Por qué es necesario sacar a las empresas de los márgenes, situarlas en el centro de la justicia climática y cómo lograrlo.
El cambio climático nos afecta a todos, pero sus efectos persistentes ponen en mayor riesgo la vida y el sustento de algunas personas que de otras. Según el informe de las Naciones Unidas sobre el cambio climático de 2022, el 40% de la población mundial es altamente vulnerable a los efectos del cambio climático, lo que significa que su salud física y mental ya se ve afectada por enfermedades relacionadas con el clima y fenómenos naturales extremos. El informe es solo una de las muchas llamadas de atención para actuar con urgencia, no solo frente a la crisis climática, sino también en favor de la justicia climática: un enfoque en búsqueda de soluciones que, además de mitigar sus efectos, aborden las desigualdades sociales relacionadas con el género, la raza, la etnia, la geografía, los ingresos y otros factores. Es importante actuar en favor de la justicia climática, porque las desigualdades sociales agravan los riesgos y los costos que enfrentan las personas vulnerables como consecuencia del cambio climático. También limitan la capacidad de las personas para participar en las oportunidades que traerá la transición global hacia una economía verde con menos emisiones de carbono, más eficiente en el uso de los recursos y más inclusiva desde el punto de vista social.
La comprensión y la concientización sobre la justicia climática han evolucionado en las últimas décadas. Sus raíces se encuentran en el movimiento por la justicia medioambiental en Estados Unidos, donde, en la década de 1990, activistas denunciaron el impacto desproporcionado de los contaminantes en las comunidades de personas de raza negra de Carolina del Norte. En 2000, la organización Global Corporation Watch utilizó el término en su informe «Climate Gangstas vs Climate Justice» (Gánsteres del clima contra la justicia climática) lo que marcó el inicio de un enfoque más global. En 2002, los asistentes a la primera Cumbre por la Justicia Climática, celebrada al margen de la sexta Conferencia de las Partes (COP6), destacaron el hecho de que los países y las comunidades menos responsables de las emisiones de carbono eran quienes sufrían sus peores consecuencias.
En los últimos años, este enfoque ha ganado terreno y se ha incorporado a un número creciente de agendas políticas y jurídicas. La justicia climática, por ejemplo, se incluyó en el Acuerdo de París de 2015, y en julio de 2022, las Naciones Unidas declararon el acceso a un medio ambiente limpio y saludable como un derecho humano. Además, aunque en 2001 el término no aparecía en absoluto en los medios de comunicación internacionales , hoy llega a mencionarse en los medios hasta 5000 veces al año.
Por qué la justicia climática es importante para las empresas
Todos los sectores tienen un papel que desempeñar en la consecución de la justicia climática, pero es justo decir que, en comparación con el gobierno y la sociedad civil, las empresas han tardado en abordar el reto y, de hecho, a menudo se les señala como parte del problema. Sin embargo, las tendencias y los acontecimientos recientes han generado que la justicia climática también cobre importancia en la agenda empresarial.
En primer lugar, la pandemia de COVID-19, al igual que el cambio climático, ha exacerbado las profundas desigualdades y vulnerabilidades sociales. También ha puesto de relieve la interconexión entre los seres humanos y el medio ambiente, así como ha impulsado una rápida acción colectiva a gran escala para responder y recuperarse. Como resultado, las empresas están cada vez más interesadas en abordar los objetivos medioambientales, sociales y de gobernanza de forma más holística. Una vanguardia de líderes empresariales está asumiendo compromisos públicos para aplicar estrategias de justicia climática o de transición justa, y destacando explícitamente los vínculos entre el clima, los derechos humanos y las oportunidades económicas.
En segundo lugar, los inversores, consumidores, empleados y el público en general esperan cada vez más que las empresas adopten medidas directas para abordar conjuntamente el clima y la desigualdad. La encuesta Edelman Trust Barometer (Barómetro de la Confianza de Edelman) de 2022, por ejemplo, reveló que más del 81% de los encuestados deseaba que los directores generales se pronunciaran sobre cuestiones controvertidas, tales como el cambio climático y la desigualdad. Por ende, las empresas deben responder cada vez más a estas expectativas cambiantes.
En tercer lugar, la acción política en materia de justicia climática se ha acelerado en respuesta al aumento de los costos humanitarios y económicos de los fenómenos meteorológicos extremos relacionados con el clima, a la preocupación por la pérdida de puestos de empleos, al creciente apoyo a movimientos de la sociedad civil como Black Lives Matter y Fridays for Future, y a iniciativas lideradas por las Naciones Unidas, como Race to Net Zero y Race to Resilience. Los esfuerzos de la Administración Biden para abordar conjuntamente las desigualdades raciales y climáticas reflejan esta situación: por ejemplo, la creación en septiembre de 2022 de una Oficina de Justicia Ambiental y Derechos Civiles Externos de alto nivel dentro de la Agencia de Protección Ambiental, y el Nuevo Pacto Verde de la Unión Europea. Las empresas están respondiendo, ya sea mediante acciones directas para adelantarse a la evolución de los requisitos normativos y legales, o bien, en algunos casos, abogando por que los gobiernos intensifiquen sus esfuerzos. La iniciativa Transform to Net Zero ha identificado la justicia climática como una prioridad. Del mismo modo, el Consejo para el Capitalismo Inclusivo está movilizando a los líderes empresariales en torno a la consecución de una transición energética justa.
Por último, un número creciente de empresas reconoce que los riesgos de la inacción frente al cambio climático repercuten más allá de los costes económicos y físicos inmediatos (los miles de millones de dólares que las empresas estadounidenses han gastado en reparar los daños causados por fenómenos meteorológicos extremos son solo un ejemplo). Cada vez más, estos riesgos incluyen los relacionados con el empleo, los derechos humanos, la resiliencia de la cadena de suministro e incluso los modelos de negocio, seguridad y competitividad. Más allá de no abordar los peores efectos del cambio climático, incluso las inversiones en la transición energética pueden tener repercusiones negativas en las personas vulnerables y crear riesgos para las empresas. Un informe reciente, por ejemplo, identificó casi 500 denuncias de abusos contra los derechos humanos relacionados con la extracción de minerales a fin de la transición a energías renovables entre 2010 y 2021. A menos que las empresas persigan activamente la justicia climática en todas sus cadenas de suministro, no solo pondrán en peligro la velocidad y escala de la transición hacia las cero emisiones netas, sino que también correrán el riesgo de exacerbar la desigualdad y perder el valor de su marca y la confianza de las partes interesadas.
Un nuevo marco para la acción empresarial
En la actualidad, existen pocos recursos para ayudar a las empresas a identificar y medir el impacto social de sus compromisos climáticos, aunque la World Benchmarking Alliance está desarrollando indicadores que contribuirán a una mayor coherencia. Al tomar esto en cuenta, y con el espíritu de trabajar en colaboración, la comunidad de impacto social Business Fights Poverty (Empresas contra la Pobreza), la Iniciativa de Responsabilidad Corporativa de la Harvard Kennedy School y la consultora especializada en sostenibilidad y clima Change by Degrees (Cambio por grados) han aprovechado trabajos anteriores para desarrollar un marco de acción para las empresas que desean abordar la justicia climática pero no saben cómo. El marco ayuda a desglosar la justicia climática en partes manejables e incluye una herramienta de diagnóstico para que las empresas puedan evaluar lo que ya están efectuando y dónde pueden añadir valor real.
El marco se organiza en un esquema de tres dimensiones por siete componentes. En primer lugar, describe las tres esferas de influencia que puede utilizar una empresa: la actividad principal (incluidas las operaciones y las cadenas de suministro), la filantropía (incluidas las inversiones en la comunidad) y la influencia en las políticas. Estas áreas de influencia fueron desarrolladas por Jane Nelson, directora de la Iniciativa de Responsabilidad Corporativa de la Harvard Kennedy School, y han sido bien recibidas por las empresas a lo largo de los años.
El marco también describe siete principios fundamentales de la justicia climática, basados en los principios de la Fundación Mary Robinson - Justicia Climática. El enfoque se basa en el derecho internacional y regional en materia de derechos humanos y es aplicable a una amplia gama de organizaciones, pero se encuentra adaptado a un público empresarial. Desglosar el concepto de justicia climática de esta forma ha sido útil para las empresas que se esfuerzan por comprender y explicar el término a diferentes partes de sus organizaciones. Los siete principios son los siguientes:
1. Adoptar un enfoque centrado en las personas y basado en los derechos. ¿La empresa está comprometida con el respeto de los derechos humanos en todas sus operaciones y cadenas de suministro? ¿Apoya los Principios Rectores sobre las Empresas y los Derechos Humanos de las Naciones Unidas y los aplica en sus procesos de diligencia debida en cuestiones medioambientales, incluidos los compromisos climáticos? La empresa de bienes de consumo Unilever ofrece un buen ejemplo. Adopta un enfoque integral de los derechos humanos y considera que la justicia climática no se trata tanto de hacer cosas nuevas, sino de aplicar una perspectiva de justicia social al trabajo climático que ya realiza.
2. Planificación para una transición justa. ¿La empresa cuenta con un plan justo para abandonar el carbono? ¿Participan los empleados, los trabajadores y las comunidades de acogida en la planificación de la transición? ¿Tienen acceso a la formación, las habilidades, las capacidades y los recursos que necesitarán para hacer frente a la transición energética y beneficiarse de ella? La empresa tecnológica Meta, por ejemplo, alimenta sus centros de datos en Estados Unidos con energía 100% renovable. Esta energía alimenta a las redes eléctricas locales para que las personas que viven cerca de los centros de datos puedan beneficiarse de la energía renovable. Además, se crearán 40,000 nuevos puestos de trabajo para finales de 2022.
3. Repartir las cargas y los beneficios de forma equitativa. ¿La estrategia climática y las inversiones de la empresa protegen a las personas y comunidades más vulnerables de los efectos del cambio climático, la transición energética y las políticas relacionadas? ¿Están al alcance de todos los beneficios de las acciones climáticas de la empresa (como el aire limpio, los avances tecnológicos y los empleos verdes)? Por ejemplo, como parte de su compromiso de utilizar el 100 % de energía renovable para 2025, Microsoft colabora con Volt Energy, una empresa de desarrollo de energía solar fundada y dirigida por personas de raza negra, que le suministrará 250 megavatios de energía solar. Ambas empresas invertirán una parte de los ingresos de su acuerdo de suministro eléctrico en el acercamiento de la energía renovable a las comunidades que actualmente no se benefician de las iniciativas públicas o privadas existentes de energía limpia.
4. Participación, transparencia y rendición de cuentas: ¿Cómo influyen las necesidades de las personas más afectadas por el cambio climático y la transición energética en las políticas y los productos de la empresa? ¿Quién exige responsabilidades a la empresa? ¿Cómo garantiza la empresa la transparencia de sus compromisos y acciones ante sus empleados, clientes, proveedores y comunidades de acogida? Por ejemplo, Patagonia, la empresa estadounidense de ropa para actividades al aire libre, ha establecido una relación duradera con el pueblo gwich'in del Ártico para que tengan palabra en la labor de defensa de la empresa para poner fin a la perforación petrolera en la región.
5. Diversidad, equidad e inclusión: ¿La empresa ha identificado cómo las diferentes personas y grupos son vulnerables tanto al cambio climático como a la acción climática? ¿Contribuye un grupo diverso e inclusivo de partes interesadas a las decisiones relacionadas con el clima? ¿Los compromisos de la empresa con la diversidad, la equidad y la inclusión están vinculados a sus compromisos climáticos? La empresa de software Salesforce, por ejemplo, centró su Impact Lab de octubre de 2021 en la justicia climática, con el objetivo de diseñar conjuntamente soluciones tecnológicas para las comunidades racializadas de bajos ingresos afectadas por el cambio climático.
6. Educación y competencias: ¿Invierte la empresa en formación, herramientas y conocimientos para promover la justicia climática y mejorar las oportunidades futuras y la resiliencia de los empleados y de toda la cadena de suministro? Por ejemplo, la empresa cervecera AB InBev puso en marcha un programa piloto con la innovadora start-up financiera OKO con el fin de directamente proporcionar seguros agrícolas indexados al clima a los pequeños agricultores de su cadena de suministro en Uganda. Como parte del programa piloto, agentes locales de OKO registraron a los agricultores y les impartieron capacitación para ayudarles a evaluar cómo los seguros podrían contribuir a mejorar la resiliencia de sus explotaciones agrícolas frente a fenómenos meteorológicos como las inundaciones o las sequías.
7. Alianzas: ¿Colabora activamente la empresa con gobiernos, proveedores, ONG y grupos de trabajadores para superar los obstáculos que impiden avanzar en la justicia climática y ampliar el impacto? Por ejemplo, Transform to Net Zero ha elaborado una guía para la colaboración entre proveedores y compradores con el fin de reducir las emisiones indirectas de las cadenas de suministro.
Nuestra herramienta de diagnóstico ayuda a las empresas a procesar estas preguntas, determinar en qué punto se encuentran (si son “principiantes”, “aprendices” o “líderes”) en un espectro de actividades e intenciones relacionadas con la justicia climática, y decidir qué medidas tomar. Por ejemplo, las empresas “líderes” probablemente se centran en abordar los riesgos y oportunidades de la justicia climática en sus operaciones comerciales básicas y cadenas de suministro, en lugar de limitarse a financiar proyectos comunitarios o programas universitarios que apoyan la justicia climática. Dicho esto, pasar de “principiante” a “líder” suele requerir una combinación de actividades en todas las esferas de influencia de la empresa, y son muy pocas las que realmente se acercan a ese nivel.
De la periferia al centro
La mayoría de las guías para la acción empresarial contra el cambio climático se centran en lograr reducciones en la cantidad absoluta de carbono que emite una empresa o en su intensidad de carbono, y no en el impacto de las reducciones en los trabajadores o comunidades. Al contrario, nuestro marco tiene como objetivo: a) ayudar a las empresas genuinamente interesadas en la justicia climática a identificar dónde pueden mitigar de manera más eficaz los riesgos relacionados con el clima para las personas, y b) añadir valor real a la empresa, a sus consumidores y accionistas, así como a las comunidades en las que operan.
El aumento de los compromisos empresariales para alcanzar el objetivo de cero emisiones netas en los últimos años figura una tendencia positiva, pero los compromisos deben ampliarse a fin de abarcar la justicia climática. Las empresas presentan una gran oportunidad de ayudar a liderar el camino en colaboración con el gobierno y la sociedad civil.
Autor original
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Zahid Torres Rahman es director ejecutivo y fundador de Business Fights Poverty, una empresa B Corp fundada en el Reino Unido que aprovecha el poder de la colaboración para ayudar a las empresas a descubrir nuevas oportunidades de impacto social. La organización reúne a los mejores pensadores y a los profesionales más apasionados de su red global de más de 35,000 profesionales.
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Jane Nelson es directora de la Iniciativa de Responsabilidad Corporativa de la Harvard Kennedy School. Es coautora de seis libros y más de 100 publicaciones sobre responsabilidad corporativa, asociaciones público-privadas y el papel del sector privado en el desarrollo sostenible. También forma parte de la Comisión Empresarial para Combatir la Desigualdad.
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Tara Shine es codirectora ejecutiva de Change by Degrees. Anteriormente, trabajó durante 20 años como negociadora internacional sobre el cambio climático y asesora de gobiernos y líderes mundiales en materia de política medioambiental, y fue asesora especial de la Fundación Mary Robinson - Justicia Climática, así como de The Elders.
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Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review.
- Traducción del artículo A Framework for Business Action on Climate Justice por Cristina Rodríguez, con apoyo de DeepL.
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