Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review publicado en la edición otoño 2020.
La investigación de datos de Together for Girls llevó a la creación de la oficina de género de la policía en Mbeya, Tanzania. (Foto cortesía de Together for Girls)
La violencia sexual contra los niños ocurre en todas partes: desde la habitación familiar hasta el confesionario, desde la consulta del médico hasta la letrina de la aldea rural; desde los suburbios ricos, donde los hombres atraen a los adolescentes a las fiestas de primera categoría, hasta los barrios marginales del mundo en desarrollo, donde los depredadores atraen a los niños hambrientos con comida, la violencia sexual contra los niños está a nuestro alrededor, desde Park Avenue hasta los callejones más oscuros de Maputo, Mozambique.
Los niños que sufren esta violencia corren un mayor riesgo de sufrir consecuencias destructivas de por vida, como la infección por el VIH, las enfermedades crónicas, la delincuencia y el abuso de drogas, así como problemas de salud mental desgastantes.
Ningún niño está a salvo de la depredación y la violencia sexual. Pero las niñas, sobre todo las adolescentes, son las que corren mayor riesgo. Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef por sus siglas en inglés), cada 10 minutos muere una adolescente por alguna forma de violencia sexual. Estadísticamente, son las personas más cercanas a estas niñas –los padres, cuidadores, compañeros y familiares– quienes cometen estos actos. Las niñas también son víctimas de prácticas nocivas como el matrimonio infantil y la mutilación genital femenina (MGF), que pueden conducir a toda una vida de problemas de salud, a más violencia e incluso a la muerte. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), “la violencia física y sexual es un problema epidémico de salud pública que afecta a más de un tercio de todas las mujeres y niñas del mundo”. Es decir, a más de 1,300 millones de mujeres y niñas.
Según la División de Datos, Investigación y Políticas de Unicef, “el bajo estatus de las niñas en la sociedad y en el seno de la familia, junto con la tendencia de los hombres y los niños a ejercer el poder, especialmente sobre la sexualidad de las niñas, son factores clave en los altos índices de violencia contra las adolescentes... La desigualdad de género contribuye no solo a la omnipresencia de la violencia contra las niñas, sino también a su aceptación”.
El derecho de las adolescentes a ser protegidas de toda forma de violencia y discriminación está garantizado por la “Convención sobre los Derechos del Niño” de las Naciones Unidas, así como por la “Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer”. Sin embargo, estas convenciones son ampliamente ignoradas, al igual que las leyes de muchos países que prohíben la violencia contra las niñas, incluidas las leyes contra el matrimonio infantil y la MGF.
Este incumplimiento también se da en los Estados Unidos, donde solo tres Estados —Nueva Jersey, Delaware y Pensilvania— han prohibido totalmente el matrimonio infantil. Según la ONG Girls Not Brides (Niñas no Esposas), en todo el mundo hay 650 millones de mujeres que se casaron de niñas, y 12 millones de niñas se casan como novias infantiles cada año. El matrimonio infantil sirve como un punto de acceso socialmente aceptable a la violencia sexual contra las niñas.
Prácticas como la MGF perpetúan el control sexual de las niñas. Hasta 2020, solo 50 países han prohibido este ritual, pero la MGF se sigue practicando en todos ellos, incluidos el Reino Unido y toda la Unión Europea. Estados Unidos no prohíbe actualmente la MGF.
Estos hechos subrayan la necesidad crítica de una organización como Together for Girls para abordar esta violencia de género global.
Fundada en 2009, Together for Girls es una asociación público-privada con cinco organismos de las Naciones Unidas, varias organizaciones del sector privado y más de 20 países de África, Asia, América del Norte, América Latina y el Caribe. Con estos socios, la organización genera tanto datos exhaustivos como soluciones para esta epidemia de salud pública y derechos humanos.
“La violencia sexual es una de las mayores pandemias de nuestro tiempo”, afirma Daniela Ligiero, directora general y ejecutiva de Together for Girls. “Alguna forma de abuso sexual –incluidos el contacto inapropiado, el incesto, la pornografía infantil y la violación– afecta cada año a 150 millones de niñas de 18 años o menos en todo el mundo, es decir, una cifra de 1 de cada 10. Necesitamos disponer de datos más amplios que muestren los efectos, la magnitud y las consecuencias de lo que ocurre”.
Es la falta de datos, explica, lo que perpetúa lo que ella llama esta “pandemia silenciosa”. “Sin datos significativos”, añade Ligiero, “es imposible tomar decisiones políticas informadas” para detenerla.
Una crisis anidada
Resulta apropiado que una organización dedicada al poder de la investigación se haya fundado a través de la propia investigación. En la década del 2000, Gary Cohen, vicepresidente ejecutivo de la empresa de dispositivos médicos BD, impulsó la colaboración de los sectores público, privado y de las ONG para abordar las necesidades sanitarias de los países emergentes. Uno de los ámbitos en los que se enfocó fue el de reforzar y ampliar la capacidad de diagnóstico del VIH/SIDA de los sistemas sanitarios del África subsahariana, la zona con la peor crisis de VIH/SIDA del mundo.
“Era evidente que las niñas y las jóvenes no eran infectadas por sus homólogos masculinos de la misma edad, sino por hombres considerablemente mayores que ellas”, dice Cohen, expresidente de la Fundación de los Centers for Disease Control and Prevention (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, CDC por sus siglas en inglés), actual vicepresidente ejecutivo de Global Health y miembro de la junta directiva de Unicef. “Indagué más en este tema y descubrí las numerosas injusticias que sufren las niñas con respecto a la violencia sexual. Descubrí que esto no solo repercute en su vulnerabilidad al VIH, sino que también afecta a su salud y a sus derechos humanos de muchas otras maneras”.
Lo que Cohen descubrió fue un número desproporcionado de infecciones por VIH entre las niñas y las jóvenes. Según datos del USAID de 2015, las adolescentes y las mujeres jóvenes representan el 74% de las nuevas infecciones por VIH entre los adolescentes del África subsahariana; casi 1.000 se infectan por el VIH cada día.
Cohen también recopiló datos que mostraban que más de la mitad de las adolescentes y mujeres jóvenes víctimas de violencia sexual eran menores de 15 años. Además descubrió que esta victimización se correlacionaba con una serie de crisis de salud catastróficas: muchas niñas abandonaban la escuela y se involucraban en el abuso de sustancias; sufrían depresión crónica y a veces se suicidaban; también contraían el VIH/SIDA y otras enfermedades de transmisión sexual, tenían embarazos no deseados o forzados y morían en el parto.
Estos hallazgos sorprendieron a Cohen. “Había que hacer algo”, dice. “Simplemente no podía aceptar estas injusticias. No podía solo observar todo esto y no hacer nada”.
Cohen utilizó sus contactos como primer paso para encontrar una solución. “Mi intención era aumentar la visibilidad de este problema para que un organismo sanitario establecido movilizara una respuesta”, explica. “Así que me reuní con los responsables de Unicef, los CDC, el US President's Emergency Plan for AIDS Relief (Plan de Emergencia del Presidente de los EE.UU. para el Alivio del SIDA, PEPFAR por sus siglas en inglés), el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA (ONUSIDA) y otras organizaciones”.
Todas las organizaciones con las que habló estaban de acuerdo en que se trataba de un problema grave; pero, señala, “en ese momento, ninguna de estas organizaciones estaba dispuesta a hacer de esta cuestión una prioridad central de su trabajo”.
Sin desanimarse, Cohen elaboró su propia solución, con la ayuda de un expresidente de los Estados Unidos. “Decidí movilizar una nueva asociación para afrontar este desafiante problema”, dice. “En la reunión anual de la Iniciativa Global Clinton (CGI por sus siglas en inglés) de 2009 en la ciudad de Nueva York, el [expresidente de Estados Unidos.] Bill Clinton y yo anunciamos y pusimos en marcha la nueva Partnership to Adress Sexual Violence Against Girls (Asociación para Abordar la Violencia Sexual contra las Niñas), que poco después cambió su nombre por el de Together for Girls”.
La primera iniciativa de Together for Girls fue ayudar a Unicef a evaluar la victimización de las niñas en Suazilandia mediante un estudio de campo. Fue a través de este estudio inicial que Together for Girls entró en una asociación completa con Unicef y los CDC, siendo Unicef quien aportó la financiación.
Los resultados de la encuesta demostraron su necesidad. Las respuestas obtenidas en el campo, según Rodney Hammond, antiguo director de la División de Prevención de Violencia de los CDC, ya jubilado, llegaron “hasta el 80%”, un índice de respuesta excepcional. De las 1,244 mujeres y niñas de entre 13 y 24 años que respondieron, un tercio informó de un incidente de violencia sexual antes de cumplir los 18 años.
"Pensé que tal vez esto era normal", dice Upendo. "Mi cuerpo es lo que estaba usando para pagar el alquiler y la casa".
Together for Girls concluyó, en su informe publicado en la revista médica británica The Lancet en 2009, que “el conocimiento de la alta prevalencia de la violencia sexual contra las niñas en Suazilandia y de las graves afecciones y comportamientos relacionados con la salud que conlleva debería utilizarse para desarrollar estrategias de prevención eficaces”.
Según Hammond, el informe publicado en The Lancet tuvo una amplia difusión y fue el primer estudio de su tipo que aclaró que esas evaluaciones de campo podían realizarse con eficacia, “especialmente en circunstancias difíciles en un país en desarrollo”.
En respuesta al informe, el gobierno de Suazilandia tomó medidas rápidas. En cuestión de meses, el viceprimer ministro de Suazilandia, Themba N. Masuku, informó a la OMS que las estrategias de prevención expuestas en las recomendaciones del estudio no solo eran factibles, sino esenciales, y en su declaración instó a otras naciones a seguir su ejemplo.
El éxito de esta encuesta inicial de campo y su respuesta inspiró a Together for Girls a enfocarse en la recopilación de datos como base para crear un cambio programático. En los últimos 11 años, ese esfuerzo se ha ampliado de forma espectacular. En cada país con el que se ha asociado esta organización sin fines de lucro, Together for Girls ha utilizado sus datos para concienciar y crear soluciones basadas en pruebas para prevenir y poner fin a la violencia sexual contra las niñas.
Desde 2009 se han aprovechado 100 millones de dólares en recursos para alcanzar los objetivos de la asociación Together for Girls, y cada año se aportan al menos 20 millones de dólares a la asociación. La mayor parte de los fondos de esta organización sin fines de lucro proceden de sus principales socios: la Fundación CDC, la Fundación de las Naciones Unidas, el Fondo de los Estados Unidos para UNICEF y, recientemente, la Asociación Mundial para Acabar con la Violencia contra los Niños y la Representante Especial del Secretario General de las Naciones Unidas sobre la Violencia contra los Niños. La Fundación CDC también solicita donaciones de donantes individuales y corporativos en nombre de Together for Girls.
Datos para el cambio
Los esfuerzos de asociación de Together for Girls operan en tres áreas: la realización de encuestas nacionales y la recopilación de datos para documentar la magnitud de la violencia sexual contra las niñas con el fin de informar a los líderes gubernamentales, a la sociedad civil y a los donantes; el apoyo a un plan de acción a nivel nacional con intervenciones diseñadas para abordar la violencia sexual, las cuales van desde los foros políticos y la reforma legal hasta la mejora de los servicios y los enfoques basados en la comunidad, y el lanzamiento de campañas de comunicación y de concienciación pública para llamar la atención sobre el problema con el fin de motivar cambios en las normas y comportamientos sociales y de género.
El histórico proyecto de investigación de Together for Girls –las Encuestas sobre la Violencia contra los Niños (VACS por sus siglas en inglés)– se ha llevado a cabo en 17 naciones, entre ellas Haití, Kenia y Colombia, desde 2012. Inspiradas en la exitosa encuesta de Suazilandia, las VACS miden y documentan el alcance de la violencia sexual, física y psicológica contra los niños en un país. También identifican los factores de riesgo, así como las consecuencias de la violencia, incluido el vínculo entre la desigualdad de género y la infección por el VIH, el enfoque inicial de Cohen. Con estos hallazgos, un país puede diseñar y aplicar soluciones basadas en pruebas para eliminar la violencia sexual contra los niños.
En las VACS de Colombia, por ejemplo, los datos se recopilaron en 2018, y en 2019 se celebró una conferencia multisectorial para debatir las conclusiones y elaborar los puntos de intervención. En los debates de la conferencia se identificaron nueve estrategias que luego se presentaron en el informe final de las VACS de 2020; estas incluyeron “transformar las normas de género tradicionales y perjudiciales” y “mejorar el acceso a los servicios para las víctimas de la violencia sexual”.
La combinación entre la ayuda fundacional dada por Together for Girls y el compromiso gubernamental con el cambio sistémico puede transformar vidas individuales. Tomemos, por ejemplo, la vida de Upendo A. (se mantendrá oculto su apellido). Ella era una niña huérfana que creció en Mbeya, Tanzania; vivió casa en casa, y a los 9 años fue violada por primera vez. Asolada por la pobreza, sin dinero para comer ni para pagar la escuela, se vio obligada a mantener relaciones sexuales con una serie de hombres mayores solo para sobrevivir. “Pensé que esto era normal”, dice. “Mi cuerpo es lo que estaba utilizando para pagar el dinero del alquiler y de la casa”.
Después de una infancia plagada de violencia sexual, Upendo A. es ahora embajadora de uno de los programas aliados de Together for Girls. (Foto cortesía de Together for Girls)
Esta violencia sexual y física continuó durante años. Poco después de que Upendo diera a luz a un hijo, a la edad de 17 años, su vida cambió cuando conoció a un educador de par que trabajaba con la Fundación Henry M. Jackson, un socio ejecutor de la asociación DREAMS de Together for Girls y del US President's Emergency Plan for AIDS Relief, cuyo objetivo es reducir las tasas de VIH entre las adolescentes y las mujeres jóvenes que viven en países con un gran problema de VIH. A partir de este contacto se unió a un programa de educación y asesoramiento, donde descubrió sus habilidades naturales como oradora. Ahora es embajadora del programa y ayuda a identificar a las niñas vulnerables en circunstancias similares y las ayuda a acceder a los servicios.
La primera niña a la que Upendo ayudó estaba siendo abusada sexualmente por su padre. “Esta niña tenía 9 años, y me dolió porque sabía que era exactamente lo mismo que me pasó a mí”, dice Upendo. Animó a la niña a denunciar su historia y, como resultado, el hombre fue detenido y condenado por el delito. A través de Together for Girls, Upendo ha ayudado hasta ahora a 324 niñas a recibir servicios.
Lamentablemente, la historia de Upendo es muy común. Según las VACS de Tanzania, más de una de cada cuatro niñas sufre violencia sexual antes de los 18 años, y el 57% sufre violencia física. Solo el 13% de las niñas dicen haber recibido apoyo por violencia sexual.
Las VACS de Tanzania son un ejemplo de cómo Together for Girls convierte sus datos en acción. Las VACS concluyeron en un plan de acción nacional, el que a su vez movilizó más recursos para la prevención y la respuesta a la violencia. Por ejemplo, las VACS incluían datos de que las víctimas no denunciaban las agresiones sexuales por miedo a acudir a la policía. Para superar esta barrera, Unicef y la Fundación Henry M. Jackson financiaron la creación de un mostrador policial de género, un espacio seguro y confidencial para que las víctimas denuncien la violencia sexual, dirigido por agentes de policía sensibilizados con el trauma. En un informe de seguimiento sobre la eficacia del mostrador, Together for Girls descubrió que “el mostrador de género [se ha convertido] en un recurso bien conocido en la comunidad. ... Como resultado de este se ha producido un aumento espectacular en las denuncias y condenas en Mbeya”. El éxito de este modelo hizo que se replicara en otros distritos de Tanzania.
Un futuro en confinamiento
La pandemia mundial de coronavirus ha tenido un efecto significativo en las operaciones de Together for Girls. “Con el movimiento restringido, el acceso a recursos limitado y los sistemas de atención sanitaria desbordados, sabemos que la violencia interpersonal se exacerbará y que son especialmente vulnerables las mujeres y los niños”, explica Ligiero.
La organización ha cambiado sus objetivos para abordar mejor las consecuencias del confinamiento mundial, el cual ha puesto a las niñas en un riesgo aún mayor de sufrir daños y abusos. El aumento de la pobreza, por ejemplo, agudiza el riesgo de esclavitud sexual al que se enfrentan las niñas y también las deja con menos acceso a ayuda. Con la inestabilidad económica, dice Ligiero, “las niñas quedan aisladas de los recursos. Es un momento difícil para las intervenciones”.
“Necesitamos romper el silencio de instituciones, gobiernos y sociedades y comunidades enteras que permiten que ocurra la violencia sexual”, dice Ligiero.
También existe una preocupación legítima de que las niñas se enfrenten a una mayor amenaza de mutilación genital femenina. “Las niñas corren un riesgo aún mayor durante el confinamiento de la COVID-19”, afirma Janet Fyle, quien ha colaborado con la campaña #WhyZeroFGM de Together for Girls y funge como la asesora política del Royal College of Midwives del Reino Unido. “Algunas de las comunidades que practican la MGF, de las que sospechamos, ven la COVID-19 como una oportunidad porque el enfoque profesional está en otra parte”, explica. “Habría presión de la familia para que las niñas se sometan a la MGF y de la creencia cultural añadida de que la MGF podría proteger a las niñas de la COVID-19”.
Fyle señala que la MGF sigue siendo común en todas partes y que el confinamiento por el coronavirus ha hecho que nadie denuncie casos de niñas en riesgo de ser mutiladas. “En muchas partes del Reino Unido, las remisiones relacionadas con niñas en riesgo de sufrir la MGF han disminuido considerablemente, no se están realizando evaluaciones de riesgo en mujeres que han sufrido la MGF. ... Estas niñas se cuelan entre las brechas porque el enfoque de los profesionales de la salud y la protección está puesto en la COVID-19”, añade. “No existe la posibilidad de que estas niñas en riesgo revelen a los profesionales su temor a ser mutiladas. Las familias pueden ver esto como una oportunidad para mutilar a esa niña 'occidentalizada' e 'incontrolable' que en circunstancias normales llamaría por teléfono y denunciaría”.
Ligiero comparte las preocupaciones de Fyle y señala que a Together for Girls le preocupa que haya menos garantías para las niñas cuando están aisladas en casa. “Hay 1, 500 millones de niños que no van a la escuela”, observa Ligiero. “La infraestructura que tenemos para proteger a los niños e identificar los abusos y las sospechas de abuso no existe”. En Estados Unidos, dice Ligiero, “siguen llegando llamadas a las líneas telefónicas tradicionales de violencia doméstica” de niñas que denuncian abusos. La línea telefónica nacional contra la violencia sexual de la Rape, Abuse & Incest National Network (Red Nacional contra la Violación, el Abuso y el Incesto, RAINN, por sus siglas en inglés), señala, informa que “más de la mitad de las personas que acuden a ella desde el cierre de la pandemia son menores de edad”.
La COVID-19 destaca la importancia de las medidas preventivas que dependen en gran parte de los datos de Together for Girls. El reto ahora es tratar de recopilar nuevos datos durante la pandemia. “Muchos de los datos que tenemos se obtienen yendo de casa en casa”, explica Ligiero. “También estamos intentando averiguar cómo obtener datos de las líneas de llamadas, de las líneas de ayuda a los niños, etc. Tenemos datos disponibles: ¿cómo podemos extraer esos datos para contar una historia coherente sobre lo que está ocurriendo? No podemos esperar a que las cosas vuelvan a la normalidad; puede que nunca vuelvan a ser normales, como las conocíamos antes de la pandemia”.
Together for Girls está tratando de encontrar soluciones para atender a las niñas que están aisladas poe el confinamiento. “Estamos trabajando con el CDC y otros; no queremos arriesgar la seguridad [de las niñas]”, dice Ligiero. “Es especialmente difícil ahora, y las niñas y adolescentes verdaderamente temen pedir ayuda”.
A pesar de estos retos provocados por la pandemia, Ligiero mantiene la esperanza de que tanto el trabajo que Together for Girls ha realizado como los sistemas que ya están en marcha seguirán atendiendo a las niñas en los países en los que la organización ya está trabajando.
“Los esfuerzos está en marcha en muchos de estos países”, dice Ligiero, y añade que los VACS proporcionan ahora datos confiables para más del 10% de la población mundial menor de 25 años, y la respuesta a ellos ha creado una red de contacto para niñas y mujeres jóvenes. “Es esencial que no dejemos escapar esta parte, que sigamos manteniendo este contacto”.
Dentro de los límites de la pandemia, dice Ligiero, Together for Girls sigue concienciando y ampliando su trabajo en Estados Unidos –la primera ciudad estadounidense en la que se ha enfocado es Baltimore, Maryland– al cabildear para que la legislación mantenga a los depredadores sexuales seriales fuera de las escuelas y de otros ámbitos como el deporte.
“Hay mucho trabajo por hacer”, dice Ligiero. “Romper el silencio depende de todos nosotros, no solo de los supervivientes. Tenemos que romper el silencio de las instituciones, de los gobiernos y de sociedades y comunidades enteras que permiten que suceda la violencia sexual. Tenemos que hacer visible lo invisible”.
- Victoria A. Brownworth es una periodista nominada al Premio Pulitzer y ganadora del Premio de la Sociedad de Periodistas Profesionales. Su trabajo ha aparecido en The New York Times, Los Angeles Times, The Baltimore Sun, The Philadelphia Inquirer, The Philadelphia Daily News y Ms. Magazine, entre otros. Es autora y editora de más de 20 libros.
- Traducción del artículo The Silent Pandemic of Violence Against Children por Gerardo Piña.