En su nuevo libro The Slow Lane, Sascha Haselmayer promueve la idea de que la paciencia es el enfoque más efectivo para generar un cambio social perdurable.
Los desafíos sociales, que van desde epidemias mortales hasta la falta de vivienda y los incendios forestales, han adquirido una nueva urgencia a nivel mundial. Con el tiempo apremiando, es fácil, humano y natural pensar: "¡Debemos actuar rápido!"
Pues bien, ni tan rápido, sugiere el emprendedor social y miembro de Ashoka, Sascha Haselmayer, en su nuevo libro “The Slow Lane: ¿Por qué fracasan las soluciones rápidas y cómo lograr un cambio real?”
Tras décadas de experiencia en la gestión de cambios sostenibles y transformadores en más de 150 ciudades de todo el mundo, Sascha llegó a comprender que el cambio social requiere tiempo.
En "The Slow Lane", Haselmayer guía al lector en una reflexión sobre lo que se necesita para lograr y mantener el cambio social al abordar problemas sistémicos como el racismo y el cambio climático.
Según explica, el enfoque popular para la resolución de problemas ha estado dominado por la mentalidad de “abordar el cambio mediante el uso de atajos”. Haselmayer denomina a este enfoque “la vía rápida”, que emana a partir del mantra de Silicon Valley "move fast and break things" (avanza rápido y rompe cosas), el cual se ha adoptado en todas las industrias desde entonces.
En el mundo de las startups, observa Haselmayer, el libro de estrategias es claro: los inversionistas celebran las soluciones a corto plazo, estandarizadas y fácilmente escalables para obtener beneficios.
Por el contrario, Haselmayer propone el enfoque lento de escuchar, fomentar la confianza, desarrollar relaciones y cambiar la dinámica de poder para abordar los problemas sistémicos.
Ir más despacio, reconoce, va en contra de “un mundo que celebra las soluciones rápidas que, a menudo, acaban haciendo mucho más daño que bien”. A diferencia de la mentalidad de solución rápida de la gente de la vía rápida, la gente de la vía lenta, dice Haselmayer, “crea soluciones que no se limitan a remendar un problema, sino que abordan las injusticias y los sistemas rotos que siguen produciendo el fracaso en primer lugar”.
En las dos últimas décadas, hemos sido testigos de cómo la lentitud ha inspirado una serie de tendencias como la comida lenta, la moda lenta y la vida lenta, todas encaminadas a reconectar a las personas con las culturas, las tradiciones y los modos de intercambio más locales.
Tomando como base su investigación de más de 100 movimientos por la vía lenta, Haselmayer identifica cinco principios de este enfoque: contener la urgencia, o ser paciente durante el tiempo necesario para resolver problemas complejos; escuchar ampliamente, o escuchar profundamente, con intención y sin prejuicios ni juicios; compartir la iniciativa, dar poder y espacio a las personas marginadas para que aporten sus ideas; fomentar la curiosidad, desaprender los patrones de pensamiento imperantes y, así, permitir que surjan ideas nuevas y creativas; finalmente, adoptar la tecnología como facilitadora de valores y comportamientos de crecimiento mental, en lugar de utilizarla como herramienta para dominar y silenciar a los demás.
Según Haselmayer, estos principios pueden practicarse de manera universal, pues en la vía lenta hay espacio para todos.
Haselmayer ilustra estos principios con ejemplos brillantes de éxito a través del enfoque lento. Menciona desde una asamblea ciudadana que logró cambiar la ley del aborto en Irlanda hasta una prisión londinense conocida por su violencia, la cual se transformó en un entorno pacífico cuando la dirección de la cárcel permitió a los presos participar en la resolución de problemas.
El ejemplo más poderoso de cambio lento que el libro ofrece es la transformación de Catuche, el asentamiento "ilegal" de Caracas (Venezuela), que a lo largo de cuatro décadas se convirtió en una comunidad de paz y prosperidad.
Hace cincuenta años, unas pocas familias iniciaron el asentamiento informal que eventualmente se convirtió en Catuche. Sin embargo, el gobierno nunca reconoció su existencia ni la ciudadanía de sus residentes. “Once mil personas con toda su vida y cobijo eran sencillamente invisibles para los funcionarios”, explica Haselmayer.
“Durante generaciones, el gobierno no expidió certificados de nacimiento a las personas en situación de pobreza que vivían en asentamientos informales. Sin la ciudadanía, se les privaba del derecho al voto, atención médica, educación y a los servicios municipales básicos”.
En la década de 1990, Yuraima Martín Rodríguez, una joven profesora de arquitectura, se asoció con varios académicos —incluido su padre, un arquitecto— y otros activistas para promover el desarrollo de este asentamiento marginal desde una perspectiva más digna.
Los miembros de su equipo determinaron que los habitantes de Catuche eran quienes mejor conocían sus necesidades y que debían participar en la solución de los problemas que afectaban al barrio: desde la falta de agua potable hasta la violencia de las pandillas. Tanto madres como miembros de bandas, todos tuvieron la oportunidad de compartir su visión de una vida mejor y más justa.
Rodríguez y su equipo se esforzaron por entablar diálogos con los residentes en lugares donde se sintieran seguros. Conversaban en la puerta de sus casas para no obligarles a asistir a reuniones formales en oficinas alejadas.
“Catuche no fue una comunidad que recibió asesoría por parte de expertos, sino que fue una comunidad que conquistó activamente su derecho a la autodeterminación”, reflexiona Haselmayer.
El ejemplo de Catuche ilustra cuatro principios de la vía lenta: Rodríguez y otros promotores del cambio supieron contener la urgencia sin precipitarse hacia la solución más obvia, fácil o barata.
Los miembros del equipo escucharon profundamente a los ciudadanos que durante décadas habían sido ignorados y discriminados por el gobierno, apreciando sus aportaciones. Compartieron con ellos el poder de decisión y mantuvieron la curiosidad y la humildad a lo largo de todo el proceso.
Estos esfuerzos colectivos lograron romper el prolongado ciclo de pobreza y violencia, así como, siendo tal vez lo más difícil de todo, restauraron la esperanza cívica donde prácticamente todo se había perdido.
A través del caso de Catuche, Haselmayer demuestra que las soluciones integrales y sostenibles requieren la inclusión y la participación de aquellos interesados en pensar de forma creativa, replantear el problema, garantizar la conexión con las necesidades reales y experimentar con nuevas soluciones.
Si bien “The Slow Lane” se inspira en enfoques existentes del cambio social, como el cambio de sistemas y el diseño orientado a la empatía, su rasgo más distintivo es el énfasis en la función innegable y trascendental que desempeña la humanidad de las personas.
Haselmayer sostiene que es crucial invertir en nuestras relaciones humanas. Solo al volvernos vulnerables y abrirnos a la conexión humana podemos detenernos, escuchar y compartir el poder de actuar para lograr un cambio significativo.
Haselmayer sostiene que emprender un trabajo tan arduo implica comprometerse con la alegría, no con los beneficios. Comprometerse con los beneficios, que se traducen en soluciones rápidas y a corto plazo que pueden repetirse para aumentar aún más los resultados, no da prioridad a los intereses de quienes necesitan más ayuda.
Haselmayer recomienda a sus lectores “utilizar la alegría como su estrella polar”, ya que esta emoción nos impulsa “a superar los inevitables contratiempos hasta llegar al otro lado”. La transformación social requiere tiempo, y la alegría nutre la paciencia y la perseverancia necesarias para lograr un cambio duradero.
El argumento de Haselmayer a favor de la alegría coincide con el que sostienen las filosofías orientales, especialmente el budismo, que afirman que la alegría es la fuerza que puede unificar a pueblos y religiones diversas.
Como señalan el arzobispo Desmond Tutu y el Dalai Lama, ambos galardonados con el Premio Nobel de la Paz, en su obra de 2016 "El libro de la alegría": el secreto para encontrar la felicidad y difundir la paz en un mundo acelerado y lleno de desafíos es la alegría.
Haselmayer destaca la importancia de la humildad y la honestidad como elementos esenciales para el éxito de las iniciativas de cambio social. Al adoptar la humildad y la honestidad, los agentes de cambio pueden abstenerse de hacer suposiciones sobre las necesidades de una comunidad y, en cambio, les facilita reconocer que el verdadero liderazgo implica compartir el poder, especialmente con las personas cuyas experiencias de vida se ven afectadas por los problemas que se intentan resolver.
“El verdadero progreso social”, afirma Haselmayer, “requiere cuidado, respeto, inclusión, justicia, curiosidad y humanidad”. Crear el cambio junto con las personas, y no solo para las personas que nos importan, es lo que garantiza que el cambio perdure.
En su obra, Haselmayer desarrolla a lo largo de cinco capítulos los cinco principios fundamentales. Posteriormente, en el penúltimo capítulo, amplía su perspectiva al sugerir que la adopción de un enfoque de vía lenta tiene el potencial de fortalecer los sistemas de gobernanza democrática.
Para resaltar el potencial político de esta perspectiva, Haselmayer narra la inspiradora historia de Denisa Livingston, una destacada activista en defensa de los derechos indígenas y la salud comunitaria dentro de la Nación Navajo. Además, desempeña un papel crucial como consejera indígena en el movimiento "slow food" para el Norte Global. Hace más de una generación, Livingston inició su labor junto a la comunidad Navajo para abordar la preocupante epidemia de diabetes.
Según aclara Haselmayer, su trabajo de organización comunitaria y educación “no solo mejoraba los resultados en términos de salud, sino que también promovía la descolonización dentro de la comunidad y restablecía los principios democráticos.
Mediante su labor en los sistemas alimentarios, Haselmayer contribuyó a revitalizar “una ancestral tradición tribal que involucraba a las mujeres en la toma de decisiones”, promoviendo así el empoderamiento femenino y la restauración de las antiguas costumbres matrilineales de la Nación Navajo.
El fortalecimiento de las mujeres mediante su inclusión, la equitativa distribución de responsabilidades y el reconocimiento de sus ideas ha generado un cambio notable en la representación de género dentro del Consejo de la Nación Navajo. En 2021, solo 2 de los 24 miembros del Consejo eran mujeres; actualmente, esa cifra ha aumentado a 9.
Haselmayer enfatiza la relevancia de la permanencia en el seno de una sociedad democrática: "[Livingston] dirige su movimiento no al imponer directrices sobre qué hacer o hacia dónde dirigirse, sino ofreciendo un sentido de permanencia", destaca.
Haselmayer explica que la permanencia, definida en términos de tiempo, resulta crucial para la construcción de las relaciones, la confianza y la estabilidad. Este concepto implica una inversión profunda y sincera en un cambio social significativo, en lugar de optar por soluciones superficiales.
Haselmayer concluye su obra retomando una frase que marca el inicio de su libro: “Todos y cada uno de nosotros, sin importar nuestra profesión o circunstancias, desempeñamos un papel crucial en el cambio social”.
El autor presenta un conjunto de preguntas destinadas a estimular al lector a reflexionar sobre el grado en que la mentalidad de la vía rápida influye en nuestra manera de pensar y actuar. Nos invita también a considerar cómo podemos incorporar el enfoque de la vía lenta en nuestra vida cotidiana. “¿En qué aspectos de tu vida identificas la presencia de la mentalidad y los hábitos propios de la vía rápida?”, y “¿Cuáles son las estrategias que podríamos implementar para fomentar una mentalidad y prácticas más pausadas dentro de nuestras organizaciones?”
¿De qué manera podemos reformular nuestros objetivos para abordar los problemas de “siempre” y encontrar soluciones en colaboración con las personas en lugar de hacerlo por ellas? Además, ¿cómo podemos cultivar nuestra curiosidad para fomentar un enfoque del cambio más adaptable y flexible?
En términos generales, la filosofía de la vía lenta nos brinda una invaluable sabiduría. La argumentación sólida de Haselmayer, respaldada por una guía práctica para la acción, me ha persuadido de que tanto los agentes del cambio social como la ciudadanía en general podemos encontrar un rumbo ante los desafíos monumentales que enfrentamos.
Sin embargo, el desafío de mantener soluciones permanentes, involucrando a las personas en estas soluciones y con la participación activa de diversos actores, merece una mayor atención y análisis del que se proporciona en el libro de Haselmayer.
Por el momento, y por un tiempo considerable, valoro la invitación de Haselmayer a desacelerar, tomar un respiro, confiar y escuchar.
Autora original:
- Sophie Bacq es profesora de iniciativa empresarial social en la Escuela de Negocios del Instituto Internacional para el Desarrollo de la Gestión (IMD) de Lausana (Suiza). Su programa más reciente de investigación se enfoca en la creación de riqueza cívica, una perspectiva que explora cómo los agentes del cambio, los colaboradores y los ciudadanos locales se unen para revitalizar y fortalecer sus comunidades.
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Este artículo es contenido original de la Revista Stanford Social Innovation Review publicado en la edición otoño 2023.
Traducción del artículo Exiting the Fast Lane por Jorge Treviño.
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