Inversiones que pueden ayudar a niñas y niños en situación de riesgo a estar mejor preparados para el preescolar y la vida.
Desde el momento de la concepción hasta el primer día en el preescolar, el cerebro de una persona se desarrolla a un ritmo más rápido que en cualquier otra etapa de la vida. En este proceso influye dramáticamente, la calidad de las interacciones del niño con su entorno, sobre todo con los adultos que lo cuidan. Sus experiencias durante esta edad temprana marcan el rumbo de lo que sucederá en los primeros años de su educación primaria y más allá.
Por ejemplo, los niños de bajos recursos que no tienen contacto con experiencias que los enriquezcan cognitiva y emocionalmente en sus primeros años de vida tienen un 25% más de probabilidades de abandonar la escuela, un 40% más de probabilidades de convertirse en padres adolescentes y un 60% menos de probabilidades de estudiar en la universidad en comparación con quienes han recibido el apoyo adecuado desde la infancia. Por otro lado, el trabajo pionero del economista James Heckman, galardonado con el Premio Nobel, demuestra que invertir en programas de alta calidad para la primera infancia destinados a niños en situación de riesgo ofrece un retorno de inversión entre el 7 y el 10%, gracias a que esta inversión mejora los resultados educativos, médicos, sociales y económicos, aumenta la productividad y reduce la necesidad del gasto social.
Desafortunadamente, Estados Unidos invierte mucho menos de lo necesario en programas y soluciones a nivel sistémico que apoyen el desarrollo de los niños desde su nacimiento hasta los cinco años. Si se compara con los 34 países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), entre los que se encuentran Australia, Alemania y el Reino Unido, Estados Unidos apenas ocupa el vigésimo primer lugar en el gasto total en educación de la primera infancia, en relación con la riqueza del país. De hecho, en Estados Unidos, el gasto público anual per cápita en atención y educación de la primera infancia es sólo una cuarta parte del que se destina a la enseñanza primaria y secundaria, y el financiamiento filantrópico anual de programas de apoyo a los niños desde el nacimiento hasta los cinco años es sólo una quinta parte de lo que se destina a la enseñanza primaria y secundaria.
Como resultado, los niños de muy poca edad —en especial los más desfavorecidos— pierden oportunidades de desarrollo de calidad. En la actualidad, alrededor de uno de cada cuatro niños estadounidenses procede de familias con bajos recursos y entra al jardín de infantes sin estar preparado para aprender. Como resultado, se quedan rezagados desde el principio. En el transcurso de su vida, esto significa una mayor carga para los sistemas de educación, salud y justicia penal.
¿Puede la filantropía cambiar este panorama? El campo para el desarrollo desde la primera infancia es complejo, con muchas partes interesadas. La magnitud de las necesidades es abrumadora y los recursos financieros son escasos, lo que dificulta la capacidad de los proveedores para crear entornos de aprendizaje temprano de alta calidad. Dada la dimensión del reto, la mayor parte del financiamiento termina por proceder de fuentes públicas. No obstante, creemos que la respuesta a esta pregunta es un rotundo sí. La J.B. and M.K. Prtizker Family Foundation (Fundación de la Familia J.B. y M.K. Pritzker), en colaboración con The Bridgespan Group (Grupo Bridgespan), dedicó más de un año a estudiar el vasto campo de desarrollo de la primera infancia. A partir de nuestra investigación, hemos identificado cinco categorías de inversión filantrópica que pueden mejorar significativamente la preparación de los niños en situación de riesgo para entrar a preescolar, y una serie de estrategias de alto rendimiento prometedoras que las filantropías pioneras están implementando actualmente. Estas son:
1. Reforzar los sistemas de mejora de calidad a nivel local, estatal y federal
No existe un único sistema público que regule el cuidado y la educación formal de los niños de muy poca edad. Sin embargo, el sector público financia y regula muchas de las organizaciones que ofrecen atención formal y, en ese sentido, desempeña un papel importante en fomentar mejoras de calidad. Muchos estados abordan esta tarea mediante la implementación de un Quality Rating and Improvement System (Sistema de Clasificación y Mejora de Calidad, QRIS por sus siglas en inglés). Aunque a menudo se le compara con la clasificación por estrellas de los hoteles, el QRIS evalúa la calidad de los proveedores de servicios de atención y educación de la primera infancia a a partir de categorías como la proporción entre niños y personal, las credenciales de los profesores y las interacciones entre niños y docentes. Hoy en día, casi todos los estados llevan a cabo algún tipo de QRIS o tienen previsto hacerlo, pero nuestra investigación ha revelado tres obstáculos para su posible impacto: la escasa participación, la falta de vinculación del financiamiento con las calificaciones obtenidas y el hecho de que los niveles de calidad más elevados pueden convertirse en desincentivos si el sistema no les proporciona los recursos financieros necesarios para mejorar.
La mayoría de los expertos que entrevistamos coincidieron en que todos los estados deberían contar con un QRIS que, por un lado, evalúe los programas de educación y atención infantil (midiendo los resultados académicos de los niños y difundiendo información sobre las clasificaciones a los padres); y que, por otro lado, ofrezca incentivos económicos para mejorar la calidad, así como una ruta clara y recursos para ayudar a los proveedores de cuidados de primera infancia a elevar el nivel de sus resultados. En los estados en los que aún no existe el QRIS, deben desarrollarse sistemas de este tipo. Con el fin de que esto ocurra, los filántropos podrían:
Apoyar los esfuerzos estatales para brindar asistencia técnica a las iniciativas que busquen mejorar la calidad de la atención y educación tempranas.
A veces, la respuesta es ayudar a un intermediario. Un ejemplo es la BUILD Initiative (Iniciativa BUILD), creada en 2002 por la Early Childhood Funders Collaborative (Colaboración de Financiadores de la Primera Infancia). BUILD apoya los esfuerzos para reformar los sistemas de calidad a nivel estatal, fortalecer los programas locales y probar nuevos modelos. Además, se centra particularmente en QRIS.
Los filántropos también pueden financiar directamente las iniciativas estatales que busquen implementar planes de mejora de calidad. La Bill & Melinda Gates Foundation (Fundación Bill y Melinda Gates) ha desempeñado este papel en Washington a través de su apoyo al Department of Early Learning (Departamento de Aprendizaje Temprano, DEL por sus siglas en inglés) del estado y a Thrive Washington (Crecer Sano en Washington).
Colaborar con los estados para ayudar a los proveedores a mejorar la calidad.
Los financiadores pueden colaborar con los políticos para ayudar a los proveedores de educación de la primera infancia a que obtengan la formación, asistencia técnica y financiamiento que necesitan para mejorar la calidad y obtener puntuaciones más altas en el QRIS. Por ejemplo, en Carolina del Norte, la Fundación W.K. Kellogg Foundation y otras entidades han apoyado la iniciativa estatal Smart Start (Inicio Inteligente).
2. Expandir las revisiones de salud y desarrollo
Un proceso que beneficiaría bastante a los proveedores de servicios de atención a la primera infancia sería uno de detección sistemática y universal, que sirva para identificar las necesidades del niño y su familia y para facilitar la prestación de apoyos específicos. En la actualidad, este trabajo se está realizando en gran medida a nivel local, donde los condados y municipios pioneros están desarrollando la infraestructura y herramientas necesarias para, por un lado, examinar con regularidad a todos los niños desde que nacen hasta que tienen cinco años de edad; y, por otro, para expandir su cartera de apoyos a los padres, ayudándolos a comprender sus opciones y a sumarse a los programas adecuados. El programa Palm Beach County’s Healthy Beginnings (Comienzos Saludables del Condado de Palm Beach) ofrece un ejemplo alentador de una de estas organizaciones locales; el programa examinó a cerca del 90% de los recién nacidos del condado en 2012. Con herramientas como el Ages and Stages Questionnaire (Cuestionario de Edades y Etapas), que ayuda a determinar si el desarrollo de un niño ocurre según lo previsto, el programa examina a los niños a lo largo de sus primeros años para detectar problemas de desarrollo, sociales y de comportamiento. Healthy Beginnings, a través de su red de socios, pone en contacto a los padres con una amplia gama de sistemas de apoyo.
Los filántropos tienen tres oportunidades prometedoras para ayudar a expandir las iniciativas de detección y canalización a nivel comunitario:
Apoyar los esfuerzos comunitarios y a los organismos que aspiran a evaluar el desarrollo de toda la población y canalizar a las familias a programas eficaces de desarrollo de la primera infancia.
La Duke Endowment (Fundación Duke), por ejemplo, se asoció con el condado de Durham, Carolina del Norte, para financiar Durham Connects (Durham Conecta), un sistema universal de detección y canalización de recién nacidos que ha demostrado un rendimiento de 3 dólares por cada dólar que se invierte en el programa.
Apoyar los esfuerzos para integrar las evaluaciones de desarrollo en las visitas al pediatra.
La gran mayoría de los niños de bajos recursos desde su nacimiento hasta los tres años consultan con frecuencia con el pediatra y otros médicos. Las consultas pediátricas podrían ser un lugar excelente para acercarse a los padres y cuidadores, identificar los retos del cuidado de los hijos y ayudarlos a desarrollar habilidades y estrategias para superar esos retos. De hecho, algunas señales alentadoras apuntan a que los consultorios de pediatría están orientándose hacia un enfoque más holístico. Las nuevas tendencias en las estructuras de pago también podrían impulsar al sistema de salud a incentivar medidas preventivas. De este modo, la filantropía tiene la oportunidad de seguir demostrando el valor de las evaluaciones de desarrollo para niños de muy poca edad.
Los filántropos pueden aprovechar esta oportunidad financiando programas que trabajen o con proveedores pediátricos o directamente con los pediatras. Por ejemplo: cada seis meses, el Children’s Hospital at Montefiore (Hospital Infantil de Montefiore) en el Bronx, Nueva York, examina a bebés y niños de 1 a 3 años para detectar signos de estrés y desarrollo socioemocional inadecuado. La Altman Foundation (Fundación Altman) financió a los especialistas de Montefiore’s Healthy Steps (Pasos Saludables de Montefiore), quienes examinan a los niños, asesoran a los padres y prestan servicios de canalización.
Ayudar a expandir las herramientas de detección y evaluación prometedoras.
Existen varias medidas de desarrollo integral, pero su uso no se ha extendido lo suficiente en todo el país. La filantropía puede ayudar a difundir estas valiosas herramientas. Por ejemplo, el Center for Healthier Children, Families and Communities (Centro para Niños, Familias y Comunidades Más Saludables) de Los Ángeles está ampliando el Early Development Instrument (Instrumento de Desarrollo Temprano) en todo el condado de Los Ángeles. La filantropía podría ayudar a las comunidades a llevar a cabo iniciativas similares en otros puntos del país, sobre todo en las colonias más necesitadas, donde los recursos para apoyar a los niños pequeños y a sus familias son muy escasos.
3. Mejorar la formación, el desarrollo profesional y la remuneración de los educadores de la primera infancia
A la edad de cuatro años, casi la mitad de los niños de bajos recursos pasan un tiempo considerable en entornos formales de cuidado y educación como Head Start (Ventaja Inicial), guarderías reguladas por el Estado, escuelas preescolares financiadas por el Estado y otros centros no regulados. La calidad de la atención varía mucho, y algunos de los obstáculos para mejorarla son problemas para contratar, formar y desarrollar al personal, así como niveles extremadamente bajos de remuneración para los cuidadores.
En general, los expertos coinciden en que mejorar la eficacia de los educadores de la primera infancia es vital. Los filántropos ya han ayudado a crear y apoyar instituciones para formar y mejorar las aptitudes de los educadores y proveedores de servicios a este nivel. El Buffett Early Childhood Institute (Instituto de la Primera Infancia Buffett) de la Universidad de Nebraska, el Erikson Institute (Instituto Erikson) de Chicago y el Early Childhood Education Institute (Instituto de Educación de la Primera Infancia) de la Universidad de Oklahoma son tres buenos ejemplos. Pero la gran necesidad de formación continua y desarrollo profesional, así como de mejorar la remuneración de los educadores, no ha dejado de existir. Esto es lo que los filántropos pueden hacer:
Invertir en iniciativas emergentes que busquen mejorar la efectividad de los educadores de la primera infancia mediante la formación y el desarrollo.
La filantropía puede ayudar a ampliar los programas de formación y desarrollo para educadores, como My Teaching Partner (Mi Compañero Académico). La filantropía también puede apoyar a los proveedores de asistencia técnica, como el programa Lead Learn Excel (Lidera, Aprende, Destaca) del Ounce of Prevention Fund (Fondo Pizca de Prevención) y Acelero Learning (Aprendizaje Acelero), que equipan a los directores de programas de educación temprana, en particular de los programas Head Start y Early Head Start, para mejorar la eficacia de los profesores en sus centros.
Apoyar la investigación y asistencia técnica para mejorar la remuneración de los educadores de la primera infancia.
Todos los expertos con los que hablamos afirmaron que la baja remuneración es un gran obstáculo para atraer a personas con talento al campo de la primera infancia, lo que también conduce a una alta rotación de personal. Cuando un gran número de profesionales con probada experiencia abandonan el sector, las inversiones en desarrollo profesional tienen un impacto menor. Aunque las oportunidades para ayudar a abordar este reto no siempre son evidentes, la filantropía tiene un papel fundamental que desempeñar para establecer las prioridades de política pública en materia de remuneración. A nivel nacional, la filantropía puede financiar la investigación para documentar los rangos de salario actuales y las tasas de rotación de personal en la atención y educación de la primera infancia. A nivel local, la filantropía puede financiar la asistencia técnica a los organismos estatales para que desarrollen programas de bonos e incentivos para incrementar los salarios de los educadores.
4. Apoyar el que haya un mayor acceso a programas basados en la evidencia que ayuden a padres y familias a fomentar el desarrollo de sus hijos.
Los expertos coinciden en que los padres son los primeros y mejores maestros de los niños con muy poca edad. Además de eso, existe una gama de programas eficaces para padres, entre los que se encuentran programas de educación parental con sede en centros y con visitas a domicilio; programas de embarazo, pediatría y de salud mental; y programas dirigidos a familias hispanas. Pero estos sólo llegan a una parte de las familias que podrían beneficiarse de ellos. Por ejemplo, los programas de apoyo a los padres basados en la evidencia y financiados con fondos federales sólo llegan a 115,000 familias, menos del 2.5% de los niños necesitados. Con el fin de garantizar que los programas basados en la evidencia cuenten con los recursos necesarios para llegar a más familias que podrían beneficiarse de ellos, los filántropos pueden elegir cuatro opciones:
Desarrollar la capacidad de las organizaciones para implementar programas basados en la evidencia que sirvan a más niños y familias.
Las inversiones en organizaciones centrales pueden ayudar a que estos programas se amplíen mucho más rápidamente. Una de las mejores maneras para expandir los programas de desarrollo de primera infancia es desarrollar la capacidad de las organizaciones centrales que los apoyan para hacer frente a la creciente demanda. La Fundación Robert Wood Johnson es un ejemplo en este ámbito, ya que presta apoyo a Child First (Primero los Niños), un modelo nacional que ofrece una serie de servicios a domicilio para niños pequeños en situación de riesgo y sus familias. Los subsidios que la fundación ha otorgado para el desarrollo de capacidades han ayudado a que Child First impulse un sistema de datos y medición fundamentado en el Internet, un proceso de certificación y de mejora de la calidad, un plan de sostenibilidad del financiamiento y ensayos controlados aleatorios para hacer un seguimiento de los resultados.
Los filántropos también pueden reunir fondos de capital de crecimiento para ayudar a extender intervenciones de eficacia probada. La Edna McConnell Clark Foundation (Fundación Edna McConnell Clark, EMCF por sus siglas en inglés) lo ha hecho con el programa de visitas a domicilio Nurse-Family Partnership (Cooperación Enfermera-Familia, NFP por sus siglas en inglés), una iniciativa que pretende ampliar su alcance de manera significativa. Desde 2002, la EMCF ha concedido 23.3 millones de dólares a la NFP y ha sumado otros 38 millones en capital de crecimiento de cinco inversionistas. Estos fondos ayudarán a la NFP, la cual atendió a más de 13,000 madres en 2007, a tener más posibilidades de alcanzar su objetivo de llegar a 60,000 madres en 2018.
Apoyar mecanismos innovadores de financiamiento público-privado para ampliar los programas basados en la evidencia.
Como herramienta para fomentar las inversiones federales en intervenciones basadas en la evidencia, los modelos pay-for-success (pagar por resultados), como los bonos de impacto social, están ganando adeptos. Estos modelos aprovechan el capital privado y filantrópico de hoy para invertir en programas sociales que generarán beneficios mañana. Cuando un programa logra una serie de resultados sociales predeterminados, tales como la disminución de la reincidencia penitenciaria, el gobierno reembolsa a los inversionistas privados con intereses procedentes de los ahorros conseguidos. Los inversionistas privados asumen el riesgo de “incumplimiento,” lo que podría traducirse en pérdida de capital si un programa no produce los resultados acordados. Para mitigar ese riesgo, los filántropos pueden respaldar a los inversionistas privados con garantías de préstamo o inversiones relacionadas con el programa (participaciones en el capital o préstamos de bajo interés). También pueden ejercer una mayor presión sobre las instituciones públicas para que exploren modelos de pay-for-success que atraigan capital privado para financiar programas dirigidos a la primera infancia.
Abogar por un mayor financiamiento estatal, local y federal a programas de alta calidad basados en la evidencia para los padres.
Para preparar a todos los niños y niñas en situación de riesgo para preescolar, debemos ampliar el financiamiento de iniciativas de alta calidad sustancialmente. Las organizaciones de apoyo seguirán desempeñando un papel importante en este esfuerzo. La Alliance for Early Success (Alianza para el Éxito Temprano) y el First Five Years Fund (Fondo para los Primeros Cinco Años) son dos buenos ejemplos; cada uno está apoyado por coaliciones de financiadores. También existen numerosas organizaciones estatales de apoyo, como Early Edge California (Ventaja Prematura de California) y Pennsylvania Partnerships for Children (Asociaciones para Niños de Pennsylvania).
Ayudar a los padres a elegir oportunidades de atención y educación de alta calidad para sus hijos. Todas las familias se benefician de contar con información sobre los mejores programas de manera accesible. Lamentablemente, no siempre es fácil encontrar “noticias útiles” y claras sobre los tipos y la calidad de los programas de atención temprana. Los filántropos pueden contribuir a cerrar la brecha de conocimiento financiando iniciativas para recopilar los mejores consejos disponibles y difundirlos entre padres y cuidadores, quizá a través de portales en línea de manejo sencillo. Los padres mejor informados contribuirán a aumentar la demanda de programas de mayor calidad, lo que a su vez podría reforzar los esfuerzos para ampliarlos.
5. Promover la innovación de los programas
Como hemos descrito, existen programas y enfoques para apoyar a los niños pequeños y a sus familias que son eficaces y están basados en la evidencia, y que están listos para recibir inversiones. Sin embargo, es necesario continuar con la investigación y el desarrollo. Como principal motor de la I+D (investigación y desarrollo) en el sector social, la filantropía tiene un importante papel que desempeñar en el fomento de la innovación.
Explorar nuevos métodos para que los familiares, amigos y vecinos (FAV) al cuidado de los niños participen en los esfuerzos de mejora de la calidad.
Alrededor del 25% de los niños de bajos recursos con muy poca edad pasan mucho tiempo al cuidado de adultos que no son sus padres, ya sea en centros que ofrecen programas de atención y educación o bajo el cuidado informal de familiares, amigos y vecinos en un ambiente doméstico. Sin embargo, los millones de FAV que cuidan de niños, muchos de ellos abuelos u otros familiares, carecen de los recursos suficientes para mejorar la calidad de sus cuidados. Los filántropos pueden financiar la capacidad de las organizaciones que ayudan a los cuidadores FAV.
Al invertir en la experimentación de programas y la medición de su impacto, los financiadores pueden conocer mejor las características de los programas de las organizaciones que funcionan con mayor eficacia en cada contexto, y determinar una forma óptima de ampliar su alcance. Organizaciones como All Our Kin (Todos Nuestros Parientes) ofrecen formación y consultoría empresarial a todo tipo de proveedores de servicios de cuidado infantil en las comunidades, entre los que se encuentran los cuidadores sin licencia, los cuidadores familiares con licencia y los proveedores de Early Head Start. Los proveedores que egresan de estos programas indican que están mejor preparados para las exigencias de ayudar a los niños de muy poca edad a desarrollarse, y también que tienen mayores ingresos. Los filántropos pueden financiar los esfuerzos de organizaciones como All Our Kin para hacer una introspección; evaluar qué características de sus programas tienen éxito en diferentes contextos, y desarrollar estrategias para propagar sus mejores prácticas.
Fomentar la innovación para lograr resultados repetibles para un número cada vez mayor de niños.
Las iniciativas sólidas de I+D pueden hacer avanzar la ciencia del desarrollo infantil; crear modelos reproducibles de intervenciones exitosas en la primera infancia, y ampliar programas de eficacia probada que están a la espera de salir de sus nichos. Dada la rápida evolución de nuestros conocimientos sobre el desarrollo del cerebro humano, es imperativo que impulsemos la experimentación continua para aplicar estos nuevos conocimientos y desarrollar enfoques más eficaces.
Es el momento oportuno para fomentar el entusiasmo público y privado por invertir en la educación de la primera infancia. El futuro de nuestra sociedad lo exige. La filantropía puede y debe demostrar qué funciona para mejorar la preparación de niños de bajos ingresos para preescolar, y propiciar así inversiones públicas cada vez más inteligentes —y esperemos que mayores— que permitan preparar a nuestra nueva generación de niños a que prosperen en la escuela y en la vida.
Autores originales:
J.B. Pritzker (extrema izquierda) es un empresario, inversionista y filántropo con sede en Chicago y coautor del próximo informe Achieving Kindergarten Readiness for All Our Children: A Funder’s Guide to Early Childhood Development from Birth to Five (Tener éxito con todos nuestros niños en la preparación para preescolar: guía de un financiador para el desarrollo de la primera infancia desde el nacimiento a los cinco años), con Jeff Bradach (centro) y Katherine Kaufmann (derecha), socios del Bridgespan Group.
Los autores agradecen a Paul Tough, miembro de Bridgespan y autor de How Children Succeed (Cómo tienen éxito los niños) (Houghton Mifflin Harcourt, 2012), por su contribución a este artículo.
Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review publicado en 2015.
- Traducción del artículo The Early Childhood Challenge for Philanthropists por Carlos Calles