Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review publicado en la edición verano 2021.
(Ilustración de Chris Gash)
El 5 de abril de 2012, el presidente Barack Obama promulgó la ley Jumpstart Our Business Startups (JOBS por sus siglas en inglés). Durante la ceremonia en la rosaleda de la Casa Blanca, declaró que “potencialmente podría cambiar el juego.”
“Actualmente, solo puedes acudir a un grupo limitado de inversores, lo que incluye a bancos y a individuos ricos, para conseguir financiación,” explicó. “Gracias a este proyecto de ley, las empresas emergentes y los pequeños negocios ahora podrán tener acceso a un nuevo grupo de inversores potenciales, esto es, el pueblo estadounidense.”
El presidente estaba en lo correcto: los Títulos de ley III (Regulación de Microfinanciación colectiva, mejor conocida como “Reg CF”) y IV (Regulación A+, conocida como “Reg A+”) pueden transformar la forma en la que el público invierte y quién puede participar. Las nuevas regulaciones han abierto nuevas fuentes de capital para pequeñas empresas emergentes, democratizado la inversión minorista para las masas y estimulado la invención y experimentación de nuevos mercados.
Pero, por sí solas, no son suficientes para reducir la brecha de riqueza racial o para reparar el daño de los mercados privatizados a las comunidades de color. Sin una intervención estratégica hoy, las ya privilegiadas clases adineradas, predominantemente blancas, quienes tienen los conocimientos prácticos, los contactos y el capital, serán las únicas que se enriquecerán financieramente de estos desarrollos. Este mercado financiero emergente único ofrece una oportunidad para fundaciones institucionales, inversores de impacto y expertos de la industria financiera que buscan un cambio para apoyar a pioneros de color que harán posible que una mayor diversidad de personas se convierta en propietarios, operadores, fundadores, inversores y sociedades participadas.
Un nuevo mercado
El Título III permite a inversores minoristas, los individuos con un patrimonio neto menor a 1,000,000 de dólares, participar en inversiones de capital para empresas emergentes o negocios en crecimiento y por medio de plataformas públicas y digitales de recaudación de fondos que estén registradas en la Autoridad Reguladora de la Industria Financiera (FINRA por sus siglas en inglés), la cual distribuye el riesgo entre muchos. Este cambio da a los negocios privados más acceso a capital. Antes del Título III, las empresas emergentes recaudaban inversión de capital principalmente de gente adinerada e instituciones, y generalmente en bases no públicas. Ahora, personas comunes tienen la oportunidad de realizar inversiones de capital por medio de la microfinanciación colectiva anunciada públicamente: hoy en día el 99% finalmente tiene los tipos de oportunidades de inversión que antes solo eran accesibles para el 1%.
El Título III ya está reformando de manera fundamental cómo y a quién este nuevo capital puede fluir. Personas ordinarias pueden invertir para apoyar a un amado negocio local, una librería, café o compañía de teatro, o financiar una idea que puede ser la siguiente Apple o Facebook. Con capital de micromecenazgo, estos inversores minoristas pueden cumplir sus deseos de mejorar sus vecindarios, actuar caritativamente y recolectar ganancias financieras de manera simultánea. La inversión minorista por parte de no millonarios es el actual gran mercado sin explotar, y algunas instituciones financieras ahora están prestando atención.
Considere a BlackRock, el gestor de activos más grande del mundo. Servía principalmente a inversores institucionales, pero recientemente ha cambiado su enfoque a este mercado creciente de inversores individuales. En 2019, más de 20% de su recaudación de fondos (26 mil millones de dólares) vino de inversores minoristas, un mercado que no existía hace cinco años atrás. O considere a Wefunder, una de las muchas nuevas plataformas de capital de microfinanciación que nacieron con el surgimiento del Título III y que actualmente está estableciendo una infraestructura para captar y canalizar este nuevo dinero. Imagine, tal como sugiere el cofundador de Wefunder Greg Belote en una publicación de su blog de 2014, que la empresa emprendedora de realidad virtual Oculus hubiera sido financiada por medio de capital de micromecenazgo en vez del sitio de financiación colectivo Kickstarter, el cual está basado en recompensas. Aunque los inversores hubieran perdido al no recibir equipos, hubieran podido en cambio haber conseguido un retorno de 145X (es decir, 1,000 dólares se habrían convertido en $145,000) cuando Facebook compró la compañía.
Wefunder no está sola. Un número de sitios de microfinanciación permite a las personas e instituciones hacer inversiones en compañías nuevas o en crecimiento y apreciando activos. Algunos incluso permiten invertir activos de jubilación en acuerdos de valores financiados por micromecenazgo, a través de cuentas de jubilación individuales autodirigidas (IRA por sus siglas en inglés), ejemplo de ello es el caso de Alto. Una búsqueda rápida entrega una docena de sitios nuevos, creados para optimizar la inversión en todo, desde empresas emergentes (SeedInvest, Republic, y Wefunder), bienes raíces (Arrived, DiversyFund, LEX, RealtyMogul), instituciones financieras de desarrollo comunitarios (CNote), artes visuales y música (Yieldstreet Prism Fund, Masterworks, Royalty Exchange) hasta tierras de cultivo (FarmTogether y LandFund Partners) y más.
Estamos viendo una diferenciación, experimentación e invención de mercado mientras estas plataformas proveen nuevos tipos de productos y servicios previamente inimaginables. StartEngine, por ejemplo, es una de las primeras en crear un mercado para que las personas intercambien participaciones comerciales de empresas privadas adquiridas por medio de las Regulaciones CF y A+. Ahora mismo, la imposibilidad de negociar títulos de deuda y de renta variable los hace ilíquidos y, por lo tanto, un alto riesgo financiero. El nuevo servicio de StartEngine ilumina lo que podría parecer tener un mercado sólido de comercio Reg CF y A+.
El capital de personas ordinarias y sus ahorros y activos para la jubilación ahora pueden fluir libremente. Esta oportunidad hace de vital importancia que participen aquellos que han sido marginalizados por raza, género o clase, cuyas comunidades históricamente han sido desempoderadas y excluidas del apoyo público convencional, el mercado privado o los sistemas de financiamiento filantrópico. Los inversores que sean pioneros en este nuevo mercado de inversiones de capital privado a nivel minorista darán forma a su infraestructura, herramientas y prácticas, y obtendrán las recompensas financieras de ingresar en el nivel básico de la inversión en empresas antes de que se hagan públicas. Estos inversores deben representar a las personas en toda su diversidad para llevar a cabo la democratización prometida de los Títulos II y III.
Backstage Capital es un fondo de capital de riesgo de personas negras, indígenas y de color (BIPOC por sus siglas en inglés), personas LGBTQ+ y mujeres propietarias que se enfoca en invertir en fundadores poco representados. El fondo recientemente aprovechó la ley JOBS para financiar colectivamente el capital para cubrir los costos de funcionamiento de su empresa. Su campaña fue un éxito debido a una amplia y diversa base de seguidores: Backstage alcanzó su primer meta de 1,070,000 de dólares, el máximo permitido en ese tiempo bajo una Regulación CF, en un periodo de 24 horas de parte de 2,790 pequeños inversores al ofrecer acciones de membresía de su empresa de capital de riesgo en Republic, otra plataforma de capital de microfinanciación fundada por minorías que comparte los objetivos de Backstage de generar riqueza para las BIPOC, mujeres, LGBTQ+ e inmigrantes fundadores que han sido excluidos de los sistemas financieros convencionales. (Backstage finalmente logró recaudar el resto de sus $5 millones en tan solo ocho días.) En otras palabras, una plataforma de microfinanciación que debe su existencia al Título III hizo posible a los seguidores de Backstage, principalmente personas de color no acreditadas, tener colectivamente una participación de propiedad en el futuro de Backstage.
Segundo, bajo la Regulación A+, las entidades privadas ya no están limitadas al uso de plataformas de terceros: pueden recaudar fondos directamente al apelar a sus comunidades mediante una Oferta Pública Directa (DPO por sus siglas en inglés). Por ejemplo, TechSoup, una red de ONG sin fines de lucro que provee productos y servicios tecnológicos a organizaciones sin fines de lucro, actualmente está llevando a cabo una campaña DPO para recaudar 11.5 millones de dólares mediante la emisión de préstamos a inversores no acreditados por tan solo $50; a los inversores se les pagará un interés anual simple, más su principal, al cabo de cinco años.
Los DPO tienen un gran potencial para ayudar a las organizaciones sin fines de lucro, a las compañías de impacto social y a empresas de servicio comunitario que buscan recaudar un capital significativo de Regulación A+ de las personas a los que ellos sirven y que los valoran. La East Bay Permanent Real Estate Cooperative (Cooperativa de bienes raíces permanentes del Este de la Bahía, EB PREC por sus siglas en inglés), con sede en Oakland, California, recientemente lanzó una campaña DPO, la primera en recibir aprobación SEC para una cooperativa de bienes raíces que se enfrenta al desplazamiento de personas negras a causa de la gentrificación. El DPO de EB PREC señala una solución a un problema que plaga al sector de las organizaciones sin fines de lucro: las organizaciones benéficas por lo general recaudan dinero de donadores e instituciones ricos que no representan a las comunidades que las organizaciones sin fines de lucro tratan de servir. Ahora, con el financiamiento colectivo masivo, la fuente del financiamiento y la comunidad a la que EB PREC sirve (y ante la cual debe rendir cuentas) son la misma.
Finalmente, el crecimiento de la inversión socialmente responsable, las pantallas de desinversión y la inversión de impacto ya muestran que existe una fuerte demanda del mercado de oportunidades de inversión en organizaciones sin fines de lucro, empresas beneficiosas a nivel local y global y negocios que mejoran alguna comunidad. Sin embargo, vemos poco desarrollo en el lado del suministro de esta demanda: las fundaciones privadas, inversores de impacto e inversores no acreditados que apoyan a la comunidad necesitan más oportunidades para mover sus inversiones hacia este nuevo mercado. Necesitan más empresas con propiedad BIPOC en las cuales invertir; más productos de inversión emitidos por fondos de propiedad comunitaria y administrados por cooperativas, y una mayor orientación para redirigir su capital.
Crear un mapa de flujos para la inclusión
Democratizar el acceso al capital de inversiones no significa que todos en el 99% se beneficiarán sin intervenir. La infraestructura y las prácticas todavía se están moldeando en modos que, de nueva cuenta, excluirán a personas de color, con una abrumadora mayoría de fundadores y personal de plataformas de microfinanciación dirigidas y financiadas por blancos y hombres.
La falta de diversidad es la razón por la que las fundaciones, las organizaciones sin fines de lucro y el gobierno son necesarios para dar forma a mercados de inversión alternativos, inclusivos y justos. El capital filantrópico puede actuar como capital de subvención concesional (es decir, sin expectativa de rendimiento financiero) para permitir nuevas empresas con pista operativa y reservas, tomar posiciones de inversión subordinadas para reducir financieramente el riesgo de participación de las personas sin patrimonio heredado y proporcionar subvenciones o préstamos recuperables con intereses bajos o nulos para fomentar la participación de las BIPOC. Los inversores privados acreditados de alto patrimonio neto pueden proporcionar capital inicial o de crecimiento en términos no extractivos. Y los gobiernos locales y estatales pueden actualizar las pautas para que sus programas y recursos sean accesibles a los fundadores que son BIPOC, cuya participación en este nuevo mercado canalizará este nuevo capital hacia sus comunidades marginadas locales.
No podemos pretender que esta nueva forma de capitalismo de mercado privado hará que estas nuevas estructuras económicas sean útiles y saludables para las personas y el planeta. Debemos actuar ahora, en esta etapa temprana, para asegurar que estos nuevos mercados sean más inclusivos y equitativos. La iniciativa de financiación AmbitioUS del Centro de Innovación Cultural, donde soy presidente y directora ejecutiva, despliega subvenciones, préstamos e inversiones centradas en la construcción de una red alternativa de sistemas económicos basados en la comunidad e impulsados por BIPOC. Reconocemos que se necesita de intencionalidad para ayudar a aquellos que han sido marginados para moldear y beneficiarse de estos nuevos espacios. Una mayor diversidad de personas necesita invertir y participar en esta creación de riqueza, ser proveedores de asistencia técnica accesible para todos, fundar intermediarios y plataformas para canalizar fondos y establecer nuevos modelos y condiciones de negociación.
- ANGIE KIM es presidenta y directora ejecutiva del Centro de Innovación Cultural. Desea expresar su agradecimiento por el apoyo editorial de la escritora Hannah Chinn y la revisión legal de los asesores Jason Wiener y Erika Dunyak.
- Traducción del artículo Democratizing Capital por Rodrigo Navarro.