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El problema del beneficio social

2022-09-13
Por Frank Nagle
SSIRñ #4
Destacados
Desarrollo Económico
Colaboración

Los economistas se han obsesionado con la cuestión de las externalidades negativas, pero los acuerdos comerciales también pueden generar externalidades positivas. Deberíamos pensar cómo utilizarlas para el bien público.

 

Los economistas utilizan el término “externalidades” para aquellos casos en que las acciones de un agente impactan a otros u otras sin su permiso o su consentimiento. Las externalidades pueden ser positivas o negativas, dependiendo de si el impacto impone un costo o un beneficio para los afectados y las afectadas. Por ejemplo, si una persona contamina la fuente de agua de otra persona sin su consentimiento, el afectado o la afectada experimenta una externalidad negativa. Pero si una persona planta muchos árboles y mejora la calidad del aire de otra persona sin su permiso, la persona beneficiada experimenta una externalidad positiva.

Los economistas han especulado sobre diversas formas de abordar las externalidades de manera que quien las genere “internalice” los costos o beneficios generados, incluyendo los impuestos, la regulación y las negociaciones directas entre las partes involucradas. Por ejemplo, el gobierno podría imponer un impuesto por contaminación o una norma que hiciera que quien contamina pagara por el impacto negativo en la fuente de agua (y así internalizarse la externalidad negativa). O, en el caso de plantar árboles, al sembrador se le podría pagar directamente para plantar más árboles (y entonces internalizaría la externalidad positiva).

Los políticos se han esforzado en reducir las externalidades negativas, pero han prestado muy poca atención a fomentar las externalidades positivas. Es muy probable que esta discrepancia se haya dado por diferentes razones, aunque se destacan dos.  Primero, la gente prefiere evitar la pérdida que obtener ganancias equiparables debido a lo que los economistas del comportamiento Amos Tversky y Daniel Kahneman llaman “aversión a la pérdida”: la ansiedad que siento ante la posibilidad de perder $10 tiene más peso que la felicidad que puedo sentir al anticipar ganar $10. Similarmente, la pérdida que siento si mi agua se contamina es más grande que la ganancia que puedo prever en un incremento equiparable en la calidad de mi agua. Es por ello que el reducir las externalidades negativas llama más la atención que el fomentar las positivas. Segundo y, relacionado con lo anterior, generalmente es más fácil fijar un precio para una pérdida que para una ganancia. Si mi agua se vuelve imposible de beber, mi pérdida es el costo de limpiar el agua o de conseguir agua de otro lado; pero si mi agua se vuelve más limpia (y ya era potable), no queda muy claro cómo puedo ponerle un precio a esa mejora.

Cualesquiera que sean las razones, los economistas, los gobiernos y los individuos se han enfocado en reducir las externalidades negativas a expensas de fomentar las externalidades positivas. Sin duda alguna, enfocarse en abordar las externalidades negativas (dentro de muchas otras contribuciones importantes) ayudó a Ronald Coase a ganar el Premio Nobel de Economía en 1991. En su influyente artículo, “The Problem of Social Cost” (“El Problema del Costo Social”, 1960), Coase analizaba cómo las ineficiencias en el mercado pueden llevar a una sobreoferta de externalidades negativas, incluyendo la sobreexplotación de recursos naturales y la contaminación del aire, ruido, etcétera. El economista argumentaba a favor de un aumento de soluciones basadas en el mercado (en lugar de intervenciones gubernamentales) dentro de diferentes contextos.

Sin embargo, el potencial de las externalidades positivas no fue suficientemente explorado por Coase y han languidecido en la ortodoxia económica. Sin embargo, en este contexto, sigue existiendo un problema similar al dilema de Coase de 1960: el problema del beneficio social. Las ineficiencias en el mercado llevan a una falta de externalidades positivas relacionadas con el bien común. A continuación, trato de rectificar este abandono al tomar en cuenta el reverso del argumento de Coase y cómo éste brinda mayor peso a las demandas de una mayor acción colectiva y al apoyo de diversas innovaciones sociales que ayuden a abordar los desafíos globales.

 

Subsidios pigouvianos

Para entender mejor el problema del beneficio social, tomemos en cuenta una pequeña parte de la historia del pensamiento económico sobre este tema. El análisis que realizó Coase ––y que le valió ganar el Nobel––  se basó en  los argumentos de Henry Sidgwick, Alfred Marshall y Arthur Pigou, a los que refutó. Estos economistas habían abordado en su trabajo las externalidades positivas y negativas. El año 2020 marcó el aniversario número cien del libro de Pigou titulado La Economía del Bienestar, en el cual formalizó el concepto de externalidades y argumentó a favor de la implementación de lo que ha llegado a conocerse como el impuesto Pigouviano, a través del cual el gobierno impone un impuesto a quienes generan externalidades negativas y utiliza las ganancias para compensar los impactos negativos sobre el público en general. Tales impuestos tienen el respaldo de una larga lista de economistas: un grupo que el economista Greg Mankiw de la Universidad de Harvard ha llamado el Club Pigou.

En un ejemplo clásico del impuesto Pigouviano, los gobiernos imponen impuestos de carbono a los emisores de gases de efecto invernadero, y utilizan esos ingresos fiscales para compensar los impactos del calentamiento global (mientras que al mismo tiempo reducen las emisiones de bióxido de carbono al subir el costo para los productores). Este tipo de impuestos obligan a las partes que están generando la externalidad negativa (por ejemplo, el bióxido de carbono) a internalizar al menos algunos de los costos que previamente toda la sociedad había pagado. El trabajo de Coase argumenta que tales impuestos (u otros tipos de intervenciones gubernamentales), son innecesarios si ambas partes (en este caso el emisor de gases tipo invernadero, y quienes son impactados por el calentamiento global) pueden negociar directamente y llegan a un acuerdo para que uno compense al otro directamente. Por supuesto, tal arreglo se complica por el simple hecho de que quien contamina es una entidad, y quienes son afectados negativamente son un número considerable de personas diseminadas. Los costos asociados a la transacción de esta negociación directa son económicamente prohibitivos en la mayoría de los casos (un punto que Coase reconoció). Es por ello que han surgido soluciones que no están basadas en el mercado.

La importancia de tratar, y también de desalentar, los impactos no internalizados de las externalidades negativas, ya sea a través de impuestos, regulaciones o negociaciones directas, se ha convertido en un tema de debate en economía y política pública desde hace tiempo. Sin embargo, las oportunidades potenciales de alentar las externalidades positivas es un tema que con frecuencia se ha ignorado, por las razones anteriormente mencionadas. Particularmente, los sistemas que existen para ayudar a que las empresas u organizaciones obtengan algunos de los beneficios de las externalidades positivas (que a su vez incrementarían los incentivos para crear dichas externalidades) han sido limitados. Los economistas con frecuencia se refieren a tales beneficios como subsidios Pigouvianos (comparados con los impuestos Pigouvianos).

Los créditos para compensar por las emisiones de carbono son un ejemplo común. Si una compañía maderera planta un bosque para poder talar madera en el futuro, no le es posible cosechar (directamente) los beneficios adicionales de la captación de carbono que el bosque le brinda a la sociedad. Por lo tanto, los créditos para compensar por las emisiones de carbono permiten que la empresa maderera obtenga un valor adicional de la externalidad positiva que genera al plantar árboles.

En lugar de reducir sus niveles de contaminación, una empresa contaminante puede pagarle a la empresa maderera para compensar por su contaminación, alentando a la compañía maderera a plantar más árboles, y así se genera un círculo virtuoso.

El sistema de crédito para compensar por las emisiones de carbono ha derivado en innovaciones sociales que permiten tanto a las organizaciones como a las personas contribuir con acciones colectivas para reducir el calentamiento global. Por ejemplo, Nexleaf Analytics, una organización sin fines de lucro, creó un dispositivo que permite monitorear las emisiones reducidas de carbono negro cuando las personas en India cambian las estufas tradicionales por modelos más modernos. Este monitoreo preciso permite que las personas reciban pagos a través del sistema de crédito de carbono, y lleva a ganancias monetarias directas generadas por cambios de conducta individuales que generan externalidades positivas.

Los ejemplos de la madera y del crédito de carbono nos muestran cómo podemos incentivar a las personas o a las empresas, pero el tema se vuelve más complicado cuando pensamos en la necesidad de tener acciones conjuntas, de colaboración, para resolver tales problemas. Veamos el ejemplo de Coase sobre las reses de un ganadero que se desvían hacia las tierras de un granjero y se comen su cosecha: una externalidad negativa generada por el ganadero y padecida por el granjero. Podemos utilizar ese mismo ejemplo para ilustrar el problema del beneficio social a través de la acción colectiva. Digamos que el granjero está pensando en comprar tecnología que ayudará a tener más lluvia en el área, por lo que se tendrían mejores cosechas para el granjero y mejores pastos para el ganadero. Si el costo de la tecnología es mayor que el beneficio que el granjero va a tener, entonces el granjero no va a invertir. Pero si el costo es menor que el beneficio agregado que van a recibir tanto el granjero como el ganadero, le conviene al ganadero pagarle al granjero (para ayudar al granjero a internalizar la externalidad positiva) o a que ambos colaboren y compren la tecnología conjuntamente (aunque la coordinación de esta compra pueda tener costos por la transacción, y entonces es posible que la compra no se efectúe).

 

Ejemplos de beneficios no realizados

Este simple ejemplo nos ayuda a ilustrar el problema. Podemos tomar diferentes ejemplos de la vida real para ver cómo el problema del beneficio social se manifiesta a través de diferentes contextos y diferentes dominios. Como nos podremos dar cuenta, muchos problemas sociales que requieren de la acción colectiva para su solución, no se atienden debido a la falta de capacidad de las empresas y las personas para beneficiarse de las externalidades positivas.

Vacunación contra el COVID-19 |  La vacunación brinda dos beneficios. Primero, la persona que recibe la vacuna se beneficia directamente con una probabilidad drásticamente reducida de contraer la enfermedad. Segundo, las inyecciones generan beneficios indirectos (externalidades positivas) a la sociedad, como costos más bajos de cuidados de la salud (en general, el costo por la aplicación de la vacuna es mucho menor que el costo de ser tratado en un hospital por una enfermedad grave) y una menor probabilidad de transmitir la enfermedad. Es muy difícil que alguna persona se beneficie directamente de forma tangible de estos beneficios secundarios. Por lo tanto, el análisis que hace una persona sobre el costo y beneficio de vacunarse no toma en cuenta los beneficios a la sociedad.

Esta dinámica genera problemas para enfermedades como el COVID-19, en la que uno puede estar infectado sin tener síntomas graves, y puede tomar medidas que limiten la probabilidad de contagiarse de la enfermedad, tales como el aislamiento y el distanciamiento social. Si uno piensa que no tendrá síntomas graves y no ve las medidas de prevención como algo oneroso, los beneficios directos de tener la vacuna son muy bajos para uno. Adicionalmente, dada la novedad de la tecnología mRNA detrás de las primeras vacunas de COVID-19, y la falta de pruebas de dichas vacunas a largo plazo, las personas ven mayor riesgo en ponerse la vacuna que en los beneficios que pueden tener. Tales cálculos explican potencialmente la razón por la cual más de una cuarta parte del público de Estados Unidos reporta que probable o definitivamente no se pondrían la vacuna, de acuerdo con una encuesta realizada por la Kaiser Family Foundation (Fundación de la familia Kaiser).

Sin embargo, tales cálculos personales no consideran  la externalidad positiva para el resto de la población (por ejemplo, los costos reducidos del cuidado de la salud), ya que ningún individuo que se vacuna obtiene este beneficio de forma directa. Esta discrepancia llevó a varios observadores, como Robert Litan, quien es investigador sénior del Programa de Estudios Económicos de Brookings, a proponer, mucho antes de que la vacuna estuviera disponible, que se les pagara a las personas que se vacunaran. Este pago (como el crédito para compensar por las emisiones de carbón) permite que las personas se beneficien por una parte de la externalidad positiva, y de esta forma se aborda el problema del beneficio social en este contexto. En los Estados Unidos, muchas personas a cargo de elaborar las políticas se resistían en un inicio a la idea del pago, argumentando que era innecesario y que incluso podría ser contraproducente. Sin embargo, conforme se tenía mayor cantidad de vacunas y las personas se mostraban indecisas sobre si vacunarse, numerosos estados pagaron directamente a aquellos que inicialmente se rehusaron a vacunar, los registraron en una lotería con grandes premios en efectivo, u ofrecieron otros incentivos (tales como cerveza gratis y permisos para pescar). Aún más, algunas empresas ––Target, Trader Joe’s y Dollar General–– pagan a sus empleados para que se vacunen.

Ciberseguridad | El cibercrimen tiene un costo de mil millones de dólares al año en el mundo, o un poco más del 1 por ciento del PIB global, de acuerdo con un reporte de McAfee (2020).1   Aunque a las empresas les es difícil prevenir que un atacante extremadamente decidido penetre a una red, pueden utilizar numerosos niveles de protección para limitar tanto los riesgos de una intromisión como de los daños potenciales si esto ocurre. Para complicar más las cosas, los atacantes frecuentemente violan diferentes sistemas antes de llegar a su objetivo final. Por ejemplo, un cibercriminal que está en Rusia puede penetrar a una computadora en la India, y después utilizar esa computadora para penetrar a otra computadora en los Estados Unidos, y después utilizar esa otra computadora para atacar a la compañía que era su objetivo real, la cual también está en los Estados Unidos. Aunque el cibercriminal podría atacar directamente a su objetivo, el utilizar estos “puntos de salto” (“hop points”)  hace más difícil poder rastrearlo, por lo que es menos probable que se atrape al criminal y que rinda cuentas por sus acciones.

La habilidad para perpetrar estos ataques en cadena se debe parcialmente al problema del beneficio social. Si la empresa dueña de la computadora en India hubiera invertido más en ciberseguridad, al cibercriminal le hubiera sido más difícil ocultar su verdadera identidad por lo que hubiera sido más fácil atraparlo; a su vez, los probables ataques a futuro de ese mismo atacante podrían haberse prevenido. Así pues, las empresas no invierten lo suficiente en ciberseguridad ya que solo invierten en un nivel que les permita tener beneficios directos de bajar la probabilidad de que su organización sea vulnerable a tales intromisiones.  No captan la externalidad positiva de incrementar la dificultad para que los cibercriminales puedan utilizar sus computadoras como puntos de salto (“hop-points”) para atacar otros sistemas.

Educación | Las inversiones en educación son otro ejemplo de un problema de beneficio social. La investigación ha demostrado que si una persona invierte en educación superior, no solamente recibe un beneficio individual, sino que contribuye con una externalidad positiva al incrementar sueldos para otras personas en su ciudad, aún si esas personas no asistieron a la universidad.2 Sin embargo, la persona que realiza esta inversión no se beneficia de manera directa de esta recompensa adicional. Por lo tanto, en general las personas no invierten lo suficiente en educación ya que no se pueden apropiar de los beneficios en su totalidad. Esta dinámica ha llevado a que algunos estados y que algunos países brinden educación universitaria gratis (o prácticamente gratis) para que las personas puedan tener algunos de los beneficios sociales de la inversión en educación superior.

Recursos Naturales | La selva tropical del Amazonas ha sido llamada “el pulmón del planeta” ya que produce una gran cantidad de oxígeno y también captura una gran cantidad de bióxido de carbono. Además, representa a más de la mitad de las selvas tropicales del mundo y sostiene a más de la mitad de las especies de plantas y animales del planeta. Por ende, el mundo entero tiene un incentivo en ver al Amazonas florecer”. Aproximadamente, entre el 60 y 65 por ciento del Amazonas se encuentra en ––y es controlado por–– Brasil. Recientemente, el gobierno de Brasil ha estado tratando de apoyar a las industrias locales e incrementar sus propias ganancias al permitir que mayores extensiones del Amazonas sean desbrozadas para obtener madera, y para practicar la agricultura y ganadería. Aquí se avecina el problema del beneficio social:  el mundo se benefició de la protección precedente que se le dio al Amazonas, pero Brasil no pudo beneficiarse directamente de estos efectos secundarios.

Además, en agosto de 2019 más de 26,000 incendios forestales amenazaron con la destrucción de áreas extensas del Amazonas. Dada la importancia de la región en el mundo, varios países ofrecieron brindar apoyo económico a Brasil para combatir dichos incendios. Sin embargo, al existir una preocupación de potenciales compromisos ligados a estos apoyos financieros, Brasil rechazó un porcentaje alto del dinero ofrecido, por lo cual se limitó su capacidad para combatir los incendios.

 

Una solución: software libre y de código abierto

Ahora que ya hemos revisado algunos ejemplos del problema del beneficio social, veamos ahora un caso en donde los participantes han encontrado una solución efectiva: el software libre y de código abierto (FOSS, por sus siglas en inglés). Un concepto que fue formalizado en los años ochenta, el FOSS ahora está difundido en la economía digital y se puede encontrar en todo, desde teléfonos celulares hasta automóviles y refrigeradores. En el modelo de producción tradicional y centralizado, una empresa contrata a los empleados y les paga para crear un producto sobre el cual retiene los derechos de propiedad intelectual. El modelo de FOSS, por el contrario, adopta un modelo de producción distribuído en el que los usuarios de un software colaboran para crearlo y mejorarlo, cuyo código se difunde públicamente y, generalmente, es gratis.

Aunque muchos usuarios que contribuyen son voluntarios, algunas empresas pagan a sus empleados para que contribuyan al FOSS, aún si su competencia puede después utilizar el software sin costo alguno. Sin embargo, no se obliga a nadie para que contribuya con el FOSS y lo utilice, lo que potencialmente genera una conducta de parasitismo.

Muchos analistas consideran que el FOSS es crítico para la innovación social y han enfatizado este punto dentro de las páginas de esta revista. 3 Además, en muchas áreas, incluyendo el big data, el aprendizaje automático y la inteligencia artificial, se depende más del FOSS que de su homólogo de acceso cerrado. Además, se cree que un 75 por ciento de los códigos base de las empresas son FOSS, de acuerdo con un reporte de Synopsys del 2021. A pesar de que este software no siempre es gratis, no cuenta con protecciones de propiedad intelectual que impidan a que otros tengan acceso al código original del software (de ahí el dicho “Libre como en la libertad de expresión, pero no como en cerveza gratis”); aunque no sea totalmente de esa forma, ya que una licencia de acceso libre indica la manera en que se puede modificar el código, y si puede o no utilizarse con fines comerciales. El avance del FOSS se ha facilitado y acelerado con la creación de plataformas de hosting como SourceForge, GitHub y GitLab, las cuales permiten producir y compartir el código del FOSS. Dichas plataformas liberan a los programadores de tener que encargarse del hosting del software, de su distribución y de otras actividades asociadas para poder enfocarse en la codificación.

El ecosistema del FOSS permite a los developers (tanto personas como empresas) resolver el problema del beneficio social de diferentes formas. En la última década he estudiado este fenómeno en colaboración con otras personas y organizaciones, incluyendo el Laboratorio de Innovación Científica en Harvard (LISH), y la Fundación Linux. Encontramos que una de las razones más comunes por las cuales un developer contribuye con FOSS es que necesita un elemento especial que no existe en la actualidad. 4 Por lo tanto, al escribir este código, obtiene un beneficio directo al mismo tiempo que crea una externalidad positiva: cualquier persona puede tener acceso a este elemento, sin ningún costo (o a un costo muy bajo). El problema del beneficio social podría surgir en este contexto si los developers que contribuyen al código no tuvieran manera de obtener algún beneficio de esta externalidad. Sin embargo, el hecho de que tengan diferentes formas de conseguirlo limita el problema del beneficio social en el contexto del FOSS.

Para empezar, cuando los developers contribuyen con un código FOSS, generalmente no están iniciando un programa completo desde cero, sino que toman como base el código FOSS que otros han escrito. Por ejemplo, piensen en un developer del Internet de las Cosas (IdC) que necesite escribir un software que monitoree la temperatura de un refrigerador y que después envíe alertas a través de internet cuando la temperatura salga de cierto rango. Sin FOSS, el developer necesitaría primero escribir un sistema operativo que permitiera tener ciertas funciones (entrada y salida, conectar a internet, etc.) y entonces podría crear la función particular que monitoreara la temperatura y enviara alertas.

Sin embargo, con el FOSS, el developer puede utilizar los sistemas operativos del IdC, así que lo único que necesita crear es la función en sí. Por lo tanto, al utilizar el FOSS y añadir una función, el developer ha ahorrado muchísimo tiempo y ya está captando la externalidad positiva de los esfuerzos de otros.

Quizá una manera más concreta a través de la cual el FOSS aborda el problema del beneficio social es a través del mantenimiento. Si el developer decide crear una función de acceso libre y otros developers adoptan la función, entonces, conforme crece la comunidad, otras personas pueden ayudar a dar mantenimiento al software, resolver errores de programación y añadir más funciones. De esta manera, el developer inicial se beneficia de la externalidad positiva a través de los costos de mantenimiento reducidos: si se hubiera mantenido el software con un acceso cerrado, tendrían que haber hecho el mantenimiento ellos mismos. Pero no todos los usuarios del FOSS retribuyen con sus contribuciones, así es que si ningún usuario de un proyecto en particular del FOSS ayuda con el mantenimiento (aún si es ampliamente utilizado), esa responsabilidad puede recaer totalmente en su creador.

Durante la última década, las empresas y otras organizaciones han contribuido más directamente con el FOSS. Aunque parece que a primera vista no es muy recomendable que una empresa pague a sus developers para que escriban códigos que su competencia podrá usar gratis, cada vez más empresas están justamente haciendo eso. Podríamos esperar que el problema del beneficio social debilitara esta tendencia: las empresas no pueden captar la externalidad positiva directamente, y podrían dañar su capacidad de competir, ya que sus competidores podrían usar el mismo código.

Sin embargo, mi investigación ha demostrado que las empresas que tanto utilizan como contribuyen al FOSS, tienen mayores ganancias de productividad al utilizarlo que sus colegas parásitos que únicamente utilizan el FOSS sin hacer ninguna contribución. 5 Quienes participan en todo se benefician del aprendizaje que resulta de contribuir. De manera importante, este aprendizaje aporta más a los contribuyentes nuevos, quienes tienen más que aprender. Además, otras investigaciones han mostrado que las empresas que contratan a usuarios con experiencia (cuyo potencial de aprendizaje puede ser limitado) y que contribuyen con FOSS en niveles más elevados (al manejar y mantener proyectos) pueden impulsar proyectos en direcciones favorables, permitiendo que las empresas capten algunas de las externalidades positivas. 6

Mi investigación ha encontrado efectos similares a nivel nacional. Cuando un país promueve el uso del FOSS, los ciudadanos contribuyen al FOSS en grandes cantidades, creando amplias externalidades positivas para el mundo. 7

Sin embargo, el país es capaz también de captar parcialmente un valor de estas externalidades a través de actividades orientadas a la tecnología, startups tecnológicas y el uso del FOSS en las empresas, lo cual genera incrementos de productividad para algunas de ellas. 8 Estos beneficios adicionales no los obtienen los países que no aumentan sus contribuciones al FOSS.

Adicionalmente, a nivel individual, empresarial, organizacional y nacional, el FOSS permite la creación de un bien común al mismo tiempo que permite al contribuyente captar tanto un beneficio directo como parte de las externalidades positivas que se generan al mismo tiempo. Esta promesa genera un incentivo más sólido para las partes que contribuyen con FOSS, ya que saben que obtendrán un mayor beneficio que la simple ganancia directa de crear una función que necesitaban. A su vez, esta dinámica genera un círculo virtuoso que promueve la creación continua de más y mejores FOSS.

 

Generalizando una Solución

Podemos aprender mucho sobre cómo alentar la creación de bienes y servicios que generan beneficios sociales a través de los diferentes ejemplos que hemos analizado. Especialmente, hay cuatro factores que son cruciales para resolver el problema del beneficio social: 1) alinear los incentivos, 2) reducir los costos de participación, 3) construir una plataforma compartida, y 4) limitar el poder de los porteros que controlan el acceso. Vamos a analizarlos de uno en uno y la manera en que cada uno de ellos puede brindar diferentes perspectivas al problema del beneficio social en otras áreas.

Alinear los incentivos | El principal impulsor del problema del beneficio social es que las partes no pueden internalizar fácilmente las externalidades positivas. Por lo tanto, un rumbo natural es alinear los incentivos para facilitar la internalización. Ya estamos viendo que se están haciendo intentos para hacerlo justo de esta manera. Por ejemplo, el objetivo antes mencionado de combinar los límites de emisión de carbono con los créditos para compensar por las emisiones de carbono alinea los incentivos tanto de los emisores de carbono como de los captadores del mismo de tal manera que estos últimos (quienes están llevando a cabo la conducta en favor de la sociedad al crear las externalidades positivas) puedan captar las externalidades positivas que ellos ayudan a generar. De esta misma forma, las propuestas para recompensar a las personas que se vacunen contra el COVID-19 intentan alinear los incentivos de la gente con aquellos de la comunidad al permitir que las personas capten algunas de las externalidades positivas que ellos generan al vacunarse. Vemos una táctica similar con las licencias de FOSS, que permiten a los contribuyentes de un proyecto de FOSS determinar si el proyecto puede ser integrado a un software de acceso cerrado o no. Adicionalmente, los contribuyentes nuevos pueden internalizar las externalidades positivas al conocer más sobre el software a través de contribuyentes con experiencia, mientras que los contribuyentes con experiencia pueden internalizar las externalidades al llevar el proyecto en una dirección que los beneficie tanto a ellos como a sus empleadores.

Reducir los costos de participación | Si cada decisión de hacer algo que beneficie a la colectividad se basara en un cálculo de costo-beneficio, entonces el segundo factor que seguiría aumentando los beneficios del participante sería reducir los costos de participación, especialmente los costos de transacción que generan fricción en el sistema. Para resolver parcialmente el problema anteriormente mencionado del beneficio social asociado a la educación superior, se ha propuesto que la universidad (o al menos los centros de formación profesional: los community college) sea gratis, o que se cancelen las deudas de los alumnos. Si bien ambas tácticas pudieran tener el efecto deseado, también sería útil pensar en cómo reorientar el sistema para reducir más los costos de oportunidad y los costos de transacción. Aunque a muchas personas les gustaría asistir a la universidad, los costos monetarios directos no son el único factor que les impide hacerlo. La necesidad de no trabajar en un empleo de jornada completa para invertir cuatro años en ser un estudiante de tiempo completo puede ser prohibitivo, por lo cual se deben de promover diferentes alternativas (las cuales existen) a una carrera tradicional de cuatro años de estudio, y deberían desalentarse las percepciones sociales que consideran a esas metodologías alternas de obtener educación como de menor calidad.

Reducir costos es crítico para disminuir las barreras de entrada para contribuir al FOSS, lo cual ayuda al crecimiento del ecosistema y su capacidad de superar el problema del beneficio social. Por ejemplo, los participantes nuevos pueden contribuir de otras formas en vez de escribir código, incluyendo: identificar errores de programación en el software, sugerir nuevas funciones y escribir la documentación adjunta al programa. Todas estas actividades permiten que las personas con menos experiencia contribuyan con un menor costo, y que con el tiempo aprendan a realizar otro tipo de contribuciones.

Construir una Plataforma compartida | Si fuera posible construir una plataforma que permita que otros contribuyan de una forma más fácil a la creación de bienes con externalidades positivas, entonces no solamente se reducen las barreras de entrada, sino que la efectividad global del esfuerzo se beneficiaría también de la sabiduría de las masas y de un mayor involucramiento de una mayor variedad de participantes. En el ejemplo sobre la ciberseguridad, las organizaciones llamadas centros de análisis y de intercambio de información (ISAC por sus siglas en inglés) fueron establecidas en los Estados Unidos a finales de los noventa como resultado de una directriz presidencial. Las ISAC ayudan a abordar el problema del beneficio social al permitir que las empresas de la misma rama puedan compartir información relacionada con los ciberataques para que todas puedan beneficiarse de lo que han aprendido de manera individual, y puedan reducir la probabilidad de que los responsables de los ciberataques tuvieran éxito. A pesar de que las ISAC no resuelven el problema por completo, estas plataformas permiten a los competidores y a las empresas que anteriormente se encontraban aisladas ser más efectivos en áreas tan extensas como lo son los servicios financieros, la infraestructura electoral y la aviación. El crear una arena de este tipo permite a los competidores colaborar en el área central mientras se compite en la periferia, un tema que es recurrente en gran parte de mi investigación.

Otro ejemplo de mi investigación sobre las plataformas compartidas se deriva del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la agencia de las Naciones Unidas con la tarea de abordar diversos retos en una escala mundial, incluyendo la pobreza, el hambre y el agua limpia. En los últimos años, el PNUD ha aumentado sus esfuerzos para crear soluciones innovadoras locales para estos problemas. Sin embargo, después de realizar esfuerzos locales de ensayo y error completamente desarrollados, la agencia tuvo gran éxito al desarrollar los Laboratorios de Aceleración del PNUD, una red bien conectada de pequeños equipos en 90 países, con solo 3 personas por país. Nuestra investigación ha demostrado que la plataforma construida por el PNUD permite a estos pequeños laboratorios así distribuidos identificar esfuerzos locales alrededor del mundo, y a compartirlos con otros países que puedan beneficiarse de una solución parecida, y de esta forma permitir que la externalidad positiva sea aprovechada. Han tenido mucho éxito con programas tan diferentes como el limitar la escasez de alimentos en Zimbabwe, abordar el despoblamiento en Serbia y en Bosnia y Herzegovina, así como con la reducción de los residuos plásticos en Vietnam.

En el mundo del FOSS, la creación de plataformas como SourceForge, GitHub y GitLab ha reducido los costos para participar y brindado una ubicación centralizada para los esfuerzos descentralizados de diferentes comunidades de FOSS. Estas plataformas proveen un entorno de hosting, información sobre permisos, y otras herramientas para ayudar a que los proyectos de FOSS puedan ser puestos en marcha rápidamente. También facilitan que la gente pueda encontrar proyectos de FOSS que otros han empezado para que no se dupliquen esfuerzos.

Finalmente, una advertencia sobre este tema: las investigaciones han demostrado que para algunas organizaciones no intentar resolver el problema por sí mismas y, en cambio, enfocarse en activar el beneficio social y la creación de la solución a través de otros, puede generar tensiones internas si están acostumbradas a ser quienes resuelven el problema. 10 Esto puede desafiar las identidades de las personas que han dedicado sus vidas a tratar de resolver el problema por sí mismas. Por lo tanto, esta transición debe ser manejada con cuidado.

Limitar el poder de los porteros que controlan el acceso | En el contexto de la selva tropical del Amazonas, queda claro que un solo portero vigila este recurso natural tan crítico: a saber, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro. Por ende, a pesar de la importancia que tiene el Amazonas para la biósfera mundial, los forasteros no tienen poder de decidir sobre cómo se debe gobernar (por ejemplo, cómo se puede desbrozar, cómo se deben atacar los incendios forestales, etc.). A pesar de que tiene sentido respetar la soberanía nacional, ya que la mayor parte del Amazonas se encuentra dentro del territorio de Brasil, se han desarrollado otros modelos para gobernar recursos naturales de importancia mundial. Por ejemplo, el Tratado Antártico, ratificado en 1961, volvió accesible al continente congelado a cualquiera con propósitos de investigación, y prohibió la actividad militar. Por lo tanto, este recurso es gobernado por un tratado entre diversas naciones y no tiene un solo portero.

El problema de los porteros que controlan el acceso se ha presentado también en el ecosistema del FOSS. Quizá el ejemplo más conocido es el caso del left-pad, un código de FOSS de 11 líneas que era utilizado ampliamente en internet para añadir caracteres de relleno al inicio de una línea de texto. Debido a una disputa legal con una empresa de hosting de FOSS, el creador del left-pad decidió eliminarlo. Aunque era un código muy simple que cualquiera pudiera haber escrito por sí mismo, era más fácil que la gente utilizara una línea de código para integrar el left-pad al suyo. Sin embargo, una vez que fue eliminado, todas las páginas web en el mundo que lo utilizaban se cayeron.  Como resultado de esta experiencia, los usuarios de FOSS han discutido sobre diversos métodos para permitir que el código de FOSS exista de forma permanente, de tal manera que una persona (incluyendo su creador) no pueda eliminarlo.

 

Adonde vamos ahora

A pesar de que el problema del beneficio social no es nuevo, su importancia ha crecido en medio de un número de retos a escala social que el mundo enfrenta. Afortunadamente, tenemos muchos ejemplos de soluciones (o al menos soluciones parciales) que han llevado a un aumento en las externalidades positivas en diferentes áreas.

Al considerar lo que se puede generalizar sobre estas soluciones, las organizaciones de innovación social pueden promover actividades que generen externalidades positivas que lleven a un mayor beneficio social. Conjuntamente, ya sea como individuos, empresas, organizaciones sin fines de lucro, o gobiernos, podremos resolver el problema del beneficio social y abordar mejor los retos globales actuales y del futuro.

 

Notes

1 Zhanna Malekos Smith and Eugenia Lostri, The Hidden Costs of Cybercrime, San Jose, California: McAfee, 2020. 

2 Enrico Moretti, “Estimating the Social Return to Higher Education: Evidence from Longitudinal and Repeated Cross-Sectional Data,” Journal of Econometrics, vol. 121, no. 1-2, 2004. 

3 See, for example, Brandon Keim, “Open Source for Humanitarian Action,” Stanford Social Innovation Review, Winter 2012; John E. Jones, “Open Source Software Is Philanthropy,” October 30, 2017. 

4 Frank Nagle et al., “Report on the 2020 FOSS Contributor Survey,” San Francisco: The Linux Foundation, 2020. 

5 Frank Nagle, “Learning by Contributing: Gaining Competitive Advantage Through Contribution to Crowdsourced Public Goods,” Organization Science, vol. 29, no. 4, 2018.

6 Linus Dahlander and Martin W. Wallin, “A Man on the Inside: Unlocking Communities as Complementary Assets,” Research Policy, vol. 35, no. 8, 2006. 

7 Frank Nagle, “Government Technology Policy, Social Value, and National Competitiveness,” Harvard Business School Strategy Unit Working Paper No. 19-103, 2019.

8 Frank Nagle, “Open Source Software and Firm Productivity,” Management Science, vol. 65, no. 3, 2019.

9 Elizabeth J. Altman and Frank Nagle, “Accelerating Innovation Through a Network of Ecosystems,” MIT Sloan Management Review, vol. 61, no. 4, 2020.

10 Hila Lifshitz-Assaf, “Dismantling Knowledge Boundaries at NASA: The Critical Role of Professional Identity in Open Innovation,” Administrative Science Quarterly, vol. 63, no. 4, 2018.

 

Autores originales:

  • FRANK NAGLE es un profesor asistente en la Universidad de negocios Harvard y es también codirector de la HBS/Linux Foundation Core Infrastructure Initiative. Su trabajo estudia cómo las empresas pueden colaborar con las comunidades y los competidores para obtener beneficios mutuos. Antes de estar en la academia, trabajó en la ciberseguridad por casi una década.

Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review en Inglés

  • Traducción del artículo The problem of Social Benefit por Laura Morales

 

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Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review publicado en la edición otoño 2020.

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