Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review publicado en la edición verano 2020.
Durante los últimos sesenta años, las ONG de los países de ingresos altos han liderado el esfuerzo por resolver los problemas de agua y saneamiento en el extranjero. En este periodo, se han invertido más de 250,000 millones de dólares en ayuda exterior —gran parte proveniente del gobierno de Estados Unidos, organizaciones filantrópicas y asociaciones sin fines de lucro— en proyectos de agua, saneamiento e higiene (comúnmente referidos como WASH por sus siglas en inglés Water, Sanitation, and Hygiene) en lugares como el África subsahariana y América Latina, los cuales han obtenido excelentes resultados. Entre 1990 y 2015, 2,600 millones de personas tuvieron acceso a agua potable mejorada, y quizá sea esta la contribución más importante al reciente aumento de la esperanza de vida en el mundo.
A pesar de estos éxitos, las organizaciones WASH con sede en Estados Unidos han desarrollado un punto ciego en el proceso. Mientras se centran en mejorar el acceso al agua y saneamiento en otros países, no han sabido reconocer la misma crisis en su propio territorio. Estas han sido fundamentales en la construcción de un sector WASH robusto y eficaz en el extranjero, pero no han emprendido un esfuerzo similar en los Estados Unidos.
Hoy en día, al menos 2.2 millones de personas en Estados Unidos no tienen acceso al agua en sus hogares (sin mencionar a los 44 millones que sí cuentan con suministro de agua, pero que no es segura para el consumo y aseo personal). En todo el país, los estadounidenses se las arreglan sin lavabos, tinas de baño, duchas o inodoros que el resto de nosotros da por sentado. Lo más sorprendente es que esa cifra está aumentando en seis estados y en Puerto Rico.
No existe una diferencia real entre la crisis mundial del agua y la crisis en Estados Unidos. Ambas afectan a seres humanos que, debido a causas ajenas a su voluntad, como la geografía, pobreza y discriminación, cada día luchan por conseguir suficiente agua limpia para sobrevivir. En la zona rural de la Nación Navajo, al igual que en la zona rural de Namibia, algunas mujeres salen de sus casas y caminan hasta una fuente de agua desprotegida para sacar unos pocos galones de agua contaminada con los que sus familias deben subsistir día a día.
El sector WASH a nivel internacional se constituye a partir de una red de entidades gubernamentales, patrocinadores especializados, organizaciones no gubernamentales y comunidades de primera línea que colaboran en estrategias para mejorar el acceso al agua. En conjunto, comparten entre sí las mejores prácticas, establecen objetivos ambiciosos y se hacen responsables unos a otros. Sus esfuerzos combinados han ayudado a miles de millones de personas a alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible 6 (ODS 6): disponibilidad y gestión sostenible del agua y saneamiento para todos.
Estados Unidos carece de un sector WASH propio y, por tanto, la mayoría de los estadounidenses no son conscientes de la crisis del agua en su país. El financiamiento público de las infraestructuras hidráulicas se ha estancado en apenas un 9 % del gasto total —una pequeña fracción de lo que era antes— y el apoyo filantrópico a los proyectos hidráulicos nacionales es limitado, fragmentado y de difícil acceso. Ahora bien, si las organizaciones establecidas en Estados Unidos que cuentan con experiencia en proyectos WASH reorientaran una parte de sus conocimientos y recursos a su país, podríamos poner fin a esta crisis con rapidez.
Una indiferencia deliberada
Entonces, ¿por qué no tenemos nuestro propio sector WASH robusto aquí en los Estados Unidos?
Llevo haciéndome esta pregunta desde 2014, cuando DigDeep, la organización mundial WASH que fundé, cambió por primera vez nuestro enfoque del África subsahariana a las comunidades navajo en las zonas rurales de Nuevo México (más de un tercio de los hogares en estas zonas aún carecen de acceso básico al agua). Con ese cambio, nos convertimos en la primera organización WASH establecida en Estados Unidos que regresó a su país. Al hacerlo, perdimos el apoyo vital de un ecosistema de aliados gubernamentales, patrocinadores dedicados y grupos de aprendizaje que solo colaboran en proyectos en el extranjero. Aunque cientos de organizaciones WASH tienen su sede en Estados Unidos, solo dos —DigDeep y Water Mission, una organización de ingeniería WASH radicada en Carolina del Sur— llevan a cabo proyectos en el mercado doméstico.
Existen razones prácticas por las cuales Estados Unidos nunca ha tenido un sector WASH nacional, a pesar de las enormes necesidades que aún quedan por satisfacer. Por ejemplo, Estados Unidos, a diferencia de muchos otros países, no recopila datos completos sobre el acceso al agua, lo que a su vez dificulta ver (y atender) a las comunidades afectadas. A finales de 2019, DigDeep publicó el primer estudio nacional sobre el acceso al agua y saneamiento en colaboración con US Water Alliance. Descubrimos que al menos 2.2 millones de estadounidenses se ven afectados, que la pobreza es un obstáculo clave para el acceso al agua y que la raza es el factor de predicción más consistente para determinar si una familia tiene agua de la llave en casa. Es 19 veces menos probable que una familia indígena norteamericana cuente con plomería completa (es decir, suministro de caliente y fría, un lavabo, una ducha y un inodoro) que una familia blanca, mientras que las probabilidades de carecer de estos servicios casi se duplican en los hogares de afroestadounidenses y latinos.
Algunos patrocinadores estadounidenses de proyectos WASH también creen —erróneamente— que este trabajo es demasiado costoso en su propio país y que sus dólares tendrán un impacto más significativo en el extranjero. Todo el mundo tiene derecho a un acceso básico al agua y saneamiento. Además, solo cuesta 3,100 dólares llevar el suministro de agua caliente y fría a una familia en Navajo Water Project; una cantidad mínima si se consideran tanto la necesidad como el contexto. Por supuesto, en algunas partes de África Oriental, esos mismos 3,100 dólares podrían proporcionar un pozo de agua potable poco profundo y una bomba manual para una comunidad de varios cientos de personas. Sin embargo, estos proyectos no se pueden comparar con facilidad; sus productos —por un lado, el suministro de agua caliente y fría directamente en el hogar y por otro, el acceso básico al agua potable a una distancia que debe recorrerse a pie— son muy diferentes, al igual que sus resultados en la vida de las personas. Aún después de casi sesenta años trabajando en países de bajos ingresos, los patrocinadores WASH radicados en Estados Unidos no siempre disponen de la estructura para planificar sus inversiones o medir su impacto de manera que puedan tomar en cuenta estas diferencias. Por lo tanto, es posible que los proyectos nacionales de agua sean ignorados para priorizar lo que se percibe como una inversión “de mayor impacto” en el extranjero.
En DigDeep también pensamos que tanto las organizaciones filantrópicas como la sociedad estadounidense no contemplan la posibilidad de que problemas como la escasez de agua se presenten en un país tan rico como Estados Unidos. En cambio, se centran en los países de bajos ingresos y creen que los estadounidenses tenemos la obligación de exportar nuestras habilidades y recursos para resolver los desafíos WASH en el extranjero. Después de todo, ¿no es el acceso al agua y saneamiento un derecho humano básico?
Mi argumento no es que para ponerle punto final a la crisis del agua en Estados Unidos debamos abandonar nuestro apoyo a los otros 884 millones de personas sin acceso al agua potable. Por el contrario, nuestra crisis doméstica del agua palidece en comparación con los logros colectivos del sector WASH en todo el mundo, y este es un trabajo que debe continuar. La comparación de las necesidades en nuestro país con nuestros progresos en el extranjero demuestra que la crisis del agua en Estados Unidos es cien por ciento remediable, y es probable que requiera una fracción del tiempo y recursos que seguiremos invirtiendo en otros lugares.
Justicia poética
Si Estados Unidos se propone resolver este problema, debemos afrontarlo, como hemos hecho en otros países, como una crisis urgente de salud pública que exige una respuesta inteligente, coordinada y rápida. Necesitamos un sector WASH nacional con patrocinadores, ejecutores y grupos de aprendizaje para liderar este trabajo.
Patrocinadores WASH | Necesitamos que los patrocinadores WASH hagan en casa lo que han hecho tan bien en el extranjero: definir la crisis, coordinar la inversión, fijarse objetivos ambiciosos y apoyar soluciones creativas que el gobierno no puede o no quiere financiar. En el plazo de un año, los patrocinadores WASH deberían empezar a distribuir los fondos y recursos, entre ellos, los camiones de reparto y filtros de punto de uso, para que las organizaciones de primera línea, como los bancos de alimentos y los grupos religiosos, puedan hacer uso de ellos para proporcionar un acceso provisional al agua. Estos grupos obtendrían mayores beneficios de un financiamiento flexible que pudiera utilizarse tanto para los programas como para los gastos generales, sin necesidad de realizar solicitudes o reportes que resulten engorrosos. En aquellos lugares donde la inversión pública se ve obstruida por leyes y prácticas obsoletas, las inversiones filantrópicas pueden ayudar a las comunidades a superar los obstáculos al financiamiento gubernamental, además de promover la anulación de esas barreras. Los patrocinadores WASH radicados en Estados Unidos deben reunirse lo antes posible para comenzar a elaborar una estrategia de respuesta coordinada a largo plazo.
Ejecutores WASH | Las organizaciones no gubernamentales que llevan a cabo proyectos WASH tienen la oportunidad de adaptar las tácticas y estrategias que han desarrollado con tanto éxito en el extranjero para ayudar a las comunidades estadounidenses. Pueden empezar con proyectos piloto que aprovechen sus fortalezas. Por ejemplo, una organización que ha sido eficaz en el uso de microcréditos para el acceso al agua en la India podría considerar un proyecto similar en las colonias fronterizas entre Texas y México. Un grupo que ha estado perforando pozos comunitarios en el Sahel podría servir al árido suroeste y ayudarles a las comunidades indígenas en zonas remotas a ser más resistentes al agua.
Grupos de aprendizaje | Las organizaciones WASH con sede en Estados Unidos —tanto las que patrocinan como las que ejecutan el programa— deben crear una red nacional que refleje los grupos de aprendizaje (o “clústeres”) que participan en el trabajo internacional. Los grupos de aprendizaje WASH coordinan los esfuerzos regionales al establecer prioridades, compartir conocimientos técnicos y concertar las respuestas a los desafíos nuevos o existentes. Un clúster WASH nacional nos permitiría desarrollar las mejores prácticas, evaluar nuestro impacto y hacer que los gobiernos federales, estatales y locales les rindan cuentas a las comunidades afectadas. Deberíamos empezar por abogar por un sistema nacional de recopilación de datos y de seguimiento. El sector global WASH ha sumado un gran número de victorias legislativas en los últimos sesenta años; podemos aprovechar esas relaciones para solicitar al gobierno federal que restablezca la pregunta del censo relativa al acceso a los inodoros con cisterna (eliminada en 2016) y que agregue nuevas preguntas sobre la calidad del agua, la asequibilidad y los servicios de aguas residuales con el fin de que nos ayuden a perfeccionar nuestros esfuerzos en el futuro.
Un acto de justicia poética sería invertir el modelo tradicional de desarrollo internacional. En lugar de exportar tecnologías y recursos WASH de Estados Unidos a otros países, estaríamos importando y adaptando estrategias WASH exitosas que se desarrollaron primero en el extranjero. Varios países de bajos ingresos a los que antes considerábamos que era nuestro “deber” ayudar ahora cuentan con la experiencia que los estadounidenses necesitamos para abordar nuestra propia crisis del agua.
Hasta hace poco, los dos millones de estadounidenses sin acceso al agua han estado solos, sin el apoyo, los recursos y la visibilidad necesarios para resolver este problema. En la actualidad, unos pocos afortunados tienen suministro de agua, pero para la mayoría sigue siendo un sueño lejano tener un lavabo e inodoro que funcionen. No tiene por qué ser así. Si se capitalizan las décadas de innovación en materia de agua, saneamiento e higiene y se le dedica solo una parte del tiempo y el esfuerzo que hemos invertido en el extranjero, podemos construir un futuro —en unas cuantas décadas— en el que todos los habitantes de Estados Unidos puedan abrir una llave de agua y descargar el agua del inodoro sin pensarlo dos veces, a sabiendas de que disponen de servicios seguros y fiables.
- George McGraw es investigador y defensor de los derechos humanos especializado en el derecho humano al agua y al saneamiento en los Estados Unidos. Actualmente se desempeña como fundador y director ejecutivo de digdeep.org, la única organización WASH (agua, saneamiento e higiene) que atiende a comunidades desfavorecidas en los Estados Unidos. Fue Emprendedor Social en Residencia 2019 (Becario SEERS) en la Universidad de Stanford y es Becario Ashoka. Se le puede contactar en georgemcgraw.com.
- Traducción del artículo The United States Needs Its Own WASH Sector por Ángela Mariscal