Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review publicado en la edición primavera 2021.
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Hace algunos años, cuando Matthew Feinberg y Robb Willer caminaban juntos en el campus de la Universidad de California, Berkeley, se encontraron a un grupo de manifestantes que bloquearon su camino y los trataron mal. Feinberg, ahora psicólogo social en la Rotman School of Management de la Universidad de Toronto, y Willer, sociólogo en la Universidad de Stanford, apoyaban a la causa de los manifestantes, pero les fue difícil simpatizar con ellos tras el hostil encuentro.
Feinberg y Willer se preguntaron más ampliamente sobre cómo los comportamientos de protesta afectan al apoyo de los movimientos sociales. Su desconcierto generó una pregunta de investigación: ¿ayuda o perjudica a un movimiento el que los activistas bloqueen el tráfico, cierren autopistas, dañen la propiedad, o participan en otras actividades sumamente visibles y perjudiciales?
Feinberg, Willer y Chloe Kovacheff, estudiante doctoral en Rotman, diseñaron seis experimentos para responder a esta cuestión. Reclutaron a cientos de participantes de todo Estados Unidos a través de Amazon Mechanical Turk, una plataforma de colaboración masiva. Después, midieron las respuestas de los participantes a historias de comportamientos de protesta percibidos como extremos y altamente perturbadores, y exploraron los procesos psicológicos que impulsaban sus reacciones. Con una red muy amplia, los autores analizaron los movimientos de todo el espectro político, desde progresistas hasta conservadores, enfocándose en cualquier actividad de protesta que los participantes del estudio encontraran emocional y físicamente dañina.
“Descubrimos que los comportamientos extremos de protesta suelen ser vistos como inmorales, lo que disminuye la conexión emocional del individuo y, por ende, afecta al identificarse con el movimiento”, menciona Kovacheff. “La identidad social, o cuánto alguien se siente identificado con un grupo, es un motivador enorme. Cuando las personas sienten que pertenecen a un grupo, van a querer hacer cosas a favor de este”, explica.
Kovacheff y sus coautores descubrieron que a la inversa también sucede. Cuando los participantes del estudio observaron o experimentaron acciones de protesta extremas, se sintieron más distantes y menos identificados con los manifestantes, lo que disminuyó su apoyo a estos. La percepción de inmoralidad tiene un papel importante en este proceso: los participantes del estudio consideraron como inmorales los comportamientos que percibieron como perjudiciales o que atentaban contra las libertades individuales.
“Tenemos mucho conocimiento sobre las razones que motivan a las personas a actuar en favor de los movimientos de protesta, pero poco sabemos sobre las tácticas o las formas específicas de acción que pueden aumentar o disminuir la identificación y el apoyo del público a estos movimientos”, menciona Martijn van Zomeren, psicólogo en la Universidad de Groningen, en los Países Bajos. “Estos hallazgos sugieren que los comportamientos de protesta extremos no son una táctica eficaz en este respecto”.
Al observar movimientos de protesta de todo el mundo, los investigadores han documentado algunas de las formas en que las tácticas violentas pueden ser contraproducentes al alejar a posibles aliados. Pero Feinberg, Willer y Kovacheff van más allá del binomio entre violento y pacífico, y destacan los efectos de comportamientos de protesta que encajan en otra categoría: no violentos, pero todavía muy perturbadores.
Los seis experimentos de los autores se diseñaron para tener en cuenta las diferencias individuales que ayuden a configurar las respuestas populares a las acciones de protesta extremas. En su análisis se tienen en cuenta las opiniones políticas, ideológicas, raciales y actitudes preexistentes de los participantes sobre la causa en cuestión. En los seis estudios, los autores evaluaron el apoyo de los participantes al movimiento y les preguntaron si estaban dispuestos a unirse a él en un evento futuro. Esto les permitió determinar si las tácticas extremas no solo socavan el apoyo a una protesta específica, sino que también erosionan la simpatía para otras causas defendidas por el movimiento. De hecho, los autores encontraron que las acciones de protesta extremas debilitan el apoyo a las “posiciones centrales” del movimiento.
En consecuencia, los activistas se enfrentan a un dilema, dicen Feinberg, Willer y Kovacheff. Cada vez hay más investigaciones que demuestran que las acciones de protesta disruptivas suelen tener éxito al generar conciencia popular y presionar a las instituciones a generar cambios, no obstante, los resultados de este estudio demuestran cómo las acciones más extremas suelen considerarse como inmorales, lo que disminuye la conexión emocional y la identificación social del público con el movimiento.
“Estudios previos han mostrado que es más probable que los medios de comunicación cubran un tema cuando es dramático o sensacionalista”, explica Kovacheff. “Debido a esto, las protestas más extremas atraen más cobertura, lo que da a conocer al movimiento. Sin embargo, nuestra investigación encuentra que estas tácticas pueden tener costos significativos al provocar una reducción del apoyo público”.
Las conclusiones del estudio “tienen fuertes implicaciones para aquellos que elaboran las tácticas del movimiento”, dice van Zomeren, y “sin duda aguardan más investigaciones en otros contextos culturales y políticos”. Pero incluso el mero conocimiento de un “posible intercambio entre tácticas que son efectivas para generar conciencia y las que consiguen apoyo” puede ser útil para los activistas, sugiere Kovacheff. Los activistas podrían considerar la posibilidad de aplicar múltiples estrategias para conseguir apoyo, al centrarse en las maneras de fortalecer las percepciones de moralidad mientras siembran vínculos emocionales más estrechos y una identificación social con el público.
Matthew Feinberg, Robb Willer, y Chloe Kovacheff, “The Activist’s Dilemma: Extreme Protest Actions Reduce Popular Support for Social Movements", (El dilema del activista: las acciones de protesta extremas disminuyen el apoyo popular a los movmientos sociales), Journal of Personality and Social Psychology, vol. 119, no. 5, 2020, pp. 1086-1111.
- DANIELA BLEI es historiadora, escritora y editora de libros académicos. Sus escritos pueden consultarse en daniela-blei.com/writing. Publica en Twitter esporádicamente: @tothelastpage.
- Traducción del artículo What Kinds of Protests Work? por Leticia Arlet Neria Durán.