Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review publicado en la edición verano 2020.
Los académicos que estudian el voluntariado sin fines de lucro generalmente se concentran en su presunta voluntariedad. Pero Nina Eliasoph, profesora asociada de Sociología en la University of Southern California, cuestiona si ese enfoque oculta su complejidad y distrae de lo más valioso del voluntariado.
Como lo señala en su capítulo, “¿Qué hacen los voluntarios?”, para la nueva tercera edición de The Nonprofit Sector: A Research Handbook (El sector no lucrativo: Un manual de investigación), la experiencia cotidiana del voluntariado puede ubicarse en un espectro de valores y formas. La forma más fructífera de comprender cómo los voluntarios persiguen los bienes sociales, sugiere Eliasoph, es examinar cómo funciona el voluntariado, tanto dentro de las organizaciones sin fines de lucro como en el contexto económico, político y cultural más amplio.
Según Eliasoph, clasificar el voluntariado como remunerado o no remunerado es demasiado simplista para capturar todas sus dimensiones. Las personas pueden sentir que no tienen más opción que ofrecer sus servicios de manera gratuita en el mercado laboral: por ejemplo, una pasantía no remunerada puede ofrecer la mejor vía para un puesto permanente. En la época soviética, los ciudadanos eran obligados a unirse a las brigadas sabatinas de trabajo no remunerado (subbotniki). La costumbre social obliga a los habitantes de los países nórdicos a colaborar rutinariamente en reparar las carreteras locales después del duro invierno, o enfrentarse al exilio. Algunos adolescentes se ofrecen como voluntarios para ayudar a jóvenes con problemas emocionales debido a que necesitan pulir su currículum para la admisión a la universidad, o porque sus escuelas les exigen que realicen servicio comunitario. Y los trabajadores sociales remunerados no se consideran voluntarios, pero a menudo pasan muchas horas no remuneradas fuera del trabajo, ayudando a sus clientes. Por el contrario, los “voluntarios” del Cuerpo de Paz y AmeriCorps reciben una remuneración, entonces, ¿son realmente voluntarios?
“Bien puede ser que muchas de las ambigüedades y dilemas que describí no puedan cuantificarse”, menciona Eliasoph. Definir el voluntariado sin fines de lucro por su voluntariedad o por las motivaciones de los voluntarios no solo puede ser un reto, sino que también puede perder el sentido. Al apelar al pragmatismo de John Dewey, Eliasoph sugiere que tal vez el enfoque debería apuntar a los bienes sociales que le interesan al investigador.
Esa aproximación podría ser complicada, sugiere Lester M. Salamon, profesor emérito de Ciencias Políticas de la Universidad Johns Hopkins y director del Centro para Estudios de la Sociedad Civil Johns Hopkins. “Si limito mi definición de voluntariado a actividades que producen ciertos bienes sociales, entonces podré demostrar con certeza que todo el voluntariado produce esos bienes sociales ya que he excluido de mi definición las actividades que no lo hacen”.
“Las preguntas refieren tanto a cómo la gente interpreta su trabajo voluntario como a la forma en que el sector del voluntariado encaja en la sociedad en general” dice Eliasoph. Al limitar su estudio a lo que ella llama “el lado ‘pequeño’ de la cuestión”, en lugar de los aspectos más filosóficos y morales del voluntariado, Eliasoph ofrece varias formas diferentes de enfocar la investigación sobre el voluntariado”.
“Trataba de mostrar la importancia de los propios procesos de creación de significado de los voluntarios, y la importancia de preguntar cómo se relaciona su voluntariado con otras instituciones, como el mercado y las costumbres tradicionales”, comenta ella. El voluntariado ofrece a sus participantes muchas lecciones y beneficios inefables y variados—como la acción cívica, la participación democrática, la solidaridad social o un espíritu de conexión—por lo que los académicos pueden concentrarse en los beneficios que más les interesan.
Una vía podría destacar el control institucional y sus consecuencias. Eliasoph presenta el ejemplo de los mineros de los Apalaches quienes, en la década de 1970, pertenecieron a un sindicato corrupto y antidemocrático, pero una vez que consiguieron un sindicato más democrático, aprovecharon sus nuevas voces políticas y se mostraron entusiasmados por participar.
Otra ruta es centrarse en los estilos de interacción de las organizaciones sin fines de lucro, y en si determinados estilos fomentan el bien social en el que está interesado el investigador. Un estilo de interacción puede resaltar o restar importancia al conflicto, o puede animar o desalentar la discusión sobre el cambio social sistémico. El autor cita organizaciones danesas destinadas a ayudar a inmigrantes y refugiados. Un grupo trata de persuadir a los ciudadanos para que hagan sentir a los inmigrantes bienvenidos, pero desalienta las discusiones sobre el conflicto social. Otro busca cambiar las leyes de inmigración, lo cual exige hablar sobre el conflicto social. El investigador que se enfoca en el estilo de interacción de grupo, entonces, puede ver más claramente cómo un grupo está dando forma al mercado, al estado, y al orden moral habitual en relación con los demás.
Alternativamente, un investigador podría distinguir entre el voluntariado con seres vivos en contraste con objetos; los voluntarios ocasionales a corto plazo, a menudo pueden hacer más daño que bien a los seres vivos, pero pueden ser mejores candidatos para recoger la basura en un parque. Este enfoque revela otro camino: centrarse en el tiempo que los actores pasan en el lugar. Pasar una cantidad de tiempo con los receptores de la ayuda conduce a un resultado de mayor calidad que la ayuda intermitente de diferentes actores, una distinción que se vuelve más importante, sugiere Eliasoph, que el considerar si los actores son personal remunerado de una organización sin fines de lucro, voluntarios no remunerados.
Nina Eliasoph, “What Do Volunteers Do?” (“¿Qué hacen los voluntarios”), de The Nonprofit Sector: A Research Handbook, Third Edition (El sector no lucrativo: un manual de investigación, Tercera edición), Walter W. Powell y Patricia Bromley, eds., Stanford, CA: Stanford University Press, 2020.
- Marilyn Harris es reportera, escritora y editora con experiencia en la traducción de material complejo o técnico para audiencias en línea, impresas y televisivas.
- Traducción del artículo The Varieties of Volunteer Experience por Leticia Neria.