Un vistazo a la manera en que las instituciones de educación superior pueden pasar de estar separadas a estar integradas por edades. Artículo en la serie "Transformar el envejecimiento", publicada con el patrocinio de la Fundación Saldarriaga Concha.
Las universidades se encuentran entre las instituciones más segregadas por edad, debido a que atienden, casi exclusivamente, a jóvenes en la adolescencia tardía o en sus veinte años, sin importar que las nuevas realidades demográficas vuelven obsoleto este modelo educativo.
Con una cantidad sin precedentes de personas longevas, muchas de ellas quieren o necesitan aprender y ganar dinero durante más tiempo. Una nueva etapa de la vida, una segunda adultez que procede a la convencional, se abre paso entre los años en los que se construyen la trayectoria profesional y familiar, y entre la fragilidad asociada a la vejez. La mayoría de las personas de 50, 60 y 70 años están sanas, son enérgicas y, de manera sorprendente, son forzadas a jubilarse o despedidas con pocas ofertas laborales en el radar. Aunque algunas personas quieren dedicarse de tiempo completo al ocio, la gran mayoría busca nuevas actividades, remuneradas o no, que les aporten sentido y propósito. Sin embargo, en las universidades, encuentran pocas hojas de ruta u opciones para el aprendizaje a lo largo de la vida.
Esta realidad representa una oportunidad perdida para todas las partes: las personas mayores y los jóvenes, las universidades y la sociedad en general. Tanto las personas mayores como los jóvenes se enfrentan a un futuro cada vez más ambiguo e incierto, y deben encontrar su propio camino sin beneficiarse de las las experiencias y perspectivas de los demás. Al centrarse únicamente en los jóvenes, las universidades desaprovechan la oportunidad de añadir una nueva fuente de ingresos, diversificar y enriquecer la vida y el aprendizaje en los campus, y dejar una huella más profunda en el futuro. Quizá, la sociedad es la que más pierde, pues los jóvenes y las personas mayores representan, en gran medida, fuentes de talento sin explotar que se pueden movilizar ―individualmente y en conjunto― para responder a los choques sociales, económicos y medioambientales que caracterizarán la vida en el siglo XXI.
Presentación de iniciativas multigeneracionales
En 2017, pusimos en marcha la Iniciativa de Carreras Avanzadas de la Universidad de Minnesota (University of Minnesota Advanced Careers Initiative, UMAC por sus siglas en inglés) para ayudar a las personas mayores a descubrir nuevos futuros, reunir generaciones y redefinir la educación superior como un lugar agradable para todas las edades. Al agrupar a estudiantes jóvenes y mayores en clases que abordan cuestiones tales como la desigualdad, el cambio climático, la salud global y la justicia social, la UMAC conecta el aprendizaje multigeneracional con el trabajo de impacto social. Estas clases han fomentado relaciones de colaboración entre generaciones que, a menudo, se extienden más allá del aula.
La Universidad de Minnesota forma parte de un pequeño pero creciente grupo de universidades que reciben en sus campus a personas en su segunda adultez, con el fin de ayudarles a prepararse para una vida participativa y duradera. A diferencia de los programas convencionales de educación continua ―como los Institutos Osher para el Aprendizaje Permanente (Osher Lifelong Learning Institutes), los cuales ofrecen cursos de enriquecimiento académico para jubilados separados por edades―, estas iniciativas mezclan a estudiantes mayores y jóvenes en las aulas de manera intencional. Además, motivan a los estudiantes de mayor edad, conocidos como becarios, a incursionar en una segunda carrera dentro del sector sin fines de lucro o como empresarios.
La Iniciativa de Liderazgo Avanzado (Advanced Leadership Initiative) de Harvard, inaugurada en 2008, abrió el camino con este modelo. Dicho programa dura un año y está dirigido a directores de empresas con al menos 20 años de experiencia que estén listos para el próximo capítulo de sus vidas. Estos becarios toman clases con estudiantes más jóvenes, asisten juntos a algunos seminarios y desarrollan un plan para “un programa, una organización, una fundación” con potencial para “tener un impacto significativo sobre un gran problema”.
Por su parte, el Instituto de Carreras Distinguidas (Distinguished Careers Institute) de Stanford, la Iniciativa de Liderazgo Inspirado (Inspired Leadership Initiative) de la Universidad de Notre Dame y el Programa de Becarios Tower (Tower Fellows Program) de la Universidad de Texas hacen hincapié en la exploración, el crecimiento personal y la determinación.
Todos ellos atraen a profesionales con carreras distinguidas que buscan una nueva trayectoria en sus vidas. Estos programas invitan a los becarios a cursar materias que no han estudiado o que no existían cuando eran más jóvenes, asistir a eventos en el campus y compartir entre ellos los retos de la transición.
Sin embargo, el costo de estos programas representa una barrera importante, ya que las tarifas de los programas ofertados en 2021 empiezan a partir de los 53,000 dólares, dependiendo del programa, y esto sin contar los gastos de alojamiento. Aunque a veces se ofrecen becas, estos programas están diseñados principalmente para personas privilegiadas. En cambio, el programa de nueve meses de duración de la UMAC, el primer programa universitario multigeneracional de una universidad pública, cuesta 16,000 dólares. A medida que aumenta el número de personas que quieren darle un segundo aire a sus carreras, debemos hacer que estos programas sean más accesibles a una diversidad de personas mayores, incluidos aquellos que tienen ingresos modestos.
Capas de aprendizaje
En el esquema general de la vida universitaria, estos programas son incipientes, tienen un número relativamente pequeño de estudiantes y todavía están aprendiendo mucho sobre lo que significa el éxito. En los últimos años, la UMAC ha superado las expectativas en algunos aspectos y se ha quedado corta en otros. Pero nuestro trabajo ha demostrado que las universidades pueden beneficiarse muchísimo de los programas donde las personas mayores participan en el la red de educación superior.
Las lecciones que hemos aprendido pueden servir de guía en otras instituciones de educación superior que quieran pasar de segregar a sus estudiantes por edades a integrar a las generaciones.
1. Crear una comunidad de aprendizaje intencional e intergeneracional. Al agrupar estudiantes de diferentes edades el aula se combina la experiencia con la exploración y, a menudo, se generan resultados transformadores. En la UMAC, un neonatólogo jubilado aportó su experiencia práctica en el cuidado de niños para una clase de salud global. Un agente inmobiliario que estaba contemplando su futuro comprendió mejor las desigualdades estructurales de raza y vivienda, y aprendió de las experiencias de los estudiantes más jóvenes de su clase. Un ejecutivo de publicidad colaboró con los estudiantes en una clase de organización comunitaria para descubrir paralelismos entre las experiencias de quienes participaron en el movimiento por los derechos civiles en la década de 1960 y el movimiento contemporáneo Black Lives Matter (Las Vidas Negras Importan).
En las clases intergeneracionales, los estudiantes mayores y jóvenes comparten sus habilidades y conocimientos, son mentores unos de otros y crean fuertes lazos entre generaciones. En un marco simplista, las personas mayores ofrecen experiencia profesional, como desarrollar habilidades para una entrevista de trabajo y crear redes profesionales, mientras que los estudiantes jóvenes brindan conocimientos tecnológicos. Sin embargo, las clases integradas por edades ayudan a formar conexiones intergeneracionales mucho más profundas.
Algunas personas en su segunda adultez y estudiantes universitarios que se conocen a través de los cursos, descubren que comparten una pasión por el medio ambiente o el aprendizaje temprano y deciden colaborar en un proyecto de clase o reunirse para debatir fuera del aula. Otros se dan cuenta de que, pese a la diferencia de edad, están lidiando con la misma pregunta sobre qué quieren hacer con el resto de sus vidas y pueden beneficiarse de un intercambio de consejos. Varios entablan amistades duraderas que desafían los estereotipos de edad.
2. Aprovechar la infraestructura existente. El uso de los recursos y planes de estudio existentes ayudó a que la UMAC se integrara a la comunidad universitaria. Sirvió para que otros conocieran sobre programa y preparó el terreno para generar un mayor impacto en toda la universidad.
Por ejemplo, aprovechamos el plan de estudios Grand Challenge Curriculum de la universidad, un conjunto de clases interdisciplinarias centradas en temas de la actualidad. Al principio, exhortamos a algunos profesores que impartían estos cursos para que invitaran a los becarios UMAC a participar en las clases. Además de realizar el trabajo del curso, los becarios de mayor edad fungían como voluntarios, de modo que ayudaban a los estudiantes universitarios con sus proyectos o a los profesores con la realización de investigaciones u otras tareas administrativas. Luego, nos pusimos en contacto con colegas de otros centros e institutos universitarios para que también abrieran sus puertas a los becarios de la UMAC y, así, difundir los conocimientos y aptitudes de las personas mayores hacia un público más amplio. Por ejemplo, un becario de la UMAC, que tenía experiencia en la banca de inversión, se incorporó al equipo de asesoramiento empresarial del Centro de Emprendimiento (Venture Center) de la universidad y aportó su valiosa experiencia a las empresas emergentes.
Por otro lado, fundamos la UMAC dentro del Instituto de Investigación Social e Innovación de Datos (Institute for Social Research and Data Innovation), un instituto de investigación interdisciplinar. Aunque ambos son compatibles desde el punto de vista de la investigación, tuvimos que buscar otro espacio para la difusión.
3. Determinar las necesidades y fuentes de financiamiento antes de iniciar operaciones. De manera deliberada, la UMAC empezó como una pequeña iniciativa y sin llamar la atención. Al ponerla en marcha como un proyecto piloto, tuvimos flexibilidad y tiempo para experimentar con el diseño del programa, aprender lo que funcionaba e implementar buenas prácticas. Sin embargo, a comparación de un lanzamiento más llamativo, nuestro lanzamiento discreto dificultó el desarrollo de recursos financieros. Como resultado, tuvimos un personal raquítico con un ancho de banda limitado para la difusión interna, publicidad externa y contratación.
Recibimos un modesto financiamiento del rector de la Universidad de Minnesota para instituir la UMAC, pero los 16,000 dólares que aportan los becarios no cubren los gastos operativos del día a día. En este momento, necesitamos al menos a 40 becarios inscritos para ser sostenibles.
El reto consiste en encontrar la manera de reunir los recursos necesarios y, al mismo tiempo, tener un margen de acción para poner a prueba distintos enfoques. Dada nuestra experiencia, recomendamos que los nuevos programas de aprendizaje multigeneracional soliciten apoyo de los institutos o centros existentes dentro de sus universidades para controlar los gastos. También, deberían de considerar la posibilidad de obtener el máximo apoyo financiero posible de líderes, fiduciarios, exalumnos u otras fuentes antes de iniciar operaciones, especialmente si consideran mantener los costos bajos para los participantes. Tener un colchón financiero, y/o asociarnos con otro instituto o centro del campus, nos habría dado la oportunidad de invertir, desde un principio, en áreas como mercadotecnia y contratación.
4. Fomentar una red continua de exalumnos. Las iniciativas universitarias multigeneracionales crean comunidades integradas por personas de diversas edades para aquellas personas que se reincorporan en un momento específico de sus vidas: cuando están separándose de entornos laborales, familiares, y necesitan nuevas redes de apoyo. Estas nuevas comunidades promueven relaciones entre los estudiantes mayores, así como entre ellos y los más jóvenes. Les ayudan a crear vínculos que perduran más allá de su estancia en el campus y les abren puertas a conexiones productivas entre exalumnos.
Por ejemplo, el Instituto de Carreras Distinguidas de Stanford (DCI, por sus siglas en inglés) invita a los exalumnos a regresar al campus para visitas periódicas y reuniones de exalumnos. En 2018, creó el programa dciX para promover conexiones continuas entre los becarios actuales y los exalumnos, al mismo tiempo que ofrece un conducto para que tengan una participación permanente con la Universidad de Stanford. También, los becarios de la UMAC siguen en contacto con los estudiantes universitarios a los que están tutelando. Varios de ellos mantienen vínculos con las organizaciones sin fines de lucro en las que trabajaron cuando eran becarios.
Un proyecto para el futuro
Desde la adolescencia tardía hasta los 80 años o más, las personas jóvenes y mayores, se enfrentan a dos frecuentes de interrogantes: ¿cómo forjar su futuro en un mundo de ambigüedad, hipercambio y riesgo? y ¿cómo responder a los problemas sociales apremiantes de nuestro tiempo?
Las universidades pueden ayudar a ambas generaciones a afrontar juntas estas interrogantes, en lugar de hacerlo cada quien por su cuenta. Según nuestra experiencia en la UMAC, el aprendizaje multigeneracional resultante es enriquecedor para estudiantes de todas las edades y etapas de la vida.
Las universidades tienen una larga historia de segregación por edades. Aunque abundan las ideas innovadoras para la integración, a menudo se derrumban bajo el peso de las prácticas consolidadas, la burocracia e inercia institucional. De acuerdo con los expertos del campo organizacional, el cambio se produce cuando los costos de no hacer nada sobrepasan los costos del cambio. Ahora que los líderes de la educación superior reconocen la necesidad imperiosa de abordar los retos urgentes de la sociedad —por ejemplo, el cambio hacia un mundo con más personas mayores de 65 años que menores de 18—, ha llegado el momento de actuar.
Autor original:
- Phyllis Moen holds a McKnight Presidential Endowed Chair and is a professor of sociology at the University of Minnesota. She is the founder of the University of Minnesota Advanced Careers Initiative (UMAC) and the author, most recently, of Encore Adulthood: Boomers on the Edge of Risk, Renewal, and Purpose.
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Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review publicado en 2021.
- Traducción del artículo Long-Life Learning and the Age-Integration of Higher Education por Leslie Cedeño.
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