Cómo involucrar a ciudadanos de diversas procedencias y expertise en la investigación y creación de proyectos que traen bienestar a sus comunidades.
Medialab Prado, a partir de marzo de 2021, Medialab Matadero, floreció en unos de los bulevares más transitados de la región hispanohablante y extendió sus ramas hacia las periferias. En este primer artículo publicado por SSIRñ en Español, contamos la historia de sus orígenes, su experiencia promoviendo la inclusión en medio de una crisis socioeconómica y algunos de sus experimentos más destacados: desde un mapa que ayuda a las mujeres a sentirse más seguras, hasta un asiento abatible que permite darse un respiro en las angostas y empinadas calles de Madrid.
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Medialab es un nuevo tipo de institución cultural que consiguió transitar de un espacio que consume bienes culturales a uno que produce bienes comunes. Se autodefine como un laboratorio ciudadano donde los usuarios, mediadores y expertos aprenden unos de otros. Su modus operandi es involucrar a ciudadanos de diversas procedencias y expertise, y con distintos niveles de implicación, en la experimentación y producción de proyectos que traen bienestar a sus comunidades. Aquí se narra el camino que recorrió Medialab Prado hasta 2021, sus proyectos más innovadores y algunos aprendizajes en el camino.
LA SEMILLA
En los años 90 se da en Madrid un momento de efervescencia social y brota un espíritu de apertura y participación entre artistas, activistas, vecinos y hackers que colaboraban en espacios alternativos autogestionados, y a menudo, okupados. En el barrio de Lavapiés, por ejemplo, se concentraba un alto número de jóvenes, anarquistas y migrantes, quienes plasmaron lo que algunas personas llamaron nuevos “modos de hacer,”, término que fue asumido como la consigna según la cual se trabajó en en Medialab Prado. Para fines de los 90 y comienzos de los años 2000, los “Labos”, desarrollaron una forma de autogestión que dio pie a nuevos tipos de instituciones.
Desde su fundación en 2000, el Medialab ha pasado por varias fases. En la primera, el historiador de arte Juan Carrete crea un taller de arte digital en el Centro Cultural Conde Duque, dedicado a la exhibición de arte contemporáneo y la conservación del patrimonio documental. (Luego del traslado a la Plaza de las Letras, a la vuelta del Paseo del Prado, Carrete seguirá de director general hasta 2012.) En 2002, bajo el nombre de MediaLabMadrid, los directores del programa Karin Ohlenschläger y Luis Rico inician un amplio programa de actividades centradas en el fomento del diálogo entre arte, ciencia, tecnología y sociedad. Además de ese diálogo inter y transdisciplinario, MediaLabMadrid facilitaba recursos de comunicación a los artistas y procuraba reunir en una plataforma abierta a todo tipo de público, conectando MediaLab Madrid con el tejido social de la ciudad. Desde ese momento, se empezó a ver la transformación del centro hacia un tipo de iniciativa más abierta y participativa.
En 2007, el MediaLabMadrid se trasladó a un pequeño sótano de 150 metros adyacentes a la Serrería Belga en la Plaza de las Letras, a 100 metros del Paseo del Prado. Allí, siendo responsables del programa Laura Fernández y Marcos García, MediaLabMadrid adopta nuevo nombre, Medialab Prado, (en honor a este famoso bulevar) y transita de ser un espacio de consumo a un espacio de producción cultural e innovación liderado, no por expertos, sino por aficionados ciudadanos. A partir de entonces, el proyecto no dejó de escalar ganando premios internacionales como el Premio Princesa Margarita de la Cultura 2016, e incluso, abriéndose a otras zonas de la ciudad. En 2021 el proyecto se trasladó al Centro Cultural Matadero y, con la nueva administración local, se convierte en uno de los programas de este centro, con un nuevo nombre: Medialab Matadero. Este artículo tratará sólo del Medialab Prado y sus antecedentes, antes del cambio en 2021.
Ciencia de garaje
En marzo de 2009, mi gran interés por la cultura libre me llevó a conocer Medialab Prado y las iniciativas de Interactivos y del Laboratorio. Allí, conocí uno de los proyectos ciudadanos derivados de Interactivos 09: Ciencia de garaje, un taller anual de prototipado colaborativo y experimentación con herramientas libres de hardware y software donde pudo participar cualquier ciudadano que se inscribió en una convocatoria internacional y quedó seleccionado. El proyecto que más captó mi atención fue Glob@s, propuesto por Susanna Tesconi, especialista en aprendizaje y tecnología, en colaboración con dos artistas, una arquitecta, una antropóloga y otros ciudadanos que aportaron saberes y conocimientos al proyecto.
El equipo de Glob@s diseñó un dispositivo en forma de globo al cual se adhiere un kit para la detección de la presencia de gases en el aire. El aparato podía ser colocado a distintas alturas y en distintos lugares ya que estaba alimentado por una celda solar. Los datos relativos a gases y altura eran enviados vía inalámbrica a un ordenador y la información proporcionada por el dispositivo se presentaba de tal modo que podía ser comprensible incluso por grupos de niños. Al observar la forma en la que los ciudadanos iban sumando sus conocimientos y experiencias al proyecto y aprendían los unos de los otros, pensé que este era un excelente ejemplo de cómo se aprende mientras “se hace”. Esta convicción propia la reforzó Marcos García, quien entonces era responsable de programas, cuando me dijo: “En Medialab Prado, la producción es un proceso permeable a la participación de cualquiera”.
George Yudice
Un laboratorio para tod@s
La misión principal de Medialab Prado, y de otros laboratorios ciudadanos, es hacer partícipes a los ciudadanos de los asuntos que nos afectan como sociedad. Este laboratorio ponía a disposición de la ciudadanía la infraestructura necesaria para que cualquier persona, sin importar su contexto, fuera capaz de encontrar formas de colaborar por encima de sus diferencias. Esta mezcla de saberes permitía que se desarrollaran proyectos complejos y diversos. En algunos proyectos, la vena artística aparecía con mayor intensidad, pero, en otros, predominaba la ciencia y la tecnología; unos tenían carácter educativo y otros eran liderados por activistas; pero todos coincidían en la inclusión de diversos saberes en su desarrollo.
Destacaban también algunas características como: la inter- o trans-disciplinariedad, el encuentro de distintos tipos de saber y conocimiento; la apertura a la inclusión de cualquier otr@; el descubrimiento de maneras de trabajar juntos a través de la diferencia; la creación de prototipos, que se basan en “la visualización de una solución” y que no se limita a “lo artefactual, sino también a lo simbólico, es decir a servicios, instituciones y redes”; la entrega de prototipos al dominio público, de manera que puedan ser replicados y alterados por otros. En este esfuerzo, la documentación es un elemento fundamental, aprovechable para quienes quieran apropiarse de los prototipos. La documentación, además, hace visibles procesos de aprendizaje, permitiendo compartirlos, contrastarlos, mejorarlos y escalarlos, lo cual incluye tener en cuenta las dudas, conflictos y vulnerabilidades que involucran.
Experimentación ciudadana
Para favorecer el trabajo colaborativo y los procesos de inteligencia colectiva, Medialab Prado proporcionaba una variedad de contextos de experimentación distintos: DataLab, para visualización de información y periodismo de datos; PrototipaLab, para la experimentación con herramientas libres y abiertas; ParticipaLab, para impulsar una democracia directa, deliberativa y distribuida; InCiLab para la innovación urbana, público-social y jurídica; CiCiLab para el desarrollo de nuevas herramientas en ciencia ciudadana; AvLab para la experimentación en audio/ video en relación a las artes sonoras, visuales y escénicas.
Para crear estos contextos de experimentación, Medialab Prado seguía un procedimiento horizontal: primero, escuchaba las preocupaciones de los usuarios y gestores para escoger y elaborar los programas/ talleres de producción que se adaptan a su espíritu abierto. Luego, se hacía una convocatoria inicial de 10 proyectos con una temática clara. Tras la recepción y selección de los proyectos más convenientes, se lanzaba otra convocatoria, destinada a reunir de entre 8 a 10 colaboradores por proyecto, cuyos perfiles e intereses concuerdan con las propuestas. Tanto los promotores como los colaboradores podían ser nacionales o internacionales.
Este procedimiento da lugar a comunidades que “aprenden haciendo” dentro de un entorno abierto, distribuido, diversificado y centrado en las competencias. En este sentido, Medialab Prado experimentaba con un formato institucional, pero buscaba otros modelos de institución en los que la ciudadanía es parte activa.
La innovación que allí se ensayaba da un giro a la idea de comunidad, ya que el proceso de experimentación no se apoya en comunidades preexistentes, sino que incuba comunidades heterogéneas con personas de distinto perfil y procedencia.
Colaborar con las instituciones de gobierno
Todo el trabajo que Medialab Prado realizaba hacia fuera, tenía también su contrapartida hacia el interior de la institución. Esto permitía que permearan las experiencias y que las formas de hacer surgieran a partir del contacto directo con los ciudadanos. Muchas iniciativas que buscan mayor autonomía se muestran reticentes a relacionarse con las instituciones gubernamentales, pero MediaLab Prado mostró que esto es posible.
Cuando Manuela Carmena asumió la alcaldía de Madrid en junio de 2015, se abrió la posibilidad de canalizar la energía generada por el descontento ciudadano, derivado de las crisis políticas y económicas que azotaban al país, y Medialab Prado cumplió una función de mediación. ParticipaLab propuso varias líneas de acción para identificar problemáticas o necesidades ciudadanas y facilitar el uso de Decide Madrid, una plataforma para debatir, proponer, apoyar y votar iniciativas para presupuestos participativos a nivel de distrito y ciudad. Para que fuera factible, era necesario que esa plataforma fuera accesible e intuitiva para el usuario (user-friendly), de tal forma que la tecnología no obstaculizara la participación de la ciudadanía. En 2019, luego de 4 años de operación, Decide Madrid ya tenía más de 26.000 propuestas ciudadanas y más de 16.000 proyectos de presupuestos participativos.
Las calles también son nuestras
Otra de las experiencias de encuentro entre la ciudadanía y las instituciones de gobierno fue Madrid Escucha, un proyecto que procuraba mejorar la situación de los empleados municipales y optimizar los recursos públicos. En 2017, InCiLab, en colaboración con el Área de Gobierno de Participación Ciudadana, Transparencia y Buen Gobierno del Ayuntamiento, estableció el Grupo de Investigación en Innovación en la colaboración público-social. Para conformar el grupo, se seleccionaron 9 proyectos, de los cuales cabe destacar “Tómate un descanso”, propuesto por Paloma Ramos Riesco, Técnica del Departamento de Intervención en el Paisaje Urbano y el Patrimonio Cultural del Ayuntamiento de Madrid. Paloma, junto con sus colaboradores, creó un prototipo de asiento abatible que se puede fijar a la pared de tal modo que personas mayores o mujeres embarazadas pudieran descansar al transitar por calles estrechas, empinadas, con aceras diminutas y desniveladas. Apoyándose en la dinámica colaborativa de los talleres de Medialab Prado, y en FabLab, fue posible diseñar y producir el taburete, que ahora tan solo requeriría de financiamiento público para instalarse a lo largo y ancho de Madrid.
Tras esta primera experiencia, sin duda ocurrieron algunos desafíos: la desconfianza entre empleados públicos y ciudadanos; la escasa participación de representantes, sobre todo de funcionarios, debido a la poca disponibilidad de tiempo durante la jornada laboral. Sin embargo, en 2019, se hicieron ajustes al modelo para mantener el interés y la energía de los participantes y se establecieron 3 líneas de trabajo: 1) Experimentación en la Administración Pública, 2) Moverse en la Ciudad y 3) Grupo de Trabajo Soportes para la Transformación Municipal. Se seleccionaron otros 8 proyectos, de los cuales destaca “Las calles y las noches también son nuestras”, coordinado por la activista, feminista, trapecista e internacionalista Rita Ortega Ruiz. El propósito del proyecto fue mapear las calles de un distrito de Madrid y determinar cómo se manifiesta el género en las calles, sobre todo cuando la noche tiene un carácter marcadamente masculino. La combinación de masculinidad y noche genera miedo en muchas mujeres, lo cual se identifica como una forma de violencia que limita su libertad y autonomía.Como en otros proyectos, la investigación aprovecha otras experiencias que sirven de inspiración para la confección del prototipo. Uno de los prototipos del proyecto fue un mapa de los lugares inseguros a partir de los datos aportados por las propias vecinas del barrio que se encuentran en la aplicación Epicollect 5 y que denominaron “Calles para nosotras”. Lamentablemente, después de estos esfuerzos apareció un nuevo desafío ya que con la entrada de la nueva administración municipal en 2019 se dejó de dar seguimiento al programa.
Plantar laboratorios en la periferia
Otro programa que involucró al gobierno fue Experimenta Distrito. El proyecto se planteó como una forma de descentralizar los procesos de innovación social y participación ciudadana y llevarlos hacia barrios periféricos de la ciudad. A través de él, se promovió la transformación de algunas instituciones ya existentes —bibliotecas, centros culturales, escuelas, etc.— mediante la creación de laboratorios de innovación ciudadana adaptando la filosofía y metodología de Medialab Prado. Así, con este el modelo de gestión, producción y programación de Medialab Prado, los vecinos podían proponer proyectos y participar abierta y colaborativamente en su desarrollo. Luego de una primera experiencia piloto en el barrio madrileño de Villaverde en 2016, siguieron proyectos en los distritos de Fuencarral, Moratalaz y Retiro y en 2018 en Puente de Vallecas. En todos estos se hizo la habitual ronda de convocatorias de proyectos y de colaboradores, pero también participaron como mediadores algunos vecinos y vecinas que conocían a fondo el distrito. Experimenta Distrito generó mucha participación: 10 proyectos, 10 participantes por proyecto y más de 300 participantes en total.
Entre los proyectos de la edición de 2016, conocí Villa-recicla-verde, propuesto por Pablo Llobera para responder al fracaso del sistema de gestión de residuos. Con la colaboración de 12 vecinos de diversos contextos sociales y profesionales, se planteó un modelo de economía circular aplicándolo a la gestión de residuos de varios tipos (orgánicos, plásticos, vidrios, metales, electrónicos, etc.). Se introdujo una moneda local, emitida por el Ayuntamiento, para valorizar los residuos y los productos finales: composta, productos de huerta, computadoras y equipos electrónicos.
De esta experiencia, surgieron aprendizajes ante los múltiples desafíos: diversidad de capacidades, competencias y modos de trabajar en grupo; legislaciones desfavorables; la dificultad de conseguir información, y la oposición de productores y envasadores del actual sistema de gestión residual. También se plantearon algunas soluciones a los desafíos: escalonar el trabajo de los colaboradores según las tareas por abordar; aterrizar el planteamiento inicial a uno de largo plazo; comenzar por abordar los aspectos más prácticos para el vecindario, así como buscar la adhesión de las organizaciones asociadas y el gobierno local para facilitar el proyecto.
Los proyectos de Experimenta Distrito eran muy variados. Para dar una idea del gran espectro de temas que cubría, está el ejemplo Huertos Inclusivos, de Fuencarral Experimenta 2017. Propuesto por Ruth Blanco, y con 9 colaboradores de diversa procedencia, se produjeron varios prototipos de mesa de cultivo de distintas alturas adaptados a todo tipo de personas, sobre todo con discapacidad, para favorecer la inclusión. Para ese propósito se consultó con personas con distintas necesidades y se realizaron otras investigaciones con ánimo de aprendizaje mutuo.
Política de cualquiera
Los usuarios de Medialab Prado que pude conocer a lo largo de años de investigación eran personas de clase media entre 25 y 40 años de edad con formación universitaria y conocimientos en tecnología, ciencia o diseño y disciplinas afines. Esta diversidad aporta otros saberes y no sólo conocimientos formales. Como ya dije antes, aquella vez quedé muy impresionado por Glob@s pero también imaginé que el estudio de la calidad de aire podría extenderse a una gama más amplia de la ciudadanía, que aportaría sus conocimientos y saberes basados en la experiencia. Así, incluso podría pensarse en la contribución de taxistas, vendedores ambulantes, amas de casa o migrantes indocumentados en la elaboración de dispositivos que correspondan a sus vivencias. Desde luego, un gran desafío es interesar a la gente que, por lo general, está alejada del mundo de la cultura, la tecnología o el activismo, sobre todo si se pretende compatibilizar este esfuerzo ciudadano con sus jornadas laborales.
El interés por ampliar la participación a “cualquiera”, más allá de los usuarios habituales de Medialab Prado, se remontaba a 2010. En las sesiones públicas de debate “Pensando y haciendo Medialab Prado”, se reflexionó sobre la necesidad de “salir de los círculos de comodidad” y ampliar la diversidad de usuarios con niveles de implicación más flexibles. Años más tarde todo ello se convertiría en una realidad al desarrollar Experimenta Distrito y Madrid Escucha, dos de los proyectos antes mencionados.
Para permitir el trabajo colaborativo entre ciudadanos y ciudadanas “cualquieras”, Medialab Prado propuso la mediación. La mediación es un recurso que hace posible ese “estar y hacer cosas juntos” en una época donde los intermediarios tradicionales (partidos, periódicos, museos, tribunales, instituciones educativas, religiosos, etc.) han perdido credibilidad, donde el auge de las redes ha hecho posible que se exprese una multiplicidad (de voces, de sujetos, de temas), y donde han estallado los viejos modelos verticales provocando fragmentación, inestabilidad e interferencia entre distintos lenguajes.
Los mediadores ofrecen información relacionada con las diferentes actividades, conectando a las personas entre sí y con los proyectos que hay en la institución. También apoyan a los participantes en el uso de las herramientas disponibles, así como plataformas virtuales para el diálogo, el intercambio y archivo de recursos, facilitando que se hagan las traducciones necesarias para el aprendizaje colectivo. Ante la gran diversidad de participantes y proyectos, la mediación implica estudio arduo, indagación y el desarrollo continuo de saberes y capacidades destinados a nutrir el proyecto general. Es una tarea de aprendizaje constante y formación continua, en diálogo con la vida del laboratorio y sus distintas líneas de actuación.
Los mediadores de Medialab Prado tenían, además, sus propios proyectos afines además de los que producen en MediaLab Prado. Hubo 31 proyectos de mediación-investigación desde 2013, entre los cuales destaca “El Barrio de las mujeres de Puente de Vallecas”, de Cristina Martínez Aransay, cuyo objetivo fue establecer un lugar de encuentro para compartir cómo viven sus barrios y qué les gustaría mejorar en ellos, produciendo una cartografía social (y afectiva) del territorio. Por su parte, “Los lenguajes del arte en los límites de su percepción, de Manuel Prados, inscrito en el marco de AVLab (Laboratorio de experimentación audiovisual y sonora), procuraba explorar los límites de la percepción a partir de prototipos y experiencias diseñados por artistas, al mismo tiempo que alentaba un debate entre científicos y artistas sobre las maneras en que esos límites pueden trascenderse. En este proyecto en particular, se trabajaba con personas discapacitadas para entender cómo las limitaciones son compensadas por el desarrollo de otros sentidos.
El barrio de las mujeres de Puente de Vallecas es un lugar de encuentro en el que vecinas del distrito situado en Madrid; comparten vivencias, mejoras y trabajan de forma colectiva. Esta iniciativa forma parte de la investigación “Territorios habitados y deseados por las mujeres” del Laboratorio de Innovación Ciudadana de Medialab Prado. (Foto cortesía de Cristina Martínez)
Un espacio hacker/maker
Mucha de la filosofía y formas de hacer en Medialab Prado, y otros laboratorios ciudadanos, se inspiran en la cultura hacker y maker. El hacer y compartir con otros en comunidad, de forma abierta y utilizando lo que tienes a mano es vertebral en el día a día del laboratorio ciudadano. En lo que respecta a la apertura y libre intercambio de tecnología e información, se organizaron actividades como Hacks/Hackers MAD, en que periodistas y programadores se reunieron para intercambiar información sobre herramientas digitales y analizar la aportación de los programadores en áreas como el manejo de grandes volúmenes de datos, visualización, etc, para así contribuir a una alternativa al “modelo de negocio de los grupos editoriales”.
En 2016, en el marco de ParticipaLab, se creó la #ResidenciaHacker. Durante más de un mes, el taller buscó hackear el modelo de residencia con que operaba Medialab Prado, formulando preguntas, cuestionando marcos, desplazando lógicas de acción y creando espacios de co-creación”. Esto desplazó, simultáneamente, el formato de residencia cultural y formatos como el hackatón, que suelen estar concentrados en breves periodos de tiempo.
Otro proyecto a cargo de CivicWise, una comunidad abierta y distribuida enfocada en “empoderar a la ciudadanía promoviendo el urbanismo colaborativo y la innovación cívica”, propuso prototipar nuevas herramientas y funcionalidades digitales que facilitaran procesos de agregación comunitaria en torno a proyectos de intervención urbana. El resultado fueron los Presupuestos Participativos de la ciudad de Madrid, aprobados a través de la plataforma decide.madrid.es, donde se buscó mejorar la interfaz de la plataforma y organizar debates y deliberaciones presenciales y digitales.
Si bien el hackeo está orientado a las nuevas tecnologías, uno de los participantes en el Laboratorio del Procomún, el hacktivista Carlos “Charly” Tomás Moro, nos recuerda que la cultura hacker deriva de la histórica práctica maker: aprender y hacer algo por sí mismo (DIY, do it yourself, por sus siglas en inglés) o con otros (DIT, do it with others, por sus siglas en inglés), valiéndose de conocimientos libres (o liberados). Hackers y makers coinciden en “hacer uso de lo que se tiene a mano”. El FabLab era el lugar donde se manifestaba ese espíritu maker en la confección de una miríada de prototipos y, como ya mostramos, muchos de los proyectos en Medialab Prado (Glob@s, Tómate un descanso, etc.) se valían de los recursos y expertise de los mediadores que trabajan allí. En él se experimentaba con diferentes procesos y herramientas de fabricación digital ya que el laboratorio disponía de una cortadora láser, una cortadora de vinilo, impresoras 3D y fresadoras de pequeño y gran formato.
Un programa emblemático relacionado al FabLab es Autofabricantes, que arrancó en 2015 con el objetivo de diseñar prótesis de mano mircoeléctricas y mecánicas para niños. Para ello, el grupo de Autofabricantes utilizó herramientas de código abierto y el conocimiento colectivo procedente de personas con diversidad funcional, así como sus familiares y una comunidad multidisciplinaria de terapeutas, ingenieros, abogados y profesores. El programa buscaba democratizar, facilitar y abaratar la creación de prótesis. Autofabricantes también colaboraba en la fabricación de piernas, brazos, articulaciones, sillas de ruedas, bipedestadores, etc. y trabajaba en el proyecto Supergiz, prototipando prótesis a las cuales se pueden conectar gadgets intercambiables mediante un sistema de anclaje. Otro proyecto en el que trabajaban es Henar #3, un instrumento musical MIDI adaptado para la joven Henar, quien padece encefalopatía acetósica y a quien se le dificultaba el uso de instrumentos convencionales.
Juguetoría era otro programa, comisariado por la arquitecta Sara San Gregorio, quien inició en Medialab Prado en 2015 dirigiendo la Ludoteca, un espacio donde se cocreaban “dispositivos lúdicos que median el juego y el aprendizaje de las niñas y niños y reivindican espacios reales y simbólicos para la infancia”. La Juguetoría se creó en el otoño de 2020 como laboratorio para diseñar y fabricar juguetes. Como en otros proyectos de Medialab Prado, se fomentaba la colaboración ciudadana, haciendo una convocatoria abierta a proyectos de juguetes para desarrollarse en el Fablab, convirtiendo la experiencia de diseño y producción en una experiencia lúdica, compartida y significativa. Cabe destacar que la Juguetoría involucraba investigación colaborativa, hackeo, remezcla y otros procesos fomentados en Medialab Prado, siempre prevaleciendo un espíritu lúdico.
Otro programa innovador de FabLab fue Injerto / Textil Vivo, laboratorio de experimentación textil. Comisariado por la educadora de arte Ana Andrés Cristóbal, este laboratorio utilizaba las herramientas del Fablab y Biocrea de Medialab Prado para producir proyectos que imaginaban y prototipaban el textil del futuro. Los proyectos seleccionados para este programa eran innovadores y en ellos destacaba por su audacia “Economía circular y diseño textil con celulosa bacteriana”, propuesto por Carmen Martínez y Salvador González Arranz. El proyecto exploraba la intersección entre diseño, biología, química, tecnología, ciencia de materiales, artesanía, comunidad y autosuficiencia para proporcionar textiles no-tóxicos y no-alérgicos hechos a partir de residuos orgánicos de producción local, biocompostables.
Internacionalización del modelo Medialab Prado
Medialab Prado ha tenido enorme repercusión internacional a lo largo de su historia, ya que se abrió a la participación de actores de otros países. En 2016 fue reconocido con el Premio Princesa Margarita por promover la innovación ciudadana. Cabe mencionar que el programa Experimenta se ha repetido en otros países, en México, por ejemplo, Santa María Experimenta en Casa Gallina y Valle Experimenta en Espacio Odisea. Medialab Prado y su modelo de participación en innovación ciudadana es la inspiración para la red de Laboratorios de Innovación Ciudadana LABIC, de la Secretaría General Iberoamericana SEGIB, el cual opera en los 22 países de Iberoamérica y se reúne cada año para sistematizar y acelerar innovaciones espontáneas que surgen de la ciudadanía, las comunidades, los barrios, con el potencial de replicarse en otras ciudades. Experiencias como la del Laboratorio Cultural Ciudadano de Nuevo León, México, LABNL, fundado con la asesoría de varios especialistas de Medialab Prado, es un buen ejemplo de esta.
Una heterogeneidad de impulsos artísticos, activistas, tecnológicos y ciudadanos convergieron en el origen Medialab Prado. Poco a poco, crecieron los programas y los proyectos influyentes con la participación de locales y foráneos. Esos impulsos también se desarrollaron más allá de su ámbito, a veces con la asesoría de personas responsables del laboratorio o asociados. Es de esperar que cada localidad tenga sus especificidades y necesidades. No obstante, tanto por medio de LABIC o la Red de Laboratorios Ciudadanos Distribuidos y otras iniciativas, se dio una suerte de nuevo brote rizomático. Esta metodología está disponible al alcance de toda la región en iniciativas como “Cómo montar un laboratorio ciudadano”, disponible para cualquier espacio que quiera involucrar a la ciudadanía en los laboratorios de aprendizaje colaborativo.
Notas:
1 Ver Jesús Carrillo, Space Invaders: Intervenciones artístico-políticas en un territorio en disputa: Lavapiés (1997-2004) (Madrid: Brumaria, 2018); Gloria Durán, “Un paisaje artístico otro.” En Francisco Cruces, coord., Cosmópolis: Nuevas maneras de ser urbanos. Barcelona: Gedisa, 2016, págs. 257-289; Luis Moreno-Caballud, Culturas de cualquiera: Estudios sobre democratización cultural en la crisis del neoliberalismo español (Madrid: Editorial Acuarela, 2017).
2 Ver Juan Carrete, “Medialab Prado y la colaboración empresarial. Un proyecto”, en Ciudades Creativas Volumen 4. Ciudadanía, cultura digital y emprendimiento social. Ed. Félix Manito Lorite. Barcelona: Fundación Kreanta, 2012.
3. Comunicación por correo electrónico, 12 de marzo de 2009.
4. Antonio Lafuente, David Gómez Abad y Juan Freire, "El arte de documentar", en Sierra, F., Leetoy, S. y Gravante, T., eds., Ciudadanía digital y democracia participativa. Salamanca: Comunicación Social, 2018: 47-59. https://csic.academia.edu/AntonioLafuente. Consultado el 18 de marzo de 2022.
5 Entre esas experiencias, las colaboradoras de este proyecto aprovecharon los logros de Safetipin, tres aplicaciones par móvil creada con datos de usuarias para indicar espacios públicos seguros e inclusivos para mujeres. La organización social epónima que creó las aplicaciones trabaja con un amplio abanico de actores urbanos, incluidos los gobiernos y opera en Delhi, Mumbai, Kerala, Bengaluru, Bogotá, Port Moresby y Hanoi. También se aprovecharon otras experiencias afines en el País Vasco, Barcelona y ciudades de Canadá.
Ver además, Antonio Lafuente, David Gómez Abad y Juan Freire, “El arte de documentar”, en Sierra, F., Leetoy, S. y Gravante, T., eds., Ciudadanía digital y democracia participativa. Salamanca: Comunicación Social, 2018: 47-59. https://csic. academia.edu/AntonioLafuente. Consultado el 18 de marzo de 2022.
6 A lo largo de 2010, hubo cuatro sesiones de “Pensando y haciendo Medialab Prado” con una variedad de usuarios e invitados para evaluar lo recorrido en los tres años de ocupación de los bajos de la Plaza de las Letras y tener en cuenta lo que había que ajustar, añadir y dejar abierto para los retos y oportunidades imprevisibles. Ver, además, Sandra Fernández García, (2015) Sentidos en proceso: Etnografía sobre prácticas emergentes de producción artístico-tecnológica en contextos urbanos. (Tesis doctoral, 2015) Universidad Nacional de Educación a Distancia, Madrid. http://e-spacio.uned.es/fez/eserv/tesisuned:Filosofia-Sfernandez/FERNANDEZ_GARCIA_Sandra_Tesis.pdf. Consultado el 18 de marzo de 2022.
7 La plataforma en línea se elaboró para propuestas ciudadanas para el uso de €60 millones de presupuesto público para inversiones urbanísticas e infraestructurales, votadas por la ciudadanía por medio de un proceso de elaboración y votación de esas propuestas.
Autores originales:
- George Yudice es profesor titular de Estudios Latinoamericanos y teoría cultural en el Departamento de Lenguas y Literaturas Modernas de la Universidad de Miami. Dirige el Observatorio de Miami sobre Comunicación e Industrias Creativas.
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