Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review publicado en la edición otoño 2020.
Los Fondos Asesorados por Donantes (DAF por sus siglas en inglés) son un vehículo cuya popularidad ha incrementado para las donaciones caritativas. Actualmente hay más de 500,000 DAF individuales a lo largo de Estados Unidos, con activos superiores a los 100 mil millones de dólares. Todos los DAF son administrados por “patrocinadores”: organizaciones benéficas públicas exentas de impuestos que pueden administrar cualquier número de cuentas DAF individuales. Los patrocinadores incluyen fundaciones comunitarias, las ramas caritativas de administradores de inversiones como Fidelity y Charles Schwab, organizaciones religiosas y universidades.
Los donadores (a veces conocidos como “asesores” o “titulares” DAF) reciben una deducción fiscal cuando aportan dinero o activos apreciados a un DAF. Luego, los donadores pueden solicitar que el patrocinador del DAF distribuya los fondos a las organizaciones benéficas operativas de su elección. Aunque los donantes solo pueden “aconsejarle” a un patrocinador, y no exigirle, que haga una donación, casi siempre su consejo es atendido.
Los DAF pueden potencialmente afectar tanto el tiempo de entrega de las subvenciones como el tamaño de las donaciones: a menudo dan lugar a retrasos en las subvenciones en contraste con las donaciones que se hacen directamente a las organizaciones benéficas que están en operación, pero probablemente concedan una cantidad total mayor. La demora en la concesión de las subvenciones es lo que especialmente han criticado las organizaciones sin fines de lucro, las cuales prefieren tener la donación en sus manos lo antes posible.
Posponiendo subvenciones
A diferencia de las fundaciones, que deben distribuir al menos 5% de sus donaciones anualmente, los DAF no tienen ningún requisito de desembolso. Sin embargo, el desembolso promedio de los DAF es de aproximadamente el 20%, comparado con el promedio de las fundaciones que es de un poco más del 5%. Los directores ejecutivos de las organizaciones sin fines de lucro que brindan servicios a comunidades desfavorecidas quieren, comprensiblemente, fondos lo antes posible, bajo su supervisión. Sin embargo, la vida de los futuros beneficiarios no es menos valiosa que las de los actuales. Sin duda, un dólar gastado ahora es, en igualdad de condiciones, preferible a un dólar gastado más tarde, aunque sólo sea porque el efecto acumulativo de la inflación significa que un dólar ahora tendrá más poder adquisitivo. Pero los dólares en los DAF se invierten en acciones, bonos y otros activos que tienden a crecer más rápido que la tasa de inflación. De modo que la compensación que plantea la demora no es de un dólar ahora frente a un dólar después, en la mayoría de los casos es de un dólar ahora frente a algo más de un dólar después.
Además, los donantes pueden tener buenas razones para posponer las subvenciones y la sociedad puede tener fuertes justificaciones para apoyar la decisión de los donantes.
La primera razón, la efectividad de los donantes, es particularmente relevante para los donantes que son nuevos en el ámbito de la filantropía y aún no han determinado qué causas apoyar, y mucho menos han identificado las estrategias efectivas para lograr sus objetivos y las organizaciones a financiar. Considere un donante que vende una empresa emergente por millones de dólares y cuyos días siguen ocupados por su negocio. Sin el tiempo para considerar otras causas, podría optar por donar a una organización segura y familiar, como su alma mater. El aplazamiento de la concesión de subvenciones ofrecido por un DAF le da tiempo para evaluar una gama más amplia de causas. Una elección más considerada permitiría al donante obtener una mayor satisfacción personal de su donación y, lo que es más importante, puede resultar en una decisión que genere un bien social mayor.
Un donante tal vez quiera retrasar para tener una mejor efectividad para la causa: la causa particular que ha decidido apoyar, o la mejor estrategia de impacto, puede requerir de una financiación más tarde y no cuanto antes. Por ejemplo, puede decidir responder a la pandemia de COVID-19 y financiar las necesidades inmediatas de hoy, como el equipo de protección personal. O puede mirar hacia el futuro y apoyar con la distribución de la vacuna contra el coronavirus una vez que se haya desarrollado, o, más adelante en el camino, invertir en la reconstrucción o mejora de los sistemas de salud y bienestar del país después de la pandemia. De manera alternativa, quizá quiera planear hacer una serie de subvenciones anuales para sostener pequeñas organizaciones comunitarias, las cuales no podrían gestionar de manera efectiva grandes donaciones únicas.
Los donantes también pueden posponer las donaciones por motivos de legado: por ejemplo, inculcar valores filantrópicos en sus hijos o nietos al involucrarlos en las decisiones y darles discreción después de la muerte del donante. Aunque crear un legado es algo esencialmente personal, puede perpetuar prácticas altruistas que benefician a la sociedad. Al menos que tengamos una razón convincente para creer que un dólar caritativo gastado ahora puede conseguir significativamente más beneficios que un dólar caritativo gastado en el futuro, la demora por razones de legado puede ser algo positivo si se ve en su totalidad.
Por supuesto, algunos donantes dejan sus fondos DAF sin gastar ya sea por inercia, por procrastinación o por olvido. La inercia no es categóricamente algo bueno o malo, sino que su impacto social depende de si es más valioso dar ahora o después.
Los beneficios netos de posponer las subvenciones dependen no solo de la naturaleza del problema que los donantes están abordando, sino también respecto a cómo se invierten los fondos DAF antes de su concesión. Por lo general, los activos aportados a los DAF se invierten en fondos mutuos que poseen acciones, bonos y otros valores. Con una base ajustada al riesgo, es probable que los rendimientos rastreen a los rendimientos de todo el mercado y cuando los rendimientos son positivos, permiten subvenciones finales más grandes. Algunos patrocinadores también ofrecen oportunidades para hacer “inversiones de impacto,” como préstamos de bajo interés a pequeños negocios que se encuentran en comunidades desatendidas. Cuando los dólares de un DAF se invierten en empresas que por sí mismas ofrecen valor social, el bien generado por esas inversiones también debe considerarse en el análisis de costo-beneficio de los DAF.
Cualquier cálculo de beneficios netos y costos debe incluir las cuotas cobradas por los patrocinadores del DAF. Hay dos tipos de cuotas. Las cuotas administrativas anuales son las que cubren los costos operativos generales del patrocinador. Con los patrocinadores nacionales más grandes, estas cuotas se encuentran en el rango del 0.6% de los activos para un DAF de tamaño promedio. Las cuotas de inversión se cobran por administrar los activos invertidos en fondos mutuos u otros vehículos, van desde muy por debajo del 0,1% de los activos hasta por encima del 1,0%. Los porcentajes de ambos tipos de cuotas disminuyen a medida que crecen los activos del DAF. Aunque el que haya cantidades más grandes acumuladas en fondos permite a los patrocinadores recaudar más en cuotas, no hemos visto comportamientos en los patrocinadores principales que desalienten la concesión de subvenciones. La capacidad de los donantes para transferir activos de un DAF de una institución a otra funciona como un control competitivo en las cuotas que cobran los patrocinadores.
Los DAF y las donaciones caritativas
Los patrocinadores DAF también ofrecen a los donantes otras ventajas. Ellos aceptan activos complejos, incluyendo acciones de compañías privadas, y liquidan esos activos antes de distribuir los fondos a organizaciones benéficas que estén en operación. Los donantes pueden calificar para mayores beneficios fiscales al donar activos apreciados en vez de efectivo. Aunque las organizaciones sin fines de lucro bien dotadas, como las universidades y los museos de arte, por lo general pueden vender esos activos por su cuenta, las organizaciones benéficas comunitarias más pequeñas a menudo no pueden hacerlo. Los donantes pueden sobrepasar este obstáculo al dar activos complejos a un DAF y luego, después de la liquidación, distribuir sus ganancias a una organización como un banco de alimentos, el cual no habría podido aceptar activos complejos, ni siquiera valores ordinarios, directamente. Los DAF pueden "democratizar" las ventajas fiscales de las donaciones de activos apreciados al permitir que los grupos de base también se beneficien de estas donaciones.
Los DAF facilitan que los donantes maximicen el valor de la deducción fiscal caritativa de otras formas también. Un contribuyente que enfrenta la venta de un negocio u otro evento de liquidez puede obtener una deducción de impuestos en el año de ese evento —cuando es probable que se encuentre en una escala de impuestos más alta— incluso antes de saber a cuál organización benéfica que esté en operación le gustaría financiar en última instancia. Además, los donantes cuyas contribuciones anuales caen por debajo del nivel del cual se benefician de las deducciones detalladas pueden hacer una gran donación cada varios años a un DAF, y así beneficiarse de una deducción detallada en ese año, pero usar un DAF para distribuir fondos con mayor frecuencia.
El efecto neto de estos beneficios en la totalidad de las donaciones caritativas es difícil de estimar, en parte porque, desde 1990, el ascenso de los DAF ha coincidido con una serie de tendencias confusas. Por ejemplo, en las últimas dos décadas ha disminuido fuertemente el número de personas que forman parte de una iglesia en los Estados Unidos, lo que pudo haber reducido las donaciones, ya que las organizaciones religiosas históricamente han sido las mayores receptoras de donaciones caritativas. Al mismo tiempo, un mercado de valores en auge, durante la mayor parte de ese período, pudo haber aumentado el volumen de donaciones ya que las personas tenían más para dar. El hecho de que las donaciones caritativas han permanecido alrededor del 2% del producto interno bruto por muchos años puede significar que los DAF han tenido poco impacto o que han contrarrestado tendencias que de otro modo habrían llevado a una disminución de las donaciones.
La teoría económica puede ayudarnos a estimar el impacto de los DAF incluso cuando los datos son indeterminados. Debido a que los DAF hacen que sea más conveniente donar y permiten que muchos donantes reclamen mayores beneficios fiscales, estos fondos reducen tanto la molestia de donar como los costos de bolsillo de los donantes por cada dólar que contribuyen a una organización benéfica que esté en operación. Por lo tanto, reducen el “precio después de impuestos” de las donaciones caritativas. Es común que, cuando el precio de un bien baja, las personas compren más. Debido a que los DAF reducen el precio de las donaciones después de impuestos, esperaríamos que el efecto neto de los DAF sobre las donaciones totales sea positivo.
Hay otros dos efectos de los DAF que vale la pena mencionar. Primero, algunas contribuciones a los DAF puede que se hubieran destinado a fundaciones privadas en otro caso, las cuales tienen diferentes normas legales, estructura y operaciones. Una diferencia es que la tasa de pago promedio para los DAF es considerablemente mayor que la tasa de pago requerida (y promedio) para las fundaciones privadas. Por lo tanto, para las contribuciones que en otro caso habrían ido a fundaciones privadas, los DAF pueden llevar a una aceleración del pago en lugar de un aplazamiento. Además, aunque las fundaciones a menudo otorgan subvenciones restringidas, la mayoría de las subvenciones de los DAF no tienen restricciones, algo que para la mayoría de las organizaciones tiene un alto valor.
Segundo, los DAF pueden proporcionar a las organizaciones benéficas en operación una función de amortiguación, al aumentar las donaciones durante las recesiones económicas. La razón de esto es que, si bien los donantes pueden ser reacios a destinar nuevos fondos a organizaciones benéficas cuando la economía es mala, ya han comprometido sus fondos DAF a organizaciones benéficas. Como consecuencia, no tendrán incentivos para reducir los pagos recomendados de los DAF cuando la economía sea mala y algunos podrían recomendar un aumento en los pagos durante tiempos difíciles.
Nuestra evaluación positiva no descarta reformas dirigidas a fallas específicas en la estructura regulatoria de los DAF, como la posibilidad de usarlos para eludir las restricciones sobre la elegibilidad de las organizaciones para el estatus de organización benéfica pública. Dejaremos para un artículo posterior esta y otras cuestiones relacionadas con los DAF, incluyendo la valuación de activos complejos, la inversión de activos en fondos ambientales, sociales y de gobernanza (ESG) y de impacto, el anonimato de los donantes y las restricciones impuestas por los patrocinadores a los beneficiarios permitidos.
- Este artículo es producto de la práctica del Laboratorio de Leyes y Políticas de Stanford sobre fondos asesorados por donantes que se impartió en el trimestre de invierno de 2019-20. Los participantes fueron Courtney Elise Cooperman, Drew Edwards, Alyssa Epstein, Alexandre Simoes Gomez Jr., Macey Lauren Olave, Fernando Rodriguez Silva Santisteban, Kavya Shankar, y Michelle Zhao. El curso fue impartido por los profesores de la Facultad de Derecho de Stanford, Joseph Bankman y Paul Brest, y por Daniel Hemel.