La plataforma Public Exchange crea vías ágiles a fin de que los líderes del sector público y privado aprovechen el conocimiento académico para enfrentar problemáticas globales.
Durante las primeras semanas de la pandemia de COVID-19, los funcionarios del condado de Los Ángeles enfrentaron una crisis urgente. Estaban conscientes de que, de los 10 millones de residentes del condado, cientos de miles podrían pasar hambre debido a la pérdida de empleos y al colapso del suministro comunitario de alimentos, pero no sabían quiénes serían los afectados ni contaban con una forma eficiente de averiguarlo.
El dinero no era el problema, pues el condado tenía fondos de emergencia federales para proporcionar asistencia alimentaria. Sin embargo, carecía de la información necesaria a fin de llegar a las personas adecuadas, algunas de las cuales nunca antes habían enfrentado inseguridad alimentaria. Esto se debió a que la forma de medir la inseguridad alimentaria en Estados Unidos no refleja cambios detallados ni en tiempo real en las distintas ubicaciones. Los datos con los que contaban los líderes del condado, en abril de 2020, habían sido actualizados por última vez en 2018. Para complicar aún más la situación, las órdenes de permanecer en casa, que había dado el departamento de salud pública, exigían una reimaginación drástica del panorama de asistencia alimentaria. El condado necesitaba ayuda, pero su División de Seguridad Alimentaria de Emergencia no contaba con un equipo de investigación que analizara las circunstancias cambiantes.
Muy a menudo, al enfrentar crisis como esta, quienes se encargan de elaborar las políticas deben valerse de una combinación de datos obsoletos, conjeturas y suerte a fin de ayudar a la población. Pero, en este caso, fue posible adoptar un nuevo enfoque. Public Exchange fue concebida y desarrollada en la facultad de Dornsife, en la Universidad del Sur de California, donde me desempeño como decano. Su objetivo es extender el conocimiento académico a gran escala para abordar los problemas sociales y renovar la confianza pública en la investigación al servicio del bien común.
La falta de infraestructura
En la primavera de 2020, Public Exchange reunió de manera expedita a un equipo de expertos en sistemas alimentarios y salud pública, científicos del comportamiento y científicos espaciales de la USC (Universiad Estatal de California, por sus siglas en inglés) para ayudar al condado a abordar el problema. Las encuestas del equipo pronto revelaron que casi el 40% de los hogares de bajos ingresos en el condado de Los Ángeles habían experimentado inseguridad alimentaria en abril y mayo de 2020.
Sin embargo, los líderes también necesitaban datos sobre los puntos de venta de alimentos y programas de asistencia alimentaria privada, por lo que Public Exchange facilitó convenios innovadores con organizaciones como Yelp y findhelp.org. Integrar a estos socios requirió un esfuerzo concertado, mas sus conjuntos de datos novedosos resultaron ser fundamentales, pues ofrecían una perspectiva más completa sobre los impredecibles y complejos cambios que estaban ocurriendo en el sistema alimentario. Finalmente, los conocimientos del equipo ayudaron en la realización de campañas para expandir y escalar la distribución socialmente distanciada de comida, aumentar la inscripción en programas gubernamentales de alimentos y redireccionar la asistencia a quienes más la necesitaban. Como resultado, el condado de Los Ángeles distribuyó 10 millones de libras de alimentos a los hogares más afectados.
Historias como esta, donde la urgencia y la ingeniosidad se unen para abordar una necesidad crucial, definieron la respuesta de la sociedad ante la pandemia. Sin embargo, no es tan probable que una universidad dedicada a la investigación sea el primer lugar que se nos ocurra para liderar colaboraciones de impacto social urgentes, y que involucren a líderes de los sectores público, privado y sin fines de lucro.
Sin duda, los investigadores en las universidades producen de manera constante trabajos que mejoran vidas y comunidades. El personal académico publica artículos científicos, informes técnicos y libros que ofrecen perspectivas transformadoras y formas nuevas de pensar. Pero, en muchos casos, los problemas específicos que busca resolver un líder comunitario, un director ejecutivo o alguien que elabora políticas no están en la agenda de los investigadores. Es necesario cerrar esta brecha.
Public Exchange invita a los líderes de impacto social fuera de la universidad a plantear problemas difíciles de resolver.
Los investigadores académicos no solo son expertos en un campo estrecho; son personas altamente capacitadas y creativas que pueden solucionar problemas. Tienen la capacidad tanto de liderar mediante la investigación impulsada por la indagación como de aplicar el conocimiento y los métodos académicos para, así, generar un impacto más inmediato y directo. Sin embargo, muy a menudo carecen de la oportunidad de aportar beneficios a la sociedad de forma inmediata, y no por falta de interés o capacidad, sino porque no hay una infraestructura crítica que haga que los hallazgos y experiencia de la investigación estén más al alcance fuera del ámbito académico.
La falta de esta infraestructura daña tanto a la academia como a la sociedad. Las encuestas indican que la opinión pública sobre el conocimiento científico y la confianza en la investigación académica han disminuido en los últimos tres años. En un momento en que necesitamos urgentemente de la innovación, este hallazgo es bastante preocupante. Recordemos que los descubrimientos provenientes de nuestras universidades y sus investigaciones han sido la base de casi todos los dispositivos que tocamos hoy en día, así como de la mayoría de los avances médicos modernos. Sin embargo, en la actualidad, el debate público que predomina sobre el valor de las universidades se centra casi exclusivamente en nuestro papel como educadores, con poco reconocimiento de nuestra vital labor de investigación.
Esta dinámica podría explicar por qué, durante los cinco años en que me desempeñé como el primer decano de ciencias de la Universidad de Columbia, supervisando nueve departamentos científicos de clase mundial, nunca recibí una llamada de un líder cívico o empresarial, solicitando la ayuda de un experto. A su vez, cuando construimos la base para el Public Exchange en la Universidad del Sur de California (USC), escuchamos de manera reiterada que, aunque los posibles colaboradores no dudaban del valioso conocimiento de los investigadores universitarios, a menudo mostraban escepticismo sobre si sería posible activar y acceder a ese saber de forma oportuna y eficaz.
Posiblemente, los lectores de esta publicación, basada en la Universidad de Stanford, ya están familiarizados con el modelo de "transferencia tecnológica", que originó la creación de la Oficina de Licencias de Tecnología de Stanford (OTL, por sus siglas en inglés) a principios de la década de 1970. La OTL permitió a Stanford acelerar el proceso de concesión de licencias de propiedad intelectual, basada en avances dentro de disciplinas como ciencias de la computación, ingeniería y biomedicina, para su aplicación comercial. Hoy en día, casi todas las universidades líderes en investigación han adoptado este modelo, lo que ha dado lugar a varias de las empresas e innovaciones con mayor influencia en el mundo.
Estados Unidos seguirá dependiendo de los convenios de transferencia tecnológica para acelerar la comercialización de materiales que permitan una transición hacia la energía limpia, las innovaciones en el aprendizaje computacional y los tratamientos novedosos para enfermedades. Sin embargo, este modelo aprovecha solo una pequeña fracción de todo el conocimiento que reside en nuestras universidades para la investigación, que albergan a algunos de los economistas, politólogos, psicólogos, científicos espaciales, expertos en ética y otros académicos más destacados del mundo. Ellos también podrían involucrarse de manera más proactiva y eficiente para ayudar a los líderes a resolver problemas, en especial, los que no pueden solucionarse solo mediante el uso de la tecnología.
Para comprender el tipo de infraestructura que hace falta, es importante señalar que las vías claramente establecidas de publicación y transferencia tecnológica comienzan con preguntas que formulan los propios investigadores. Dicho proceso de investigación autónoma está diseñado con intencionalidad, y continúa produciendo descubrimientos fundamentales para el progreso humano. Sin embargo, no existe una vía clara y eficiente a fin de que los líderes gubernamentales o empresariales, con objetivos específicos en mente, puedan obtener el conocimiento que necesitan de los investigadores académicos.
Aquí es donde entra en juego Public Exchange. Mientras los investigadores siguen dirigiendo sus propios programas de investigación, Public Exchange invita a líderes de impacto social fuera de la universidad a plantear problemas difíciles de resolver. Luego, a partir de los miles de investigadores en la USC y universidades afiliadas, forma equipos (casi siempre interdisciplinarios) para ofrecer el conocimiento y las ideas necesarias. De este modo, Public Exchange simplifica el proceso de vinculación, negociación de contratos y gestión de proyectos pertinentes, ya que, a menudo, dichos procesos complican o frustran las asociaciones entre los investigadores académicos y las organizaciones externas.
La construcción de una Red
Public Exchange emplea personal profesional de tiempo completo, proveniente de sectores gubernamentales, industriales y sin fines de lucro, con experiencia en la resolución de los tipos de problemas que abordan sus equipos de investigación. El equipo gestiona los proyectos de principio a fin, asegurándose de que los socios gubernamentales o empresariales reciban los conocimientos necesarios en tiempo y forma. Los expertos académicos son compensados por su investigación y, asimismo, se reducen los cuellos de botella administrativos, lo que incentiva a los investigadores a contribuir sin comprometer su propia agenda académica. Muchos de los proyectos de Public Exchange también se han convertido en publicaciones nuevas para los participantes miembros de nuestro cuerpo docente.
A medida que Public Exchange ha evolucionado y refinado su modelo, hemos visto cómo su enfoque está impulsando el progreso en nuestras comunidades. Por ejemplo, la Iniciativa USC Urban Trees de Public Exchange (Árboles Urbanos de USC), en la que colabora con la ciudad de Los Ángeles, ha dirigido la plantación estratégica de 700 árboles, hasta ahora, en áreas con poca sombra y mala calidad del aire. Además, la iniciativa trajo consiga una atención hacia investigaciones universitarias de diferentes maneras. El proyecto ha sido presentado en el noticiero NBC4 News de Los Ángeles, así como en el periódico The Guardian, la revista Outside y varios otros medios. Esta cobertura es importante. En el panorama político tan polarizado de hoy, si el público no puede ver y sentir el impacto positivo que las universidades de investigación pueden tener en nuestras vidas, los recursos y el apoyo necesarios para sostener estos tesoros nacionales seguirán disminuyendo.
La iniciativa Public Exchange ha sido posible gracias a un modesto apoyo filantrópico inicial. Nuestro equipo espera que, en los próximos años, se alcance la autosostenibilidad mediante el financiamiento de proyectos. Estamos comenzando a explorar el potencial de este modelo para expandirlo hacia una red de Public Exchange que involucre a universidades de investigación en todo el país. A su vez, existen otras redes similares que adoptan enfoques variados para objetivos que, aunque son distintos, tienen cierta relación; por ejemplo, la Anchor Institutions Task Force (Fuerza de Trabajo de Instituciones Locales) es una organización de investigación y construcción de movimientos que busca mejorar la salud económica, social y cívica de las comunidades a través de instituciones locales clave, tales como universidades y hospitales, que guardan el potencial de generar un impacto escalable.
Como comunidad, las universidades de investigación deben destacar mejor el valor de nuestra misión investigadora. Difundir nuestros hallazgos y productos de investigación siempre será importante, pero podemos hacer más. Debemos posicionarnos mejor como socios a quienes se puede acudir para abordar problemas inmediatos y urgentes de manera accesible. Un involucramiento más sólido no solo ayudará a restaurar la confianza pública en el conocimiento académico, sino también garantizará que la sociedad pueda contar con la gente de mayor creatividad para solucionar problemas y enfrentar los desafíos más apremiantes de nuestro tiempo.
Autora original:
- Amber D. Miller es la decana del Dana and David Dornsife College of Letters, Arts, and Sciences (Facultad Dana y David Dornsife de Letras, Artes y Ciencia) en la Universidad del Sur de California (USC) y anteriormente fue decana de ciencias en la Universidad de Columbia.
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Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review publicado en la edición primavera 2024.
- Traducción del artículo Harnessing Academic Expertise for Societal Challenges por Leslie Cedeño.
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