Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review publicado en la edición otoño 2020.
EOS International es una empresa social pequeña y prometedora que está realizando una prueba que podría tener grandes implicaciones para los filántropos. Esta organización sin fines de lucro trabaja con más de 1,200 comunidades rurales para ayudar a los empresarios locales a suministrar agua potable a más de medio millón de personas en toda América Central. Wesley Meier, cofundador de la empresa y exvoluntario del Cuerpo de Paz, creyó que con una pequeña inversión podría comprar kits de decloración al por mayor y venderlos a muchas comunidades, lo que daría acceso a agua potable a otras 39,000 personas. A pesar de que trabaja en comunidades con muy pocos recursos, el modelo de negocio de Meier le permite a EOS obtener una compensación por sus servicios. Esto le dio la esperanza de poder acceder a una nueva fuente de capital de crecimiento aparte de las subvenciones: la inversión de impacto, o bien, la inversión privada para el bien público.
El reto de Meier –cómo conseguir una modesta inversión de 50,000 dólares– es común entre los emprendedores sociales. También lo es la extrema frustración por el costo que implica encontrar ese tipo de financiamiento. El campo de la inversión de impacto todavía no se ha organizado para realizar este tipo de inversiones de forma eficiente en sus propios planes a futuro y el tiempo se está agotando. Incluso antes de que la pandemia de la COVID-19 pusiera a las pequeñas empresas en aprietos, los inversionistas de impacto se esforzaban por encontrar formas para financiar operaciones de entre 50,000 y 1 millón de dólares. Esta brecha es tan conocida que tiene un nombre: el "segmento intermedio no atendido", con lo que se refiere a las empresas que son demasiado grandes para la microfinanciación y demasiado pequeñas para los bancos, es decir, la gran mayoría de los empresarios sociales. Los gastos de transacción para invertir en estos pequeños negocios –encontrar, apoyar, invertir y gestionar las empresas– son simplemente demasiado elevados en relación con su tamaño para interesar a los inversionistas, por muy atractivos que sean los rendimientos sociales. Los inversionistas quedan a la espera de que las empresas alcancen metas a las que nunca se llegan porque nunca se ofrece el apoyo necesario para alcanzarlas.
La frustración que sienten desde hace tiempo quienes abogan por estrategias más eficientes para canalizar la inversión hacia los emprendedores se está transformando en pavor existencial. La recesión económica amenaza con acabar con miles de empresas sociales y con hacer añicos el frágil y emergente ecosistema mundial de incubadoras, aceleradoras y organizaciones de apoyo a los emprendedores (OE) que han surgido en los últimos años para atenderlas; y, en el proceso, se está modelando un nuevo tipo de capitalismo de los interesados.
Mientras Meier pensaba en cómo recaudar fondos, Sarah Agha Ashby, la directora general de la Fundación World Impact, se enfrentaba a su propio problema. Al dirigir una fundación enfocada en utilizar la financiación innovadora para ayudar a las empresas a que presten servicios básicos a las comunidades pobres, buscaba encontrar empresas que necesitaran capital catalizador. Teniendo en cuenta sus criterios de inversión centrados en el impacto, estaba dispuesta a invertir en forma de subvenciones, siempre y cuando con ellas apoyara una rendición de cuentas real respecto al impacto y al fortalecimiento operativo. Agha Ashby esperaba desarrollar la capacidad de las empresas para tratar a la financiación en forma de subvenciones recuperables como una inversión tradicional en cuanto a la utilización del capital y la presentación de informes, así como apoyar una reserva para futuras inversiones.
Mi equipo en Agora Partnerships –una OE que se enfoca en ofrecer programas de consultoría, capacitación e inversión para empresarios y capacitadores– quería canalizar el capital hacia las empresas sociales desde nuestros programas de aceleración en América Latina. Junto con World Impact hemos cocreado un modelo de subvención que hemos denominado Delta, la cuarta letra del alfabeto griego, que en el lenguaje de las matemáticas significa cambio. Se trata precisamente del tipo de nuevo modelo de financiación que las empresas sociales –y el sector mismo– necesitan en este momento.
Coordinar los intereses
En 2016, EOS participó en el Impact Acceleration Program (Programa de Aceleración del Impacto) de Agora, el que está diseñado para fortalecer las empresas sociales y prepararlas para conseguir inversiones y aumentar su impacto. EOS es la primera organización que recibe una inversión Delta.
Así es como funciona el modelo de financiación: primero, un financiador concede una subvención deducible de impuestos a una OE. La OE, a su vez, invierte la subvención en forma de un préstamo al 0% (técnicamente, una subvención recuperable) a una empresa que haya completado con éxito el proceso de investigación de la OE y que se ajuste a los criterios de impacto de los inversionistas. Las empresas beneficiarias tienen entonces entre 12 y 24 meses para devolver el préstamo. Si la empresa no devuelve el dinero, no hay recurso legal ni garantía para compensar a la OE: la OE habrá asumido un riesgo calculado en virtud de su misión y habrá perdido. Por otro lado, si la empresa devuelve el dinero, el inversionista puede proceder a realizar una inversión adicional y la OE se ve recompensada al poder conservar esos fondos para sus propios fines como una subvención sin restricciones, el tipo de capital más importante para cualquier organización sin fines de lucro.
Este enfoque es prometedor porque promueve y coordina los intereses de las tres partes interesadas que importan en la inversión de impacto: empresarios, financiadores y OE.
Emprendedores | La gran mayoría de los emprendedores en fase inicial de los mercados emergentes, en especial los que se ocupan de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas, necesitan un capital que sea accesible y que no exija los grandes rendimientos ajustados a la especulación que el modelo de negocio del capital de riesgo implica. Cuando Agora le preguntó a 23 pequeñas empresas de nuestra red que vendían productos a consumidores de bajos ingresos si estarían interesadas en este tipo de capital, 20 respondieron afirmativamente en 48 horas.
Un préstamo del cero por ciento hace varias cosas importantes para los empresarios. Les recuerda que el inversionista y la OE quieren que su administración logre un impacto y, de hecho, la capacitación sobre cómo medir el impacto puede ser un requisito para la inversión. Les comunica que los financiadores y quienes tienen recursos los escuchan, respetan su trabajo y los apoyan. Construye un tipo de relación diferente a la que la mayoría de los empresarios tienen con los inversionistas. Los empresarios sociales que están en primera línea deben recibir un respeto y un capital que reconozcan el riesgo personal que están asumiendo, la visión hacia la que están construyendo y el liderazgo que están modelando.
Financiadores | La mayoría de los financiadores de subvenciones en el sector de la inversión de impacto están interesados en apoyar una industria, región, modelo de negocio o grupo demográfico específico. Pero muchos financiadores se preguntan cada vez más cómo invertir para apoyar al cambio sistémico en sí mismo: un cambio que modifique los patrones de financiación para crear un nuevo equilibrio en el que haya mucho más capital disponible para los empresarios que lo merecen. Es sencillamente imposible crear este tipo de cambio permanente en la forma en que se invierte el capital sin fortalecer primero las instituciones locales que defienden a los empresarios. En los países con mercados empresariales subdesarrollados, el acceso a este tipo de organizaciones es a menudo la única manera de dar a los jóvenes la capacidad para iniciar su propia empresa.
El modelo Delta ayuda a los financiadores a invertir directa y transparentemente en las empresas e indirectamente en el ecosistema, coordina los incentivos y paga según los resultados. El modelo es muy relevante para los fondos asesorados por donantes (DAF) y las fundaciones que quieren invertir directamente en empresas sociales pero que aún no están preparadas para crear fondos de inversión completos. Las inversiones Delta facilitan que este tipo de financiadores se unan al sector, se asocien y aprendan. Trabajar con una OE y con subvenciones Delta en torno a un tema específico (por ejemplo, la seguridad alimentaria, los servicios básicos o los empresarios infrarrepresentados) puede ayudar a fundaciones como World Impact a sembrar las bases que necesitarán para el futuro, al tiempo que fomentan las relaciones productivas con las OE y la construcción de sus propias marcas entre los empresarios.
OE | Las OE se benefician porque las subvenciones Delta contribuyen a hacerlas más competitivas a la hora de reclutar empresas para sus programas (ser selectivos con las empresas y la calidad del personal son dos atributos clave de las aceleradoras de alto rendimiento). Al proporcionar incentivos materiales, y no solo buenos deseos, pueden ayudar a desarrollar el mercado y reforzar una cultura de impacto que debe arraigar para que crezca el sector.
Otro beneficio es la sostenibilidad. Menos del 5% de las aceleradoras de todo el mundo son sostenibles desde el punto de vista comercial; el resto están inmersas en constantes batallas para recaudar fondos. Con los fondos Delta, la variable dependiente del éxito económico se desplaza hacia abajo en la cadena de valor, más cerca de donde se crea realmente el valor, donde la OE intersecta con los empresarios. Las mejores OE quieren ser recompensadas por la innovación y el rendimiento, no por la redacción de subvenciones, la obediencia o la búsqueda de dólares de los donantes. Quieren una relación racional entre el éxito (o el fracaso) que ven en el apoyo a los empresarios y el éxito de su propio equipo, al igual que en el sector privado.
A falta de un sistema que recompense a las OE de alto rendimiento (por los resultados de los productos, no por sus productos en sí), el campo de impacto perderá su talento de primera línea. Pero si este sector puede crear y ofrecer modelos de financiación que recompensen el rendimiento y que valoren las pequeñas inversiones catalizadoras, atraerá y retendrá talentos altamente calificados que, a su vez, construirán los mercados de financiación empresarial que el sector necesita. Las pequeñas y medianas empresas representan dos tercios del empleo mundial y la mitad del PIB mundial: lo que está en juego no es poco.
Apoyar a todo el ecosistema
En el centro del desafío se encuentra lo que los economistas denominan costos de fricción: las ineficiencias informativas que hacen más difícil comunicarse y encarecen el cierre de acuerdos pequeños, los cuales ofrecen el primer y a veces único punto de acceso a la inversión para los grupos de empresarios más jóvenes y menos poderosos. Estas fricciones son consecuencia de un mercado filantrópico subdesarrollado que cuenta con muy pocos productos estandarizados y con modelos de financiación que no vinculan el pago a los resultados, que crean altas barreras de entrada con aplicaciones complejas y largos ciclos de venta, que hacen poco por apoyar el fortalecimiento institucional o del ecosistema local y no distinguen entre socios con y sin fines de lucro. Y lo que es más importante: son producto de la poca conciencia y apreciación sobre la fragilidad del propio ecosistema del emprendimiento de impacto y de su capacidad para generar un futuro.
Por el contrario, cuando los financiadores utilizan una subvención Delta, hacen llegar el capital catalizador en excelentes condiciones, y con más eficacia que cualquier otro método, a las manos de los empresarios impulsados por sus misiones. Y lo hacen de una forma que apoya la sostenibilidad de todo el ecosistema. El modelo encierra la promesa de unas relaciones más productivas y eficientes entre los empresarios, las OE, los inversores de impacto y los financiadores para trabajar de forma concertada, cada uno consciente de cómo contribuye el otro al éxito del conjunto.
- Ben Powell es fundador y CEO de Agora Partnerships, una organización sin fines de lucro enfocada en ayudar a los emprendedores de América Latina a acceder al conocimiento y la inversión, y hacer crecer su negocio para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU. Agora es una de las comunidades más antiguas y más grandes de emprendedores de impacto en América, con más de 1,000 alumnos en 21 países creando miles de empleos y mejorando más de seis millones de vidas. Powell es Draper Richards Kaplan Fellow, Ashoka Fellow y recibió el premio a la innovación social de Columbia Business School.
- Traducción del artículo Social Entrepreneurship Needs a New Funding Model por Gerardo Piña.