Los bonos de impacto que apoyan el desarrollo de la primera infancia pueden subsanar las brechas de capital, mejorar la calidad de servicios y establecer sistemas efectivos de intercambio de datos.
Alrededor de 250 millones de niños y niñas menores de cinco años (el 43% de todos los menores de cinco años o menos en el mundo) están en riesgo de no desarrollar todo su potencial físico, cognitivo y socioemocional. Esto representa un enorme costo para la sociedad e inmensos riesgos para el futuro de muchos países.
Cambiar esto es posible. El primer paso para preparar a la niñez de hoy para el mundo del mañana es intervenir de forma oportuna con programas de cuidado y nutrición prenatal, la promoción de lactancia materna, una educación preescolar de calidad y una multitud de otros servicios de Atención y Educación de la Primera Infancia (AEPI) que se extienden hasta el ingreso a la escuela primaria. Las inversiones tempranas no solo tienen sentido en el corto plazo; las investigaciones también muestran que por cada dólar invertido en la reducción del crecimiento retardado (por desnutrición crónica) y en una educación preescolar de calidad, el retorno de inversión es de entre 15 y 138 dólares, y aumenta los ingresos en la edad adulta entre 6.4 y 17.6 dólares.
Sin embargo, mientras que unos cuantos privilegiados a menudo tienen acceso a los servicios de calidad que requieren, para el resto de la población mundial el acceso a estos servicios de primera infancia depende del apoyo y financiamiento del gobierno y de organizaciones sin fines de lucro. Incluso cuando estos servicios existen, pueden ser impredecibles, de baja calidad y en pequeña escala.
¿Qué puede hacerse? Idealmente, los sistemas sólidos de servicios gubernamentales se encargarían de solucionar este increíble reto. Sin embargo, los beneficios de los programas de la primera infancia llegan muy tarde y la inversión resulta muy riesgosa para que los gobiernos prioricen estos programas con sus fondos limitados. Aunque las intervenciones en la primera infancia tienen el potencial de impactar positivamente en la vida de los infantes, todavía hay mucho por aprender sobre su entrega efectiva y dosificación, como muestra una reciente revisión de los impactos de las intervenciones en la primera infancia en países de ingresos bajos y medios. Las intervenciones de AEPI, junto con muchos otros programas de desarrollo, son complejas y a menudo dependientes del comportamiento, por lo que requieren una cuidadosa adaptación a cada contexto.
Los bonos de impacto social y de desarrollo (SIB y DIB, por sus iniciales en inglés), también conocidos como financiamiento “pago por éxito” (PFS, por sus iniciales en inglés), ofrecen una solución viable y prometedora. Estos bonos permiten a los inversionistas de impacto superar el riesgo y las barreras creadas por las demoras en las inversiones de gobierno y de fundaciones en la AEPI. A cambio, estos inversionistas privados pueden compartir las altas ganancias cosechadas por la sociedad.
Más importante aún, estos bonos de impacto son un mecanismo financiero basado en resultados que permite a los proveedores de servicios tener más flexibilidad en sus métodos de entrega y promover mejoras rápidas en la prestación de servicios basados en retroalimentación de datos internos, ayudando a asegurar que se consiga el potencial impacto positivo de las intervenciones en la AEPI.
Finalmente, los bonos de impacto pueden ayudar a establecer sistemas de monitoreo de calidad y también a compartir datos entre actores de gobierno y los proveedores de servicios. Además, puede reunir a diferentes actores como ministros de educación y de salud para que colaboren. En suma, los bonos de impacto pueden cumplir una función especializada crítica en la fase media de escalamiento de las intervenciones de AEPI. Al hacerlo, podrían ser una plataforma para desarrollar fuertes servicios patrocinados y monitoreados por el gobierno.
Prometer resultados iniciales
Los bonos de impacto social para la AEPI, hasta ahora, representan una pequeña proporción de los bonos de impacto contratados globalmente. Como se muestra en la tabla, de los 69 bonos contratados en dieciséis países de altos ingresos (a enero de 2017), solo nueve brindan servicios a niños en sus primeros años, y solo en cuatro países (Estados Unidos, Canadá, Reino Unido y Australia).
Pero los resultados nominales de estos proyectos emergentes son alentadores (se han logrado resultados en la primera infancia y los inversionistas han recibido ganancias de sus inversiones). En el Newpin Social Benefit Bond (Bono de Beneficio Social Newpin) en Australia, por ejemplo, los inversionistas ganaron 19.42% de su inversión inicial después de tres años (equivalente a 6.1% de rendimientos anuales). En Utah, en el primer SIB de atención y educación de primera infancia en Estados Unidos, una reducción en la necesidad de educación remedial entre los niños que habían recibido una educación preescolar de calidad, resultó en rendimientos de 257,000 dólares para los inversionistas, después de un año de su implementación. Los resultados iniciales de un SIB para preescolar en Chicago también alcanzaron los rendimientos prometidos a los inversionistas.
Se está trabajando en otros bonos de impacto para la AEPI con un alto potencial de tener una diferencia positiva en las vidas de niños y niñas. Aunque a la fecha no existen bonos de impacto para la AEPI en países de ingresos medios y bajos, por ejemplo, algunos están en etapa de diseño o cerca de firmar contrato. Los Departamentos de Desarrollo Social y de Salud en la Provincia del Cabo Occidental en Sudáfrica han asignado veinticinco millones de rands (alrededor de 1.62 millones de dólares) en financiamiento externo para tres bonos de impacto social enfocados en maternidad y primera infancia. Los objetivos seleccionados en estos tratos incluyen: cuidados prenatales mejorados; prevención en la transmisión materno-infantil del SIDA; lactancia materna exclusiva; una reducción en casos de crecimiento retardado; y un desarrollo mejorado en términos cognitivos, de lenguaje y de motricidad.
Un bono de impacto está en desarrollo en el estado de Rajasthan, en India, el cual pagaría a clínicas privadas de salud si se suman a programas enfocados en salud reproductiva, materna e infantil, y está dirigido a individuos en los segundos y terceros quintiles de ingresos.
Grand Challenges Canada (Grandes Retos Canadá), Social Finance UK (Finanzas Sociales Reino Unido) y el Centro MaRS para Inversiones de Impacto están trabajando en Camerún para desarrollar un bono de impacto para financiar Kangaroo Mother Care (KMC), una intervención conocida por salvar y mejorar las vidas de recién nacidos con bajo peso. Aunque no se enfocan en la AEPI, se obtuvieron valiosas lecciones a partir de los resultados del primer año de un DIB para la educación de niñas, dado que muestran impresionantes avances en el aprendizaje, a pesar de algunos contratiempos en su implementación.
Para considerar
A pesar de sus posibles beneficios, los bonos de impacto (y otros mecanismos de financiamiento basados en resultados) no son legalmente factibles en todos los entornos. Las limitaciones de capacitación en países de ingresos bajos y medios podrían hacer que la gestión de datos y contratos requeridos para un bono de impacto sea particularmente desafiante, o incluso imposible. Además, en algunos escenarios podría resultar difícil medir los resultados de tales inversiones y atribuir dichos resultados a una intervención específica. Finalmente, los costos adicionales de transacción asociados con los bonos de impacto podrían no justificar los posibles beneficios de utilizar este mecanismo. Los mecanismos de financiamiento apropiados deben determinarse caso por caso.
Sin embargo, en contextos donde son factibles, y sí se diseñan e implementan correctamente, los bonos de impacto tienen el potencial de generar mejoras significativas en las intervenciones de AEPI. Pueden provocar cambios a nivel sistémico en la forma en que los gobiernos y las organizaciones sin fines de lucro llevan a cabo sus actividades, al impulsar el fortalecimiento de la monitorización y evaluación, fomentar el aprendizaje adaptativo y mejorar la colaboración entre los grupos de interés en un sistema de prestación de servicios sociales. Al basarse en el conocimiento existente de las intervenciones en la primera infancia que funcionan a pequeña escala, los bonos de impacto pueden servir para probar programas en una fase intermedia y seguir ayudando a mejorarlos.
Autores originales:
- Emily Gustafsson-Wright (@EGWBrookings) es investigadora en el Centro de Educación Universal en Brookings Institution, donde, entre otros temas, realiza investigaciones en mecanismos de financiamiento innovadores para la educación y el desarrollo de la primera infancia, incluyendo alianzas público-privadas, inversiones de impacto, financiamiento basado en resultados y bonos de impacto.
- Sophie Gardiner (@SophieCGardiner) es una exanalista de investigación del Centro de Educación Universal en Brookings Institution, donde trabajó en bonos de impacto social y programas de desarrollo de la primera infancia.
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Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review publicado en 2017
- Traducción del artículo por Carlos Calles
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