Con la creación del Democracy Frontlines Fund los más experimentados organizadores antirracistas pueden realizar su importante labor. Ellos nos enseñan cómo mejorar la filantropía.
En mayo de 2020 se viralizó un video que mostraba a un oficial de policía blanco en Minneapolis, Minnesota, apoyando la rodilla sobre el cuello de George Floyd, un hombre negro desarmado, hasta asfixiarlo. Me sacudió. No confundamos sacudir con estar en shock. La gente blanca estaba en shock. A las personas negras nos sacudió, nos hizo conscientes sobre la otredad profunda y existencial que vivimos en Estados Unidos.
He trabajado en la filantropía mientras suceden otras injusticias raciales catastróficas: en 1991, la golpiza a Rodney King por oficiales de policía de Los Ángeles y las revueltas que siguieron a su absolución; el fusilamiento de Trayvon Martin; y un sinfín de otras personas negras asesinadas por motivos racistas. En todas estas ocasiones, si la noticia lograba ser relevante el tiempo suficiente para provocar una respuesta, los líderes de las fundaciones formaban comités, ordenaban realizar estudios y, tal vez, movilizaban algunas subvenciones a universidades o centros de investigación encabezados por blancos que presentaban unas PowerPoints divinas.
Por esta ocasión, necesitaba que fuera diferente. Y, por esta ocasión, me encontraba en posición de intentar hacer algo diferente. Le dije a mi consejo en The Libra Foundation que quería crear un fondo a la altura de sus principios de concesión de subvenciones, incluido uno que dice que los más cercanos a un problema son quienes mejor lo entienden. También quería invitar a otras fundaciones a unirse para movilizar dinero y crear juntos un laboratorio de aprendizaje. El consejo y mi equipo estuvieron de acuerdo, y entre todos, nos apoyamos para ir más allá de lo que parecía posible y lograr cosas que, sabíamos, eran esenciales. Nos guiamos por las siguientes verdades para diseñar lo que después sería el Democracy Frontlines Fund (DFF):
- Los racistas antinegros deben detenerse para que no maten a más personas negras.
- El racismo contra las personas de raza negra fue la sustancia inflamable que motivó a los líderes autoritarios a consagrar la injusticia y la desigualdad.
- El racismo en la filantropía limita el acceso de los grupos dirigidos por personas de raza negra a los recursos vitales.
- El racismo contra los negros es el cáncer que destruye a nuestro país desde adentro hacia afuera.
- Los organizadores negros fueron los líderes que estuvieron en la primera línea salvando nuestra democracia de la agravante pandemia de COVID-19 y el autoritarismo.
El Democracy Frontlines Fund tenía que activar una alarma para que la filantropía corrigiera el rumbo. Necesitaba financiar sin trabas a los organizadores negros con fondos sustanciales, de tal manera que transfiriera el poder de los privilegiados a los expertos en el terreno. Necesitaba crear alianzas basadas en la confianza.Necesitaba crear una comunidad de práctica continua para aprender junto a los socios beneficiados.
Con estos elementos clave en mente, empecé a contactar a líderes filantrópicos para contarles nuestra visión. Algunos dijeron que no o me ignoraron después de un primer acercamiento porque les incomodaba el enfoque del DFF. Muchos de ellos asignaron recursos a grandes fondos donde podían dirigir el destino del dinero y así se mantuvieron el poder y el control en su zona de confort. Pero la respuesta abierta, valiente y fuerte de otros líderes me sorprendió. Once fundaciones levantaron la mano rápido para estar a la altura del momento. En ocho semanas juntamos 36 millones de dólares en tratos multianuales y sin restricciones para grupos en las primeras líneas de la lucha por nuestra democracia. Representó una nueva forma de filantropía que responde a las comunidades que servimos eliminando barreras y burocracia innecesaria.
Democracia y antirracismo
El Democracy Frontlines Fund innovó en varios aspectos clave. Primero, los donantes se comprometieron por adelantado y por tres años con diez beneficiarios que no serían seleccionados por ellos, sino por la red de apoyo del fondo: un poderoso grupo de mujeres de raza negra a quienes invitamos para aportar sus décadas de conocimiento y experiencia colectiva.
Al separarnos del estándar de la práctica filantrópica, el fondo reconoció que aquellas personas con décadas de experiencia financiando a organizadores en las primeras líneas están mejor posicionadas para decidir cómo desplegar rápidamente recursos esenciales para la lucha por la justicia social.
En segundo lugar, el DFF definió la democracia desde la perspectiva de aquellos sistemáticamente excluidos de ella. A pesar de la COVID-19, la brutalidad policial y contra-manifestantes violentos, los organizadores de Black Lives Matter (Las Vidas Negras Importan) mostraron cómo la misión del movimiento es fundamental para todos los demás esfuerzos enfocados a mejorar el funcionamiento de nuestra democracia.
En tercer lugar, ser activamente antirracista en la filantropía requiere un espacio para la reflexión y el aprendizaje profundo. En una de las primeras reuniones del DFF, nuestra facilitadora y guía de aprendizaje, Tynesha McHarris, desafió a nuestros socios filantrópicos a “ir a lugares que los pongan nerviosos”. Al discutir la idea de organizarse con la dirección de personas negras, señaló que debemos definir colectivamente “qué clase de poder se requiere para construir la democracia que decimos querer y, [la cual] sabemos que necesitamos”. Cliff Albright del Black Voters Matter Capacity Building Institute (Instituto de Desarrollo de Capacidades de Los Votantes Negros Importan), un beneficiario del DFF, invocó las lecciones de la historia negro desafiando a los financiadores a “dar las llaves del auto” a las organizaciones negras que están construyendo el poder.
A través de nuestro viaje en el DFF estamos aprendiendo que el financiamiento de esfuerzos organizativos nos obligará (no a nuestros beneficiarios ni socios) a cambiar profundamente. Estamos estudiando la historia de la opresión, cómo la supremacía blanca ha impactado nuestras comunidades y cómo los organizadores en las primeras líneas han creado confianza y relaciones como “una infraestructura para crear poder”, como lo describe Albright.
Tres organizadoras beneficiarias están entre las muchas que nos han inspirado mientras atravesamos un proceso que McHarris llama de “crear estrategias y aprender juntos”. Estas tres son: LaTosha Brown, cofundadora de Black Votes Matter (Los Votos Negros Importan); Alicia Garza, cofundadora de Black Lives Matter que también inició el Black Futures Lab (Laboratorio de Futuros Negros), y Dara Cooper, la organizadora nacional de la National Black Food and Justice Alliance (Alianza Nacional de Alimentos y Justicia Negra, NBFJA por sus siglas en inglés). Sus cualidades de liderazgo son referencias para nuestra concesión de subvenciones: enfocan el liderazgo en la comunidad; tienen agudeza y claridad en sus propósitos; imprimen maestría y creatividad radical a sus estrategias y tácticas; y, son resilientes ante la adversidad y la opresión.
Los orígenes de Brown en el estado segregado de Alabama han dado luz sobre las formas en que las tácticas de intimidación a votantes pueden impactar a las comunidades negras y cómo superar dichas tácticas. Su visión proporciona al DFF sus prioridades estratégicas, las cuales definió en una entrevista: “Primero: nuestro trabajo es que los votantes siempre estén informados y al tanto de lo que sucede en su entorno. Segundo: las organizaciones con un brazo activista necesitan buenos recursos… y tercero: [se necesita] una construcción constante del ecosistema de organizaciones civiles y de grupos religiosos que tienen la capacidad para movilizar a la gente”.
Garza escribió un libro importante sobre cómo organizar: The Purpose of Power: How We Come Together When We Fall Apart (El Propósito del Poder: Cómo nos unimos cuando nos derrumbamos). “Construir un movimiento no se trata de encontrar a tu tribu, se trata de desarrollar a tu tribu a pesar de las diferencias para enfocarse en un conjunto de metas comunes”. Escribe: “Para mí, organizar es una cuestión tanto de conexión humana y de relaciones, como de lograr una meta política”. En unas discusiones del DFF, Garza explicó su filosofía sobre cómo construir poder comunitario a partir de alianzas para de esa forma fortalecer nuestra democracia.
Cooper nos ayuda a entender otro mal histórico del racismo: la expulsión violenta de los agricultores negros de sus tierras, lo cual resultó en una caída del 98% en la posesión de tierras por personas negras durante el siglo pasado. Como organizadora nacional en NBFJA, trabaja en un modelo de coalición para visibilizar las agresiones deliberadas y sistemáticas en la capacidad de las personas negras e indígenas para administrar la tierra y nutrir a nuestras comunidades.
Al inicio, algunos donadores del DFF se sorprendieron de la inclusión de activistas para la justicia agraria entre los beneficiarios. Sin embargo, su reacción ofrece un ejemplo perfecto de cómo al análisis de un donador puede faltarle la perspicacia que aportan los miembros de la comunidad. La propiedad siempre ha sido central para determinar cómo los estadounidenses ganan representación en la esfera política. Cooper ha trazado para nosotros un camino compartido hacia el cambio que incluye la educación, el activismo y las políticas públicas. Como indicó para Essence en 2019: “Mucho del trabajo que realizamos se basa en un fideicomiso colectivo de tierras donde podemos ayudar a las comunidades a regresar a las prácticas regenerativas que están en mayor armonía con la Tierra y ellos mismos”.
La NBFJA se reunió con la senadora Elizabeth Warren, una demócrata de Massachussets, y con Cory Booker, un demócrata de Nueva Jersey, para desarrollar la ley Justicia para los agricultores afroamericanos, buscando ofrecer un camino a la adquisición de tierras a través de inversiones federales de 8 mil millones de dólares al año para apoyar subvenciones de tierra a agricultores negros. La tierra define la soberanía de una comunidad; el alimento que enriquece su cultura. Si estos recursos son arrebatados por la avaricia y políticas gubernamentales, se pierden las fronteras que configuran a las comunidades. En los estados del llamado “cinturón negro”, donde han sucedido los hurtos más flagrantes de tierra, no es coincidencia que los agricultores y dueños de negocios blancos mantengan asegurados sus puestos de elección popular.
Financiar, escuchar y aprender
Aquí se han presentado diferentes narrativas de movimientos negros en Estados Unidos, pero todas refuerzan la meta del DFF de acabar con las prácticas filantrópicas que mantienen una perspectiva privilegiada a las personas de raza blanca, en vez de financiar soluciones que sean definidas por la propia comunidadas y les permitan construir poder. También, muestran un camino para que la filantropía, a veces extraviada en sus prejuicios, avance.
Primero, debemos movilizar dinero y, después, construir una práctica intencionada que consista en aprender de los mejores maestros: los beneficiarios BIPOC (Negros, Indígenas y Personas de Color, por sus iniciales en inglés) quienes tiene experiencia de primera mano y están organizando un cambio sistémico duradero. Debemos invertir en ecosistemas donde los cambios vibrantes ya están sucediendo, y donde los recursos sin trabas sirvan como el andamiaje financiero que une las redes de conexiones humanas. Los donantes necesitan entrar a este espacio con humildad, reconociendo que el privilegio y la supremacía blanca permean el sector filantrópico, lo que nos obliga ahora a educarnos sobre el antirracismo.
A lo largo del viaje de financiamiento, necesitamos guías expertos para las decisiones que tomamos. Necesitamos entender nuestros puntos ciegos y aceptar que las personas más cercanas al problema son quienes saben más sobre cómo solucionarlo. En vez de imponer una teoría de cambio vertical, los financiadores necesitan proveer a los organizadores y a los intermediarios responsables de la comunidad con apoyo operativo. También necesitan preguntar a los organizadores quién necesita apoyo y otorgarlo con rapidez y generosidad.
Si quieres crear un cambio sistémico, deja el asiento del conductor y abróchate el cinturón de pasajero. El requisito es que sepas escuchar. Lo que aprenderás será tu regalo. Deshazte de tu mapa desactualizado. Los organizadores están preparados para llevarnos a un Estados Unidos más justo, pero los donadores necesitan dejar el volante y cooperar con el dinero para la gasolina.
Autores originales:
- CRYSTAL HAYLING es directora ejecutiva de la Fundación Libra y fundadora de Democracy Frontlines Fund (Fondo para las Primeras Líneas de la Democracia)
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Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review en Inglés
- Traducción del artículo Transformative Philanthropy for Racial Justice por Carlos Calles
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