Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review publicado en la edición verano 2021.
(Ilustración de Adam McCauley)
En las ciudades chinas, el servicio a domicilio de restaurantes es fácil, refinado y económico. Mucha gente, incluyendo familias de clase media y estudiantes, ordenan incluso hasta tres veces por semana. Del otro lado de la ecuación, claro, está el ejército de repartidores desplegado por las dos principales compañías de reparto: Meituan y Ele.me, que juntas emplearon a 5.7 millones de repartidores en 2018. Estos repartidores en motocicleta desafían el tráfico, salarios bajos y condiciones difíciles de trabajo a cambio de una mayor libertad de la que tendrían si trabajaran en una fábrica.
Ya-Wen Lei, profesora adjunta de sociología en la Universidad de Harvard, empezó a estudiar este mundo cuando algunos obreros, a quienes entrevistaba para saber sobre una campaña nacional china para automatizar el sector manufacturero, renunciaron a sus trabajos para convertirse en repartidores en motocicleta.
La vida de los trabajadores en las fábricas y en los dormitorios administrados por las compañías era difícil, así que “en un inicio pensé que eran felices” en su nuevo empleo como repartidores, dice Wen. Pero cuando entrevistó a un exobrero, se sorprendió al enterarse de que estaba involucrado en protestas en contra de la plataforma de reparto para la cual trabajaba ahora.
“Muchos trabajadores están muy enojados con la manera en que estas compañías de plataforma controlan a la fuerza laboral”, dice Wen.
La breve historia de descontento laboral entre los repartidores involucra conflictos en torno al dinero y las condiciones de trabajo. Wen explica que cuando estas plataformas de reparto cambiaron las reglas sobre cuánto ganarían los trabajadores por un cierto número de repartos, los empleados se movilizaron y obligaron a las compañías a ceder, al menos parcialmente, varias veces en los últimos años. En un país donde las reglas laborales son, por lo general, estrictas, el gobierno no se preocupa por huelgas de estos trabajadores con empleos menores, pues no ponen en riesgo la estabilidad social. Sin embargo, este sector en conjunto sí es importante, ya que funge como una reserva crucial para absorber a trabajadores destituidos de la industria manufacturera y a otros trabajadores marginados, dice la investigadora.
Con huelgas y otras acciones laborales al alza entre los repartidores chinos, Wen decidió estudiar el sector a través de entrevistas para así entender cómo los trabajadores conectan para ejecutar las protestas, incluso cuando en muchos casos trabajan esencialmente solos, sin colegas ni camaradería. Comparó dos tipos de plataformas utilizadas por Meituan y Ele.me: plataformas de servicio, donde los repartidores tienen un espacio de trabajo fijo, una estación de trabajo propia, un supervisor y trabajan junto a otros; y las plataformas de empleo esporádico, donde no comparten un empleador o espacio común, y la IA de la plataforma digital asigna los repartos con base en la ubicación y los indicadores clave de desempeño (ICD). Para su sorpresa, Wen encontró que “los que trabajan en plataformas de empleo esporádico son quienes organizan huelgas y protestas con mayor frecuencia, a pesar de estar más dispersos y no conocerse entre sí”. Su estudio describe cómo la arquitectura de la plataforma de empleo esporádico jugó un rol en el descontento de los trabajadores, pues desconfiaban de las decisiones hechas por la plataforma digital y no podían comunicarse cara a cara con un jefe humano para reclamar y buscar mejoras.
Wen encontró en las entrevistas que los trabajadores esporádicos insatisfechos lograban organizarse en grupos de redes sociales donde podían discutir sus problemas. Por lo general, un grupo de cuatro o cinco repartidores se convertía en el núcleo de la protesta, y a menudo se reunían para cenar después del trabajo.
Wen descubrió que los trabajadores que iniciaban las huelgas en contra de las compañías de reparto tendían a tener ingresos más altos y se dedicaban de tiempo completo al trabajo esporádico en estas plataformas; algunos también tenían experiencia en fábricas, donde aprendieron a organizar las protestas. Los trabajadores en el núcleo de la protesta reclutaban a unos diez colegas más para llevar a cabo patrullajes y cometer actos violentos, por ejemplo, atacar las motocicletas de repartidores que no se unieron a las protestas. Asimismo, intentaban crear alianzas con los restauranteros, quienes con frecuencia también están disconformes con las cuotas que las plataformas de reparto extraen para conectar a los consumidores con los restaurantes. Algunos dueños de restaurantes, encontró Wen, regalan comida gratis a los repartidores en huelga.
Los métodos de investigación utilizados por Wen para entender el descontento de los repartidores incluyó trabajo de campo, 68 entrevistas, información etnográfica y 87 instancias de movilizaciones de trabajadores, huelgas incluidas. Además de elementos de control tecnológico y algorítmico, que usualmente son considerados por investigadores que publican en inglés sobre asuntos laborales en la economía de plataforma, Wen consideró “aspectos de control legales y organizacionales”, comenta. Por ejemplo, los contratos laborales dan a la compañía un derecho unilateral de cambiar las reglas y los costos, lo que vuelve precaria la situación de los trabajadores e implica que tengan que movilizarse para lograr ser escuchados. Esto se vuelve especialmente intolerable para los trabajadores esporádicos, pues este cambio en reglas y costos es decidido por una plataforma digital y no tienen oportunidad de entablar un diálogo o recibir una explicación.
Mary Gallagher, profesora de ciencias políticas de la Universidad de Michigan, considera el trabajo de Wen como “el estándar de referencia por la forma en que usa diferentes tipos de análisis”.
La contribución más importante de esta investigación, dice Gallagher, “es mostrar cómo los trabajadores de estas nuevas industrias en la economía de trabajos esporádicos y de corta duración, son capaces de encontrar maneras de construir solidaridad aun cuando no están juntos en un centro de trabajo y, quizá, nunca se conozcan en persona”. Aunque China ha avanzado más que Estados Unidos en cuanto al nivel de penetración de esta infraestructura de trabajos esporádicos y repartidores de alimentos, compañías estadounidenses como Instacart y DoorDash tienen esquemas de trabajo similares, y dice: “los empleadores creían que sería difícil de organizar, pero en realidad puede haber solidaridad”.
Ya-Wen Lei, “Repartir solidaridad: arquitectura de plataforma y discordia colectiva en la economía china de plataforma”, American Sociological Review, vol. 86, no. 2, 2021, pp. 279-309.
- CHANA R. SCHOENBERGER (@cschoenberger) es una periodista establecida en la ciudad de Nueva York. Escribe sobre negocios, finanzas e investigaciones académicas.
- Traducción del artículo Chinese Food-Delivery Workers, Unite! por Carlos Calles.