La ONG Trashumancia y Naturaleza restaura la biodiversidad del norte de Portugal y contrarresta los efectos del cambio climático.
Durante la década de 1990, las regiones del interior de la península ibérica, que abarcan España y Portugal, sufrieron una serie de alteraciones ambientales provocadas por el ser humano. El intento fallido del gobierno portugués de construir una represa en el río Côa, la rápida deforestación provocada por la tala de árboles y la proliferación de canteras ilegales agotaron la biodiversidad de la región. Además, la forma tradicional de manejar la tierra, es decir, la práctica de los agricultores y pastores de utilizar el pastoreo de ganado para prevenir el crecimiento excesivo de la vegetación, disminuyó por causa de un decrecimiento poblacional, pues las generaciones más jóvenes migraron a las ciudades en busca de oportunidades. La ausencia de esta práctica expuso el paisaje aún más a desastres naturales.
El paisaje rural de Portugal solía ser un mosaico de pastizales y arbustos, donde se encontraban árboles como el alcornoque, el encino y el pino marítimo. Sin embargo, debido a las prácticas agrícolas modernas, se talaron árboles y se limpió este paisaje variado, que terminó siendo destruido por especies invasoras de arbustos. Dicha vegetación, al no ser podada y quedar deshidratada por el calor del verano, originó una serie de incendios forestales que arrasaron con la región en 2003.
Según un informe de 2006 de las International Forest Fire News (Noticias Internacionales de Incendios Forestales), 21 personas murieron, se perdieron 500,000 hectáreas de tierra (más de 1.235 millones de acres) y alrededor de 60,000 hectáreas de cultivos agrícolas fueron consumidas por el fuego (aproximadamente, 150,000 acres). Los incendios inquietaron a la bióloga portuguesa Ana Berliner, quien en 2000 fundó la ONG ambiental Associação Transumância e Natureza (Asociación Trashumancia y Naturaleza o ATN) para conservar la flora y fauna del noreste de Portugal mediante la participación comunitaria.
Berliner visitó por primera vez el valle del Côa, en 1996, para investigar algunas aves de acantilado como el buitre negro, una especie de buitre euroasiático que se encuentra a punto de estar en peligro de extinción. Lo que vio en el valle del Côa la cautivó, puesto que, a pesar de las empinadas pendientes y las vistas dramáticas de las montañas, el valle también albergaba una biodiversidad vibrante. Se trata de un hábitat rico, mas en extremo vulnerable, que alberga varias especies raras.
Junto con su esposo, el biólogo António Monteiro, y algunos otros ambientalistas, Berliner fundó la ATN como una organización agrupadora que supervisa la gestión y protección del medio ambiente del valle. Usó sus fondos personales y una pequeña subvención de la ahora desaparecida ONG suiza MAVA para comprar a unos agricultores 30 hectáreas (74 acres) de tierra a orillas del río Côa y, así, establecer Faia Brava, un proyecto de reserva natural privada. Berliner cree que la ATN funciona a modo de un complemento muy necesario para las limitadas estrategias del gobierno portugués en la conservación de la naturaleza, que incluyen la regulación del uso del suelo forestal para los pastores, la conservación de especies y la compensación a los agricultores por abstenerse de matar lobos que han atacado a su ganado.
Faia Brava es la base de los diversos esfuerzos de conservación de la ATN, siendo estos la restauración forestal, la conservación de la biodiversidad y las especies, la educación sobre el clima y, lo que es más crítico, la prevención de incendios forestales, ya que la amenaza de desertificación acelerada por el cambio climático sigue siendo un gran desafío en esta región árida.
Hoy en día, Faia Brava es el centro geográfico de Natura 2000, un área natural protegida en la península ibérica. Según la Comisión Europea del Medio Ambiente, es la mayor red coordinada de tierras protegidas del mundo.
Privatizar la conservación
La ATN se enfocó en que los esfuerzos de restauración de la naturaleza, en el valle del Côa, se llevaran a cabo a pequeña escala y resultaran manejables, pues la conservación de la naturaleza es un proceso lento y laborioso. Además, la tierra que Berliner adquirió carecía de la diversidad de especies necesaria para mantener un ecosistema sostenible, lo que hacía que el proyecto resultara aún más desafiante. Berliner y su equipo, a su vez, se dieron cuenta de que necesitaban ayudar al ecosistema dañado por los incendios forestales de 2003 para recuperarse rápidamente y poder soportar mejor cualquier posible incendio en el futuro.
Actualmente, la ATN es gestionada por una junta directiva de siete miembros que, mensualmente, se reúnen con el objetivo de discutir iniciativas estratégicas como la adquisición de tierras. También, en colaboración con varios voluntarios, la organización cuenta con ocho empleados de tiempo completo que implementan nuevos proyectos en Faia Brava.
Con Berliner y Monteiro ya en labor con la conservación de especies, incluidas aves de acantilado en peligro de extinción como el águila real, el águila de Bonelli y el petrel, el equipo comenzó a plantar árboles en 2008. Gracias al monitoreo constante por parte del personal de la ATN, que ha dado lugar a 15 años de crecimiento ininterrumpido, la vegetación ha vuelto a florecer.
“Los bosques antiguos almacenan mucho más carbono que los árboles nuevos”, explica Frederico Leite, un ecólogo y parte del equipo que monitorea la salud del suelo y la plantación de árboles. “Por eso nos enfocamos más en proteger a los árboles viejos dentro de Faia Brava. Y no solo a los árboles, sino también a los animales; cuando fertilizan la zona, ayudan a retener carbono”.
Los animales también son parte del plan de intervención natural de la ATN. Berliner y Monteiro, que ya criaban burros cuando compraron la tierra para Faia Brava, introdujeron caballos Garrano locales en 2014, así como las razas de ganado Sayaguesa y Maronesa en 2018. La biodiversidad general de la reserva aumentó, debido a que estos animales se comían la hierba y los arbustos, controlando así el crecimiento excesivo de la maleza y reduciendo el riesgo de incendios forestales. De hecho, desde la tragedia de 2003, no ha ocurrido ningún incendio forestal tan devastador en la región.
El ecólogo holandés Henk Smit insiste en que la sociedad civil debe actuar de inmediato para prevenir una mayor pérdida de biodiversidad.
Estas medidas han convertido a Faia Brava en un laboratorio al aire libre que resulta propicio para realizar estudios y experimentos ecológicos, según João Carvalho, un ecólogo del Centro de Estudios Ambientales (CESAM, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Aveiro, que investiga las dinámicas de los ecosistemas mediterráneos. Carvalho añade que dicho centro también cuenta con múltiples proyectos de investigación que utilizan la rica biodiversidad de la reserva.
A finales de abril, el CESAM recibió a estudiantes universitarios de toda Europa para trabajar en un proyecto que estudia el impacto de los grandes herbívoros en el paisaje mediterráneo. “Desde el suelo hasta la vegetación y los mamíferos (los reptiles y los carnívoros), si la densidad es mayor puede tener un efecto de retroalimentación en los ecosistemas”, explica Carvalho. “Estamos tratando de desentrañar todas estas relaciones, y Faia Brava es un lugar idóneo para poner esto a prueba”.
A su vez, la conservación de aves sigue siendo una prioridad para la ATN. Eduardo Alves, quien es responsable de mantener la estación de alimentación de buitres egipcios y buitres negros, menciona que el trabajo “implica la restauración del hábitat, la alimentación, rehabilitación y recuperación, el monitoreo de los hábitats de los buitres, la búsqueda de nuevas colonias y nuevos nidos de rapaces, y el etiquetado de aves jóvenes con dispositivos GPS”. El alcance de Faia Brava también se extiende a las 120 especies de aves que existen en la zona protegida del valle del Côa.
Combatir la desertificación
Restaurar la vida silvestre en una región donde el cambio climático se manifiesta en condiciones meteorológicas cada vez más extremas e impredecibles no es una tarea fácil. Las sequías se han intensificado en los últimos años, lo que ha acelerado aún más la desertificación en la región. Debido a estos efectos que empeoran la situación, el ecólogo holandés y miembro de la junta de la ATN, Henk Smit, insiste en que la sociedad civil debe actuar de inmediato para prevenir una pérdida mayor de biodiversidad.
“Debemos estar preparados para cuando la desertificación comience a tener efectos alarmantes”, dice. “Estamos mejorando la cobertura forestal, y tratando de enriquecer el suelo al nutrirlo y añadirle más material orgánico”.
La conservación de la naturaleza es una empresa continua y costosa. Berliner y su esposo invirtieron sus propios fondos para establecer la ATN, pero recurrieron a los frutos de la tierra a fin de obtener los fondos necesarios para su crecimiento. A principios de la década de 2000, comenzaron a vender aceite de oliva elaborado con las cosechas de aceitunas procedentes de la reserva, y a comercializar productos como mantequilla de almendra y lociones corporales elaboradas por pequeños empresarios en la propiedad de Berliner, en el pueblo de Castelo Rodrigo. “Esa también fue una forma de dar a conocer el trabajo de la ATN”, dice Berliner sobre la empresa comercial. Las ganancias de la venta de productos se complementan con fondos provenientes de agencias europeas y donantes privados para mantener la sostenibilidad financiera de la ATN.
Las necesidades de financiamiento de cada proyecto se cubren a través de subvenciones específicas. Por ejemplo, el programa de conservación de buitres es financiado por la Agencia Ejecutiva Europea de Clima, Infraestructura y Medio Ambiente de la UE. La fundación portuguesa Fundação Belmiro de Azevedo otorgó más de 96,000 euros (105,000 dólares) al Laboratorio de Investigación y Aprendizaje en Educación de Faia Brava, que ofrece programas de capacitación ambiental dentro de la reserva para estudiantes y docentes de escuelas primarias y secundarias. Además, el proyecto de restauración forestal de la ATN, cuyo objetivo es restaurar el paisaje del Montado al sembrar 80 árboles maduros por hectárea, así como acelerar la regeneración del bosque mediterráneo en Faia Brava, recibió de parte del gobierno portugués un financiamiento de un total de 1 millón de euros (1.06 millones de dólares).
Desde su fundación, Faia Brava se ha extendido hasta abarcar, aproximadamente, 1,600 hectáreas de terreno (4,000 acres). “Nuestro nuevo plan de gestión es expandir la reserva a 15 kilómetros (9.3 millas) a lo largo del río Côa, de modo que alcance 2,000 hectáreas (alrededor de 5,000 acres) de tierra interconectada”, dice Smit. Según Berliner, el objetivo de la ATN de financiar esta expansión se basa en oportunidades de negocio sostenibles como el ecoturismo.
A pesar de las amenazas relacionadas con el clima, hay un aspecto positivo. “Gracias a la (des)población humana, esta región tiene una de las tasas más bajas de monocultivo en Portugal”, observa Leite. La transición de tierras agrícolas abandonadas a una naturaleza intacta no es sencilla en una región ambientalmente sensible, propensa a sequías e incendios forestales. Sin embargo, la reserva privada de la ATN está teniendo un efecto positivo de manera lenta pero constante.
“Gracias a los esfuerzos colectivos y monitoreados de organizaciones como la ATN”, añade Leite, “esta área será estable y rica en biodiversidad en los próximos años”.
Autor original:
- Prathap Nair es un periodista independiente con sede en Düsseldorf, Alemania.
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Este artículo es contenido original de la Revista Stanford Social Innovation Review publicado en la edición primavera 2024.
Traducción del artículo Rewilding Portugal por Leslie Cedeño.
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