¿Qué ocurre cuando personas de países donde el gobierno ofrece poco monitoreo de contaminantes descubren que la calidad del aire es peligrosa? Un nuevo estudio precisa cómo la embajada de Estados Unidos en Pekín comenzó, durante 2008, a monitorear los niveles de contaminación atmosférica en la capital china y tuitear los resultados. El programa se extendió después a otras embajadas estadounidenses en ciudades alrededor del mundo. La práctica llevó a una reducción medible de la contaminación del aire en esas ciudades, de las cuales, según los investigadores, solo pocas tenían antes un monitoreo local de contaminación.
Los autores del artículo, Akshaya Jha, profesor adjunto de economía y políticas públicas en la Universidad de Carnegie Mellon, y Andrea La Nauze, profesora en la Escuela de economía de la Universidad de Queensland, utilizaron datos satelitales para comparar los niveles de contaminación medidos anualmente. Encontraron que el nivel de contaminación del aire disminuyó luego de que las embajadas estadounidenses comenzaron a tuitear los datos sobre la contaminación, tomados de un equipo de monitoreo instalado por el personal diplomático.
El programa de la embajada generó un descenso en los niveles de concentración de partículas finas de entre dos y cuatro microgramos por metro cuadrado. Lo anterior produjo una reducción en la mortalidad prematura, valorada en 127 millones de dólares para la media de la ciudad en 2019. “Nuestros hallazgos apuntan a los beneficios sustanciales de mejorar la disponibilidad y prominencia de la información sobre la calidad del aire en países de bajos y medianos ingresos”, escriben Jha y La Nauze.
La cobertura mediática del monitoreo de la contaminación atmosférica en Pekín, por parte del gobierno de Estados Unidos, despertó el interés de los investigadores, dice La Nauze. Al mismo tiempo, los diplomáticos estadounidenses fueron citados en el artículo, afirmando que los tuits de la embajada llevaron a cambios considerables en los niveles de contaminación en Pekín. Cuando los investigadores supieron que el Departamento de Estado de los EE. UU. había extendido el programa a otras embajadas alrededor del mundo, se les ocurrió que podría haber alguna forma empírica de evaluar estas afirmaciones.
Un problema que enfrentaron los investigadores fue cómo cuantificar el impacto de medir algo nunca antes medido. “La innovación de usar datos satelitales significó que podíamos utilizar los datos históricos archivados para medir la contaminación antes de ser medida localmente”, dice La Nauze. Jha y La Nauze también revisaron los cambios en el número de empleados del Departamento de Estado, en una ciudad específica, que recibían pagos excepcionales para compensar condiciones de vida difíciles a lo largo del tiempo, y encontraron que eran congruentes con los datos de la contaminación. Este fue otro indicador de que los niveles de contaminación, que hubieran accionado los pagos extraordinarios para diplomáticos en ciertos niveles, estaban descendiendo. También, según los investigadores, los residentes locales tomaron nota a partir de búsquedas en Google de términos como “calidad del aire”, que aumentaron después de que una embajada empezara a tuitear.
¿Por qué los tuits de la embajada marcarían una diferencia? “Los reportes diarios del monitoreo de partículas finas, por parte de la embajada, pueden proporcionar a los gobiernos locales y federales la evidencia necesaria para implementar políticas que reduzcan la contaminación en las ciudades anfitrionas”, escriben los investigadores. Ahora, otra combinación de factores que también pudo contribuir a esta disminución en los niveles de contaminación, dice La Nauze, incluye el activismo de los pobladores, la presión implícita del gobierno de los Estados Unidos, que impulsó a las autoridades locales a cambiar las políticas, o el cambio de comportamiento de los individuos. Quizá, los residentes locales confiaban en estos nuevos datos porque sentían que el gobierno estadounidense, al ser un tercero, no tenía razón para manipular la información.
El artículo servirá de evidencia para los argumentos sobre cómo reducir la contaminación del aire, dice La Nauze. La Organización Mundial de la Salud ha solicitado más monitoreo, pero sin evidencia de que el monitoreo ayude. “Nuestro artículo muestra que la información es una parte clave de las herramientas básicas”, señala. “Los programas de monitoreo podrían ser extremadamente valiosos en relación con el dinero invertido en esta lucha”.
Si bien una gran parte de la literatura revela que la calidad del aire es importante para la salud humana, pocos estudios han mostrado cómo resolver los problemas de contaminación atmosférica en lugares específicos, dice Marshall Burke, profesor adjunto del departamento de Ciencias del Sistema Terrestre de la Universidad de Stanford.
“Este trabajo es un ejemplo maravilloso de lo anterior, y muestra cómo proporcionar información sobre la contaminación del aire en países de ingresos bajos y medios (donde la información, típicamente, es difícil de encontrar) puede en sí mismo conducir a mejoras en la calidad del aire. Esto debido a que, en teoría, aumentar la concientización sobre la mala calidad del aire indujo a los funcionarios locales a hacer algo al respecto”, dice.
El programa de la embajada también ayudó al gobierno estadounidense, señala Burke. “Los autores incluso van más allá y muestran cómo para el mismo Departamento de Estado la instalación de los monitores en las embajadas fue rentable, pues al mejorar la calidad del aire también bajaron los pagos extraordinarios por condiciones de vida difíciles que debían pagar a los diplomáticos y, así, los monitores se pagaron solos”, dice Burke
Akshaya Jha & Andrea La Nauze, “US Embassy Air-Quality Tweets Led to Global Health Benefits” (“Tuits de la embajada de Estados Unidos sobre la calidad del aire condujeron a beneficios de salud mundial”), Proceedings of the National Academy of Sciences, vol. 119, no. 44, 2022.
Autores Originales
- Chana R. Schoenberger es una periodista radicada en la Ciudad de Nueva York. Escribe sobre temas de negocios, finanzas e investigación académica.
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Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review publicado en la edición Primavera 2023.
- Traducción de Carlos Calles.
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