The Citizens Foundation (TCF) presenta una innovadora propuesta educativa en Pakistán, con resultados notables para las infancias desfavorecidas y sus comunidades.
Kainaat Ansari empezó su vida en un asentamiento de ingresos bajos (llamados katchi abadi) en Orangi, el barrio marginal más grande del mundo, con 2.5 millones de habitantes, que se extiende por la periferia noroeste de Karachi, Pakistán. Ansari, la mayor de tres hijos, tenía posibilidades de vida limitadas. Venía de una familia pobre en un país con poco ascenso social.
Aunque la madre de Ansari recibió poca educación, inculcó el valor de la educación en su hija contándole historias inspiradoras sobre mujeres promotoras de cambio y otras figuras influyentes como Benazir Bhutto, la primera y única primera ministra de Pakistán. “Siempre le dije a mi mamá que recibiría una educación para ser como ellas”, recuerda Ansari. “Mi mamá se reía y decía: ‘Es muy difícil incluso completar [los exámenes finales]”. Pero, agrega Ansari, “creo que en el fondo ella lo apoyaba”.
Cuando tenía trece años, en 2014, Ansari y su hermano menor, de 11 años en aquel entonces, solo habían asistido a una escuela de gobierno, en la que los estudiantes se sentaban en el suelo de aulas superpobladas, y los docentes a menudo faltaban. La pedagogía enfatizaba la memorización, principalmente de libros de texto en inglés. Dado que el 94% de los docentes de primaria y secundaria en Pakistán no son competentes en el inglés, la mayoría no comprende lo que están enseñando y, por lo tanto, no pueden educar a sus estudiantes sobre lo que les asignaron memorizar. Entonces, no es sorpresivo que este país figure entre los de menor tasa de alfabetización (58%), según los datos más recientes del Banco Mundial. Comparemos esto con datos de otros países del sudeste asiático: Bután y Nepal tienen tasas del 71%, India del 74%, Bangladesh del 75% y Sri Lanka 92%.
Después, cierto día ese año, un amigo del papá de Ansarí recomendó que enviara a su hijo a una escuela dirigida por la organización educativa sin fines de lucro The Citizens Foundation (Fundación de Ciudadanos, TCF por sus siglas en inglés), fundada en 1995 por un grupo de seis activistas civiles pakistaníes. En aquel momento, el sistema escolar coeducacional de TCF (que hoy opera en 1,833 escuelas primarias y secundarias en todo el país) ya contaba con una reputación por impartir una educación asequible y de calidad. El 90% de los graduados de TCF buscaban integrarse a sistemas de educación superior y la mitad lograba hacerlo. Estos datos muestran un marcado contraste con los datos nacionales de 2022, que reportaron un 33% de deserción escolar en primaria y un 73% en educación secundaria. En 2019, el país tenía una tasa de matriculación del 12% en educación superior, según datos del Banco Mundial.
Ansari acompañó a su hermano y a su mamá el día que lo inscribieron en TCF. “Todavía recuerdo vívidamente caminar a la escuela”, dice Ansari, hoy de 23 años. “El patio de recreo era muy grande y ahí, por primera vez, vi a niñas jugando básquetbol y badminton”. Y yo pensé: ‘Maldición, ¿qué está pasando aquí? ¿De verdad la gente hace esto?’ ¡Estaba tan feliz!” También fue la primera vez que Ansari vio una biblioteca. Estaba tan emocionada que le preguntó a su mamá si ella también podía inscribirse.
“Mi mamá dijo: No, ¿acaso estás loca? No puedes viajar tan lejos’” continúa Ansari. Pero desafió la autoridad de su mamá y logró convencer al director de que la dejara tomar el examen de admisión ese día. Lo reprobó. Pero debido a su pasión y al compromiso de la organización sin fines de lucro de ayudar a infancias desfavorecidas, le dijeron que sería aceptada si estaba de acuerdo con repetir el octavo grado. Con esa oferta, Ansari convenció a sus papás de dejarla asistir a la secundaria TCF. Se graduó en 2017.
Las secundarias TCF terminaban en el décimo grado, pero en 2016 abrieron los colegios TCF, el término usado localmente para los grados 11 y 12. Muchos graduados de TCF, incluida Ansari, han completado la preparatoria en instituciones que no son TCF. Ella fue aceptada en la altamente competitiva United World Colleges, una red mundial de escuelas que ofrecen el Bachillerato Internacional, el equivalente internacional a un diploma de preparatoria.
Ansari fue aceptada al Whitman College y pasó su semestre de estudio en el extranjero, en 2022, en el Lady Margaret Hall, de la Universidad de Oxford. Ansari eligió específicamente Oxford porque ahí asistieron Bhutto y Malala Yousafzai, ganadora del Premio Nobel de la Paz. Un retrato de Bhutto cuelga en la escuela y, durante su tiempo ahí, Ansari solía detenerse para mirarlo fijamente, incrédula de haber cumplido la promesa hecha por su yo más joven.
La historia de Ansari es notable, pero no es única; la comparten muchos de los 280,000 niños y niñas graduados de las escuelas TCF. El éxito de la misión de esta organización sin fines de lucro también se ve en la historia de Muskan Amjad, hija de un conductor de calesa, quien asistió a una de las principales universidades de Pakistán después de graduarse de TCF y actualmente trabaja en una compañía de software. Y también Javaria Yousaf, quien descubrió su amor por las matemáticas en TCF, obtuvo una maestría en economía en la Universidad de Punjab, y después regresó a TCF como maestra de matemáticas. Y Asad Ahmad, el hijo de un vendedor de fruta, quien se graduó de TCF y continuó con una carrera en el Instituto Ghulam Ishaq Khan de Ciencias de la Ingeniería y Tecnología, una de las universidades líderes del país. Después de graduarse, fue contratado por una compañía de software.
La visión de los activistas para la sociedad
Los cofundadores de TCF se conocieron como activistas sociales en 1993. Eran parte de un grupo activista más grande, informalmente conocido como el “Grupo Miércoles”, que se reunía semanalmente en Karachi, Pakistán, a elaborar respuestas cívicas para el creciente deterioro social y político de la nación.
Pakistán recién emergía de una década bajo el gobierno de un fundamentalista religioso, el general Muhammad Zia-ul-Haq, quien orquestó un golpe de estado a finales de los setenta y murió en un misterioso accidente aéreo en 1988, entre amplias sospechas de sabotaje. Zia-ul-Haq transformó al relativamente liberal Pakistán en uno cerrado, conservador y dividido. Introdujo la ley Sharia (un sistema legal basado en una interpretación regresiva del Corán en el que, por ejemplo, las mujeres que son violadas pueden ser encarceladas por tener relaciones sexuales ilícitas) y catalizó la Islamización de la economía, incluyendo la eliminación de los intereses en el sistema bancario (cobrar intereses se considera no islámico). La amenaza de sanciones económicas se agravó por su frecuente llamado a desarrollar una bomba nuclear, lo que desestabilizaba los mercados del país.
A pesar de los esfuerzos por reconstruir la economía en los últimos años de los ochenta y durante los noventa, Pakistán estuvo “atrapada en un círculo vicioso de pobreza, bajo crecimiento, bajas reservas y baja inversión” explica el economista y ex ministro de comercio de Pakistán Mohammad Zubair Khan en su reporte del año 2000 titulado “ Liberalización y crisis económica en Pakistán”. Esta inestabilidad económica provocó un mayor malestar social y político.
Los cofundadores de TCF sabían que al entrar en el sector educativo enfrentarían resistencia tanto de funcionarios de gobierno como de educadores, quienes defendían los planes existentes de la política nacional.
“Pakistán siempre ha enfrentado desafíos, pero en esos días eran realmente difíciles en términos de ilegalidad, secuestros, [y] ejecuciones de personas” recuerda Mushtaq Chhapra, cofundador de TCF y activista social. Los activistas, dice, “eran personalmente amenazados, nuestros hijos estaban en riesgo, nuestras familias también, y muchos de nuestros amigos fueron secuestrados. Fue una especie de despertar”.
Inicialmente, el Grupo Miércoles presentó la vigilancia parapolicial como línea de acción. Pero prevalecieron las mentes frías y el grupo cambió la conversación a enfoques sostenibles y no violentos para resolver los problemas del país. Determinaron que la educación era el punto crítico para construir y reforzar una sociedad civil estable. Ofrecer una educación de calidad para todos se volvió el fundamento de la misión de TCF.
Para Chhapra, la nación tenía un historial espantoso en materia educativa, así que consideró que era su deber cívico actuar. “[La falta de] educación es la principal causa de muchos males”, dice Chhapra. “Si miras una sociedad, una comunidad o un país [donde] la gente recibe educación, serán más tolerantes, pacientes y escucharán”. La educación, apunta, es un indicador importante de múltiples determinantes sociales, incluidos mejores resultados sanitarios y una probabilidad menor de criminalidad.
Chhapra, un magnate industrial, actualmente sirve como presidente del consejo de TCF, en compañía de dos fundadores sobrevivientes: Ateed Riaz, codirector y copresidente de la casa comercial Imrooz, y Ahsan M. Saleem, director general de Crescent Steel & Allied Products Limited. Los empresarios Hamid Jafar, Rashid Abdulla y Arshad Abdulla, este último el hermano de Rashid y único arquitecto del grupo, son los otros tres cofundadores. Arshad Abdulla diseñó el primer grupo de escuelas TCF.
Los cofundadores querían una demostración conceptual antes de embarcarse en la recaudación de fondos, así que combinaron sus fondos personales para construir cinco escuelas en el katchi abadis de Karachi en 1996. Las escuelas matricularon a los primeros 800 niños en orden de llegada. También establecieron un sistema de cuotas donde la colegiatura total de una familia es una cuota anual basada en una escala móvil. Las cuotas empiezan en 10 rupias (0.036 dólares) para primaria y 20 rupias (0.07 dólares) para secundaria. Hoy, la tarifa mínima para ambos niveles es de 25 rupias (0.09 dólares).
“Cuando quitas ese obstáculo y dices ‘manda a todos, les cobraremos lo mismo’, las cosas cambian”, dice Zia Akhter Abbas, vicepresidente ejecutivo de desarrollo y alianzas de TCF. “La cantidad absoluta no aumenta; en vez de eso, sigue bajando por niño. Esto es un incentivo integrado para que manden a todos sus hijos”.
La escuela alcanzó una popularidad tan inmediata que después de un año los cofundadores ya habían invitado a donantes potenciales para visitar las instalaciones.
Las promesas y peligros de la educación
Los cofundadores de TCF sabían que al entrar en el sector educativo enfrentarían resistencia tanto de funcionarios de gobierno como de educadores, quienes defendían los planes existentes de infraestructura y política nacional con la finalidad de incrementar la tasa de inscripciones, en lugar de mejorar la calidad educativa.
A simple vista, el plan nacional tenía sentido: Pakistán es uno de los tres países a nivel mundial con más niños fuera del sistema escolar. Alrededor del 44% (o 23 millones) de la niñez pakistaní entre los 5 y 16 años no asiste a la escuela, según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (FNUI). Las disparidades regionales dificultan aún más el acceso para ciertas poblaciones: en Sindh, provincia a la que pertenece Karachi y que es hogar de Ansari, el 52% de la niñez (y el 58% de niñas) entre los 5 y los 16 años no están inscritos en una escuela.
Sin embargo, el gobierno descentralizado de Pakistán pone a los gobiernos provinciales a cargo de las políticas educativas, lo que resulta en disparidades regionales importantes en la calidad, uniformidad y accesibilidad de la educación. Décadas de corrupción política han exacerbado estas disparidades. En 2010, un reporte de Save the Children estimó la existencia de 30,000 escuelas fantasma, o escuelas que existen solo en papel para que los funcionarios de gobierno puedan malversar fondos federales. Y las escuelas en operación, según el reporte “La crisis educativa en Pakistán” de Nadia Naviwala, asesora sénior de TCF, están en áreas representadas por políticos importantes. Esta corrupción también está presente entre los docentes. Los empleos para maestros en escuelas públicas a veces son asignados a seguidores del partido gobernante, a pesar de su falta de credenciales. A lo largo de 2015, en Sindh, el Partido Popular Pakistaní (PPP), el partido político gobernante en esta provincia, otorgó 14,000 puestos en el ramo de la enseñanza a sus seguidores. Los maestros no calificados de estas escuelas de gobierno a menudo faltan a su trabajo. Cuando sí asisten, suelen maltratar a los niños y les ordenan que les den masajes o que vayan por comida.
En consecuencia, “Pakistán tiene uno de los sistemas educativos más fragmentados e inicuos del mundo”, dice Faisal Bari, profesor asociado de educación y economía en la Escuela de Educación de la Universidad de Ciencias Administrativas de Lahore.
Otros desafíos estructurales han influido en el rechazo de padres y madres de familia de inscribir a sus hijos en la escuela, y también en las tasas de deserción. Un problema importante es la mala infraestructura, por ejemplo, la falta de electricidad y agua potable, de acceso a baños y de muros que demarquen el límite de la escuela. Casi 30% de las primarias públicas en Pakistán no tienen inodoros funcionales. En vez de eso, los niños son forzados a hacer sus necesidades en campos. “Cada vez que voy a los campos con mis amigas, rezo para que regresemos a salvo a la escuela”, dijo una niña de 11 años en Punjab, a Assembly, una publicación de la fundación Malala. “El miedo de que abusen sexualmente de nosotras o de que nos muerda una serpiente o un escorpión nos pone muy tensas”, agregó. “La idea de que alguien me esté mirando también aumenta mi ansiedad”.
Otros obstáculos, especialmente para las niñas, han incluido la proximidad de la escuela, la presencia de maestros varones y los desastres climáticos. La cercanía de la escuela es un determinante clave en la educación de las niñas, pues los padres temen por la seguridad de sus hijas en el trayecto hacia y desde la escuela. El Programa Aprovechamiento Educativo y de Aprendizaje en las Escuelas de Pakistán, de la Escuela Kennedy en Harvard, encontró que si una niña vive a 500 metros de una escuela tiene 15% menos probabilidades de asistir que una niña que vive más cerca.
Una administración deficiente y poco ética estaba en la raíz de muchos problemas en el sector educativo. Los cofundadores de TCF, de los cuales cinco eran empresarios, creían que la mayoría, si no es que todos los desafíos estructurales podían ser resueltos a través de una gestión de calidad en la impartición educativa. Por lo tanto, su enfoque de diseño para el sistema escolar era, dice Chhapra, “crear y operar el sistema desde el paradigma de la administración y no desde el de la educación”.
Flexibilidad para la funcionalidad
La administración es la piedra angular del sistema educativo de TCF. Si bien la organización sin fines de lucro tiene una estructura organizacional tradicional (un director general, vicepresidentes ejecutivos y gerentes regionales y de área), el sistema escolar fue diseñado para empoderar al personal en todos los niveles. Las operaciones de TCF están bastante estandarizadas; las directoras de escuelas determinan y ejecutan sus propios planes para mejorar la escuela bajo la condición de que la comunicación esté abierta y el cuerpo docente pueda brindar retroalimentación. Esta estructura fue intencional, pues los cofundadores querían asegurar la supervivencia a largo plazo de la organización, y que contribuyera a la reconstrucción de la sociedad civil. “Lo que más falta le hace a Pakistán no son escuelas sino instituciones que vivan más que sus creadores”, dice Abbas sobre la intención de los cofundadores.
La estructura organizacional de TCF enfatiza la uniformidad para evitar muchas de las consecuencias de la descentralización de las escuelas del Estado. Cada escuela tiene una directora, seis maestras y un máximo de 180 estudiantes. Hay una profesora por grado, de preescolar a quinto de primaria, de manera que nunca hay más de 36 estudiantes en un grupo. Asimismo, cada escuela secundaria tiene una directora, cinco maestras y un máximo de 180 estudiantes. Estas secundarias que ofrecen de sexto a décimo grado tienen un grupo por grado académico, con una docente y un máximo de 36 estudiantes por grado. Y, para asegurar la uniformidad y en aras de garantizar la calidad, todas las maestras de TCF deben pasar exámenes de ingreso diseñados por TCF y desarrollados por su equipo de recursos humanos.
Además, TCF decidió emplear a personal militar retirado como gerentes regionales y de área. Naviwala asegura que tener a militares en posiciones visibles de liderazgo incentiva al personal a tomarse en serio sus roles, y cultiva un sentido de responsabilidad que a menudo falta en el sector educativo. “Tener a militares retirados como gerentes de campo crea un sentido de servicio a la nación y disciplina”, agrega.
La tecnología ha agilizado la administración de un sistema escolar tan masivo. “Con una organización de este tamaño, se ha vuelto casi imposible usar un sistema basado en papel y lápiz”, dice Ghazala Nadeem, vicepresidenta ejecutiva de recursos humanos, tecnología y excelencia organizacional. El sistema de gestión opera por medio de una aplicación móvil, a través de la cual los directores pueden acceder a tres módulos (estudiantes, empleados y finanzas) y desde ahí dirigir todo el trabajo administrativo. Solo los directivos pueden acceder al sistema de gestión operativa, lo que agrega control de calidad al centralizar la supervisión de la administración. Por ejemplo, solo las directoras pueden inscribir o cancelar la inscripción de estudiantes, y esto garantiza que las escuelas nunca excedan el número máximo de estudiantes por clase o por escuela.
Aunque TCF mantiene un sistema escolar uniforme, también se esfuerza por ser adaptable. Por ejemplo, la primera evaluación externa de TCF, por el Instituto para el desarrollo educativo de la Universidad de Aga Khan, en 2012, identificó dos debilidades principales: conocimiento del contenido por parte de las maestras y el liderazgo escolar. TCF respondió rápidamente. Primero, comunicó los resultados a sus donantes y grupos de interés. Para la organización, la transparencia es una misión crítica para obtener y mantener la confianza con los miembros de su comunidad. De hecho, algunos asesores, como Shashi Buluswar, fundador y ex director general del Instituto para las tecnologías transformativas del Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley, ha mencionado a la organización que, aunque la transparencia es importante, la administración de TCF sobre enfatiza sus debilidades. Sin embargo, Abbas no está de acuerdo: “Creo que es un gran súper poder que una organización sea muy real y auténtica consigo misma”.
Después de la evaluación deficiente, TCF introdujo pruebas bianuales de contenido para todas las maestras y conectó sus resultados con su compensación. Se establecieron objetivos claros para la mejora de cada profesora, basados en sus resultados, y los nuevos incentivos tuvieron éxito en elevar los resultados de las pruebas. TCF también ofreció a las maestras recursos para mejorar sus puntos débiles, incluyendo recursos impresos y ligas de internet con videos educativos enviados a sus teléfonos móviles.
Para atender el segundo problema, el del liderazgo, TCF instituyó una academia anual efectuada cada verano para capacitar a las directoras en liderazgo y administración. También se estableció un índice de calidad para directoras, determinado a partir de una visita de un día completo y realizada por un evaluador certificado, quien valora el desempeño de la directora y ofrece retroalimentación.
Contrario a los mitos de occidente que dicen que los pakistaníes no quieren educar a sus niñas, la disparidad de género no es un problema de demanda, sino uno de oferta.
Un proceso de aprendizaje
La pedagogía TCF prioriza el pensamiento crítico, la solución de problemas y el aprendizaje emocional a través de un enfoque interactivo y centrado en el estudiante. En contraste con las escuelas de gobierno, no se fomenta el aprendizaje memorístico ni las pruebas dependientes de la memorización. En cambio, evalúa la lectura de comprensión, el análisis textual y la lógica.
En sus primeros años, TCF dependía de los libros de texto publicados por el gobierno para las clases en urdu, y en editoriales académicas como Oxford University Press para libros de matemáticas y ciencia. Pero TCF pronto estuvo inconforme con la calidad de estos libros y, en 2009, desarrolló sus propios libros en colaboración con la organización sin fines de lucro proveedora de recursos educativos Educational Resource Development Centre. En 2016, el equipo académico de TCF diseñó los libros de texto TCF para reflejar su pedagogía. Estos libros se publican en urdu e incluyen contenido culturalmente relacionable.
“Los libros que estaban en inglés mostraban, digamos, un camión de helados circulando por una calle, con ‘Sam el hombre del helado’ vendiendo conos”, observa Abbas. “Pero no en nuestros libros. Los nuestros tienen al kulfi wala [quien elabora localmente confites congelados] en una bici, y eso hace que los estudiantes piensen: ‘esto es para mí, soy el centro de este universo’. Es muy importante no desconectar a la niñez de su origen”.
El razonamiento detrás de un currículo basado en urdu es mayormente práctico, para llegar a más niños y niñas. Aun así, TCF también cree que tiene beneficios culturales y emocionales. Su currículo en urdu tiene la intención de cambiar el mensaje dominante de una educación basada en el inglés (que no es la lengua materna de ninguno de los niños) es superior y que el urdu es un idioma reservado para interacciones y pensamientos menos matizados o complejos. Para promover su lenguaje y cultura nacional, TCF ofrece el uso gratuito de sus libros. Hoy, estos libros son usados por más de 300 escuelas privadas en todo Pakistán.
El aprendizaje emocional es la más reciente incorporación a la pedagogía TCF. “Existen periodos específicos de desarrollo estudiantil en el que los alumnos realizan actividades que les permiten expresar sus sentimientos, y pueden entrar en contacto con aquello por lo que se sienten agradecidos y expresar lo que les hubiera gustado haber hecho diferente”, explica Abbas. Por ejemplo, se les enseña que el enojo a menudo oculta la vergüenza o la incomodidad, y reciben espacios para discutir estos sentimientos; una lección particularmente valiosa para los estudiantes varones, a quienes generalmente se les inculca que la masculinidad requiere la supresión de sus emociones. Los salones más nuevos para los estudiantes más jóvenes han sido rediseñados para elevar la interacción y socialización entre pares. Para esto, los escritorios se acomodaron para que los estudiantes estén frente a frente, en vez de estar en dirección a la maestra al frente del salón.
TCF está rectificando el proceso de evaluación de sus estudiantes cambiando de la comisión examinadora local a la federal, que es más demandante. Aunque la organización sin fines de lucro hubiera obtenido mejores resultados de haber permanecido con la comisión examinadora local, está comprometida a esta transición para mejorar la calidad de los estándares educativos y sus resultados a largo plazo. “De momento, estamos atravesando mucha turbulencia”, comenta Abbas sobre el cambio, que ha requerido más capacitación de las maestras para adaptarse a un programa curricular más riguroso.
Proporciones de género
La inclusión del aprendizaje emocional en la pedagogía de TCF habla sobre su compromiso para educar a sus estudiantes sobre cómo el género estructura las relaciones y la sociedad. También refleja el entendimiento de los cofundadores de que lograr la paridad de género en el salón de clases debe ser una prioridad para lograr su misión.
Las barreras para la educación de las niñas suelen ser prácticas. La falta de una escuela cercana, una infraestructura escolar deficiente y la amenaza de una conducta predatoria por parte de maestros varones son grandes motivos disuasorios para las familias de las niñas en edad escolar. Contrario a los mitos de occidente sobre que los pakistaníes no quieren educar a sus niñas, la disparidad de género no es un problema de demanda, sino uno de suministro.
TCF creyó que podía cerrar la brecha de género si resolvía estas barreras en el diseño de las escuelas y en cómo se ofrece la educación. Primero, TCF decidió contratar solo a maestras y a directoras para remediar los miedos de las familias con respecto a enviar a sus hijas a una escuela con hombres en los campus. La administración de TCF actuó intencionalmente para establecer escuelas en áreas rurales para minimizar el tiempo de traslado de las niñas, lo que también significó que las infancias desfavorecidas tendrían un acceso que de otra forma no existiría. Cada escuela TCF tiene agua potable y baños en funcionamiento, así las niñas no deben abandonar el recinto para hacer sus necesidades. Y cada escuela TCF tiene muros divisorios para la protección de las niñas y para mitigar aún más las ansiedades de los padres sobre el acoso, abuso o violencia contra sus hijas.
TCF logró la paridad de género rápidamente, aunque no puede identificar precisamente cuándo la alcanzó. Este logro difiere enormemente con los datos del Banco Mundial que indican que las niñas de contextos pobres en Pakistán tienen 22% menos probabilidades que los niños de ser enviadas a una escuela.
El trabajo para superar las barreras de género también provocó un efecto dominó. TCF es “el empleador más grande de mujeres en Pakistán fuera del sector público”, según un artículo de 2018 sobre TCF en The Economist, que llamó mucho la atención. Este hecho continúa vigente, y los datos más recientes de TCF indican que sigue siendo el empleador privado de mujeres más grande del país. De los 18,000 empleados de TCF, aproximadamente 13,000 son del personal exclusivamente femenino de las escuelas (11,800 maestras y 1,200 directoras).
Dólares de la diáspora
TCF ha priorizado cultivar una base leal de donantes al enfocarse en tres comunidades: individuos adinerados, la diáspora pakistaní y aquellos que creen en el poder de la educación. Y aunque la meta inicial de TCF era asegurar mil donantes para fundar mil escuelas, se sorprendió al darse cuenta de que necesitarían muchos menos donantes individuales, gracias a las donaciones recurrentes.
“Una vez que [los donantes] ven el impacto, desean apoyar a más de una escuela”, dice Abbas. “Y lo que los fundadores construyeron fue una comunidad de personas, y la administración regresaría cada año con ella y la trataría como dueña”.
La diáspora pakistaní (aproximadamente 9 millones de personas a nivel mundial) es una fuente significativa en la recaudación de fondos. TCF tiene capítulos de su organización en ciudades alrededor del mundo, incluyendo Norteamérica (42 capítulos nada más en Estados Unidos), el Reino Unido y el Oriente Medio, y todos recaudan fondos para la organización central a través de eventos como galas y torneos deportivos.
Shehlah Zaheeruddin, basada en Karachi, supo sobre TCF a través de las obras teatrales locales realizadas para recaudar fondos hace casi dos décadas. Antes de cada representación, una persona de la comunidad TCF decía algunas palabras sobre la organización y su misión. Zaheeruddin pronto se hizo una donante regular. Su inversión en TCF se profundizó hace 15 años (2008), cuando ayudó a TCF a diseñar un programa de tutoría para estudiantes de octavo y noveno grado, el programa Rahbar. Zaheeruddin dice que ser voluntaria y donar a TCF forman parte de su deber cívico. “Creo que contribuir a TCF es la cosa más importante que nosotros [los pakistaníes] podemos hacer”, explica.
El enfoque de la organización en donantes individuales le ha permitido ser ágil e iterativa de formas que llevan a impartir una educación de calidad, en lugar de estar restringida por las condiciones asociadas a subvenciones mayores. “No nos financian muchas instituciones”, comenta Abbas. “La naturaleza del financiamiento [a través de subvenciones]… es que está muy enfocado y sujeta al tiempo, y esa no es la naturaleza de la educación. La educación es un viaje de once años para cada estudiante, así que el financiamiento debe ser continuo.
TCF sí recibe algo de financiamiento y apoyo de donaciones corporativas y subvenciones. Por ejemplo, este año, la Fundación de Bill y Melinda Gates otorgó 500,000 dólares a la organización sin fines de lucro de TCF en Estados Unidos para conducir un estudio de dos años sobre cómo la exposición sostenida de las comunidades a una educación de calidad informa sus percepciones de género.
Otra fuente de ingreso, quizá sorpresiva, ha sido el gobierno nacional. En 2016, TCF se asoció con el gobierno, que contrató a la organización sin fines de lucro para operar escuelas (hoy cerca de 400 escuelas en 11 distritos escolares) en recintos del gobierno. TCF recluta y entrena al personal según sus propios estándares; el gobierno subsidia a TCF todos los gastos.
El giro autocrático en Pakistán representa una amenaza para la alianza de TCF con el gobierno. Las próximas elecciones generales, planeadas para octubre de 2023, podrían alterar o eliminar la alianza.
Bari reconoce el problema del gobierno al absolverse de ofrecer educación pública, pero también es pragmático y cree que esta alianza es una forma en que el Estado puede honrar su responsabilidad de ofrecer educación de calidad. “Podemos tener reparos sobre si la educación debe ser un negocio o no, pero pienso que en Pakistán esa decisión se tomó hace mucho tiempo”, dice.
La organización tiene un presupuesto anual de 30 millones de dólares, de los cuales dos tercios son para pagar compensaciones y beneficios del personal. Aproximadamente, 5% se asigna a capacitación y transporte hacia y desde la escuela. Solo 12% se gasta en la recaudación de fondos y costos administrativos, una prueba de la eficiencia operativa de TCF. El resto de los fondos se usan para el mantenimiento de instalaciones, investigación y desarrollo, supervisión de campo y monitoreo, libros de texto, uniformes escolares y material didáctico.
Chhapra señala que la transparencia contable ha sido un mandato de TCF desde el inicio. Como parte de su compromiso con la transparencia, TCF es auditada anualmente por una lista variada de las firmas contables más grandes del mundo: Deloitte, Ernst & Young, KPMG y PwC. “De acuerdo con las mejores prácticas de la gobernanza corporativa”, explica Abbas, “hemos cambiado de empresa auditora… para que se miren con nuevos ojos nuestras cuentas y operaciones, y las validen”.
Inversión comunitaria
La base de donantes leales de TCF le ha permitido expandir su misión educativa más allá de las escuelas primarias y secundarias para contribuir a las comunidades donde se ubican sus escuelas.
“No es una organización humanitaria, es una organización educativa”, dice Buluswar. “Pero diría que su más interesante evolución ha sido darse cuenta de que no es solo un sistema escolar. Si vas a ser el pilar de una comunidad, debes estar dispuesto a salirte del núcleo de lo que haces”.
En 2005, TCF lanzó su primer programa comunitario, el programa Aagahi, para que mujeres en asentamientos de ingresos bajos y áreas rurales reciban alfabetización y habilidades numéricas básicas (habilidades con beneficios amplios, desde el empoderamiento financiero al realizar compras hasta la capacidad de leer los números de autobuses cuando viajan solas). El curso gratuito de cuatro meses se ofrece dos veces al año en 4,300 ubicaciones a lo largo de todo el país, como son escuelas TCF, centros comunitarios y hogares. Cada año, 20,000 mujeres se inscriben en el programa y 160,000 lo han completado a la fecha. En 2017, el programa Aagahi ganó el Premio UNESCO Confucio de Alfabetización, otorgado a gobiernos, ONG e individuos que realizan incursiones notables de alfabetización en áreas rurales. Los 30,000 dólares representaron una ayuda financiera y un excelente aval para el programa.
En 2015, TCF lanzó un programa de capacitación vocacional gratuito para mujeres, con duración de cuatro meses, con el fin de enseñarles habilidades técnicas comercializables. El programa se enfoca en el diseño de modas, incluyendo confección, bordado y habilidades empresariales, las cuales están en gran demanda y también se prestan para trabajar de casa o lanzar micronegocios. Quince centros vocacionales, localizados en comunidades con escuelas TCF, ofrecen este programa que hasta ahora ha producido 3,000 graduadas. Estos centros también aceptan órdenes de trabajo (por ejemplo, solicitudes de uniformes de TCF) y las mujeres del programa son remuneradas.
La ayuda humanitaria es uno de los aspectos crecientes en la inversión comunitaria de TCF. Después de las inundaciones que devastaron la infraestructura y economía de Pakistán, y dejaron sin hogar a millones, TCF lanzó el Recurso de ayuda por las inundaciones, que ha entregado más de cinco millones de comidas y ayudado a más de 65,000 hogares en labores de reconstrucciones a lo largo de 32 distritos. Y durante la pandemia de COVID-19, TCF creó el Recurso de respuesta para la COVID-19, que entregó donativos en efectivo a las familias más pobres y afectadas, además de proporcionar equipo de protección a los trabajadores de primera línea.
Gestionar en la incertidumbre
Si bien TCF se ha establecido como un baluarte para impartir educación de calidad para las infancias pakistaníes, la organización enfrenta diversos desafíos, desde la inestabilidad política hasta el auge de la inteligencia artificial.
La turbulencia política llegó al máximo el año pasado cuando el ex primer ministro Imran Khan fue derrocado a través de un voto de desconfianza en abril de 2022 y arrestado en mayo de 2023 por ser acusado de corrupción por la Oficina Nacional de Contabilidad de Pakistán. Desde entonces, el primer ministro Shehbaz Sharif, líder del partido (Nawaz) Liga Musulmana de Pakistán, ha llevado al país por el camino autocrático, y la milicia (la institución más poderosa del país) ahora tiene más poder en el Estado. El giro autocrático en el país representa una amenaza para la alianza de TCF con el gobierno. Las próximas elecciones generales, planeadas para octubre de 2023, podrían alterar o eliminar la alianza.
Lo anterior es independiente a la difícil crisis económica del país, que amenaza el financiamiento del programa de colaboraciones. La inflación, el aumento de costos y la depreciación de la rupia han devastado a la economía. En junio, Pakistán logró asegurar un muy necesitado préstamo del Fondo Monetario Internacional por 3 mil millones de dólares, pero los especialistas advierten que esta es solo una solución provisional y no es suficiente para salvar la economía del país a largo plazo.
Un desafío perenne de TCF es balancear su misión de impartir educación de calidad con su ritmo de crecimiento. Su objetivo para 2023 de abrir 130 escuelas nuevas era ambicioso considerando la situación política y el clima económico actual. Además, su decisión de expandirse construyendo escuelas, en vez de rentar propiedades ya existentes, significa que debe recaudarse más dinero por escuela, lo que ralentiza el ritmo de crecimiento. Sin embargo, Bari señala que hay beneficios cualitativos en este modelo: los nuevos edificios proporcionan a las infancias un sentimiento de ser cuidadas y apreciadas.
Como otros sistemas educativos alrededor del mundo, TCF también empieza a lidiar con el impacto de la IA en la educación. “Creo que el reto principal que enfrentarán será con la tecnología”, argumenta Buluswar, quien posee un doctorado en IA. Con Chat GPT, que opera en urdu, los estudiantes podrían pedir a la IA que termine su tarea y escriba sus ensayos, lo que implicaría solo interactuar de forma superficial con el material de aprendizaje, y dejar el reto de pensar a la máquina. La dependencia de los estudiantes en la IA ha creado un reto para las maestras, quienes no pueden determinar cuando un programa como Chat GPT fue usado por los estudiantes. A pesar de esto, Buluswar afirma que la IA debe volverse “una parte fundamental del modelo educativo de TCF” para que la organización pueda ser relevante y exitosa en la próxima década.
Para Bari y Nadeem, el éxito de TCF ha sido impulsado por su flexibilidad sistémica, que incluye su capacidad para aprovechar nuevas tecnologías. No solo son optimistas sobre la habilidad de TCF para adaptarse a la revolución de IA, también creen que su sistema escolar continuará sirviendo como un líder en el desarrollo, y la democratización, de la sociedad civil de Pakistán.
Autor original:
- Noor Noman es columnista en MSNBC y escritor independiente ubicado en la ciudad de Nueva York. Cubre temas pertinentes al sur de Asia con un enfoque en la intersección cultural y política.
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Este artículo es contenido original de la Revista Stanford Social Innovation Review publicado en la edición otoño 2023.
Traducción del artículo The School System Rebuilding Civil Society por Carlos Calles.
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