Foto de Soren Andersson/ Agencia de noticias TT/AFP vía Getty Images
Pareciera una escena sacada del Monty Python. El caballero Thomas Lindgren (izquierda) montando al caballo Soprano, y el caballero Anders Mansoon montando a Sara, cabalgan por Visby, un lugar declarado por la UNESCO como patrimonio de la humanidad, y el destino turístico más popular de la isla sueca de Gotland.
La provincia contrató a estos galantes de la sociedad de caballeros Tornamenteum para patrullar el pueblo medieval y promover entre los turistas el distanciamiento social y el lavado de manos. A diferencia de la mayoría de los países alrededor del mundo, Suecia ha mantenido sus fronteras abiertas durante la pandemia del coronavirus, y se ha negado a implementar restricciones de aislamiento o medidas de cuarentena, sin siquiera exigir el uso de mascarillas.
A principios de esta primavera, Suecia tenía una de las tasas de infección por COVID-19 más altas de Europa. Pero de acuerdo con información de septiembre del European Centre for Disease Prevention and Control (Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades), Suecia tiene actualmente una de las tasas de infección más bajas de todo el continente.
El modelo sueco de confiar más en la ética cívica que en las restricciones gubernamentales ha demostrado ser un caso atípico en el mundo, tan quijotesco como los caballeros andantes de Visby. —Marcie Bianco
- Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review publicado en la edición Invierno 2021.
- Traducción del artículo The Knights of COVID-19 por Leticia Arlet Neria Durán.