Investigadores encuentran que hacer ejercicios de construcción de relaciones entre estudiantes con problemas y sus maestros cortan la reincidencia.
Greg Walton se sintió atraído por la psicología social al estudiar “la amenaza de los estereotipos”, un concepto introducido por los profesores de investigación Claude Steele y Joshua Aronson en la década de 1990 para describir cómo el temor de los estudiantes a confirmar estereotipos negativos podía socavar su rendimiento académico. Walton estudió cómo determinadas intervenciones podrían ayudar a los estudiantes, por ejemplo, a los estudiantes de raza negra de una universidad predominantemente blanca o a una mujer en una clase de matemáticas dominada por hombres, a dar sentido a su pertenencia y reducir sus preocupaciones a que les falten al respeto, los desvaloricen o los excluyan.
Determinadas intervenciones resultaron extraordinariamente eficaces, según Walton. Un ejercicio de una hora de duración con alumnos de raza negra de primer año en una universidad selectiva aumentó las calificaciones durante los tres años siguientes y dio lugar a una mayor satisfacción profesional incluso diez años después. Al ayudar a estabilizar el sentido de pertenencia de los estudiantes, la intervención les alentó a entablar más relaciones con amigos y mentores, lo que favoreció su éxito en un entorno exigente. Tras ampliar su investigación al entorno de la enseñanza media, Walton comprobó una vez más cómo la intervención correcta cambiaba los patrones de interacción de los alumnos con sus profesores.
Walton, profesor de psicología de la Universidad de Stanford, trabajó con Jason Okonofua, profesor de psicología de la Universidad de California, Berkeley, y un equipo de académicos, defensores y administradores para desarrollar una intervención para los jóvenes de Oakland que regresan a las secundarias y preparatorias desde el sistema de detención juvenil. Los investigadores empezaron por sentarse con estos estudiantes de Oakland y escuchar sus historias: sus relaciones, sus esperanzas y temores, y los retos a los que se enfrentaban.
Los investigadores se propusieron abordar la forma en que los alumnos, que eran predominantemente de raza negra, y sus profesores se veían entre sí y construir relaciones positivas entre ellos. Un nuevo artículo, culminación de un proyecto piloto de 15 meses de duración con el Oakland Unified School District (Distrito escolar unificado de Oakland) y el Alameda County Juvenile Justice Center (Centro de justicia juvenil del condado de Alameda), muestra cómo su intervención, un ejercicio estructurado de construcción de relaciones que incluye el escribir cartas, reduce la reincidencia.
Los investigadores hicieron que los jóvenes participantes escribieran una carta de una página, o una autopresentación, en la que expresaran sus aspiraciones para la escuela y pidieran a un profesor de su elección que les ayudara a tener éxito. Los investigadores actuaron como una tercera parte entregando las cartas. Luego de la recopilación y el análisis de datos, descubrieron que las cartas mejoraron las respuestas de los educadores a los estudiantes, reforzaron su compromiso con ellos e “incluso aumentaron los sentimientos de amor, esperanza, respeto y confianza hacia el estudiante”. Las cartas reorientaron la relación profesor-alumno, contribuyendo a crear asociaciones positivas que dieron lugar a transiciones más exitosas hacia la escuela
“Nuestro objetivo fue crear una experiencia para los chicos que regresan a la escuela después de haber estado en un centro de detención juvenil, una experiencia en la que pudieran pensar en sí mismos de una manera basada en los activos y presentar esa autopercepción positiva a un profesor de su elección, mientras eran objetivos sobre los desafíos a los que se enfrentan”, dice Walton. “En esa presentación, el estudiante puede mostrar al profesor que lo está intentando y que se preocupa. Y pueden pedir al profesor que se convierta en el apoyo que quieren y necesitan que sea esa persona”.
Mientras que los psicólogos sociales suelen estar a favor del entrenamiento de sesgo implícito, creyendo que exponer a las personas a información sobre cómo funciona el sesgo implícito lo mitigará, Walton y su equipo evitaron deliberadamente ese “enfoque basado en el déficit”. En lugar de decirles a los adultos lo que estaban haciendo mal y cómo perpetuaban el estigma,
los investigadores crearon una oportunidad “basada en los activos” para fomentar sentimientos positivos mientras reforzaban los valores que atrajeron a los maestros a la profesión en primer lugar.
“Los chicos regresan a la escuela y se hacen preguntas”, comenta Walton. “¿Hay alguien aquí que me apoye? ¿Me encasillarán pondrán todos en una caja y me verán como un criminal? ¿Alguien me dará una oportunidad? Ya voy atrasado en la clase de matemáticas, ¿me ayudará alguien a ponerme al día?”. Las cartas de una página no solo invitaban a los profesores a reflexionar sobre cómo sus relaciones con los estudiantes les importaban, sino que también servían como hoja de ruta sobre cómo podría ocurrir el progreso.
Como un pequeño experimento de campo, las cartas representan una prueba preliminar de si este tipo de autopresentación por parte de estudiantes en circunstancias difíciles puede reducir la reincidencia. Pero dados los prometedores resultados, los investigadores ya están trabajando para ampliar su proceso piloto a las escuelas del San Francisco Unified (Distrito Escolar Unificado de San Francisco) y del Condado de Sacramento.
“La confianza y la empatía son fundamentales para cualquier relación”, dice Angela Duckworth, profesora de Psicología de la Universidad de Pensilvania y fundadora y directora general de Character Lab,
una organización sin fines de lucro dedicada a promover conocimientos científicos que ayuden a los chicos a prosperar. “Cuando vemos a nuestros estudiantes como personas que, como nosotros, tienen historias, sueños y miedos, existe la posibilidad de que se cree un círculo virtuoso de creciente confianza y empatía”.
Autores Originales:
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Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review publicado en la edición primavera 2022. |
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