Las donaciones a menudo excluyen a las organizaciones no lucrativas de cambio social, sobre todo a aquellas dirigidas por personas de color. El cierre de esta brecha podría transformar radicalmente la manera en la que se afrontan los problemas más apremiantes de la sociedad.
En mayo de 2021, la Universidad de Howard, una de las principales Instituciones históricas de educación superior para personas de raza negra en Estados Unidos (HBCU, por sus siglas en inglés), llevó a cabo una gran campaña de recaudación de fondos para la construcción de nuevas instalaciones y la obtención de donaciones para su Facultad de Bellas Artes. El anuncio apareció en los encabezados, no solo porque el complejo llevará el nombre del recién fallecido actor y exalumno Chadwick Boseman, sino porque detrás de dicho esfuerzo hay una historia de mucho mayor repercusión para el cambio social que la construcción de un edificio con un nombre famoso.
No es de extrañar que los filántropos realicen donaciones a diversas instituciones como universidades, hospitales y museos. La misma Universidad de Howard ha recibido más del doble de donativos que, por ejemplo, el Spelman College o la Universidad de Hampton, las dos HBCU que más donaciones han recibido. Sin embargo, existe un enorme abismo entre la fortuna de tan renombradas instituciones, dirigidas por personas de color, y la de sus contrapartes blancas. Los donativos de 712 millones de dólares que ha recibido Howard parecen un torpe error de dedo ante los 41 mil millones recibidos por la Universidad de Harvard. Según nuestro análisis de los datos de la Asociación Nacional de Contadores de Universidades y Escuelas de Educación Superior y de la revista U.S. News & World Report, la fortuna acumulada por las 10 universidades que más donativos reciben en los Estados Unidos es casi 95 veces mayor que lo recibido por todas las 107 instituciones de educación superior para negros (HBCU) juntas.
Si se considera el vasto panorama de organizaciones sin fines de lucro dedicadas a confrontar algunos de los desafíos sociales que más aquejan a los Estados Unidos hoy en día, las disparidades son igual de sombrías o más. Las donaciones sustanciosas y otras promesas de capital a largo plazo comúnmente se destinan a la creación de activos tales como edificios, así como a organizaciones no lucrativas tales como instituciones de educación superior (en la que el 70% de las organizaciones se sostienen por donativos), hospitales (33% de los cuales son financiados por donativos) y grupos para el fomento de las artes (de los cuales se sostienen en un 23% gracias a donativos). Sin embargo, rara vez se realizan donaciones destinadas a financiar el cambio social. Entre los años 2000 y 2013, únicamente el 5% de los grandes compromisos filantrópicos, es decir contribuciones de 10 millones de dólares o más para las causas sociales, se dieron en forma de donaciones. Dichas contribuciones son aún más escasas entre las organizaciones históricas de cambio social y dirigidas por personas de raza negra. A partir del 2018, las “donaciones” que recibieron la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color (NAACP, por sus siglas en inglés), la Equal Justice Initiative (Iniciativa para la Justicia Igualitaria) y el Community Change (Cambio Comunitario), tres de las más importantes organizaciones sin fines de lucro dirigidas por negros, fueron nulas.
Incluso tomando en cuenta las organizaciones no lucrativas dirigidas por personas de raza negra, que buscan el cambio social y que además reciben donativos, existe una brecha cada vez mayor entre las mismas y organizaciones similares encabezadas por personas blancas. Según un análisis realizado por el Grupo Bridgespan sobre los ingresos de inversión de 56 organizaciones de este tipo en general ––tales como el Southern Poverty Law Center (Centro Legal para la Pobreza del Sur), la Planned Parenthood Federation of America (Federación Estadounidense para la Paternidad Planificada), el Innocence Project (Proyecto Inocencia) y el Children’s Defense Fund (Fondo para la Defensa de los Niños)––, las organizaciones dirigidas por personas de color recibieron, en promedio, cuatro veces menos donativos que las encabezadas por personas blancas y tuvieron un porcentaje promedio de ingresos menor al 50%.
Contar con una reserva monetaria que genere ganancias anuales del 5% es la definición misma de la riqueza. Sin embargo, muchas de las organizaciones que promueven el cambio social, sobre todo aquellas dirigidas por personas de raza negra y cuyo impacto significativo alcanza la vida de millares de personas, carecen de este importante recurso o lo tienen de manera sumamente escasa. Los financiadores harían bien en replantearse ese cálculo, sobre todo en esta época de ajustes de cuentas racial histórico.
La lógica de las donaciones
Se puede decir que las donaciones son como dinosaurios que han existido durante siglos. A lo largo de la historia han provenido de personas de abolengo; es decir, de millonarios y multimillonarios blancos que realizan donativos para las instituciones de élite con las que simpatizan. Normalmente dichos donativos están destinados a organizaciones institucionales sin fines de lucro, vitales para la sociedad, por lo que conllevan un nivel mínimo de riesgo.
Sin embargo, dichas donaciones, anquilosadas y tediosas, podrían ser una herramienta de transformación en estos agitados tiempos. Un donativo no es solo un regalo monetario sino también una transferencia de poder, y eso lo convierte en la expresión máxima de la filantropía basada en la confianza. Por otro lado, los donativos amplían de manera drástica la cantidad de apoyo filantrópico que una organización no lucrativa de cambio social pequeña puede absorber con éxito en el futuro. Por lo tanto, para aquellos enigmas difíciles e intricados de la filantropía (como lo son la naturaleza de los problemas sociales de hoy, los diferentes puntos de vista de las partes interesadas y las narrativas encontradas del cambio social), las donaciones ofrecen una solución sublimemente simple a la vez: dar dinero a una organización que lo utilice a lo largo del tiempo para hacer una diferencia.
La lógica de las donaciones a las organizaciones no lucrativas de cambio social lideradas por personas negras se vuelve más convincente debido a que su base de activos es más pequeña, y las personas que las lideran a menudo provienen de las comunidades a las que sirven; por ello, están más cerca de los desafíos que dichas comunidades enfrentan y pueden abordarlos mejor y de maneras que “a menudo se pasan por alto o se malinterpretan cuando se ven a través de la lente de una cultura dominante”, como lo señalarían Angela Jackson, John Kania y Tulaine Montgomery en un artículo del 2 de octubre de 2020, para el Stanford Social Innovation Review, titulado Effective Change Requires Proximate Leaders (La necesidad de líderes cercanos para un cambio eficaz).
Sin embargo, cuando nosotros y nuestros colegas de Bridgespan le sugerimos a los dueños de la riqueza y a los líderes de fundaciones filantrópicas dirigir sus donativos a organizaciones de cambio social, principalmente a aquellas encabezadas por líderes de raza negra, indígenas o personas de color (BIPOC por sus siglas en inglés), a menudo nos presentan al menos una de las siguientes tres objeciones:
Primero: “La mayoría de las organizaciones sin fines de lucro, especialmente aquellas dirigidas por personas de color, carecen de la capacidad para absorber una donación de gran tamaño”. Hagamos de lado, momentáneamente, el sesgo y otros factores que alimentan el círculo vicioso en el que las organizaciones sin fines de lucro dirigidas por personas de color reciben menos dinero que las dirigidas por blancos y por ello están menos preparadas para manejar una gran apuesta filantrópica. Lamentablemente, la lista de organizaciones de ese tipo que pueden absorber una donación de, digamos, cien millones de dólares es demasiado corta.
Incluso una organización sin fines de lucro pequeña, pero de alto rendimiento con un presupuesto anual de 500,000 dólares, podría verse abrumada por una subvención de 5 millones de dólares. Sin embargo, y aquí es donde una donación se vuelve verdaderamente mágica, si esos mismos 5 millones de dólares llegaran en forma de donativo y generaran 250,000 dólares al año a perpetuidad, dicha donación sería exactamente lo que la organización necesitaría para lograr el impacto duradero que persigue.
De hecho, al considerar si otorgar fondos a una organización sin fines de lucro mediana o a una grande, los donantes deberían pensar más en los gastos básicos que en las aspiraciones. Es poco probable que un donativo de 2 millones de dólares, con todo y su ganancia anual de 100,000 dólares, impulse significativamente una organización sin fines de lucro liderada por gente de raza negra que enfrente desafíos sociales de grandes consecuencias. Si el financiamiento de los principales donantes no cubre por lo menos el 25 por ciento de los ingresos anuales de la organización, la diferencia que podrá hacer será mínima.
Los donantes que busquen tener un verdadero impacto deberán, en cambio, donar a un nivel que le permita a la organización tener éxito a largo plazo. El problema para las organizaciones lideradas por personas de raza negra que cuentan con un historial comprobado de progreso, no es que les den demasiado. El verdadero obstáculo es que se les da muy poco.
Segundo: “Yo sé administrar el dinero mejor que una organización sin fines de lucro”. Y puede que sea cierto, al menos a corto plazo. Es muy probable que, verdaderamente, un donante tenga mayores conocimientos financieros y cuente, sin duda, con una red de expertos más amplia y diversa a la cual recurrir. Pero en algún momento, ese argumento se debilita. ¿Cuántos donantes existen que administren una inversión significativa a nombre de una organización sin fines de lucro y paguen el 5 por ciento, año tras año, durante décadas? No recordamos ningún ejemplo. Es mucho más probable que el donante la abandone en unos cuantos años y la organización sin fines de lucro termine cortejando a otro financiador que lo reemplace.
Por otro lado, el financiamiento a organizaciones sin fines de lucro para el cambio social es una de las expresiones más puras de la transferencia de poder que ejerce la filantropía, ya que traslada parte de la gran riqueza de pocos a las manos de muchos. Así, al poner dicha riqueza bajo el control de las organizaciones sin fines de lucro que están al frente de la lucha y de las comunidades a las que sirven, los financiadores ceden parte de su poder y privilegio.
Tercero: “Las organizaciones sin fines de lucro deberían de ir desapareciendo gradualmente”. Durante mucho tiempo se ha dicho que estas organizaciones deberían tener una fecha de caducidad, y el argumento pudiera resultar atractivo: si una organización está realmente avanzando hacia su meta, pronto cumplirá su misión. Por lo tanto, no tendrá necesidad de regalos que perduren.
Evidentemente, los filántropos y las organizaciones de cambio social han ayudado a superar algunos de los retos más delicados surgidos en el siglo pasado, por ejemplo, la erradicación casi por completo de la poliomielitis en todo el mundo. Sin embargo, tomó varias generaciones crear los complejos problemas sociales de hoy y, lamentablemente, es probable que se necesite generaciones de esfuerzo para revertirlos. Nos encantaría creer que el racismo dejará de existir en los Estados Unidos dentro de los próximos 20 años, pero lo cierto es que, probablemente, se sigan necesitando organizaciones que luchen por la justicia racial durante mucho más tiempo. Y lo mismo se aplica a muchos otros problemas sociales crónicos.
Ahora bien, el hecho de que muchos de los problemas actuales sean especialmente persistentes no significa que la mayoría de las organizaciones sin fines de lucro deban recibir donativos a perpetuidad. Pocos donantes financiarían una empresa de tan solo un año de antigüedad sin importar cuál sea su promesa. Entonces, ¿qué cualidades debe buscar un financiador?
Una organización sin fines de lucro digna de recibir donaciones es aquella que poco a poco hace mella en un problema serio y abrumante, por ejemplo, el terminar con la falta de vivienda, garantizar la igualdad de oportunidades económicas para todos los ciudadanos, o conservar la tierra para proteger la biodiversidad y frenar el aumento vertiginoso del cambio climático. Dicha organización también debe tener un historial comprobado de progreso, más largo que la gestión de su líder actual, lo cual representará una probabilidad de que la organización continúe avanzando en su misión aun cuando su líder se haya ido. Es importante destacar que la organización debe estar arraigada en la comunidad a la que sirve y contar con su plena confianza.
Asegurando un trabajo que perdure
En medio de la gran agitación y turbulencia de los últimos cinco años marcada por un renovado ajuste de cuentas con la justicia racial, las elecciones presidenciales de 2020, la pandemia de COVID-19 y sus costos económicos, etc., hemos visto cómo las organizaciones sin fines de lucro para el cambio social han jugado un papel enorme en la defensa de los pilares de nuestra democracia, incluso en momentos en que sus instituciones han amenazado con resquebrajarse. Con el apoyo de diversas redes regionales y nacionales de ciudadanos, estas organizaciones han luchado por salvaguardar el derecho al voto, frenar la desigualdad, desmantelar el racismo, construir una economía inclusiva, lograr una representación imparcial y justa para todos los ciudadanos y muchas acciones más.
Para que nuestra sociedad civil continúe prosperando, debemos asegurarnos de que las organizaciones que trabajan con las comunidades de color y que están, a su vez, dirigidas por personas de color, tengan los suficientes recursos financieros para permanecer. Este desafío es especialmente urgente dado que hay amplios segmentos de la sociedad que siguen careciendo de recursos, incluso cuando el país se vuelve cada vez más diverso. Las donaciones pueden impulsar los esfuerzos permanentes de las organizaciones de cambio social dirigidas por personal de color mientras continúan ayudando a estabilizar las instituciones del país. Es hora de dar rienda suelta a su enorme potencial.
Autores originales:
- William Foster es socio director del Grupo Bridgespan, cuya base se encuentra en las oficinas de Boston.
- Darren Isom es un socio cuya base se encuentra en las oficinas de Bridgespan en San Francisco.
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Traducción por Leslie Cedeño.
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