Esta organización está revolucionando el valor del arte como un bien público, poniéndolo al alcance de todos y haciéndolo redituable para sus creadores.
“El arte puede cambiar la vida de las personas”, afirma Yomi Ayeni, artista plástico y fundador de la organización sin fines de lucro We Are From Dust (Somos de polvo, WAFD por sus siglas en inglés).
Su creencia en el poder transformador del arte lo impulsó a encontrar una manera de reutilizar las obras de arte de Burning Man (Hombre en Llamas), el festival anual de arte que atrae a miles de personas para crear Black Rock City, un enorme campamento lleno de instalaciones artísticas en el desierto de Black Rock en Nevada. Ayeni es un devoto de Burning Man, al cual ha asistido y ha sido voluntario en su equipo de comunicación por más de dos décadas. El festival es remoto y costoso, con boletos que van desde los cientos hasta los miles de dólares, por lo que vio la oportunidad de beneficiar tanto a los artistas como al público que no puede asistir.
En 2015, Ayeni puso en marcha WAFD para llevar las inspiradoras obras de arte a espacios públicos y ponerlas al alcance de todos. La universalidad de su misión social se refleja el nombre de la organización, la cual refiere a la idea de que todos los seres humanos están hechos de una misma sustancia única: polvo. El nombre es también un guiño a la experiencia del desierto de Burning Man, donde tanto la gente como el arte se cubren de polvo.
Antes de WAFD, el arte creado para Burning Man se quemaba o se almacenaba al final de la semana del festival. “No se tiene una mínima idea de la magnitud o la inmensidad de todo esto si los ves botado en un contenedor en algún lugar”, dice Ayeni. Ahora, con WAFD, las obras de arte han encontrado vida después de Burning Man al ser exhibidas en exposiciones públicas que esperan cambiar el modo en que la gente se relaciona con el arte y cómo valora su relevancia en su vida cotidiana.
“Básicamente, estamos transformando los espacios públicos en parques escultóricos”, menciona Candace Locklear, miembro del equipo de WAFD. “Personas que probablemente nunca irán al Burning Man, especialmente niños, pueden ver este tipo de arte”.
Actualmente, WAFD realiza instalaciones públicas en tres lugares del mundo: una en el puerto de Point San Pablo, justo al norte del puente de Richmond-San Rafael, en el condado de Contra Costa, California; la segunda, en el Artspace Ashton Court en Bristol, Inglaterra; y la tercera, en el centro de Salt Lake City, UtaH.
La instalación del puerto de Point San Pablo es de la artista Paige Tashner y consiste en dos grandes esculturas de gatos hechas de acero que ronronean cuando son acariciadas y que se iluminan por la noche. “Los Purr Pods (cortezas ronroneantes) forman parte del gran plan [de WAFD] para animar a la gente a interactuar con el arte en los espacios públicos”, dice Tashner. “[WAFD] también ha organizado visitas para que las personas conozcan su misión, el puerto de Point San Pablo, al arte y a los artistas”.
Hay un total de cinco instalaciones de arte de WAFD en el puerto de Point San Pablo. Una de ellas, además de Purr Pods, es Bee or Not to Bee (Abejas o no abejas, un juego de palabras en inglés con la frase “ser o no ser”), la cual fue creada para Burning Man 2019 por Robert y Lisa Ferguson.
Los artistas Lisa Ferguson y Robert Ferguson posan con escultura "Bee or Not to Bee", instalada en Point San Pablo Harbor, California.
“El objetivo del proyecto era destacar la importancia de las abejas”, menciona Lisa Ferguson. “Esta es una abeja más grande que lo natural. Mide más de 13 pies de largo y 8 pies de alto (4 metros de largo y 2 de alto). Es impresionante, pero, a su vez, pasiva. Se puede tocar y examinar. No te picará”.
El esfuerzo de la organización sin fines de lucro se ha gestado en un momento en que la financiación y el apoyo gubernamental al arte público han disminuido. WAFD paga a los artistas hasta 10,000 dólares por el alquiler de sus obras para las instalaciones públicas. También, organiza campañas de recaudación de fondos y acepta donaciones de los visitantes al lugar de las instalaciones. WAFD también tiene benefactores, según Locklear, y ha recaudado aproximadamente 250,000 dólares desde su creación. El financiamiento va directamente a los honorarios de los artistas y al costo de instalación de las piezas. WAFD depende de la comunidad de Burning Man para ofrecer voluntariamente su tiempo (actualmente es un equipo de cinco personas), lo que asegura que todos los fondos recaudados se destinen íntegramente a los artistas.
La pandemia de COVID-19 no disuadió a WAFD de su misión, ni al público de ver sus instalaciones. De hecho, la organización está trabajando activamente en cambiar y ampliar su oferta. Locklear señala que el equipo de voluntarios de WAFD apoya a la fotógrafa documental Erin Douglas para preparar las obras de su proyecto Black Burner (Quemador negro), donde se mostrarán imágenes e historias de los asistentes de raza negra a Burning Man en una instalación pública. “Como parte de la misión de WAFD, la ayudaremos a que su obra de arte ... encuentre un buen hogar”, afirma Locklear.
WAFD también está planeando conseguir dos nuevos sitios para instalaciones públicas en el norte de California, hogar de muchos artistas de Burning Man: American Canyon, en el condado de Napa, y Petaluma, en el condado de Sonoma. Lockelar añade que el enfoque será continuar ampliando su trabajo en más ciudades de Estados Unidos y del extranjero con la intención de apreciar el valor del arte como un bien público.
Autores originales:
- Kristi Eaton es una escritora freelance ubicada en Tulsa, Oklahoma, quien escribe sobre ciudades, Estados Unidos rural y organizaciones sin fines de lucro. Visita kristieaton.com para más de sus historias.
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Este artículo es contenido original de la revista de Stanford Social Innovation Review publicado en la edición verano 2022.
- Traducción del artículo Art from the Desert por Leticia Neria
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