, Skoll Foundation y Synergos para catalizar una cultura de propio bienestar entre los agentes de cambio) en la región de América Latina y el Caribe2 muestra como 6 de cada 10 EAI presentan síntomas de burnout moderado y 20% tiene claros síntomas de burnout severo. Esto coincide con los registros obtenidos en las entrevistas con emprendedores/as sociales. La presión financiera, la velocidad requerida para escalar, la dificultad para lograr los impactos en poblaciones más vulnerables, el no alcanzar las metas previstas para los beneficiarios o impactar el ecosistema, además de la situación política y económica del contexto donde trabajan, implican grandes presiones psicosomáticas y emocionales que generan altos niveles de estrés y problemas de salud física.
Por ello, no sorprende que 16% de estos emprendedores sociales califican su salud física como mala. Además, 34% refirieron poca resistencia a enfermedades y el 14% señala que el dolor interfiere con su disfrute de la vida. Frente a este desgaste, resulta llamativo que un tercio de ellos reportan poca o ninguna actividad para atender su bienestar. Cerca del 50% de los entrevistados señaló que escasamente realiza alguna práctica en este sentido. Y entre aquellos que sí realizan actividades para apoyar su bienestar, las más mencionadas son las relativas a su conectividad social: las reuniones con sus familiares o amigos, les resultan las más importantes. Se registran cifras de emprendedores que se apoyan en cuidados a la alimentación y, en menor proporción, quienes realizan actividades físicas y actividades al aire libre. Sabemos, además, que para la mayoría es difícil sostener estas actividades en el tiempo, establecer ciertas rutinas, trabajar sobre los aspectos psicológicos o darle prioridad a otras cosas que no sean su trabajo.
Mirar y actuar sobre el propio bienestar
Hacer conciencia del propio bienestar es una de las tareas más complejas para los emprendedores/as iberoamericanos. El aislamiento de la pandemia permitió que muchos descubrieran cuán importante es esta área de sus vidas. Gracias a esta crisis, comienzan a proliferar iniciativas que brindan herramientas básicas para “estar presentes” y cuidarse. Desde diversas Apps de mindfulness que incorporan la respiración y la meditación, pasando por algunos canales online que ofrecen la práctica de disciplinas orientales como el yoga, hasta otras actividades que incluyen ejercicios, chats y encuentros con otras personas, contacto con la naturaleza o simplemente el cuidado de la alimentación, el sueño y la salud física.
En mi caso, trabajar por un cambio de perspectiva hizo que empezara un proceso de psicoterapia. Continué con grupos de estudio de psicología Junguiana. Años más tarde con el TWP , comencé a profundizar en mi sufrimiento. Participé en el programa “Inner Wellbeing” por dieciocho meses y la intención consistía en continuar explorando mi relación con lo inconsciente, con mis complejidades y traerlo a la conciencia, al incorporar prácticas simples de cuidado y aprender a estar presente, en “el aquí y el ahora”. Posteriormente, a mis sesenta años, profundicé en esta tarea en el programa en el Stanford Distinguished Career Institute (DCI) de Stanford University, a partir de 2020, un programa dirigido a líderes mayores de 55 años que enfrentan el reto de la longevidad y reinventarse considerando nuevos propósitos, el propio bienestar y la participación en una comunidad de fellows.
El trabajo de hacer psique cambió incluso hasta mi manera de seguir aportando a la transformación del mundo. Y desde entonces, vengo trabajando por promover una nueva mentalidad con relación al propio bienestar de los emprendedores sociales.
Mi caso no es aislado, refleja cómo muchos agentes de cambio en Iberoamérica descuidan su propio bienestar a favor del de otros.
La mayoría no han corrido con la suerte de tener una epifanía sobre su propio sufrimiento.
Apenas recientemente comienza a considerarse el problema de la salud mental y el bienestar en los emprendedores sociales, quienes están sometidos a muchas presiones por lograr transformar realidades, pero, a costa de ello, descuidan su propio bienestar. El trabajo de hacer consciencia de esta realidad y que pueda realizar prácticas consistentes de cuidado son de primera prioridad. El trabajo es hacia adentro, hacia su vida interior, e incluye diversos cambios que tocan desde su salud física, sus estilos de vida y prácticas diarias, su vida emocional, pasando por sus propósitos y significados de vida, su seguridad financiera, su exploración y creatividad, su vida espiritual y/o religiosa, su conexión con otros y con el planeta. Un cambio de mentalidad se hace necesario y debe comenzar por tareas tan sencillas como aprender a respirar conscientemente.
En el estudio de BIDLab y TWP se identificaron diversos productos y servicios online enfocados en estrategias de prevención o concientización de salud mental y bienestar apoyándose en la tecnología y la comunicación. Algunas ofrecen asistencia médica o profesional, educación y formación; otras están más orientadas hacia el mindfulness incluyendo respiración, relajación, meditación, etc. También es notoria la expansión del apoyo social, ya sea con pares o psicoterapeutas, e innumerables webinar temáticos que multiplican el aprendizaje dentro de las comunidades de bienestar hispanohablantes.
Algunos ejemplos destacables de esto son: AnclaLife en España; Mind2, Cuéntame y Terapify en México; Tuconsejería en Guatemala; Pura Mente, Yerbo, Sigmind en Argentina; Progressus, Selia, Momentu y Enterapia en Colombia; Mindy, Sumeria, Konecta y Betterfly en Chile; Econoa y Sanarai en Estados Unidos, por nombrar algunas.
Mirar hacia adentro
Más allá de profundizar en los servicios que se ofrecen en este ámbito, el enfoque de este artículo es preguntarnos cómo prestar atención a este tema, en otras palabras, ¿cuál sería la ruta para que los agentes de cambio comenzaran a pensar en su bienestar personal? Y, sobre todo, ¿qué pueden hacer los agentes de cambio, los líderes y otras organizaciones para establecer su bienestar dentro de sus prioridades? Aunque no hay una sola vía, distintos enfoques, incluyendo el de Stanford University —Be Well3—, coinciden en señalar como elementos importantes a considerar los siguientes:
1. Hacer conciencia del propio bienestar
El proceso de hacer conciencia aplica un ejercicio de diferenciación, conectado con la propia esencia, de tal manera que el agente de cambio pueda desarrollarse como individuo. Pasa por entender el cuerpo como una alteridad que debe ser escuchada, atendida, al igual que la psique. Las necesidades propias de los emprendedores son válidas. El reto está en valorar realmente la propia vida y darle espacio a ella. El proceso empieza por estar presente para sí, lo cual da lugar a la reflexión y a obrar acordemente.
En TWP y Stanford DCI mi esfuerzo de hacer conciencia se ha centrado en el trabajo con mi vida emocional, es decir, en conocer y diferenciar las emociones en mí para darles cabida. ¿Qué siento? ¿Qué emoción me conecta? ¿Qué significado tiene esto en mi vida? ¿A qué propósito alude? ¿Qué imagen me trae esta emoción? Poder hablarlo y entablar un diálogo con algún experto —psicoterapeuta, coach, terapeuta alternativo, sacerdote, orientador— siempre abría en mí la reflexión interior.
En muchas organizaciones que conozco se están creando estos espacios para trabajar el propio bienestar a través de dinámicas grupales que son conducidas por un facilitador de experiencia. Actualmente Catalyst2030, una red global de emprendedores está abordando el tema del bienestar personal en espacios donde se plantean diversas iniciativas, propuestas por los propios emprendedores sociales, las cuales incluyen hablar entre ellos de aspectos de la vida que les angustian, llevar sesiones psicoterapéuticas, trabajar con imaginación activa, practicar creatividad, o simplemente, respirar y meditar. Poder hablar de los propios sufrimientos, los temores, las problemáticas, las dificultades del diario vivir, traen a la conciencia nuevos elementos con los que podemos hacer frente a la vida cotidiana.
2. Incorporar el autocuidado
Es inaplazable incorporar, progresivamente, actividades y prácticas enfocadas en el autocuidado. Esto incluye múltiples posibilidades: cambiar en el estilo de vida y las prácticas de cuidado diarias; atender la salud física, mental y emocional; dedicar tiempo a reflexionar sobre el propósito y significado de la vida; aprender a gestionar el estrés y desarrollar capacidad de resiliencia; darle un lugar a la conexión con otros, a la curiosidad, a la creatividad, a la espiritualidad o religiosidad, sin descuidar la seguridad financiera. Las posibilidades son infinitas si tomamos en cuenta estas dimensiones y nos comprometemos con darle continuidad a la(s) práctica(s) elegida (s).
Muchos emprendedores, por ejemplo, comienzan su día con una sesión de respiración diaria o con una meditación de 3 a 5 minutos hasta que se hace rutina. Hay muchas Apps que apoyan en ello (en mi caso, he usado Headspace, en español). Otros, inician haciendo yoga en clases semanales de una hora (presenciales o virtuales) y aprenden con el tiempo hasta que se convierte en un hábito, y, para algunos, hasta en una necesidad. También hay quienes establecen pautas de caminatas diarias o semanales por períodos de tiempo cortos, treinta minutos o más, y experimentan con la mirada y las sensaciones durante el recorrido. Algunos otros deciden dedicarse a una actividad como la natación, el senderismo, el gimnasio o cualquier otra actividad física (yo practico yoga kundalini con un maestro, compañero de Stanford University —Rocky Blumhagen— desde hace 5 años, al menos 3 o 4 veces a la semana por 1 hora). Pero también hay emprendedores que se cuidan llevando un diario personal, rezando o meditando, leyendo o pintando, observando la naturaleza. Lo importante es mantener una rutina de cuidado que lleve la atención hacia la propia vida psíquica, a estar presente.
3. Atender la salud mental con un especialista
Visto a la luz de las cifras de la OMS, atender la salud mental individual es dar prioridad al desarrollo interior para afrontar las tensiones de la vida y trabajar de forma productiva y fructífera para la comunidad y para sí mismo. Las cifras de estrés, burnout, ansiedad y depresión entre emprendedores deben hacernos pensar que ha llegado el tiempo de “hablar” de nuestras dolencias de la psique con un especialista, no importa la rama.
Hablar de estos temas con pares ha resultado, en mi caso, una buena práctica, así como también para otros emprendedores sociales con quienes he trabajado, ya que abre un canal de sintonía favorable para el proceso. Sin embargo, cabe destacar que es diferente contarle algo a un amigo que hablarlo con un especialista, ya que este último nos ofrece una escucha atenta para ayudarnos a fijarnos en los patrones que repetimos, por qué comenzamos por x lado y no por otro; incluso, entender que, en nuestra propia sintaxis y retórica, en nuestras pausas y omisiones, hay claves importantes para entender qué es lo que realmente nos está molestando o doliendo. Así, este tipo de conversación con un especialista va más allá de ventilar lo que nos aqueja; se dirige a apalabrar conscientemente, gracias a la interlocución.
El bienestar individual: un reto para el ecosistema de agentes de cambio
The Wellbeing Project (TWP) ofrece una experiencia excepcional de trabajo sobre el propio bienestar (inner wellbeing). Catalizar una cultura en torno al bienestar personal, organizacional, social y planetario para todos los agentes de cambio es su propósito. Este tipo de iniciativas, contribuyen a abonar el terreno para un cambio interior que comienza a generar un movimiento multiplicador en todo Iberoamérica, que, esperamos, se siga multiplicando.
Aun así, queda mucho por hacer. Se requiere de la participación de todos los miembros del ecosistema emprendedor en la región, tanto de los propios agentes de cambio, como de la sociedad civil, los gobiernos y agencias de cooperación, el sector empresarial y las fundaciones. Se precisan políticas públicas y recursos para impulsar a la salud mental y el bienestar en la población. Pero, sobre todo, deben ser los propios agentes de cambio quienes se propongan alcanzar nuevos niveles de consciencia sobre su bienestar y trabajar en su autocuidado.
En mi caso, mientras trabajo por un cambio de mentalidad en torno del bienestar de los emprendedores sociales, me enfrento al reto de que no supere o sustituya mi propia búsqueda por hallar y sostener mi bienestar. Debo mantenerme alerta a la aceleración que me produce estar en una dinámica de trabajo que me resulta estimulante, pero al mismo tiempo estresante y que, si no me cuido, puede producir mucha ansiedad. Vigilar y respetar los ritmos y tiempos de trabajo es fundamental para mí. En el día a día, mantenerme apegada a mis rituales de mindfulness para estar presente y continuar en mi “aquí y ahora” es imprescindible. Lograr un sueño profundo y reparador, llevar una dieta balanceada y mantener conversaciones con pares y amigos sobre mi vida interior es fundamental. Así como lo es continuar haciendo lo que me gusta: la fotografía, la escritura y la cocina, pasiones que comparto con mis seres queridos.
Está claro que no hay un solo camino al propio bienestar y por eso, al compartir mi experiencia, descubro que transitarlo implica consistencia y reflexión.
- Bibliografia
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1 The Wellbeing Summit Bogotá es un evento organizado para promover nuevos niveles de consciencia sobre el propio bienestar de los/las emprendedores/as sociales, así como difundir diversos enfoques y prácticas dentro del ecosistema de emprendimiento en la región de habla hispana. El estudio estuvo a cargo de José Manuel Roche y Mireya Vargas con el apoyo de CISOR.
2 BIDLab y The Wellbeing Project publicaron en mayo 2023 un estudio denominado “El factor invisible: Bienestar y salud mental para fortalecer el ecosistema emprendedor de alto impacto en América Latina y el Caribe” para dar cuenta de la situación entre emprendedores de alto impacto. Más detalles: https://publications.iadb.org/es/el-factor-invisible-bienestar-y-salud-mental-para-fortalecer-el-ecosistema-emprendedor-de-alto
3 Stanford University ha desarrollado una experiencia en el Distinguish Career Institute (DCI) donde se han aplicado distintas aproximaciones acerca del bienestar personal de los Fellows. En mi experiencia hay uno particularmente importante, que incluye un estudio sobre el bienestar personal y se denomina Well for Life y considera diversos ámbitos del bienestar y prácticas de cuidado. Para más detallesl: https://med.stanford.edu/wellforlife-sp.html
Autor original
- Mireya Vargas ha sido emprendedora social por más de 30 años, dedicada a la investigación e innovación en el campo de la salud mental y bienestar de los agentes de cambio en Iberoamérica. Es Ashoka Fellow impulsando un cambio de mentalidad hacia el propio bienestar del agente de cambio y colabora con organizaciones como The Wellbeing Project y Catalyst2030 dedicada a temas de bienestar personal de los emprendedores sociales.
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Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review en Español
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