Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review publicado en la edición verano 2020.
Los estudiosos de los movimientos sociales han documentado durante mucho tiempo el modo en que las organizaciones activistas sin fines de lucro amplían el compromiso cívico, forjan la cohesión política y centran la atención en las comunidades subrepresentadas. Su hipótesis de trabajo ha sido que mientras más grupos activistas existan, habrá una democracia mejor y más fuerte.
Sin embargo, según algunos investigadores, profundos cambios han dado nuevas formas al activismo sin fines de lucro en las últimas décadas que van en contra de su supuesta función democratizadora. Al señalar el debilitamiento de la gobernanza democrática, el deterioro de la confianza en las instituciones, la politización del sector empresarial y el aumento vertiginoso de la desigualdad, afirman que la relación entre los grupos de activismo y la democracia se ha vuelto mucho más ambigua.
En su capítulo sobre activismo sin fines de lucro para la reciente tercera edición de The Nonprofit sector: A reseach Handbook (El sector no lucrativo: Un manual de investigación), Edward Walker, profesor de Sociología en la UCLA y Yotala Oszkay, estudiante doctoral en Sociología en UCLA, consideran la transformación de los grupos de activismo y lo que esto significa para el futuro de la sociedad civil y la democracia. Revisan las investigaciones recientes en seis áreas en las que los defensores sin fines de lucro han demostrado su capacidad para mejorar o debilitar la democracia, y destacan las estructuras organizativas, el contexto social y las presiones externas que contribuyen al cambio.
“Los autores dejan en claro que las organizaciones sin fines de lucro no son un bien absoluto para una sociedad democrática, pero tampoco son un mal absoluto”, dice Matthew Baggetta, profesor de Asuntos Públicos en la Indiana University’s Paul H. O’Neill School of Public and Environmental Affairs. “Una de las consecuencias es que los académicos, los responsables de las políticas públicas y el público en general deben pensar críticamente sobre las organizaciones sin fines de lucro que encuentran.
Los autores discuten el creciente “uso de las organizaciones sin fines de lucro como intermediarias políticas de las empresas u otros intereses”. Desde la década de 1970, “ha habido un increíble aumento de la actividad política empresarial a medida que las empresas comenzaban a sentirse amenazadas por la expansión de la burocracia reguladora federal”, comenta Walker. Surgieron grupos como Business Roundtable para interceder por el sector empresarial, mientras que la Cámara de Comercio y la Asociación Nacional de Fabricantes se fortalecieron. Muchas empresas recurrieron a consultores de asuntos públicos y comenzaron a organizar campañas para contrarrestar a los grupos de interés público.
“Según mi estimación”, dice Walker, algo así como el 40 % de las 500 empresas en la publicación Fortune trabajan con consultoras que movilizan la participación de las empresas”. Esto ha generado el astroturfing (la simulación del apoyo de las bases a una causa), el aumento del dinero oscuro (contribuciones de origen no revelado) y los esfuerzos estratégicos “para financiar organizaciones sin fines de lucro aliadas que abogan por cambios políticos que benefician a los intereses económicos de una empresa o un individuo poderoso”.
Mientras tanto, las organizaciones sin fines de lucro se han vuelto más “empresariales”, dicen Walker y Oszkay, al describir la profesionalización del activismo como una respuesta a las presiones del mercado en cuanto a eficiencia y responsabilidad. El aumento de herramientas y métricas para medir el impacto significa que “los profesionales remunerados y las élites empresariales han asumido las tareas de defensa típicamente asociadas con los activistas de los movimientos sociales”. Las agencias de terceros, como Charity Navigator, ahora utilizan métricas estandarizadas basadas casi en su totalidad en los formularios 990 para publicar calificaciones que privilegian la prestación de servicios a expensas de la organización de base.
Como resultado, “no hay tantos esfuerzos de capacitación diseñados para apoyar el activismo de base en las comunidades locales”, dice Walker. “En vez de ello, hay muchas más organizaciones, al menos en números absolutos, que están involucradas en activismo más profesionalizado, del tipo que recluta principalmente a personas como emisores de cheques y cartas, y que podría tener éxito en movilizarlos de esa manera, pero es quizás algo menos eficaz en la organización de conexiones profundas entre ellos de una manera que puedan construir un compromiso político duradero”.
Según Walker y Oszkay, el panorama también es variado cuando se trata de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), que reducen el costo de participación, pero no sin problemas potenciales. El acceso a las TIC dista mucho de ser universal; los académicos han identificado una brecha digital entre organizaciones. Las organizaciones sin fines de lucro más pequeñas y antiguas que trabajan con recursos limitados no pueden igualar los esfuerzos en línea de las organizaciones más jóvenes que gozan de mayor capital humano y financiero. La evidencia también sugiere que “las transacciones relacionadas con el creciente uso de las TIC” contribuyen a “formas de participación que son menos duraderas y menos capaces de generar un apoyo más amplio”.
Las organizaciones sin fines de lucro que buscan construir una sociedad más democrática y equitativa necesitarán “encontrar estrategias novedosas para aprovechar los recursos, las tecnologías, las redes sociales, las alianzas y los apoyos culturales más amplios”, concluyen Walker y Oszkay.
“Los autores insinúan que es esencial no pensar en el sector no lucrativo al margen de otros sectores, sino como integrado en lo que ocurre en los sectores público y lucrativo”, dice Baggetta. “Las organizaciones sin fines de lucro están profundamente entrelazadas con el estado y el mercado, y cualquier consideración seria del sector debe tener eso en cuenta”.
Edward T. Walker y Yotala Oszkay, “The Changing Face of Nonprofit Advocacy” (“El rostro cambiante del activismo sin fines de lucro”) de The Nonprofit Sector: A Research Handbook, Third Edition (El sector no lucrativo: un manual de investigación, Tercera edición), Walter W. Powell y Patricia Bromley, eds., Stanford, CA: Stanford University Press, 2020.
- Daniela Blei es historiadora, escritora y editora de libros académicos. Su escritura se puede ver aquí: daniela-blei.com/writing. Ella tuitea esporádicamente: @tothelastpage.
- Traducción del artículo Nonprofit Advocacy and Democracy por Leticia Neria.