Las voces jóvenes son esenciales para lograr el cambio social,en especial, quienes pertenecen a las comunidades LGBTQ+. Ejemplos de Colombia modelan cómo incluirlos en la toma de decisiones.
En mi ciudad natal de Cartagena, Colombia, tuve el honor y el desafío de ser la primera persona abiertamente LGBTQ+ en ocupar el cargo de personero en mi escuela secundaria. No fue fácil. A pesar de que mis compañeras y compañeros me eligieron como su representante ante las directivas del colegio, con frecuencia, tanto yo como otras personas abiertamente LGBTQ+, éramos víctimas de burlas y acoso.
Sin embargo, esta posición de liderazgo me permitió liderar campañas contra el acoso, tal como la iniciativa “Aulas Diversas”, donde organizábamos talleres y charlas sobre diversidad sexual y género. Además, impulsamos la implementación de una política de no-discriminación en la escuela, estableciendo un precedente importante para la inclusión y el respeto.
Años más tarde, este verano, me uní a otros cientos de jóvenes activistas de 170 países en Kigali, Ruanda, para la Conferencia Women Deliver, una de las reuniones más grandes del mundo dedicada a promover la equidad de género. Tuve el honor de ser seleccionada como Women Deliver Young Leader y tuve la oportunidad de compartir con un grupo diverso de actores y activistas internacionales mi perspectiva sobre los desafíos que enfrenta la comunidad LGBTQ+ en Colombia. Juntos, exploramos ideas para derribar las barreras que mantienen a los jóvenes LGBTQ+ alejados de los espacios de poder a nivel mundial.
Las y los jóvenes activistas están demandando la justicia climática en África, impulsando el movimiento Black Lives Matter (Las Vidas Negras Importan) en Estados Unidos y logrando derechos reproductivos en América Latina, como el movimiento de Mujeres Sembrando Vida en Colombia, el colectivo SALVAS en Ecuador y la organización Equidad de Género, Ciudadanía, Trabajo y Familia A.C, en México. Estas organizaciones demuestran que integrar a la juventud en las esferas de decisión no es solo estratégico, es esencial. Ignorar este clamor es negar la vitalidad, la resiliencia y la perspicacia que las juventudes pueden aportar al tablero global.
Una voz ineludible
Una voz ineludible está emergiendo: el grito vehemente de la juventud exigiendo protagonismo en la arquitectura de su futuro. Esta generación, forjada en la tempestad del cambio y la innovación, no se conforma con ser un mero eco en el viento. Su deseo trasciende el ser escuchado; aspiran a ser la vanguardia, los titanes detrás de las políticas, reformas, y decisiones que forjen el mañana. Las voces jóvenes, especialmente aquellas que representan a personas con diversas orientaciones sexuales, identidades y expresiones de género, son esenciales para promover la equidad de género y construir una sociedad más justa, saludable y participativa.
A pesar de este potencial, me duele saber que las personas jóvenes en todo el mundo siguen sintiéndose excluidos de las decisiones que afectan sus vidas y su futuro.
Estudios recientes revelan que, a nivel mundial, las personas menores de 30 años carecen de confianza en sus gobiernos nacionales, no se sienten escuchadas por los políticos y tienen niveles más bajos de participación en las elecciones nacionales.
En América Latina, de acuerdo con el Instituto Konrad, solo el 28% de las y los jóvenes se sienten identificados con sus gobernantes, cifra que se acentúa en Brasil y Perú con un 14% y un 13% respectivamente.
Entonces, ¿qué medidas pueden accionar los tomadores de decisiones para pasar el poder a manos de líderes jóvenes? La respuesta no es sencilla, pero es evidente que necesitamos que los gobiernos habiliten espacios de diálogo y colaboración con las personas jóvenes y las empresas. Las y los jóvenes deben ser vistos no solo como beneficiarios, sino como socios clave en el diseño de políticas y programas. Esto implica abrir espacios de participación en los niveles más altos de toma de decisiones (como, por ejemplo, en la Consejería Presidencial para la Juventud en Colombia), ofrecer capacitación y recursos, y, sobre todo, escuchar y valorar sus perspectivas.
Aprender de la experiencia de Colombia
Colombia ha vivido décadas de conflicto armado, un período violento que solo recientemente se ha disipado y ha dejado profundas cicatrices en nuestra sociedad. Construir el proceso de paz, reparación y reconciliación es una tarea monumental que los funcionarios del gobierno reconocen que no se puede llevar a cabo sin la inclusión de todas las voces.
Las y los jóvenes, quienes representan el futuro del país, deben ser protagonistas en este proceso ya que su energía, sus ideas y sus perspectivas frescas son esenciales para imaginar y construir un país en paz. Además, las personas LGBTQ+ han sido afectadas de manera desproporcionada por el conflicto debido a la discriminación sistémica y a la violencia dirigida específicamente hacia ellos. Esta situación se agravó en el contexto del conflicto armado, donde fueron blancos de violencia física, sexual y psicológica, así como de exclusión social y económica. Por ello, su participación es un acto de justicia y tienen una perspectiva única sobre las raíces y las soluciones a la violencia. Sin su voz y su liderazgo, cualquier esfuerzo de paz, reconciliación y participación estará incompleto.
En mi trabajo como joven activista por la equidad de género y politóloga, he sido testigo de cómo los tomadores de decisiones en mi país han hecho un esfuerzo consciente para poner en el centro las voces de las personas jóvenes y LGBTQ+. También he observado cómo, en muchas ocasiones, estas voces han sido marginadas o ignoradas.
Analizar cómo se ha desarrollado la participación juvenil en el contexto de Colombia proporciona tres lecciones clave para los tomadores de decisiones en América Latina y en todo el mundo:
Crear espacios de participación no es suficiente I En el 2018, el gobierno colombiano estableció los Consejos de Juventud en todos los niveles de gobierno para fomentar la participación de los jóvenes en la construcción de la paz. Ahora, los jóvenes entre 14 y 28 años votan por representantes juveniles en todo el país para formar parte de los consejos. Las y los jóvenes electos se reúnen periódicamente con funcionarios locales o nacionales para opinar sobre las decisiones políticas. Estos organismos no solo implican la participación de jóvenes en conversaciones y acuerdos por la paz, sino también fortalecen su capacidad para ser líderes y promotores de cambio en sus respectivas comunidades.
La creación de espacios como este puede blindar su incidencia en la formulación de políticas públicas, y asegurar que sus inquietudes, sueños y perspectivas sean consideradas y atendidas de manera prioritaria. Sin embargo, hoy en día, la falta de transparencia en las expectativas, responsabilidades y resultados de los Consejos de Juventud ha generado frustración y desilusión entre aquellos jóvenes que no han visto sus agendas traducidas en acción. Los Consejos no cumplirán su propósito si las y los jóvenes electos no reciben capacitación y herramientas para fortalecer sus contribuciones o si sus ideas carecen del respaldo y los recursos a largo plazo de parte de los funcionarios de gobiernos locales y nacionales.
Para que los órganos de participación tengan éxito, su papel en el gobierno debe ir más allá de la mera consulta. Los órganos deben diseñarse para garantizar un diálogo sostenido sobre acciones de corto, mediano y largo plazo, asegurando que las políticas y programas gubernamentales avancen de la mano de los jóvenes, no a sus espaldas. Un ejemplo de esto es la Plataforma Nacional de Juventudes de Colombia, un espacio donde convergen jóvenes de todo el país y actores gubernamentales y empresariales para sostener conversaciones y dar soluciones a la juventud en materia de participación social, política y cultural.
Colaborar con las redes locales I Este verano, la ciudad de Cartagena anunció que comenzará a desarrollar una política pública para la mujer destinada a abordar los mayores problemas que las mujeres enfrentan en la ciudad: violencia de género, pobreza y baja participación política. Esto marcó un gran triunfo para la Mesa del Movimiento Social de Mujeres y Feministas de Cartagena y Bolívar, una red de más de 20 organizaciones feministas, de mujeres y activistas, que ha sido pionera en promover la equidad de género en la ciudad. Durante años, organizó poderosas campañas de base dirigidas por mujeres jóvenes, incluidas manifestaciones en toda la ciudad destinadas a promover los derechos de las personas transgénero y poner fin a la violencia contra las mujeres en Cartagena. Esto ayudó a que la ciudad aplicara esta perspectiva de género a la planificación urbana.
Actualmente, la ciudad está proporcionando fondos gubernamentales para que las miembros de esta red desarrollen la política de la mujer desde una mirada interseccional para mujeres migrantes, isleñas, rurales, negras e indígenas de Cartagena. De esta forma, se da reconocimiento a la experiencia local y las relaciones comunitarias que esta organización de mujeres jóvenes ha construido a lo largo de los años.
Este modelo no solo transfiere el poder a manos de mujeres jóvenes, sino que impulsa su participación en la formulación de políticas y les brinda el apoyo y los recursos necesarios para generar un cambio social. Además, este es un ejemplo de cómo las alianzas entre el gobierno y la sociedad civil pueden abordar las desigualdades estructurales entre géneros y responder a las necesidades de las mujeres y de las personas con diversas orientaciones sexuales, identidades y expresiones de género. Es importante que los tomadores de decisiones busquen activamente alianzas como esta con organizaciones juveniles de base que ya están liderando los cambios en sus comunidades.
Reconocer y valorar la experiencia vivida I El Acuerdo de Paz que Colombia logró en 2016 se considera una innovación a nivel mundial por incluir una perspectiva de género en su diseño e implementación. No solo reconoce que el conflicto armado afectó desproporcionadamente a mujeres, niñas y personas LGBTQ+, sino que estos grupos también desempeñan un papel importante en forjar el camino hacia la paz porque su experiencia vivida las hace expertas en el conflicto.
Gracias a la incidencia persistente de activistas colombianas que exigieron tener un asiento en la mesa de negociación, las mujeres participaron, de una manera sin precedente, como asesoras y expertas en género en el proceso de paz de Colombia. Sin embargo, uno de los obstáculos más significativos que enfrentaron fue la resistencia de algunas facciones más tradicionales y conservadoras, quienes se mostraron reacias a incluir temas de género y derechos de las mujeres en la agenda. A través de una incidencia social hábil y la formación de alianzas estratégicas, las mujeres lograron superar esta resistencia y aseguraron que sus voces fueran escuchadas.
Su participación integró de manera holística los asuntos de género en todos los puntos de la agenda, proponiendo medidas concretas para respaldar a las mujeres en el proceso hacia la paz. A pesar de las adversidades y la violencia estructural y sistemática, las mujeres, especialmente las jóvenes, se erigieron como voces cruciales para el esclarecimiento de la verdad sobre lo qué ocurrió durante el conflicto armado colombiano. Su participación garantizó que los acuerdos reflejaran las realidades de quienes sufrieron de manera desproporcionada los horrores del conflicto armado. En la actualidad, estas mujeres jóvenes son pilares en la preservación del legado de paz, asegurando que las futuras generaciones no repitan la violencia que generaciones anteriores enfrentaron.
Por esta razón, es fundamental reconocer que los jóvenes de comunidades que históricamente han sido excluidas debido a su raza e identidad de género tienen experiencias y perspectivas únicas que deben estar bien representadas en los procesos de toma de decisiones. Por su parte, los tomadores de decisiones deben hacer un esfuerzo consciente para reparar relaciones con estas comunidades y generar confianza con ellas a través del desarrollo de políticas y programas que abordan sus necesidades.
Pasar el micrófono
La verdadera inclusión no se logra simplemente abriendo puertas y ofreciendo un asiento en la mesa. La ecuación para garantizar una verdadera inclusión de los jóvenes es: representación, participación, capacitación, y transparencia.
Representación significa que las voces jóvenes deben estar presentes en todos los niveles de toma de decisiones, desde la planificación hasta la implementación. No se trata solo de números, sino de garantizar que estas voces tengan un peso real en las decisiones que se toman.
Participación implica que los jóvenes no solo estén presentes, sino activamente involucrados en los procesos, aportando sus perspectivas y experiencias únicas. Finalmente, la capacitación y transparencia garantizan que los jóvenes tengan las herramientas y la información necesarias para participar de manera efectiva. Al hacerlo, generamos capital social, democratizamos la información, y aumenta la confianza de los jóvenes en los espacios de poder.
Es hora de pasar el micrófono.
Invito a los tomadores de decisiones a reflexionar profundamente sobre el papel que desempeñan en el cambio que hoy necesitan los jóvenes y próximas generaciones. Pasar el micrófono no es un acto de caridad, es un imperativo. Esto significa aceptar que, en esta era de cambio, los jóvenes deben ser socios, no meros espectadores.
En este contexto, el rol de las personas mayores en los gobiernos es convertirse en mentores y facilitadores, proporcionando su experiencia y conocimientos acumulados para guiar y apoyar a jóvenes líderes. Ellos pueden actuar como puentes entre las generaciones, asegurándose de que se transmitan las lecciones del pasado y se fomente un diálogo intergeneracional constructivo. Esto significa reconocer que el futuro se construye desde la colaboración activa y la inclusión.
Les insisto que no solo escuchen, sino que reflexionen y actúen. En esta reflexión y acción reside la esperanza de un futuro más equitativo, plural y justo para todas, todos y todes.
Autores originales:
- Mar Márquez es activista por la equidad de género y politóloga especializada en estudios de género, flujos migratorios mixtos, democracia deliberativa y comunicaciones para el cambio social y de comportamiento. Es una Women Deliver Young Leader y defensora de los derechos y el empoderamiento LGBTQ+.
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Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review en Español #10 |