El emprendimiento social requiere de marcos teóricos propios para sobrepasar obstáculos legales y financieros.
*Este artículo es resultado del Segundo Taller de Estudios de Caso y Piezas de Opinión, organizado por SSIR en Español, Tec de Monterrey, Cemefi, Comunalia, fhi360 y USAid.
A menudo, hablamos de explicar con “peras y manzanas” para simplificar un concepto y hacerlo accesible a cualquier audiencia. Ahora, imagínense explicar lo que es una pera al tomar como única referencia una manzana. Vaya reto, ¿no? La “pera” que buscamos definir es el emprendimiento social, pero para explicarlo solemos tomar como referencia el emprendimiento con fines de lucro, la “manzana”, que tiene una lógica totalmente distinta.
A lo largo de 13 años trabajando en el ecosistema de emprendimiento social de América Latina, me he quedado asombrado por la labor que realizan los agentes de cambio. Desde las múltiples trincheras de las luchas sociales y ambientales, buscan de manera incansable cambiar la realidad para mejorarla. Mis experiencias con cientos de esos formidables individuos me han convencido de que el emprendimiento social va más allá de una mera tendencia; representa una forma híbrida de organizaciones que buscan combinar una orientación hacia el impacto social con una mentalidad empresarial.
No obstante, incluso 25 años después de que John Gregory Dees acuñara el concepto en la literatura académica, sigo encontrándome con personas que niegan su relevancia y hasta su existencia, tanto en círculos académicos como en el ámbito profesional. Un comentario recurrente de sus detractores es: “todas las empresas son sociales porque generan impacto; por ejemplo, a través de la creación de “empleos”. Este comentario refleja una visión superficial de lo que es el impacto, pues no todo empleo es un empleo digno que empodera a los individuos. Es sorprendente que presentemos este tipo de argumentos en un México donde más del 55% de los trabajadores se encuentran en una situación de informalidad (El País) y esta mayoría solo representa el 24.4% del PIB del país (INEGI).
A pesar de las pruebas empíricas y teóricas que respaldan el concepto y sus diferencias con la empresa tradicional, tanto académicos como profesionistas siguen cuestionando algo que está tan claramente presente ante nuestros ojos y que, con necedad, tratamos de explicar a partir de teorías generadas para otros tipos de organizaciones. El emprendimiento social merece sus propios marcos teóricos, y su propia fundamentación, para fomentar un mejor entendimiento de la labor de aquellos entregados a la tarea de mejorar el mundo y, además, para ayudar e inspirar a quienes buscan hacerlo. A continuación, revisaremos algunos de esos conceptos, o “manzanas”, tomados del entorno de los negocios tradicionales que erróneamente se usan como referencia para explicar el emprendimiento social.
La manzana legal
Una de las barreras más significativas para el desarrollo del emprendimiento social radica en las estructuras legales existentes. En muchos países, existe el reconocimiento legal de las organizaciones sin fines de lucro, que tienen la capacidad de recibir donaciones. Por otro lado, también se encuentran disponibles diversas estructuras legales para empresas con fines de lucro, adaptadas según la industria y el tamaño.
Sin embargo, aquí surge una gran pregunta para los emprendedores sociales: ¿dónde encajan las empresas que buscan generar impacto y, al mismo tiempo, obtener ingresos a través de sus ventas? Estos emprendedores se enfrentan a una paradoja. Por un lado, pueden optar por una estructura que no permite de manera eficiente la generación de ingresos mediante ventas, como es el caso de las organizaciones basadas en donativos. Por otro lado, pueden optar por una estructura empresarial más tradicional, orientada a maximizar las ganancias, lo cual conlleva desventajas fiscales y puede poner en riesgo la sostenibilidad del impacto social.
La recaudación de capital bajo esta última estructura también implica la entrada de inversionistas que podrían no compartir la misión social de la organización. Algunos ejemplos ilustrativos son la adquisición de Whole Foods Market, una empresa pionera en la distribución de alimentos saludables y del movimiento de empresas conscientes, por parte de Amazon, que busca tener acceso a canales de distribución físicos y persigue la maximización de ganancias. Otro ejemplo es la adquisición de la organización sin fines de lucro National Geographic por parte de Disney. La falta de rentabilidad de la revista llevó a los nuevos inversionistas a cancelar su impresión tras 135 años de existencia.
En consecuencia con lo anterior, los emprendedores sociales no siempre se reconocen como tal. Un estudio del British Council (British Council: The Global State of Social Enterprises 2022) encontró, después de entrevistar a más de 2,700 emprendedores en 43 países, que no todos los países tienen la misma definición de emprendimiento social (cuando la tienen), lo que genera un problema de autoidentificación. En otras palabras, tenemos emprendedores sociales que no saben que lo son y otros que pretenden serlo sin cumplir con sus características.
Ciertos países han abordado esta problemática mediante la creación de estructuras legales específicas. Tal es el caso de Colombia y la Sociedad de Beneficio e Interés Colectivo (BIC), que reconoce la naturaleza única de las empresas sociales como generadoras de impacto y ganancias. Este enfoque permite la existencia de estas entidades y las define desde sus propios paradigmas. Además, garantiza que el impacto social se integre en la razón de ser de la empresa.
En una época en la que el debate sobre la identidad ocupa un lugar central en nuestras sociedades, la capacidad de los emprendedores sociales y sus empresas para definirse a sí mismos resulta altamente relevante y una condición fundamental para su éxito.
La manzana de la venta y la mercadotecnia
Otra cuestión importante en el mundo del emprendimiento social es cómo definir nuestra estrategia de promoción y publicidad. Los emprendedores con un enfoque en el impacto social han comprendido que lo que están vendiendo son productos o servicios que aportan valor a sus clientes, sin importar el impacto social que buscan generar.
Esto marca una diferencia significativa con las organizaciones no gubernamentales (ONG), que suelen recaudar fondos mediante colectas, donaciones y redondeos en compras u otras acciones simbólicas, en lugar de ofrecer productos o servicios con un valor intrínseco.
¿Qué dicen las teorías de mercadotecnia al respecto? En general, estas tienden a explicar la mercadotecnia desde perspectivas que no se aplican adecuadamente a la realidad de los emprendedores sociales. Por ejemplo, se habla de la mercadotecnia basada en causas, donde una empresa tradicional asocia su marca con un impacto social. Aunque suena bien en teoría, a menudo se centra más en la imagen de la marca y puede resultar en gastos mayores de lo que realmente se recauda para el impacto social. Además, no necesariamente compromete a la empresa a implementar prácticas socialmente responsables en todos sus aspectos. Por ejemplo, British American Tobacco, tercer vendedor de productos de tabaco a nivel mundial, es reconocido por diversos organismos como un líder en su medición de criterios ESG (medioambientales, sociales y de gobernanza, por sus siglas en inglés).
El desajuste entre las teorías de mercadotecnia y la realidad de los emprendedores sociales es evidente, lo que subraya la necesidad de desarrollar nuevas teorías que sean más adecuadas para explicar las dinámicas específicas de este campo. Por ejemplo, un marco teórico que entrelace las virtudes de los productos y servicios ofrecidos, así como la razón de existir de la organización y su lucha para resolver temas socioambientales.
Hago una invitación a los investigadores en este campo a desarrollar un nuevo marco teórico que permita explicar la dinámica del emprendimiento social. Necesitamos entender este fenómeno para poder mejorarlo, replicarlo y, al mismo tiempo, preparar de manera más efectiva a los emprendedores sociales.
La manzana de las finanzas
Explicar las finanzas de un emprendimiento social al utilizar las herramientas convencionales puede resultar en un enfoque poco apropiado y hasta contraproducente. La razón principal radica en la naturaleza misma de las empresas sociales, cuyo objetivo principal no es la maximización de ganancias, sino la sostenibilidad financiera que les permitirá continuar generando un impacto social positivo. Esta diferencia fundamental en la misión de la empresa social transforma por completo la lógica financiera que rige su funcionamiento.
Las herramientas financieras tradicionales se basan en valores de mercado, estándares de estructuras de costos y precios que se ajustan, principalmente, a empresas orientadas a la maximización de ganancias. En el contexto de una empresa social, donde el impacto social es el corazón de su existencia, estos indicadores pierden relevancia.
Ilustremos lo anterior con ejemplos de dos empresas sociales mexicanas: La Cana y Prison Art. Aunque con productos muy distintos, peluches y productos de cuero tatuado, respectivamente, ambas emplean a presos de las cárceles de México para elaborar sus productos. Si bien estas empresas son rentables, su impacto va más allá de lo económico. La tasa de reincidencia delictiva en México es de 40%; sin embargo, para quienes pasan por programas como los ofrecidos por estas empresas, la tasa baja a tan solo 1% (Gobierno de la Ciudad de México). Asimismo, al momento de tomar la decisión de invertir en una empresa podríamos encontrar un sinnúmero de opciones más rentables que las dos citadas, pero para determinar su valor real tendríamos que ir más allá del simple valor monetario. ¿Cuánto vale la disminución de la inseguridad? ¿Cuál es el costo de mantener personas en la cárcel? ¿Cuáles son los impactos sociales y económicos de la inseguridad? Esas son unas cuantas de las muchas preguntas que deberíamos hacernos.
En lugar de buscar una valoración monetaria estricta, el enfoque debe centrarse en medir el alcance y la profundidad del impacto que la empresa social está logrando. Esto significa evaluar cómo está mejorando la vida de las personas, cómo está abordando problemas sociales y ambientales, y cómo está promoviendo un cambio positivo en la comunidad. Un método que se alinea con estos objetivos es el Retorno Social Sobre la Inversión (conocido en inglés como Social Return On Investment o SROI). Sin embargo, en mi experiencia, los retos que he observado en torno al SROI son: (1) la falta de conocimiento y reconocimiento de este método por parte de inversionistas y (2) la falta de expertos que acompañen a las empresas sociales en la ejecución de este análisis.
En resumen, tratar de aplicar las herramientas y métricas convencionales a las finanzas de un emprendimiento social puede resultar en una perspectiva limitada y poco precisa. La sostenibilidad financiera y el impacto social son los verdaderos pilares de estas empresas y su éxito debe medirse en términos de su contribución a la sociedad y el medio ambiente, no solo en términos monetarios.
Conclusiones
Desde mi punto de vista, intentar explicar el emprendimiento social con las herramientas convencionales es como tratar de explicar las criptomonedas con teorías bancarias tradicionales o intentar entender los automóviles a partir de la mecánica de un carruaje. Aunque puede haber algunas similitudes, estas herramientas no son suficientes para comprender en su totalidad este fenómeno. Si las teorías actuales no pueden dar cuenta de ellos, entonces debemos cuestionar la validez de esas teorías.
¿Por qué es crucial desarrollar esta línea de conocimiento? Nuestra responsabilidad como académicos radica en la comprensión de los fenómenos que nos rodean. En este caso, se trata de empresas que se sitúan en un punto intermedio entre los modelos comerciales tradicionales y las organizaciones sin fines de lucro. Nuestra labor implica entender la realidad para comprender qué prácticas son exitosas y cuáles no, con el objetivo de compartir este conocimiento y evitar que quede relegado a simples anécdotas.
El impacto de este trabajo sería de una magnitud incalculable en la formación de agentes de cambio, ya sea en incubadoras, aceleradoras o instituciones educativas, e incluso podría inspirar vocaciones. Personalmente, siempre he manifestado como propósito personal ayudar a aquellos individuos interesados en generar un impacto positivo en el mundo. Esta convicción también es el motor que impulsa la escritura de este artículo de opinión.
Los emprendedores sociales están llevando a cabo una labor admirable al abordar los problemas urgentes que enfrentamos en nuestra vida cotidiana. Estoy firmemente convencido de que estudiar el emprendimiento social mediante la creación de metodologías, modelos y teorías específicas contribuirá a difundir y fortalecer este movimiento de personas comprometidas con el bienestar de nuestro mundo.
Autor original:
- Romain Pouzou es experto en emprendimiento social y finanzas para emprendedores. Labora como profesor asociado de emprendimiento en el Tecnológico de Monterrey, y es consultor de la aceleradora de emprendimiento social México Irrazonable y coautor de México 10 Empresas Sociales y De Gruyter Handbook of Social Entrepreneurship.
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Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review en Español.
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