Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review publicado en la edición Invierno 2021.
Una nueva biografía de Madame C. J. Walker muestra cómo la primera mujer negra empresaria en convertirse en millonaria por esfuerzo propio en Estados Unidos puso la filantropía al centro de su empresa y de su vida.
La biografía de Tyrone McKinley Freeman sobre la emprendedora y filántropa negra Madame C. J. Walker llega en el momento en que el sector filantrópico por fin aborda su falta de diversidad racial e inclusión. Esta concienciación ha impulsado al sector, sobre todo con la novedosa y creciente visibilidad en los medios de comunicación de destacados filántropos negros como Robert F. Smith y eventos como el Mes de la Filantropía Negra, el cual ha superado récords de donaciones y crecimiento este año a pesar de la pandemia mundial.
En el libro Madam C. J. Walker’s Gospel of Giving: Black Women's Philanthropy during Jim Crow (El evangelio de la donación de Madame C. J. Walker: La filantropía de las mujeres negras en la era de Jim Crow), Freeman amplía la definición tradicional de filantropía más allá de los donativos financieros para mostrar la enriquecedora historia de la filantropía negra que conformó la vida y el trabajo de Madame C. J. Walker, una mujer negra que nació en una plantación de algodón en Delta, Luisiana, en 1867, quedó huérfana a los 7 años de edad y que para 1910 había creado su propia empresa de productos de belleza y cuidado del cabello. Freeman demuestra cómo Walker aprendió la ética de la entrega de numerosas mujeres negras que la apoyaron, así como de las comunidades negras en la era de Jim Crow, para convertirse en la primera mujer millonaria por esfuerzo propio en Estados Unidos.
MADAM C. J. WALKER’S GOSPEL OF GIVING: Black Women’s Philanthropy during Jim Crow. Por Tyrone McKinley Freeman. 304 páginas, University of Illinois Press, 2020.
Freeman emplea la conceptualización inclusiva de la filantropía: “acción voluntaria para el bien público”, que él y sus colegas en la Lilly Family School of Philantropy (Escuela de Filantropía de la Familia Lilly) de la Universidad de Indiana han definido, para argumentar que las donaciones de los negros son igualmente vastas y tienen una trayectoria histórica como las de los blancos. La misión del levantamiento racial —fundamental en la filantropía de Walker— incluía formas de contribución monetarias y no monetarias, tal es el caso de la donación de alimentos, tiempo, educación, empleo y orientación espiritual. Al poner en tela de juicio esta concepción tradicional de la filantropía, Freeman cuestiona la creencia de que “los afroestadounidenses eran principalmente receptores de la filantropía de los blancos y no agentes de ella”, es decir, que “tienen la costumbre de ser ayudados, pero no de ofrecer ayuda”.
La vida de Walker es un ejemplo de esta filantropía inclusiva. Su nombre de nacimiento era Sarah Breedlove (adoptó el nombre de su tercer marido, Charles Joseph Walker, cuando contrajeron matrimonio en 1906) y comenzó a trabajar como lavandera cuando era apenas una niña. Viuda y con una hija pequeña, a los 20 años emigró por toda la región en busca de trabajo. Alrededor de 1889 llegó a San Luis, Missouri, con tan solo dos dólares. Walker y su hija encontraron refugio en African Methodist Episcopal (Iglesia Episcopal Metodista Africana) de la localidad y recibieron apoyo, en particular, de la red de mujeres negras que dirigían los servicios sociales de la iglesia. Ahí la vincularon con St. Louis Colored Orphans Home (Hogar de Huérfanos de Color de San Luis), en donde su hija recibió cuidados y educación mientras ella trabajaba como lavandera.
“El apoyo del hogar fue inmensamente útil para [Walker] y vivió en carne propia el poder del espíritu de autoayuda entre los negros para satisfacer las necesidades de la comunidad, a pesar del frecuente abandono y la exclusión ejercida por los proveedores de servicios sociales, quienes en su mayoría eran blancos, y la sociedad en general”, señala Freeman. “La iglesia, el hogar de huérfanos y Court of Calanthe [una institución benéfica para negros] le habían dado acceso y la pusieron en contacto con nuevos amigos, recursos y modos de ser, debido a su proximidad con mujeres negras —quienes incluso la tutelaron—, que contaban con escolaridad, posición social y que participaban activamente en la comunidad local”.
Gracias a estas mujeres negras de la iglesia, Walker aprendió de primera mano el poder de las mujeres negras como donadoras en el amplio sentido filantrópico de la donación, lo que Freeman denomina el “evangelio de la donación” de Walker. Este evangelio, o forma de vida, según observa Freeman, consiste en tres principios: “(1) dar todo lo que puedas para ayudar a los demás, (2) no escatimar en medios útiles que puedan servir a los demás, y (3) dar más a medida que se incrementen tus medios para ayudar a los demás”.
A partir de su empresa de fabricación de cosméticos, Madame C. J. Walker Manufacturing Company (Madame C. J. Walker Empresa Manufacturera, mejor conocida como Walker Company) fundada en 1910, pudo llevar a cabo el segundo y tercer principio de su filantropía. A principios de la década, y puesto que sufría de pérdida de cabello, Walker había trabajado para Annie Turnbo, una empresaria negra que vendía productos de tratamiento capilar para el cabello negro dañado. En su conmovedor relato sobre los orígenes de su empresa, Walker afirmó haber tenido una visión divina en la cual un “hombre negro se [le] apareció y [le] dijo qué debía mezclar para [su] cabello”. Tras múltiples viajes de un lado a otro para vender sus productos —y no los de Turnbo—, Walker puso en marcha su empresa.
Walker creó un “nicho de mercado étnico” al fundar una empresa que no solo llenó un vacío muy necesario en el mercado de abastecimiento, sino que también lanzó la industria de la “cultura de la belleza negra”. De acuerdo con Freeman, esta cultura surgió de la segregación racial, así como de los “atributos culturales únicos de las mujeres negras (por ejemplo, las necesidades del cuidado del cabello) que los comerciantes blancos tenían dificultad para comprender”. Walker abrió un espacio para que las mujeres negras se identificaran como trabajadoras y consumidoras con necesidades culturales propias.
Dentro de su empresa, Walker organizó clubes para que las mujeres negras se reunieran en torno a experiencias compartidas, de lo laboral a lo familiar. Estas mujeres capitalizaron lo que Walker les ofrecía y, a su vez, retribuyeron a sus propias comunidades en calidad de donadoras —no solo como asalariadas—, lo cual renovó su confianza y autoestima. “A través de su filantropía”, apunta Freeman, “[Walker] conectó a las mujeres negras de clase trabajadora entre sí mediante el asociacionismo para vincularse y sacar provecho de su poder colectivo en favor de una mejor calidad de vida para ellas mismas, sus familias y sus comunidades”.
Freeman detalla la estrategia de Walker para donar. En su época de lavandera aprendió cómo el empleo podía proporcionarles a las mujeres negras el “camino hacia la autonomía y el orgullo” sin someterlas a los abusos de los empleadores blancos. El orden y la compatibilidad también eran importantes para Walker, esto se hace evidente en la contratación del abogado Freeman B. Ransom como su asesor.
Asimismo, aprovechó sus donaciones para entablar relaciones con destacados líderes negros de los derechos civiles, como A. Philip Randolph, Booker T. Washington y Marcus Garvey. Freeman revela que Ransom tenía sus reservas sobre la posibilidad de que Walker se relacionara con estos notorios líderes negros y, como resultado, se convirtiera en un objetivo del gobierno. Sin embargo, Walker creía que sus contribuciones a las numerosas causas relacionadas con el movimiento de los derechos civiles podrían servirle para afianzar un lugar más importante en esta causa dominada por hombres.
Uno de los principales ámbitos de las aportaciones de Walker era la educación y, en particular, la educación industrial , la cual había sido financiada en gran medida por los blancos con la intención de confinar a los negros al trabajo manual. Según Freeman, los filántropos blancos del norte y del sur “creían que la educación industrial era el mejor método para preservar la jerarquía racial y el orden social del sur”. De modo que los trabajadores sin licencia ayudaban a mantener la comodidad y el estatus de los blancos. Walker trabajó dentro de los límites del sistema para crear escuelas al interior de los colegios industriales, de donde egresaban trabajadores acreditados y a quienes luego contrataba. En efecto, afirma Freeman, Walker duplicó su aportación al proveer un puesto de trabajo “en un mercado laboral discriminatorio” y, a su vez, esta oportunidad de empleo promovía la dignidad de mantenerse a sí mismo.
Aunque Freeman entreteje varios aspectos de la vida de Walker para ilustrar el vasto y monumental enfoque de su filantropía, si hubiera incorporado los contextos históricos y de género sobre las donaciones de los negros y los blancos, habría acentuado la innovadora y extraordinaria historia de Walker y el impacto que tuvo. Freeman destaca que una de las principales diferencias entre las donaciones de los negros y de los blancos tenía una veta cultural, dado que el modelo occidental de los blancos consideraba como donación “filantrópica solo cuando se daban a extraños”. Esto contrasta profundamente con las donaciones de los negros que, según explica Freeman, se fundamentan en una conciencia compartida del racismo estadounidense en la que “existe poca distinción entre las donaciones a la familia, a los amigos y a los demás”, este es el enfoque que Walker encarnó.
Freeman examina cómo Walker evadió las restricciones de Jim Crow para moverse con cierta libertad entre los círculos sociales de negros y blancos, aun cuando no le deja claro al lector cómo se hizo camino Walker de forma segura. Freeman sugiere que Walker pudo haberse inspirado en los principales filántropos blancos de Estados Unidos, entre los cuales incluye a sus contemporáneos Andrew Carnegie y John D. Rockefeller. También menciona que estos filántropos estaban al tanto de las donaciones de Walker, incluso fue fotografiada con ellos: Gospel of Giving incluye imágenes de Walker posando con filántropos blancos, así como instantáneas en las que su nombre aparece en el mismo registro de donatarios que ellos. Esto es significativo si se tiene en cuenta que estaba prohibido que los nombres de las esposas de estos filántropos figuraran en esos registros.
En vista de las alianzas de Walker con estos filántropos cabe preguntarse si mantuvo alguna relación profesional significativa con las filántropas blancas, o si este tipo de alianza era siquiera posible. Freeman plantea que las contribuciones de las mujeres blancas tenían un límite impuesto por sus maridos, de quienes heredaban la riqueza y luego “entra[ban] en la filantropía tras la muerte del patriarca”. Las mujeres negras no tenían las “protecciones del hogar ni las condiciones que les permitían elegir sobre la participación en la fuerza laboral”. Esto se debe principalmente a que muchos hombres negros batallaban para encontrar y conservar un empleo bajo Jim Crow. Las aportaciones de las mujeres blancas también se consideraban una responsabilidad y un símbolo de estatus para las mujeres acomodadas. En el caso de Walker, que había trabajado toda su vida, sus donaciones fueron en sus propios términos. Ella tenía otros intereses para su comunidad que se centraban en la experiencia colectiva de ser negro en Estados Unidos.
Además, los esfuerzos de las mujeres blancas por mantener a las mujeres negras fuera de la fuerza laboral socavaron el potencial de las relaciones productivas entre ellas. Una de estas barreras era el boicot a las empresas que contrataban a mujeres negras, por lo que les negaban el empleo para seguir operando. En una de sus observaciones más directas sobre las mujeres blancas en la época de Jim Crow, Freeman asevera que ellas “también afirmaban la supremacía blanca por su incapacidad de reconocer la feminidad de las mujeres negras en su modelo de feminismo”.
El feminismo de Walker —una parte de su evangelio de la donación— era inclusivo. Tenía una visión de alto nivel que apuntaba al cambio social, al bien social y a la igualdad para todos, incluidos los hombres. “Los espacios de Walker privilegiaban a las mujeres, pero estaban en contacto directo con los hombres”, con quienes Walker interactuaba “como iguales”, declara Freeman. En su libro documenta con éxito cómo Walker hizo que las donaciones fueran accesibles a cualquiera y cómo su estilo de donación reflejaba su carácter, más que sus recursos. La agencia y la visibilidad de Walker no sólo sirvieron para los estadounidenses negros, sino para la creciente influencia de las mujeres negras en todo el mundo.
Varias de las filántropas negras de hoy, como Oprah Winfrey, se han inspirado directamente en los esfuerzos de Walker. Cabe destacar que uno de los objetivos de Walker era abrir una escuela en África, algo que no pudo concretar en vida. No obstante, en 2007, Winfrey creó Oprah Winfrey Leadership Academy for Girls (Academia de Liderazgo para Niñas Oprah Winfrey) en Sudáfrica. Es posible que el objetivo de Walker de ampliar sus donaciones a nivel mundial no se haya cumplido, pero sus valores siguen vivos en la filantropía mundial de las mujeres negras.
- Maryann Reid es una autora publicada por St. Martin’s Press y editora de XoJo, una revista digital inspirada en Josephine Baker.
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Traducción del artículo The Feminist Trailblazer of Black Philanthropy por Ángela Alegría Mariscal Estrada. Traductora e intérprete inglés/español y forma parte de la Organización Mexicana de Traductores y American Translators Association. Además se desempeña como profesora de inglés en el Centro de Idiomas y tutora en el Centro de Escritura, ambos del Tecnológico de Monterrey.
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